Ya sea inspirando a otros seres humanos o formando parte de la acción. Silvina Ocampo es uno de esos seres humanos cuya vida, en efecto, merece nuestra consideración debido al nivel de influencia que tuvo en la historia.Comprender la biografía de Silvina Ocampo es conocer más acerca de etapa determinada de la historia del género humano.
(Buenos Aires, 1906 - 1993) Escritora argentina. Era hermana de la autora y creadora de la gaceta Sur, Victoria Ocampo, y mujer del enorme narrador argentino Adolfo Bioy Casares. Autora deslumbrante por la calidad literaria de sus cuentos, pasó a la crónica de la literatura argentina del siglo XX por la crueldad desconcertante que supo imprimir en ciertos personajes principales de estos cuentos.
Natural de el seno de una familia hondamente arraigada en los círculos culturales argentinos, su primera vocación artística la orientó hacia el cultivo de las artes plásticas; pero, tras recibir enseñanzas de pintura de Giorgio de Chirico, abandonó los pinceles y se adentró en el planeta de las letras.
Su irrupción en el panorama literario argentino vino a través de un libro de cuentos, Viaje olvidado (1937), que tras los años terminaría siendo objeto del desprecio de nuestra autora. Tras este mediocre estreno en la narrativa, volvió a las librerías con su primer libro de versos, que se titula Enumeración de la patria (1942), en el que se sumaba a la inclinación de recobrar los modelos tradicionales de la vieja poesía castellana. Idéntico esfuerzo efectuó en su siguiente poemario, Espacios métricos (1945), al que prosiguieron, en el campo de la lírica, otras publicaciones como las tituladas Poemas de amor atormentado (1949), Los nombres (1953) y Pequeña antología (1954).
Tras un largo periodo de silencio poético en el que el cultivo de la prosa ocupó sus menesteres literarios, en 1962 volvió a ofrecer a la imprenta otro poemario, Lo amargo por lo dulce, que enseguida quedó considerado como uno de sus mejores logros en el género de la lírica. Finalmente, en 1972 publicó su última distribución poética, llamada Amarillo celeste.
Pero las mayores cotas literarias las alcanzó Silvina Ocampo con sus incursiones en el género de la narrativa de ficción, al que contribuyó asimismo con valiosas aproximaciones con apariencia de ensayos y antologías. Dentro de entre las tendencias congregadas cerca de la gaceta Sur, y constituida por autores de la talla de Jorge Luis Borges, Adolfo Bioy Casares, Manuel Peyrou y Enrique Anderson Imbert, Silvina Ocampo apostó por la elevación de la literatura fabulosa y policiaca a la categoría de géneros de primer orden.
En compañía de su marido y del citado Borges, preparó una Antología de la literatura fabulosa (1940) que se transformó en entre las piezas simbólicas de la citada corriente. Además, aquel mismo año los tres autores presentaron una Antología poética argentina. Posteriormente, volvió a ayudar con Bioy Casares, pero en este momento en una obra de creación, la novela policiaca llamada Los que adoran detestan (1946).
Desde entonces se enfrascó en la escritura de varios cuentos, que fueron observando la luz en consecutivas recopilaciones: en 1948 apareció el volumen que se titula Autobiografía de Irene, al que prosiguieron los cuentos de La furia y otros cuentos (1959), Las convidadas (1961), El pecado mortal y otros cuentos (1966), Informe del cielo y del infierno (1969), Los días de la noche (1970), Y de esta manera consecutivamente (1987) y Cornelia en oposición al espéculo (1988). Los cuentos de todos estas recopilaciones están pueblos de seres fabulosos que se muestran dirigidos desde la ironía y el humor negro de que hace gala su autora, o desfigurados por la extraña percepción de unos narradores inútiles, inútiles de entablar cualquier pauta ética que les deje dividir el bien del mal.
A través de este recurso en la composición estructural de sus cuentos, Silvina Ocampo logra dejar plasmada una cáustica crítica de las convenciones sociales de su tiempo, puesto que su exagerado distanciamiento de cualquier pauta popular establecida y de la verdad circundante pone un contrapunto de desasosiego -y en ocasiones, de explícita crueldad- que amenaza con eliminar el lenguaje y las construcciones habituales. Además de las proyectos ahora citadas, Silvina Ocampo cooperó con el dramaturgo Juan Rodolfo Wilcock en la redacción del drama que se titula Los traidores (1956).
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