La historia de la civilización la cuentan aquellas personas quea lo largo del tiempo, gracias a su forma de actuar, sus ideales, sus hallazgos o su arte; han originado quela sociedad, de una forma u otra,prospere.
Ya sea inspirando a otros o siendo parte de la actuación. William Howard Taft es uno de esos seres humanos cuya vida, realmente, merece nuestra consideración por el grado de influencia que tuvo en la historia.Comprender la existencia de William Howard Taft es conocer más sobre época determinada de la historia del género humano.
Comprender las luces y las sombras de las personas significativas como William Howard Taft, personas que hacen rodar y cambiar al mundo, es una cosa básica para que seamos capaces de valorar no sólo la existencia de William Howard Taft, sino la de toda aquellas gentes que fueron inspiradas por William Howard Taft, personas a quienes de un modo u otro William Howard Taft influyó, y desde luego, entender y comprender cómo fue vivir en el periodo histórico y la sociedad en la que vivió William Howard Taft.
(Cincinnati, 1857 - Washington, 1930) Político estadounidense, vigesimoséptimo presidente de los Estados Unidos de América (1909-1013). Su presidencia estuvo marcada por una inclinación manifiesta a eliminar las ideas progresistas de su precursor en el cargo, Theodore Roosevelt (1901-1909), singularmente en la cuestión de los aranceles, hecho que provocó la aparición de una facción progresista en el Partido Republicano que trató de obstaculizar sus ideas. En política exterior, Taft fue partidario de proteger en América Latina la instalación de Gobierno retrógrados pero leales a los intereses estadounidenses.
Correspondiente a una adinerada familia de Ohio con antecedentes políticos esenciales (era hijo de Alphonso Taft, fiscal general y secretario de Guerra bajo la presidencia de Ulysses S. Grant), el joven Taft ha podido entrar a una educación esmerada. Tras graduarse en la Hight School de Woodward, en el año 1874 ingresó en la Universidad de Yale para estudiar Derecho, donde se licenció con el número 2 de su promoción en 1878. Ese mismo año, regresó a Cincinnati y se inscribió de la reconocida Cincinnati Law School.
Dos años después, fue aceptado para ejercer la abogacía, profesión que, de una forma u otra, jamás dejó de ejercer, puesto que su enorme aspiración, según sus expresiones, era la de transformarse en integrante del Tribunal Supremo de los Estados Unidos. Después de un corto periodo ejercitando la abogacía de una manera refulgente, en 1881 fue nombrado ayudante del fiscal del condado de Hamilton (estado de Ohio). A finales de ese año, fue nombrado recaudador federal de impuestos por el presidente Chester A. Arthur (1881-1885), cargo que no tardó en dejar para regresar a encargarse de su próspero bufete.
En el año 1887, el gobernador de Ohio, Joseph B. Foraker, lo llamó para contemplar un puesto vacante de magistrado en la Corte Suprema de Ohio, de donde pasó a desempeñar, en el año 1890, el cargo de fiscal general de Estados Unidos por ascenso del presidente Benjamín Harrison (1889-1893). Dos años después, fue nombrado juez del Sexto Tribunal de apelaciones, en el que continuó hasta 1900. De ideas conservadoras pero con un talante moderado, Taft supo ganarse la amistad y el respeto de los integrantes mucho más poderosos de su partido y entabló una amistad política provechosa con los futuros presidentes William McKinley (1897-1901) y Theodore Roosevelt (1901-1909).
En el momento en que Estados Unidos adquirió las islas Filipinas tras la guerra mantenida con España, el presidente McKinley puso a Taft, entre los años 1901 a 1905, al cargo de la comisión encargada de gobernar el nuevo territorio. Se transformó, por consiguiente, en el primer gobernador civil de las islas. Su misión fue la de detallar un gobierno fuerte y también ingresar una administración congruente y bien estructurada, tareas que desarrolló perfectamente: estableció sistemas de gobierno locales y judiciales; levantó todos y cada uno de los servicios sociales mínimos y también indispensables de la isla, rutas, institutos, áreas de trabajo postales y bancos; y fomentó tratados de reparto de tierras con los líderes indígenas y con la Iglesia Católica.
En el año 1904, Roosevelt lo nombró secretario de Guerra, cargo desde el que no dejó de supervisar el desarrollo de colonización en las islas Filipinas, aparte de efectuar una secuencia de pedidos diplomáticos de prominente nivel para los intereses de su país: fue enviado a Roma, en 1902, para negociar con el papa León XIII la adquisición de los recursos de las órdenes religiosas en Filipinas; directivo y supervisor de las proyectos de construcción del Canal de Panamá; intercesor en la negociaciones que pusieron fin, en el año 1905, a la Guerra Ruso-de Japón; y, finalmente, enviado a Tokyo para solucionar el enfrentamiento surgido con Japón tras la restricción por la parte de Estados Unidos de la entrada de inmigrantes de origen nipón y chino. Taft rechazó, por un par de veces, el ofrecimiento de Roosevelt para nombrarlo juez vitalicio de Panamá.
Su reputación intachable y sus enormes talentos como gestor persuadieron a Roosevelt para respaldar su ascenso como candidato republicano a la presidencia en la Convención Nacional del partido, conmemorada a fines de 1908. En las selecciones de presidentes, Taft terminó ganando con un extenso margen de votos al candidato demócrata William Jennings Bryan.
Solamente entrar a la presidencia, probó un talante contrario al de su precursor y mecenas Roosevelt, quien se arrepintió enseguida por el ascenso de Taft, hombre increíblemente conservador y sensato, con un término muy riguroso de la presidencia y de su papel como gestor del país, lo que causó una brecha en el partido entre los progresistas y los conservadores, estos últimos apoyados por nuestro presidente.
Las primeras fricciones entre Taft y su partido han comenzado con el intento de este de comprobar los impopulares y superiores aranceles proteccionistas. A inicios del año 1909, convocó una sesión particular del Congreso para debatir una bajada importante de los aranceles. La Cámara de Representantes aprobó sin inconvenientes la reducción, pero no de este modo el Senado, gobernado por demócratas y republicanos progresistas, entre ellos nuestro Roosevelt, quienes obstaculizaron dicho emprendimiento de ley.
Por último, se logró aprobar la Payne-Aldrich Act, la que había sufrido la increíble proporción de 800 enmiendas, hasta el punto de que habitualmente los aranceles habían sido todavía mucho más superiores. Taft no tuvo mucho más antídoto que refrendar la ley, con lo que se ganó la enemistad de todo el Medio Oeste, el mucho más damnificado por la novedosa ley.
La desunión determinante con los progresistas republicanos se consumó en el momento en que Taft, asesorado por su secretario de Interior, Richard A. Ballinger, volvió a abrir al público algunos saltos de agua y reservas forestales que Roosevelt había transformado en parques nacionales limitados a la caza y a cualquier clase de explotación económica. La medida provocó la rápida reacción del jefe de los Servicios Forestales del país, Gifford Pinchot, amigo personal de Roosevelt, quien no dejó de protestar airadamente por la resolución, acusando al secretario de Interior de cohecho y de emplear el cargo para lucrarse. Taft procuró reparar el enfrentamiento de la forma mucho más rápida, destituyendo fulminantemente a Pinchot por insubordinación. El tema decayó en una disputa que acompañó a Taft hasta el desenlace de su orden presidencial y provocó un combate entre él y los incondicionales de Roosevelt.
Las secuelas políticas de la escisión republicana no tardaron en manifestarse. En las selecciones al Congreso del año 1910, el Partido Republicano padeció una tremenda derrota, lo que dejó el control de las Cámaras a los demócratas, cosa que no sucedía desde por año 1894. Aun de esta manera, la presidencia de Taft arrojó ciertos éxitos indudables. Durante sus 4 años de Gobierno, Taft duplicó los procesos basados en la Sherman Act, ley anti-trust aprobada por la administración de Roosevelt para supervisar la dañina expansión de los enormes monopolios financieros del país.
Entre los demandados estaban colosales como la General Electric Company, la American Sugar Company, la United States Steel, etcétera. También impulsó y logró la aprobación de una ley que establecía bancos postales, aparte de hacer el Departamento de Trabajo y la Oficina Federal de la Niñez. Por último, Taft dio el visto bueno a 2 enmiendas constitucionales, la Décimo Sexta, que autorizaba un impuesto sobre la renta federal, y la Décimo Séptima, por la que se establecía la decisión directa de los miembros del senado de los Estados Unidos.
Habida cuenta de que la facción progresista republicana no halló a su candidato ideal, Roosevelt volvió a postularse como candidato en la Convención Nacional del partido, pero fue derrotado por Taft, debido a que este aún controlaba la maquinaria interna del partido. Roosevelt abandonó el partido para conformar su conjunto, el Partido Progresista, con el que se encaró al candidato demócrata, Woodrow Wilson, que venció por un ajustado margen de votos. Sin duda alguna, la incorporación de Taft en una segunda candidatura republicana desgastó al partido y propició la victoria de Wilson sobre Roosevelt.
Al poco tiempo de dejar la política, Taft regresó a sus ocupaciones judiciales. Entre los años 1913 a 1920, ejercitó como instructor de Derecho Constitucional en la Universidad de Yale, al tiempo que cooperó en múltiples organizaciones nacionales de reconstrucción tras la guerra. En el año 1921, vio coronadas sus ambiciones, tanto personales como expertos, siendo nombrado por el presidente Warren Gamaliel Harding (1921-1923) presidente del Tribunal Supremo, cargo que preservó a lo largo del resto de su historia y desde el que imprimió efectividad y velocidad en la maquinaria judicial del país.
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