Tony Curtis

La historia de las civilizaciones está contada por las mujeres y hombres queen el paso de los años, gracias a su proceder, sus ideas, sus innovaciones o su ingenio; han originado quela humanidad, de un modo u otro,progrese.

Ya sea inspirando a otros seres humanos o siendo una pieza esencial de la acción. Tony Curtis es uno de esos seres humanos cuya vida, en verdad, merece nuestra atención por el nivel de influencia que tuvo en la historia.Conocer la existencia de Tony Curtis es conocer más sobre periodo preciso de la historia del ser humano.

Si has llegado hasta aquí es porque tienes consciencia de la relevancia que detentó Tony Curtis en la historia. Cómo vivió y lo que hizo en el tiempo en que permaneció en el mundo fue decisivo no sólo para aquellas personas que frecuentaron a Tony Curtis, sino que quizá dejó una huella mucho más profunda de lo que logremossospechar en la vida de gente que tal vez jamás conocieron ni conocerán ya jamás a Tony Curtis personalmente.Tony Curtis fue una de esas personas que, por alguna causa, merece ser recordado, y que para bien o para mal, su nombre nunca debe borrarse de la historia.

Conocer lo bueno y lo malo de las personas destacadas como Tony Curtis, personas que hacen girar y evolucionar al mundo, es una cosa sustancial para que seamos capaces de poner en valor no sólo la existencia de Tony Curtis, sino la de todas aquellas personas que fueron inspiradas por Tony Curtis, personas a quienes de de una forma u otra Tony Curtis influyó, y sin duda, comprender y entender cómo fue el hecho de vivir en el momento de la historia y la sociedad en la que vivió Tony Curtis.

Vida y Biografía de Tony Curtis

(Bernard Schwartz; Nueva York, 1925 - Las Vegas, 2010) Actor de cine estadounidense. Tras batallar en la Segunda Guerra Mundial, donde resultó herido, estudió arte dramático y en 1959 firmó contrato con la Universal, con el nombre de James Curtis. Dos años después, ahora como Tony, se transformó en una estrella, merced a su apariencia de chaval guapo, a la presión ejercida por sus seguidoras y a las hábiles campañas de publicidad. Encasillado al comienzo en papeles de criminal y después de héroe de comedia de cubierta y espada o como califa en El hijo de Alí Babá (1952), fue ampliando su gama de individuos, y en 1957 sorprendió a los críticos con su interpretación inquieta de un agente de prensa sin escrúpulos en Chantaje en Broadway. Continuó en esa línea, y en 1958 efectuó otra señalada interpretación trágica en Fugitivos, que le valió la nominación al Oscar al mejor actor. Otro éxito, la comedia Con faldas y a lo ido (1959), le abrió el sendero para otros varios papeles en los años 60. Relegado a papeles secundarios en películas inferiores en los años 80, halló tiempo para realizarse como pintor. Sus cuadros le brindaron alguna notoriedad en la faceta de artista plástico.

El padre de Tony Curtis era un sastre judío de origen húngaro que había migrado a los Estados Unidos. Como todo hijo de emigrante de familia humilde en esos años, debió aguantar una niñez bien difícil en el vecindario del Bronx, popular por su conflictividad y combates entre pandillas y la policía. Hizo el servicio militar en la marina y, al concluirlo, empezó estudios de arte dramático en la escuela de Workshop y se forjó como actor en un largo rosario de actuaciones como aficionado en teatros de zonas periféricas.

Fue en una de esas actuaciones en el momento en que se descubrió por un usado de los estudios Universal. De forma pausada empezó a tener contactos con el cine, y dio comienzo a una carrera que le llevaría a transformarse en entre los galanes de tendencia de los años sesenta y a una dilatada trayectoria en Hollywood, donde alternó enormes éxitos y definitivos descalabros. A su primera intervención en El abrazo de la desaparición (1949), que dirigió Robert Siodmak, le proseguirían una extendida lista de títulos como secundario.

El directivo Rudolph Mate ahora le logró personaje principal de Su alteza el ladrón (1951), y le volvió a llamar para trabajar en el largometraje de ambientación medieval Coraza negra (1954), en el que trabajó al lado de la actriz Janet Leigh, con la que se casó (y divorció) y tuvo a la el día de hoy conocida Jamie Lee Curtis. Junto a Gina Lollobrigida y Burt Lancaster trabajó en Trapecio (1956), apuntada por el entonces popular Carol Reed, un largometraje con determinado éxito comercial y que vino a comprobar que Curtis ahora era un actor con tirón en la taquilla y popular entre el público.

Si bien no altísimo, tenía un destacable atrayente físico, con entre los semblantes mucho más fotogénicos de los actores de Hollywood. A esto se le unieron sus talentos interpretativas y su utilidad: funcionaba a la perfección tanto en la comedia como en el cine de acción o de época, lo que lo transformó en entre las estrellas mucho más conocidas de la industria cinematográfica de esos años. Un directivo caracterizado por la dureza de sus rodajes y temas como fue Richard Fleischer le incorporó al rodaje de Los Vikingos (1958), al lado de Kirk Douglas y de nuevo Janet Leigh. Ese mismo año Stanley Kramer rodó con él Fugitivos, por la que fue nominado al Oscar, más allá de que no llegó a lograrlo.

1959 fue uno de sus mejores años, ya que trabajó en 2 comedias que hicieron escuela en el género. La primera fue Operación Pacífico, apuntada por Blake Edwards, donde compartía créditos con Cary Grant y encarnaba a un muy elegante y mujeriego oficial de marina. Más esencial fue no obstante su participación en la comedia de Billy Wilder Con faldas y a lo ido, título mítico de la historia del cine en el que se mezclan con enorme talento la crítica popular, el humor mucho más disparatado y el transformismo para hilar una trama ácida y formidablemente entretenida. Coprotagonizada por Marilyn Monroe y Jack Lemmon, Wilder logró reunir un trío interpretativo como pocos en el género de la comedia.

Ahora con su popularidad afianzada, Curtis se transformaría en el gallardo más especial de los años sesenta como intérprete de proyectos tráficas, si bien a veces la decisión de sus papeles dejara bastante que querer. Entre sus películas mucho más resaltadas de esta época tenemos la posibilidad de indicar Espartaco (1960), de Stanley Kubrick y con guion de Dalton Trumbo, donde encarnó a Antonino; y El estrangulador de Boston (1968), de nuevo a través de Richard Fleischer, de tema policiaco. Entre las comedias se destaca La carrera del siglo (1965), otra vez con Blake Edwards y donde en algún instante Curtis llega a parodiarse a sí mismo.

A partir de los años setenta continuó haciendo un trabajo, pero su trayectoria fue rechazando por múltiples fundamentos. En primer rincón, por su alcoholismo, del que le costó trabajo salir; y, seguidamente, por el hecho de que no asimiló el correr del tiempo ni supo amoldarse consecuentemente a papeles que no fueran de gallardo o de individuos jóvenes, hasta el punto de que se sometió a múltiples operaciones de cirugía plástica. El final de su trayectoria se sintetiza en prudentes participaciones en grabes no fundamentales, distanciado ahora de forma determinante de la nómina de estrellas de Hollywood.

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