La historia de las civilizaciones la cuentan aquellas mujeres y hombres quea lo largo del tiempo, gracias a su forma de actuar, sus ideales, sus hallazgos o su arte; han originado quela civilización, de un modo u otro,prospere.
Conocer lo bueno y lo malo de las personas significativas como Silvio Berlusconi, personas que hacen girar y evolucionar al mundo, es una cosa esencial para que seamos capaces de apreciar no sólo la vida de Silvio Berlusconi, sino la de todos aquellos y aquellas que fueron inspiradas por Silvio Berlusconi, aquellas personas a quienes de un modo u otro Silvio Berlusconi influyó, y ciertamente, entender y comprender cómo fue el hecho de vivir en la época y la sociedad en la que vivió Silvio Berlusconi.
(Milán, 1936) Polémico empresario y político italiano que fue tres ocasiones presidente de Italia (1994-1995, 2001-2006 y 2008-2011). Silvio Berlusconi estudió derecho en la Universidad de Milán, pero se dedicó enseguida a los negocios, comenzando desde los 23 años por el ámbito inmobiliario y la construcción. En los años setenta se adentró en los medios comprando participaciones en múltiples periódicos italianos, estrategia que acabó en la creación del Canal 5 de televisión (1980).
Sus negocios se vieron normalmente favorecidos por el éxito, de tal modo que a principios de los años noventa controlaba las tres primordiales cadenas de la televisión italiana, el conjunto editorial Mondadori, múltiples periódicos y gacetas, estudios y salas de cine, la mayor cadena de enormes guardes de Italia e inclusive un club de fútbol (el Milan), al que transformó en vencedor. Un colosal holding llamado Fininvest daba unidad a este heterogéneo conjunto de compañías, con prolongaciones en Francia, España, Alemania, la vieja URSS y la vieja Yugoslavia.
Su situación de hegemonía sobre los medios italianos despertó recelos que llevaron en 1990 a aprobar leyes particulares para ponerle coto. Pero, lejos de resentirse por semejantes asaltos, o por el combate empresarial con Carlo de Benedetti (el otro enorme magnate de la industria italiana), Berlusconi prefirió la escapada hacia adelante: frente a la crisis de la República por las acusaciones extendidas de corrupción (operación «manos limpias»), Berlusconi brincó al ruedo político ocupando el vacío que dejaba el descrédito de los partidos habituales.
Apoyado en su imperio empresarial y en su control de los medios, formó un partido propio con una equívoca ideología ultraliberal (Forza Italia), cuyo máximo aval era la efectividad de la administración empresarial de Berlusconi; aliado en un «Polo de la Libertad» con los separatistas de la Liga Norte y con los neofascistas de la Alianza Nacional, llegó a ser presidente en 1994.
Eso le dio el control de los medios públicos, pero solamente ha podido realizar tarea de gobierno alguna, viéndose él mismo envuelto en acusaciones de estafa fiscal y de soborno a políticos y gobernantes a lo largo de la etapa previo. Perdido el gobierno en 1995 y defraudadas las esperanzas de una profunda reforma institucional, Berlusconi y sus socios fueron derrotados en las selecciones de 1996 por una coalición de centro-izquierda, poniendo fin de esta forma al intento de regenerar la clase política italiana con el estilo tecnocrático y antiestatista dominante en el planeta empresarial.
Tras esa derrota sin paliativos, comenzó, bajo sospecha, su travesía del desierto, hostigado por la justicia, injuriado por los intelectuales y traicionado por ciertos de sus socios. La restauración del poder político no fue una compañía simple, más allá de que Sua Emittenza, como le llaman con sorna sus compatriotas, disponía de la mayor fortuna de Italia y del acompañamiento incondicional de las tres primordiales cadenas privadas de televisión, que acaparaban el 50% de la audiencia del país. La gaceta Forbes lo había ubicado en el puesto 14 en la lista de la gente mucho más ricas de todo el mundo en 2001, con unos activos valorados en 2 billones de pesetas.
La fortuna política volvió a sonreírle en las selecciones de europa de junio de 1999, en las que Forza Italia consiguió el 25,2% de los sufragios y 32 eurodiputados, superó por vez primera a los Demócratas de Izquierda (DS, ex- marxistas) y se transformó en el primer partido del país. Elegido eurodiputado, más allá de su poco entusiasmo europeísta, Berlusconi logró que Forza Italia fuera admitida como integrante en el Partido Popular Europeo (PPE) que agrupa a las formaciones democristianas y del centroderecha en el Parlamento de Estrasburgo.
Los desenlaces de las selecciones regionales del 16 de abril de 2000, que dañaron a 15 de las 20 zonas del país, reafirmaron la estrategia del Cavaliere, nuevamente transformado en jefe infatigable de la oposición. Forza Italia y los partidos similares consiguieron un claro triunfo, con mucho más del 50% de los votos, un auténtico seísmo electoral que precipitó la caída del gobierno de Massimo d’Alema. El Polo de la Libertad de 1994 devino la Casa de las Libertades con exactamente los mismos asociados: la Alianza Nacional (AN), posfascista y nacionalista, y la Liga Norte, de tendencias separatistas, xenófobas y antieuropeas.
Una exclusiva campaña electoral empezó prácticamente en el último mes del año de 2000, próximamente transformada en un plebiscito sobre Berlusconi, una pugna del líder providencial, hombre del fare (‘de acción’), cruzado de la libre compañía, contra los expertos de la política «que jamás han trabajado», en un precaución ámbito mediático. Sin embargo, no ha podido eludir los comentarios de censura a sus socios, las supones sobre el origen incierto de su fortuna, las ubicaciones de sombra de sus sociedades y sus inconvenientes con la justicia.
La polémica brincó las fronteras del país y en los primordiales periódicos de Europa occidental, hasta el punto de que el semanario conservador The Economist ocasionó un notable revuelo al difundir un pormenorizado informe sobre las andaduras del Cavaliere y acabar que se encontraba inhabilitado para gobernar. La aparente intromisión europea provocó ciertas reacciones nacionalistas, de orgullo herido, como la del patriarca de Fiat, Giovanni Agnelli, que defendió de forma indirecta a Berlusconi al denunciar las presuntas derivas periodísticas que trataban a Italia tal y como si fuera «una república bananera».
Habida cuenta del flagrante enfrentamiento de intereses que se generaría con su llegada al poder, el respetado escritor Umberto Eco propuso las selecciones como un referéndum ética y también logró un apremiante llamamiento para evitar el triunfo del patrón de Fininvest antes que fuera bastante tarde. Algunos periódicos italianos invocaron «la degeneración de la democracia» y el peligro de perversión del sistema. Il Cavaliere contestó con un simulacro de contrato con los votantes, firmado frente a las cámaras de televisión, en vísperas del escrutinio, en el que se comprometía a efectuar cuando menos 4 de los cinco puntos primarios de su programa: reducción de los impuestos y del paro, incremento de las pensiones mínimas, mucho más seguridad y menos inmigrantes, un plan ambicioso de infraestructuras.
Con una oratoria caracteristica de la guerra fría, Berlusconi se pavoneó de sus éxitos empresariales, deslumbró a los votantes con su estrellato televisivo, despreció a su primordial contrincante y se presentó como víctima de un complot tramado por jueces colorados a sueldo de un poder manipulado por los marxistas. Los italianos fueron sensibles a sus razonamientos y le entregaron la seguridad: Forza Italia alcanzó un éxito notable con el 29,4% de los votos en las selecciones del 13 de mayo de 2001 y, en unión de sus socios, logró la mayor parte absoluta en las dos Cámaras del Parlamento (368 miembros del congreso de los diputados y 177 miembros del senado). Triunfó en frente de un centroizquierda, comandado por los ex- marxistas, que encarnaba la continuidad de un sistema del que los votantes creían haberse desembarazado en 1992.
Nombrado presidente del Consejo de Ministros el 9 de junio, Berlusconi presentó al día después un gobierno de coalición, el 59° tras la guerra, y también instantaneamente desgranó frente al Parlamento un programa «para mudar Italia». Confirmó sus promesas de achicar los impuestos, acrecentar las pensiones y regentar el Estado tal y como si fuera una destacada empresa, persuadido, como le recriminaban sus críticos, de que lo que era bueno para él asimismo lo sería para los italianos. Berlusconi consiguió la seguridad de la Cámara de Diputados y del Senado por extensas mayorías, el 21 de junio, y anunció «una revolución» en sus primeros cien días de gobierno. Aseguró que en un semestre resolvería el enfrentamiento de intereses entre sus ocupaciones política y empresarial, pero no dio datos de una espinosa operación que, para ser creíble, debía terminar con una situación inusual de monopolio televisivo, sin precedentes en una democracia.
En sus 2 primeros años de gobierno, no obstante, la lista de logros gubernativos fue bastante menos extendida de lo que Berlusconi había prometido. A mediados de 2002 el ministro de Finanzas, Giulio Tremonti , anunció la repatriación de 50.000 millones de euros recuperados merced a una amnistía fiscal. Por otro lado, la novedosa ley de extranjería recibió el aplauso de sus asociados de gobierno, que demandaban endurecer las reglas de concesión de asilo.
Pero la lista de promesas cumplidas prácticamente se detuvo ahí. La rebaja de impuestos se postergó a raíz del bajo desarrollo económico y por la necesidad de respetar el pacto de seguridad europeo. En cuanto a la reforma del mercado de trabajo, la oposición sindical fue unánime. Tras tumultarias manifestaciones y una huelga general, en el mes de julio el ejecutivo debió realizar concesiones y en el otoño la reforma ahora era poco mucho más que un recuerdo.
Hasta mediados de 2001, Il Cavaliere no había sido culpado en estable. De los nueve sumarios libres contra él, solo tres llegaron a la casación. En un caso, el tribunal de apelación confirmó la sentencia que condenó a Berlusconi a 28 meses de prisión por financiación ilegal de un partido, pero decretó que el delito había prescrito. Cuando fue escogido presidente proseguían su curso múltiples procesos: por soborno del juez Renato Squillante en lugar de una sentencia conveniente, por falsificación del cómputo empresarial y por corrupción de un magistrado con ocasión de la adquisición de un futbolista.
En España, el juez Baltasar Garzón estudiaba desde 1996 sobre la propiedad y la administración de Tele 5, donde Fininvest tenía el 40% del capital, y acusaba a Berlusconi de ordenar una doble contabilidad, tal como de vulnerar la reglamentación comercial, fiscal y antimonopolio. Garzón elevó un suplicatorio al Parlamento Europeo, pidiendo que se levantase la inmunidad de Berlusconi en el mes de septiembre de 2000, pero distintos inconvenientes político-burocráticos retardaron la tramitación, que fue finalmente denegada.
El laberinto judicial está detallado en el libro L’odore dei soldi (El fragancia del dinero. Orígenes y secretos de las fortunas de Silvio Berlusconi, 2001), de Marco Travaglio y Elio Veltri, en el que se reproduce una entrevista con el juez Paolo Borsellino, ejecutado por la mafia en el mes de julio de 1992, donde el magistrado ponía de relieve los contactos de Berlusconi y su mano derecha, Marcello dell’Ultri, con los mafiosos Vittorio Mangano y Salvatore Toto Riína, este detenido en 1993 y culpado a cadena perpetua. Sorprendentes coincidencias cronológicas fortalecen la proposición de que el imperio mediático debe bastante a enigmáticos financieros suizos expertos en el blanqueo de dinero.
En 2003 el nombre de Berlusconi prosiguió mostrándose relacionado a la crónica judicial. El 5 de mayo debió comparecer frente a un tribunal de Milán por presunto soborno a jueces de Roma en la situacion de la venta del conjunto alimenticio público SME. Sin embargo, el 4 de junio, el Senado aprobó una ley que impedía el procesamiento de los máximos representantes de los poderes ejecutivo, judicial y legislativo, liberando de esta manera al presidente de tener que regresar a comparecer frente al juzgado de Milán. Por esa razón, el Tribunal Constitucional español decidió suspender el desarrollo que la Audiencia Nacional tenía abierto contra Berlusconi por un supuesto estafa fiscal en el «caso Tele 5», señalando que el encausado solo podría ser juzgado en el momento en que dejase su cargo oficial.
La polémica pareció perseguir al presidente italiano a lo largo de ese año. En julio, al poco de estrenar Italia la presidencia de turno de la Unión Europea, un comentario de el, en el que equiparó al parlamentario socialdemócrata alemán Martin Schultz con un «kapo» nazi, provocó un hecho diplomático con el canciller Gerhard Schröder, quien anuló sus vacaciones familiares en Italia. Al frente de la Unión Europea, el ejecutivo italiano recibió el encargo de coordinar las negociaciones sobre el artículo de la primera Constitución europea, que había de ser aprobado en el mes de diciembre en el contexto de una charla intergubernamental de los países integrantes de la Unión Europea mucho más los diez aspirantes a incorporarse en el mes de mayo de 2004. Sin embargo, la asamblea conmemorada en Bruselas concluyó sin acuerdo gracias a la oposición de España y Polonia al nuevo reparto de votos.
En el campo en todo el mundo, el acompañamiento de su gobierno a la guerra de Iraq, promovida por el «trío de las Turbes» (el presidente estadounidense George W. Bush, el presidente británico Tony Blair y el presidente español José María Aznar), fue fuertemente criticado por la oposición y por cientos de personas que se expresaron contra la guerra en manifestaciones tumultarias festejadas en el mes de febrero en las primordiales ciudades.
En cuanto a la política interna, en 2003 volvió a hacerse visible el enfrentamiento de intereses entre las ocupaciones políticas y empresariales de Berlusconi. En diciembre, el Parlamento italiano aprobó una ley de medios que favorecía al conjunto empresarial del presidente, Mediaset, al eliminar los límites establecidos a la concentración empresarial en todos y cada medio y entablar un nuevo encuentre del 20 % en el llamado Sistema Integrado de las Comunicaciones (SIC). Sin embargo, el presidente de la república, Carlo Azeglio Ciampi, por la potestad que le adjudica la Constitución, devolvió la ley al Parlamento el 16 de diciembre para pedir una exclusiva deliberación que tuviese presente «el respeto del pluralismo de la información».
Su gobierno prosiguió debiendo realizar en frente de la oposición generada frente su búsqueda de reforma del régimen de las pensiones, por último aprobada en el mes de julio de 2004 más allá de la tercera y cuarta huelgas en general convocadas a lo largo de su orden (en el mes de octubre de 2003 y marzo de 2004, respectivamente). El emprendimiento mucho más profundo de su programa político fue la reforma constitucional (la mucho más intensa desde la caída de la monarquía) que fortalecía el poder del presidente del gobierno y aproximaba las construcciones administrativas del Estado al federalismo, al dar enorme autonomía a las zonas italianas.
Tras la derrota sufrida por el centro-derecha en las selecciones regionales de abril de 2005, su gobierno entró en crisis. El golpazo electoral puso de manifiesto la división de las fuerzas del ejecutivo respecto a temas así como las políticas económica y fiscal, y la citada reforma constitucional federalista (que la Unión de los Demócratas Cristianos, UDC, y la Alianza Nacional no veían con positivos puntos de vistas, pero que sí tenía el pleno respaldo de la Liga Norte).
Después de que los democristianos decidiesen dejar el gabinete, Berlusconi dimitió para, prácticamente inmediatamente, recibir de Ciampi el encargo de conformar un nuevo gobierno que finalizara la legislatura. Aunque con adversidades, Berlusconi logró lograr un pacto programático con sus asociados y ha podido reeditar un aparato del ministerio apoyado en el cuatripartito Forza Italia-Liga Norte-Alianza Nacional-UDC. A finales de ese año 2005, el legislativo aprobó tanto la reforma federalista como la del sistema electoral (que volvía a ser proporcional).
En las selecciones legislativas de abril de 2006, se impuso la coalición de centro-izquierda (presentada bajo la denominación electoral de La Unión y adelante de la que se encontraba Prodi), que consiguió 348 escaños en la Cámara de Diputados y 158 en el Senado; por su lado, La Casa de las Libertades consiguió 281 miembros del congreso de los diputados y 156 miembros del senado. Durante múltiples días, Berlusconi no reconoció como lícitos estos desenlaces y denunció la presencia de irregularidades. Finalmente, admitida su derrota, presentó su dimisión el 2 de mayo.
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