Silvia Pinal

Conocer las luces y las sombras de las personas relevantes como Silvia Pinal, personas que hacen rodar y cambiar al mundo, es algo básica para que podamos poner en valor no sólo la existencia de Silvia Pinal, sino la de todas aquellas personas que fueron inspiradas por Silvia Pinal, aquellas personas a quienes de un modo u otro Silvia Pinal influenció, y por supuesto, entender y comprender cómo fue el hecho de vivir en la época y la sociedad en la que vivió Silvia Pinal.

Las biografías y las vidas de personas que, como Silvia Pinal, seducen nuestro interés, tienen que ayudarnos en todo momento como punto de referencia y reflexión para proponer un marco y un contexto a otra sociedad y otra etapa de la historia que no son las nuestras. Intentar comprender la biografía de Silvia Pinal, porqué Silvia Pinal vivió de la forma en que lo hizo y actuó de la forma en que lo hizo a lo largo de su vida, es algo que nos ayudará por un lado a conocer mejor el alma del ser humano, y por el otro, la manera en que se mueve, de forma implacable, la historia.

Vida y Biografía de Silvia Pinal

(Silvia Pinal Noble; Guaymas, Sonora, 1931) Actriz mexicana. Verdadera institución en el planeta del espectáculo mexicano, Silvia Pinal tuvo asimismo un considerable arraigo en la cinematografía en todo el mundo, merced a su participación como personaje principal en la pieza maestra de Luis Buñuel, Viridiana (1961), y a sus exquisitas interpretaciones en películas españolas como Adiós, Mimí Pompón (1960), de Luis Marquina, y Maribel y la extraña familia (1960), de José María Forqué. La actriz había llegado a España a través de Tulio Demicheli, realizador argentino que la había consagrado en México con múltiples dramas eróticos.

Silvia Pinal se inició como actriz teatral sobre el ámbito del Ideal capitolino a una edad muy temprana, merced a su relación sentimental (que próximamente se formalizaría en matrimonio) con el actor y directivo Rafael Banquells. Tal situación le dio un sólido estudio del trabajo y una instantánea popularidad, por lo menos en la ciudad más importante mexicana.

Su debut cinematográfico sucedió en 1948 (o sea, en el momento en que solo contaba diecisiete años), en la película Bamba, de Miguel Contreras Torres: allí se hicieron ahora patentes las aspectos que harían de ella una actriz singular en el panorama artístico mexicano. Con su voz ronca y sensual y un atrayente físico de colosal agresividad, encarnó a una muchacha veracruzana, embarazada por el arrebato erótico del villano Tito Junco. En el material promocional de este drama folclórico se afirmaba: "El elevado calor de estas zonas deja a las mujeres ir ligeras de ropa y enseñar el atractivo de sus formas..."

Prácticamente sin interrupción rodó una película tras otra, la mayoria de las veces artículos comerciales que asolaban en las plateas y que, más allá de que no contribuyeron a engrandecer su gloria artística, sí que robustecieron en cambio su popularidad. Entre ellas están El pecado de Laura (1948), de Julián Soler, donde encarna a una estudiante de piano que triunfa como concertista y cae en los brazos de su auténtico amor en la vida real, Rafael Banquells; Puerta..., joven (1949), de Miguel M. Delgado, que le dejó conformar pareja con la enorme estrella nacional Cantinflas; o La mujer que yo perdí (1949), de Roberto Rodríguez, donde disputó ferozmente los favores de otro ídolo habitual mexicano, Pedro Infante, contra cualquier hembra que se cruzase en su sendero.

Formó pareja con el cómico Germán Valdés, Tin Tan, en 2 películas producidas exactamente el mismo año (1950) y por exactamente el mismo directivo, Gilberto Martínez Solares: El rey del vecindario y La marca del zorrillo, que contribuyeron a popularizar finalmente la imagen de Silvia Pinal en todo el país. A partir de entonces su categoría se elevó al nivel de las estrellas incontrovertibles del periodo (Pedro Infante, Marga López o Silvia Derbez), con los que compitió a veces en exactamente el mismo reparto. Tal es la situacion de Infante, con el que volvió a encajar durante 1952 en tres títulos: Sí... mi vida, de Fernando Méndez; Por ellas, si bien mal paguen, de Juan Bustillo Oro; y Un rincón cerca del cielo, de Rogelio A. González, que le deparó la posibilidad de porfiar con Marga López por el gallardo artista. La última película que los emparejó fue El inocente (1955), asimismo de Rogelio A. González, quien tuvo el acierto de ofrecer el papel de madre de Silvia Pinal a otra institución del cine mexicano, Sara García.

Por ese momento apareció en su historia profesional Tulio Demicheli, un realizador argentino exiliado en México desde 1953 que contribuyó de manera definitiva a modelar la imagen de Silvia Pinal como encarnación de la mujer mortal, perdición de los hombres y señuelo de sus fantasías sexuales más habituales y, en ocasiones, increíblemente imaginativas. La fácil mención de títulos de las distintas películas de Demicheli revela con excepcional elasticidad sus significados y también pretenciones: Préstame tu cuerpo, Una golfa y Desnúdate, Lucrecia, las tres producidas en 1957.

En Préstame tu cuerpo se remedaba con determinado descaro el tema de El demonio ha dicho no; Silvia Pinal encarnaba a una muy bella y escultural artista que, tras fallecer inesperadamente, se veía cubierta en intrigas de alcoba. Respondiendo al imperativo título de Desnúdate, Lucrecia, la actriz posaba desenvuelta y repetidamente para calendarios... Y en Una golfa daba cuerpo a Diana, una infeliz prostituta tribulada. Fue tal el éxito de estos tres títulos que Silvia Pinal y Tulio Demicheli eligieron moverse a España en pos de una proyección mucho más gran para sus trabajos.

La permisividad de la censura era menor entonces en la España de Franco que en México, con lo que debió rebajarse el explícito erotismo de las comedias que habían constituido su publicación comercial. Así y todo, Demicheli empleó en ámbas comedias a 2 galanes que disfrutaban de popularidad del otro lado del Atlántico: Rubén Rojo en Las insesateces de Bárbara (1958) y Alberto Closas en Charlestón (1959). Más calidad tuvieron ámbas siguientes películas, en las que Silvia Pinal, sin abandonar su incesante de clara incitación erótica, probó un talento de primer orden para la comedia: Adiós, Mimí Pompón (1960), que coprotagonizó con Fernando Fernán Gómez, y Maribel y la extraña familia (1960), fundamentada en la parte teatral homónima de Miguel Mihura.

Divorciada de su primer marido, Silvia Pinal se casó con el productor Gustavo Alatriste, lo que le dio en el aspecto profesional la mejor ocasión de su historia: comprender a Luis Buñuel y trabajar a sus órdenes, sucesivamente, en tres proyectos importantes del directivo aragonés: Viridiana (1961), que contó con Fernando Rey y Paco Rabal en el elenco, El Ángel exterminador (1962) y Simón del desierto (1965).

Solo por estas interpretaciones magistrales cualquier actriz merecería figurar en la historia del cine. Silvia Pinal no desperdició las opciones que le ofrecían tanto el personaje primordial de Viridiana, al que infundió la sutileza y la ambigüedad erótica precisa, como el belicoso carácter de Leticia "La Valkiria", que le dejó resaltar en el reparto coral de El Ángel exterminador. Pero donde las características de una actriz madura, en posesión de sus mejores elementos (forjados, no se debe olvidarlo, en folletines o comedias vulgares de pretenciones precisamente sexuales), se pusieron de manifiesto con una brillantez infrecuente fue en su entretenida y maliciosa encarnación del Diablo en Simón del desierto.

Si la carrera de Silvia Pinal puede establecerse mediante sus compromisos maritales, el tercer marido condicionó su vuelta a los niveles y su lugar como estrella de la televisión mexicana: el habitual artista Enrique Guzmán, con el que protagonizó ¡De qué forma hay gente sinvergüenza! (1971), de René Cardona Jr., le dio una popularidad en su país que alcanzaba a los espectadores mucho más jóvenes y que le dejó presentarse como estrella de comedias musicales (Mame y Hello, Dolly!), tal como regentar 2 teatros propios, el Silvia Pinal y el Diego Rivera, y mostrarse de modo estelar en varios espectáculos televisivos.

Habiendo alcanzado el nivel de "enorme dama" del espectáculo mexicano, contrajo todavía una cuarta parte matrimonio con el político Tulio Hernández. Además de los méritos de su carrera, es justo consignar que la actriz fue además de esto el centro y origen de una saga artística que incluye a sus hijos (la actrices Silvia Pasquel y Viridiana Alatriste, la artista Alejandra Guzmán, el músico Enrique Guzmán Jr.) e inclusive a una nieta, la artista pop Stephanie Salas.

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