Vincenzo Bellini

La historia universal está contada por aquellas personas queen el transcurrir de los siglos, gracias a sus obras, sus pensamientos, sus creaciones o su talento; han originado quela sociedad, de un modo u otro,prospere.

Si has llegado hasta aquí es porque tienes conocimiento de la importancia que tuvo Vincenzo Bellini en la historia. El modo en que vivió y las cosas que hizo durante el tiempo que estuvo en este mundo fue decisivo no sólo para las personas que trataron a Vincenzo Bellini, sino que tal vez produjo una señal mucho más profunda de lo que podamosconcebir en la vida de gente que tal vez nunca conocieron ni conocerán ya nunca a Vincenzo Bellini personalmente.Vincenzo Bellini ha sido una de esas personas que, por alguna razón, merece no ser olvidado, y que para bien o para mal, su nombre nunca debe borrarse de la historia.

Apreciar lo bueno y lo malo de las personas destacadas como Vincenzo Bellini, personas que hacen rotar y transformarse al mundo, es una cosa básica para que podamos valorar no sólo la existencia de Vincenzo Bellini, sino la de todos aquellos y aquellas que fueron inspiradas por Vincenzo Bellini, gentes a quienes de un modo u otro Vincenzo Bellini influyó, y por supuesto, entender y comprender cómo fue vivir en la época y la sociedad en la que vivió Vincenzo Bellini.

Las biografías y las vidas de personas que, como Vincenzo Bellini, seducen nuestra curiosidad, deben valernos en todo momento como referencia y reflexión para ofrendar un marco y un contexto a otra sociedad y otra época que no son las nuestras. Hacer un esfuerzo por entender la biografía de Vincenzo Bellini, el motivo por qué Vincenzo Bellini vivió de la forma en que lo hizo y actuó de la forma en que lo hizo a lo largo de su vida, es algo que nos impulsará por un lado a conocer mejor el alma del ser humano, y por el otro, la manera en que avanza, de forma inevitable, la historia.

Vida y Biografía de Vincenzo Bellini

(Catania, Italia, 1801 - Puteaux, Francia, 1835) Compositor italiano. Hijo de un organista, estudió en el Colegio de San Sebastián de Nápoles, cuyo directivo era el célebre Zingarelli. Compuso música sagrada (motetes, misas, etcétera.), de cámara y sinfónica, pero es la ópera el género musical que le dio popularidad. Sus óperas mucho más conocidas son Adelson y Salvini (1824), El pirata (1827), La extranjera (1829), Capuletos y Montescos (1830), La sonámbula (1831), Norma (1831) y Los puritanos (1835). Su pieza maestra es Norma, de la que resalta su obertura y en donde se conjuga una gravedad tradicional con un apasionamiento muy romántico en la expresión. Si en el siglo XIX fue Wagner su admirador mucho más popular, en el XX fue Stravinsky quien reclamó la sencillez de Bellini para la armonía, contraponiéndola a las adversidades que parecía localizar Beethoven en este lote.

Dedicado desde niño al estudio de la música, pasados solamente los siete años inició sus primeros ensayos de composición. Ingresó entonces en el Conservatorio de San Sebastián, en Nápoles, donde tuvo por profesor a Nicola Antonio Zingarelli. Ello no interrumpió su actividad de compositor: su primer drama, Adelson y Salvini (1825), fue representado en el pequeño teatro del propio conservatorio. En esta obra deseó infundir el sentido mucho más dulce y enigmático de su juventud poética. Vincenzo Bellini tenía una hermosura triste y algo femenina, y en la música de la primera temporada reflejó su melancolía, causada por las vicisitudes cariñosas y el miedo de no ver satisfecho largo tiempo su afán de vivir.

Los temas de este periodo pasaron en ocasiones a ciertas de sus proyectos consecutivas, como Los Capuletos y los Montescos o La extranjera. Ello suponía en Bellini un recurso para saborear nuevamente el pasado. En 1826, la representación en el teatro napolitano de San Carlos de la ópera Carlo, duca di Agrigento (reconstituida después con el título de Bianca y también Fernando) apuntó el principio de su fortuna en la escena. Entre 1827 y 1831 compuso, por ejemplo proyectos, El pirata, La sonámbula y Norma; esta última, pese al fracaso de su estreno, se impuso prontísimo en los teatros mucho más esenciales de Italia y de toda Europa.

El incierto éxito de Beatrice di Tenda enfrió la amistad del compositor con Romani, hasta el momento su libretista frecuente. En mayo de 1833, Vincenzo Bellini marchó a Londres, donde conoció probablemente la etapa mucho más feliz de su vida. Un año después, en la ciudad más importante francesa, Carlo Pepoli le ofreció el libreto de Los puritanos; en 1834, y en la villa del judío inglés Lewys, de quien el músico era huésped, se forjó la última pieza maestra de Bellini, representada en 1835 con enorme éxito. Aquel mismo año murió el creador en la citada vivienda, en Puteaux.

Es opinión general que Norma es la mejor ópera italiana de la primera mitad del siglo XIX, y en esta ocasión la opinión general coincide de manera perfecta con el juicio de la crítica del pasado siglo y del presente. Esta catástrofe lírica en 2 actos, cuyo libreto fue obra de Felice Romani (1788-1865), se representó en el teatro de la Scala de Milán el 26 de diciembre de 1831, con Giuditta Pasta como personaje principal. La ópera fracasó, interrumpida y saboteada por incondicionales de la apasionado de un profesor contrincante, pero se rehabilitó instantaneamente en las noches consecutivas y, sin interrupción, siguió su trayectoria triunfal.

La acción de Norma se ubica en temporada romana. En un bosque de la Galia, los druidas y su jefe, Oroveso, aguardan la luna novedosa para desatar la rebelión contra los romanos. Norma, hija de Oroveso y sacerdotisa suprema de Irminsul, debe de arengar a los guerreros. Pero Norma tendría considerablemente más causas de odio contra los romanos si supiera que el procónsul Polión, que la logró madre de 2 pequeños, quiere en este momento a Adalgisa y se ofrece marchar con ella a su regreso de Roma. Norma piensa en matar a los 2 hijitos del traidor y suicidarse entonces; pero se ablanda y confía los inocentes a Adalgisa. Esta se dirige al campo de roma y ruega a Polión que vuelva a su primer amor, pues Norma desea fallecer; pero no lo logra. Entonces repudia el cariño de Polión y regresa al templo de Irminsul, de donde Polión jura que la raptará. Cuando Norma se entera de esto, golpea el escudo de guerra; de todas y cada una partes asisten los galos armados: "Guerra, guerra! le galliche selve quante àn quercie producan guerrieri" ("¡Guerra, guerra!, que las selvas gálicas generen muchos guerreros como encinas tienen"), y Polión, asombrado en el templo, es apresado y conducido a Norma, que espera llevar a cabo justicia y ejecutarlo. Sin embargo, Norma todavía duda, y le interroga en solitario (con el motivo de conocer quién es la cómplice de su amor) para intentar reconquistarlo. Pero Polión no renuncia a Adalgisa, y entonces Norma llama nuevamente a los curas y se afirma asimismo culpable: una misma hoguera les espera.

El estilo de Bellini, que parecía enteramente lírico, se asegura en esta ópera por medio de una singular fuerza trágica. Su habitual armonía (rica en capítulos, gran, llena de luces variables) exhibe sus peculiaridades de pureza lírica: baste rememorar la conocida "Casta estrella", entre las páginas de armonía mucho más puras y espesas de emoción que se hayan escrito jamás. Sin embargo, la inspiración melódica se fortalece rítmicamente, más que nada en los acentos fuertes y marcados de la recitación. La armonía no es mucho más rica de lo habituado, ni su instrumentación mucho más nutrida, pero estos medios son siempre y en todo momento considerados secundarios por Bellini. Partiendo de un libreto increíble (por la puesta en escena, por las ocasiones y por el diálogo e inclusive por los versos, de los más destacados de Felice Romani), Bellini halla la forma de cortar enormes bloques de fundamentos y reunirlos vigorosamente entre reiteraciones corales. El drama resulta armónico, sólido, entre el carácter de los personajes principales y la colectiva pasión del coro. La obertura, de corte rossiniano, si bien sin ser servil a Rossini, es el más destacable fragmento musical salido de la pluma del profesor.

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Los matices y las sutilezas que llenan nuestras vidas son en todos los casos importantes, ya que destacan la singularidad, y en el tema de la vida de una persona como Vincenzo Bellini, que tuvo su importancia en un momento concreto de la historia, es vital procurar brindar un panorama de su persona, vida y personalidad lo más precisa posible.

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