Tomás de Zumalacárregui

Si has llegado hasta aquí es porque sabes de la trascendencia que detentó Tomás de Zumalacárregui en la historia. Cómo vivió y las cosas que hizo mientras permaneció en el mundo fue decisivo no sólo para quienes trataron a Tomás de Zumalacárregui, sino que tal vez dejó una huella mucho más insondable de lo que logremossospechar en la vida de gente que tal vez jamás conocieron ni conocerán ya jamás a Tomás de Zumalacárregui personalmente.Tomás de Zumalacárregui fue uno de esos seres humanos que, por alguna razón, merece ser recordado, y que para bien o para mal, su nombre nunca debe borrarse de la historia.

Comprender las luces y las sombras de las personas significativas como Tomás de Zumalacárregui, personas que hacen rotar y transformarse al mundo, es una cosa fundamental para que podamos poner en valor no sólo la vida de Tomás de Zumalacárregui, sino la de todas aquellas personas que fueron inspiradas por Tomás de Zumalacárregui, aquellas personas a quienes de de una forma u otra Tomás de Zumalacárregui influyó, y desde luego, comprender y entender cómo fue vivir en la época y la sociedad en la que vivió Tomás de Zumalacárregui.

Las biografías y las vidas de personas que, como Tomás de Zumalacárregui, seducen nuestro interés, deben servirnos en todo momento como referencia y reflexión para ofrendar un marco y un contexto a otra sociedad y otra época que no son las nuestras. Hacer un esfuerzo por entender la biografía de Tomás de Zumalacárregui, porqué Tomás de Zumalacárregui vivió de la forma en que lo hizo y actuó del modo en que lo hizo durante su vida, es algo que nos impulsará por un lado a entender mejor el alma del ser humano, y por el otro, la forma en que se mueve, de forma inexorable, la historia.

Vida y Biografía de Tomás de Zumalacárregui

(Tomás de Zumalacárregui y de Imaz; Ormáiztegui, Guipúzcoa, 1788 - Cegama, Guipúzcoa, 1835) Militar español que dirigió el ejército carlista. Participó como voluntario en la guerra de Independencia, al término de la que alcanzó el nivel de capitán. Partidario del absolutismo, en 1823 formó una parte del organismo militar solicitado de reprimir los delitos políticos. En 1829, con el nivel de coronel, fue gobernador militar de El Ferrol, pero, implicado en los hechos de La Granja, se le acusó de desafecto y perdió el cargo. Tras la desaparición de Fernando VII (1833) se unió a las fuerzas carlistas; fue nombrado comandante general interino de Navarra y pasó a regentar un fuerte ejército. En un principio fundamentó sus acciones en la pelea guerrillera, rehuyendo las peleas a campo abierto, pero en los últimos meses de 1834 aceptó combates directos, que se saldaron con esenciales victorias. Extendió su dominio a toda Navarra y pasó a combatir contra los liberales en Vizcaya y Guipúzcoa. Zumalacárregui pretendía tomar Vitoria y marchar sobre Madrid, pero don Carlos le ordenó agredir Bilbao; murió como consecuencia de una herida sufrida en el asedio a esta localidad.

Tomás de Zumalacárregui ingresó en el ejército a lo largo de la Guerra de la Independencia (1808-14). En las luchas políticas del reinado de Fernando VII se significó por su posición antiliberal, cooperó con los realistas y fue ascendido a coronel. Cuando se propuso el litigio sucesorio al fallecer el monarca, Zumalacárregui participó desde Pamplona en el alzamiento de los retrógrados que apoyaban al infante Carlos María Isidro en defensa del absolutismo monárquico (1833).

Fracasado el pronunciamiento en la localidad, Zumalacárregui se retiró al interior de la provincia, en donde agrupó a las fuerzas carlistas navarras y organizó entre los contingentes mucho más eficientes del ejército rebelde. Durante la Primera Guerra Carlista que entonces se inició (1833-40), don Carlos le confió el mando de sus fuerzas en Navarra y le ascendió a general. Se resistió a todos y cada uno de los intentos de atraerle hacia el bando de Isabel II, por la parte de su hermano Miguel y de su viejo jefe, el general Quesada.

Siendo consciente de su inferioridad numérica y armamentística, Zumalacárregui reprodujo la táctica guerrillera que conocía desde la Guerra de la Independencia, amparándose en lo accidentado del relieve y en el acompañamiento de una gran parte de la población civil. Fue muy habitual entre sus tropas (que le apodaban el tío Tomás), pero no vaciló en verse despiadado en la opresión de los liberales ni en usar el terror para sostener controlado el territorio.

Durante el año 1834 se sucedieron las victorias en pequeñas reyertas (como las peleas de Alegría y las Amézcoas), hasta el punto de ocasionar la dimisión de Rodil en el mando del ejército enemigo. Animado por esos éxitos y por la necesidad de hallar dinero y apoyos de todo el mundo, don Carlos le ordenó por año siguiente tomar Bilbao, pese a la opinión contraria de Zumalacárregui (que hubiese favorito agredir Vitoria).

La operación empezó de forma exitosa, al abrirse paso la marcha hacia Bilbao triunfando a Espartero en Durango. Luego, ahora dueño de la mayoría de las Provincias Vascongadas, puso lugar a la ciudad más importante vizcaína; pero, en su empeño por admitir en lo personal las fortificaciones oponentes y las situaciones de sus hombres, resultó alcanzado por un tiro del ejército que defendía Bilbao.

Herido en una pierna, Zumalacárregui se trasladó a su pueblo para ponerse a cargo de un curandero de su seguridad y murió, probablemente de septicemia. El ejército carlista perdió de esta manera a su militar mucho más respetado, debilitándose claramente sus opciones de éxito en la contienda y abriéndose en su seno fuertes disensiones políticas. Con él desapareció no solo el primordial ariete por la causa del infante, lo que influiría de modo definitivo en el avance de la Primera Guerra Carlista; lo logró asimismo un género de héroe o caudillo intensamente reconocido con el pueblo liso, así como lo retrató Galdós en uno de sus mucho más insignes Episodios Nacionales.

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