Si has llegado hasta aquí es porque tienes conocimiento de la relevancia que tuvo Tomás de Iriarte en la historia. Cómo vivió y lo que hizo durante el tiempo que estuvo en este mundo fue determinante no sólo para aquellas personas que trataron a Tomás de Iriarte, sino que a lo mejor legó una huella mucho más honda de lo que logremosfigurar en la vida de gente que tal vez jamás conocieron ni conocerán ya jamás a Tomás de Iriarte de modo personal.Tomás de Iriarte fue uno de esos seres humanos que, por algún motivo, merece no ser olvidado, y que para bien o para mal, su nombre nunca debe borrarse de la historia.
(Puerto de la Cruz, 1750 - Madrid, 1791) Escritor español. Fue adjuntado con Félix María de Samaniego entre los fabulistas mucho más esenciales del siglo XVIII. Sobrino del académico Juan de Iriarte, a los trece años se trasladó a Madrid para vivir con su tío, lo que le dejó conseguir una sólida educación. Sucedió a su familiar como traductor de la Secretaría de Estado y ocupó el cargo de archivero del Consejo de Guerra.
Su figura resaltó en los entornos literarios y sociales. Frecuentó asiduamente la tertulia de la Fonda de San Sebastián donde trabó amistad con Cadalso y Nicolás Fernández de Moratín. Agudo crítico y enorme polemista, sostuvo permanentes discusiones con Ramón de la Cruz, Juan Pablo Forner y Félix María Samaniego.
La popularidad le llegó con la publicación de la obra satírica Los escritores en cuaresma (1773), indispensable para saber a los escritores neoclásicos españoles. En 1777 tradujo en verso el Arte poética de Horacio. Trabajo tan elogiado como discutido fue el poema didáctico La música (1779), traducido a múltiples lenguajes.
Su mayor popularidad se debió a las Fábulas literarias (1782), publicadas un año después que las de Samaniego, donde reunió una secuencia de poemas satíricos y moralizantes que encierran frecuentemente una broma feroz de sus contemporáneos. El creador aplicó a estos apólogos los preceptos clasicistas, se realizó eco de las ideas estéticas dominantes en su tiempo y se sometió a las reglas de universalidad, unidad formal y didactismo.
Más allá de que sus versos presentaron una mayor pluralidad métrica que los de Samaniego, y procuraron la máxima facilidad y claridad, las rimas resultaron un poco forzadas y jamás alcanzaron la vivacidad de las de su contrincante. No obstante, el enorme acierto del creador consistió en mover fielmente al género fabulístico las reglas dictadas por la preceptiva, como puede apreciarse en piezas como "El burro flautista", "La mona", "Los 2 conejos" o "El caballo y la ardilla".
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