Santa Rosa de Lima

La historia universal la cuentan las mujeres y hombres quea lo largo de los siglos, gracias a sus obras, sus pensamientos, sus creaciones o su talento; han originado queel género humano, de un modo u otro,prospere.

Ya sea inspirando a otras personas o siendo parte de la actuación. Santa Rosa de Lima es una de esas personas cuya vida, sin duda alguna, merece nuestra atención debido al grado de influencia que tuvo en la historia.Comprender la biografía de Santa Rosa de Lima es conocer más acerca de una época concreta de la historia del ser humano.

Si has llegado hasta aquí es porque tienes consciencia de la relevancia que tuvo Santa Rosa de Lima en la historia. La manera en que vivió y aquello que hizo durante el tiempo que permaneció en la tierra fue determinante no sólo para las personas que trataron a Santa Rosa de Lima, sino que a lo mejor dejó una huella mucho más honda de lo que logremosimaginar en la vida de personas que tal vez jamás conocieron ni conocerán ya jamás a Santa Rosa de Lima de modo personal.Santa Rosa de Lima ha sido uno de esos seres humanos que, por alguna razón, merece ser recordado, y que para bien o para mal, su nombre jamás debe borrarse de la historia.

Vida y Biografía de Santa Rosa de Lima

(Isabel Flores de Oliva; Lima, 1586 - 1617) Religiosa peruana de la orden de los dominicos que fue la primera santa de América. Tras haber dado signos de una intensa precocidad espiritual, a los veinte años tomó el hábito de terciaria dominica, y consagró su historia a la atención de los enfermos y pequeños y a las prácticas ascéticas, extendiéndose próximamente la popularidad de su santidad.

Reverenciada ahora en vida por sus visiones místicas y por los milagros que se le atribuyeron, en poco mucho más de medio siglo fue canonizada por la Iglesia católica, que la declaró patrona de Lima y Perú, y poco tras América, Filipinas y también Indias Orientales.

Biografía

Santa Rosa de Lima nació el 20 de abril de 1586 en la vecindad del hospital del Espíritu Santo de Lima, entonces capital del virreinato del Perú. Era hija de Gaspar Flores (un arcabucero de la guarda virreinal natural de San Juan de Puerto Rico) y de la limeña María de Oliva, que en el curso de su matrimonio dio a su marido otros 12 hijos. Recibió bautismo en la parroquia de San Sebastián de Lima, siendo sus padrinos Hernando de Valdés y María Orozco.

En compañía de sus varios hermanos, la pequeña Rosa se trasladó al pueblo serrano de Quives (ciudad andina de la cuenca del Chillón, próxima a Lima) en el momento en que su padre aceptó el empleo de gestor de un obraje donde se refinaba mineral de plata. Las biografías de Santa Rosa de Lima han retenido vivamente visto que en Quives, que era doctrina de monjes mercedarios, la futura santa recibió en 1597 el sacramento de la confirmación de manos del arzobispo de Lima, Santo Toribio Alfonso de Mogrovejo, quien realizaba una visita pastoral en la jurisdicción.

Si bien había sido mencionada como Isabel Flores de Oliva, en la confirmación recibió el nombre de Rosa, apelativo que sus familiares empleaban prácticamente desde su nacimiento por su hermosura y por una visión que tuvo su madre, donde la cara de la pequeña se transformó en una rosa. Santa Rosa aceptaría finalmente tal nombre después, en el momento en que comprendió que era "rosa del jardín de Cristo" y adoptó la denominación religiosa de Rosa de Santa María.

Ocupándose de la "etapa obscura" en la biografía de Santa Rosa de Lima, que corresponde exactamente a sus años de niñez y primera adolescencia en Quives, Luis Millones ha procurado arrojar novedosa luz a través de la interpretación de ciertos sueños que recogen los biógrafos de la santa. Opina Millones que ésa ha podido ser la etapa más esencial para la capacitación de su personalidad, sin embargo visto que los autores han favorito realizar abstracción del ambiente económico y de las vivencias culturales que condicionaron la vida de la familia Flores-Oliva en la sierra, en un taburete minero relacionado al meollo de la producción colonial. Probablemente esa experiencia (la visión diaria de los sufrimientos que sufrían los trabajadores indios) ha podido ser la que dio a Rosa la preocupación por solucionar las patologías y miserias de quienes creerían entonces en su virtud.

En Lima

Ahora desde su niñez se había manifestado en la futura santa su vocación religiosa y una singular elevación espiritual. Había aprendido música, canto y poesía a través de su madre, que se dedicaba a enseñar a las hijas de la nobleza. Se asegura que se encontraba bien dotada para las trabajos de costura, con las que asistiría a mantener el presupuesto familiar. Con el regreso de la familia a la ciudad más importante peruana, próximamente resaltaría por su sacrificada distribución a el resto y por sus expepcionales dones místicos.

Por ese momento, Lima vivía un ámbito de efervescencia religiosa al que no fue extraño Santa Rosa: era una época en que abundaban las atribuciones de milagros, curaciones y toda clase de maravillas por la parte de una población que ponía enorme énfasis en las virtudes y el ideal de vida católico. Alrededor de sesenta personas murieron en "fragancia de santidad" en la ciudad más importante peruana entre finales del siglo XVI y mediados del XVIII. Ello produjo una extendida serie de biografías de beatos, santos y siervos de Dios, proyectos muy similares en su contenido, regidas por exactamente las mismas construcciones formales y por equivalentes categorías de pensamiento.

En la adolescencia, Santa Rosa se sintió atraída con singular fuerza por el modelo de la dominica Santa Catalina de Siena (mística toscana del siglo XIV); siguiendo su ejemplo, se despojó de su interesante cabellera y también logró voto de castidad perpetua, contrariando los proyectos de su progenitores, cuya iniciativa era casarla. Tras mucha insistencia, los progenitores renunciaron de sus propósitos y le dejaron continuar su historia espiritual. Quiso entrar en la orden dominica, pero como no había ningún convento de la orden en la localidad, en 1606 tomó el hábito de terciaria dominica en la iglesia limeña de Santo Domingo.

Jamás llegaría a recluirse en un convento; Rosa prosiguió viviendo con sus familiares, prestando asistencia en las tareas de la vivienda y preocupándose por la gente necesitadas. Bien próximamente tuvo enorme popularidad por sus virtudes, que explayó durante una vida encargada de la educación cristiana de los pequeños y al precaución de los enfermos; llegó a disponer cerca de su casa un hospital para lograr asistirlos mejor. En estos menesteres asistió aparentemente a un fraile mulato que, como ella, se encontraba designado a ser alto a los altares: San Martín de Porres.

Fueron muy contadas la gente con quienes Rosa llegó a tener alguna privacidad. En su círculo mucho más ajustado se encontraban mujeres virtuosas como doña Luisa Melgarejo y su conjunto de "santurronas", adjuntado con amigos de la vivienda paterna y allegados al hogar del contador Gonzalo de la Maza. Los confesores de Santa Rosa de Lima fueron en su mayoría curas de la congregación dominica. También tuvo trato espiritual con religiosos de la Compañía de Jesús. Es además esencial el contacto que desarrolló con el doctor Juan del Castillo, médico extremeño muy versado en temas de espiritualidad, con quien compartió las mucho más segregas menudencias de su relación con Dios. Dichos consejeros espirituales ejercitaron profunda predominación sobre Rosa.

No llama la atención por supuesto que su madre, María de Oliva, abominase de la cohorte de curas que rodeaban a su piadosa hija, por el hecho de que se encontraba segura de que los rigores ascéticos que ella misma se imponía eran "por ser de este parecer, desinformado credulidad y juicio de ciertos confesores", según recuerda un contemporáneo. La conducta estereotipada de Santa Rosa de Lima se hace mucho más visible aún en el momento en que se repara en que, por orden de sus confesores, anotó las distintas mercedes que había recibido del Cielo, construyendo de esta forma el panel que se titula Escala espiritual. No se conoce bastante sobre las lecturas de Santa Rosa, si bien es conocido que halló inspiración en las proyectos teológicas de Fray Luis de Granada.

Últimos años

Hacia 1615, y con el apoyo de su hermano preferido, Hernando Flores de Herrera, edificó una pequeña celda o ermita en el jardín de la vivienda de sus progenitores. Allí, en un espacio de poco mucho más de 2 m2 (que todavía el día de hoy es viable ver), Santa Rosa de Lima se recogía con fruición a rezar y a realizar penitencia, llevando a la práctica un severísimo ascetismo, con corona de espinas bajo el velo, pelos clavados a la pared para no quedarse dormida, hiel como bebida, ayunos estrictos y disciplinas permanentes.

Sus biógrafos cuentan que sus vivencias místicas y estados de éxtasis eran muy usuales. Según semeja, semanalmente experimentaba un éxtasis similar al de Santa Catalina de Ricci, su contemporánea y hermana de hábito; diríase que cada jueves por la mañana se encerraba en su oratorio y no volvía en sí hasta el sábado por la mañana. Se le atribuyeron además múltiples dones, como el de la profecía (según la tradición, presagió su muerte un año antes); la historia de historia legendaria mantiene que aun salvó a la ciudad más importante peruana de una incursión de los piratas.

Santa Rosa de Lima padeció en ese tiempo la incomprensión de familiares y amigos y sufrió etapas de hondo vacío, pero todo ello fructificó en una intensa experiencia espiritual, llena de éxtasis y prodigios, como la comunicación con plantas y animales, sin perder nunca la alegría de su espíritu (aficionado a crear canciones de amor con simbolismo místico) y la hermosura de su rostro. Llegó de esta manera a lograr el nivel mucho más prominente de la escala mística, el matrimonio espiritual: la tradición cuenta que, en la iglesia de Santo Domingo, vio a Jesucristo, y éste le solicitó que fuera su mujer. El 26 de marzo de 1617 se festejó en la iglesia de Santo Domingo de Lima su místico desposorio con Cristo, siendo Fray Alonso Velásquez (uno de sus confesores) quien puso en sus dedos el anillo simbólico en señal de unión perpetua.

Con todo acierto, Rosa había pronosticado que su historia acabaría en casa de su bienhechor y cómplice Gonzalo de la Maza (contador del tribunal de la Santa Cruzada), donde radicó en estos últimos años. Pocos meses tras aquel místico desposorio, Santa Rosa de Lima cayó dificultosamente enferma y quedó perjudicada por una aguda hemiplejía. Doña María de Uzátegui, la madrileña mujer del contador, la admiraba; antes de fallecer, Santa Rosa solicitó que fuera ella quien la amortajase. En torno a su lecho de agonía se encontraba el matrimonio de la Maza-Uzátegui con sus 2 hijas, doña Micaela y doña Andrea, y una de sus discípulas mucho más próximas, Luisa Daza, a quien Santa Rosa de Lima solicitó que entonase una canción con acompañamiento de vihuela. La virgen limeña entregó de esta manera su alma a Dios, el 24 de agosto de 1617, en las primeras horas de la madrugada; tenía solo 31 años.

El mismo día de su muerte, por la tarde, se efectuó el traslado del cadáver de Santa Rosa al convento grande de los dominicos, llamado de Nuestra Señora del Rosario. Sus exequias fueron impresionantes por su resonancia entre la población capitalina. Una estridente muchedumbre colmó las calzadas, balcones y azoteas en las nueve cuadras que apartaban la calle del Capón (donde estaba la vivienda de Gonzalo de la Maza) de tal templo. Al día después, 25 de agosto, hubo una misa de cuerpo presente oficiada por don Pedro de Valencia, obispo electo de La Paz, y después se procedió silenciosamente a sepultar los restos de la santa en una salón del convento, sin toque de campanas ni liturgia alguna, para eludir la aglomeración de leales y curiosos.

El desarrollo que condujo a la beatificación y canonización de Rosa de Lima comenzó prácticamente inmediatamente, con la información de presentes promovida en 1617-1618 por el arzobispo de Lima, Bartolomé Lobo Guerrero. Tras cinco décadas de trámite, el papa Clemente IX la beatificó en 1668, y un año después la declaró patrona de Lima y de Perú. Su sustituto, Clemente X, la canonizó en 1671; un año antes la había proclamado además de esto patrona primordial de América, Filipinas y las Indias Orientales. La festividad de Santa Rosa de Lima se festeja el 30 de agosto en la mayoría de los países, a pesar de que el Concilio Vaticano II la trasladó al 23 de agosto.

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