La historia de las civilizaciones la cuentan aquellas mujeres y hombres quea lo largo del tiempo, gracias a sus obras, sus pensamientos, sus creaciones o su talento; han hecho quela sociedad, de una forma u otra,avance.
Si has llegado hasta aquí es porque tienes consciencia de la importancia que detentó Serafín y Joaquín Álvarez Quintero en la historia. La forma en que vivió y lo que hizo en el tiempo en que permaneció en la tierra fue determinante no sólo para quienes frecuentaron a Serafín y Joaquín Álvarez Quintero, sino que tal vez legó una señal mucho más honda de lo que logremosfigurar en la vida de gente que tal vez jamás conocieron ni conocerán ya jamás a Serafín y Joaquín Álvarez Quintero de modo personal.Serafín y Joaquín Álvarez Quintero fue una de esas personas que, por alguna causa, merece ser recordado, y que para bien o para mal, su nombre jamás debe borrarse de la historia.
Los populares dramaturgos españoles Serafín Álvarez Quintero (Utrera, 1871 - Madrid, 1938) y Joaquín Álvarez Quintero (Utrera, 1873 - Madrid, 1944) fueron de forma frecuente populares como los hermanos Quintero o Álvarez Quintero. Autores de proyectos teatrales que emiten una visión benevolente y amable de la vida, son la encarnación impecable del costumbrismo andaluz llevado al teatro.
Muy jóvenes, en el momento en que todavía no habían cumplido los 20 años, han comenzado a redactar en colaboración trabajos teatrales que se representaban en el patio de su casa. En 1889, exactamente el mismo año en que su patraña Esgrima y amor se representaba en el teatro Cervantes de Sevilla, se dirigieron a esta localidad, donde vivieron a lo largo de cierto tiempo con las asignaciones de unos modestos empleos en Hacienda.
Bien próximamente les hicieron populares sus trabajos: en 1897 se representaban 2 proyectos en un acto, El ojo derecho y La reja, y por año siguiente La buena sombra. Hacia 1900 han comunicado que tenían preparados 51 trabajos manuscritos; han publicado cinco o seis por año, llegando a crear por fin mucho más de 200, acogidos todos con enorme favor por el público y representados asimismo ciertos en el extranjero.
Los hermanos Álvarez Quintero representan un caso inusual de colaboración artística y de comunión espiritual; aun siendo muy diferentes en fachada física y en temperamento (mucho más franco y locuaz Serafín, mucho más cerrado y discreto Joaquín), recorrieron realmente unidos, salvo la corto pausa del infeliz matrimonio de Serafín, el sendero de la vida y del arte, profundizando con amabilidad y tranquilidad en los individuos burgueses de sus agradables entremeses y de las comedias mucho más ambiciosas (Los galeotes) y reflejando, con aparente inclinación hacia lo pintoresco, el espíritu y la felicidad de sus paisanos andaluces en las mejores proyectos, como El genio alegre.
La felicidad con que recrearon los modelos, el ámbito y el charla de su zona de origen, tal como la poesía humilde y simple y la alegría que empapa prácticamente todas sus proyectos, forman las especificaciones en general de un teatro que fundamenta su valor y encanto en la oración ingeniosa y el colorido local. Sus notas imperfectas, en cambio, habría que situarlas en una "concepción rosa" de la presencia humana, en la superficialidad de muchas de sus situaciones y en un sentimentalismo edulcorado y también insustancial. Junto con la de Jacinto Benavente o Carlos Arniches, la producción de los Quintero figura con todo entre lo mucho más apreciado del teatro comercial de la temporada, si bien resulta necesario apuntar la mediocridad general en que se encontraba sumido el teatro comercial en aquel tiempo, en especial en el momento en que se equipara con las proposiciones renovadoras de Ramón del Valle-Inclán y, más tarde, Federico García Lorca.
Entre sainetes y comedias, los hermanos Quintero generaron en torno a doscientas proyectos del llamado género chaval: El patio (1900), Las flores (1901), El genio alegre (1906), Las de Caín (1908), Puebla de las mujeres (1912), El planeta es un pañuelo (1920) y Mariquilla Terremoto (1930) son ciertas mucho más triunfantes. Sus comedias tráficas, más allá de que consiguieron el favor del enorme público, cayeron abiertamente en el tópico ideológico o sentimental y fueron consideradas por la crítica como piezas de poco valor: Amores y idilios (1908) o Malvaloca (1912) son ejemplos de esta producción de poca calidad literaria. Por último, cabe nombrar la zarzuela como el otro género que desarrollaron en diferentes instantes de su trayectoria; quizá la mucho más famosa sea La reina mora, de 1903.
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