San Isidro Labrador

Ya sea inspirando a más seres humanos o siendo una pieza esencial de la acción. San Isidro Labrador es una de las personas cuya vida, en verdad, merece nuestra atención debido al nivel de influencia que tuvo en la historia.Conocer la existencia de San Isidro Labrador es conocer más sobre etapa determinada de la historia de la humanidad.

Si has llegado hasta aquí es porque sabes de la relevancia que tuvo San Isidro Labrador en la historia. El modo en que vivió y las cosas que hizo en el tiempo en que permaneció en la tierra fue determinante no sólo para aquellas personas que trataron a San Isidro Labrador, sino que tal vez produjo una huella mucho más insondable de lo que podamossospechar en la vida de gente que tal vez nunca conocieron ni conocerán ya jamás a San Isidro Labrador de modo personal.San Isidro Labrador fue una persona que, por alguna razón, merece ser recordado, y que para bien o para mal, su nombre jamás debe borrarse de la historia.

Conocer lo bueno y lo malo de las personas significativas como San Isidro Labrador, personas que hacen girar y evolucionar al mundo, es algo básica para que podamos apreciar no sólo la existencia de San Isidro Labrador, sino la de todas aquellas personas que fueron inspiradas por San Isidro Labrador, personas a quienes de un modo u otro San Isidro Labrador influenció, y sin duda, conocer y descifrar cómo fue el hecho de vivir en el periodo histórico y la sociedad en la que vivió San Isidro Labrador.

Vida y Biografía de San Isidro Labrador

(Aledaños de Madrid, hacia 1080 - Madrid, 1130) Santo español, patrono de la Villa de Madrid y de los labradores. Aunque no se tienen bastantes datos biográficos sobre el santurrón, aparentemente vino al planeta en el seno de una familia humildísima, antes de la reconquista de Madrid, en una vivienda ubicada donde hoy en día se encuentra la calle de las Aguas. Quedó huérfano prontísimo, conque el joven Isidro se procuró el sustento con trabajos como el de pocero hasta el momento en que por último se empleó como labrador.

En el momento en que Alí, rey de Marruecos, atacó Madrid en 1110, Isidro logró como otros muchos y se trasladó a Torrelaguna, donde continuó con exactamente el mismo género de vida, dedicada al trabajo y a la oración, que había llevado hasta el día de hoy. Fue exactamente en la parroquia de esta ciudad donde contrajo matrimonio con una muchacha llamada María, natural de Uceda, cuya dote marital fue una heredad en su pueblo natal, lo que fue causa de que los esposos se estableciesen allí para trabajar las tierras por cuenta propia.

Aunque Isidro era piadoso y devoto, su mujer no le iba a la zaga a este respecto, ni tampoco en lo que se refiere a laboriosidad, todo lo que logró -según la historia de historia legendaria- que se granjearan la predilección de Dios, que los favoreció con su asistencia incontables ocasiones, como en el momento en que salvó prodigiosamente a su hijo único que había caído en un profundo pozo o en el momento en que dejó a María pasar caminando enjuto sobre el río Jarama y de este modo librarse de los infundios de infidelidad que contra ella lanzaban las gentes.

En 1119, Isidro volvió nuevamente a Madrid, y entró a trabajar como jornalero agricultor al servicio de un tal Juan de Vargas. Estableció su morada al lado de la Iglesia de San Andrés, donde oía la misa del alba todas y cada una de las mañanas y, entonces, atravesaba el puente de Segovia -las tierras de su patrón estaban al otro lado del Manzanares- para aprestarse al duro trabajo de roturar la tierra con el arado. Se afirma de él que daba cuanto tenía a los menesterosos, y aún a las palomas hambrientas cedía las migas de pan de las que se nutría.

Con el correr del tiempo eligieron los esposos separarse para llevar una vida de mayor santidad; marchó de esta forma Isidro a Madrid, mientras que María quedaba en Caraquiz consagrada al precaución de la ermita, la que barría y aseaba todos los días, mientras que solicitaba limosna para costear el aceite que iluminaba la imagen. La separación duró hasta la última patología del beato, en el momento en que María tuvo novedad por un ángel de la desaparición de su marido. Corrió presta a la Villa y no se apartó del lado de su marido hasta el momento en que este espiró su último aliento. Luego volvió a Caraquiz y, tras unos años, asimismo murió.

A Isidro, como pobre de solemnidad que era, se le sepultó en el cementerio de la parroquia de San Andrés, en una ramplona caja de madera sin cepillar. Transcurridos 40 años, como los prodigios de Isidro proseguían corriendo de boca en boca, frente a la insistencia del pueblo, se exhumó el cuerpo y se le dio sepultura dentro del templo. Se vio entonces que, pese al tiempo pasado y de estar expuesto a las inclemencias meteorológicas, todavía se preservaba entero y de color tan natural tal y como si estuviese vivo, prodigio que se pudo revisar en las múltiples traslaciones que de su cuerpo se hicieron.

En el momento en que Alfonso VIII de Castilla vino a Madrid tras haber derrotado al moro en las Navas de Tolosa, ordenó que el cuerpo fuera puesto en un arca hermosamente policromada con situaciones de la vida de Isidro. La beatificación, pronunciada por el papa Paulo V el 14 de junio de 1619, a instancias del rey Felipe III, fue hecho largo tiempo aguardado por el pueblo madrileño; para conmemorar el acontecimiento se festejaron enormes festejos, en el lapso de los que se inauguró la plaza Mayor.

El 19 de junio de 1622, Isidro, que en la memoria del pueblo ahora era santurrón, fue canonizado por el papa Gregorio XV, al lado de Santa Teresa de Jesús, San Ignacio de Loyola, San Francisco Javier y San Felipe Neri. En 1657 el arquitecto fray Diego de Madrid empezó a alzar la capilla de San Isidro -primer ejemplo del barroco madrileño-, aneja a la iglesia de San Andrés, destinada a contener la urna del santurrón, cuyo traslado se causó terminantemente en 1669. El 4 de febrero de 1789, Carlos III ordenó que la urna fuera instalada en el viejo Colegio Imperial, que pasó a nombrarse entonces Iglesia Real de San Isidro, y que entonces sería la catedral de Madrid.

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Por eso, si eres del tipo de personas que creen en que de forma colaborativa existen posibilidades de hacer algo mejor, y detentas información sobre la existencia de San Isidro Labrador, o sobre algún faceta de su personalidad u obra que no se contemple en esta biografía, te solicitamos que nos lo envíes.

Los matices y las sutilezas que ocupan nuestras vidas son siempre esenciales, ya que marcan la diferencia, y en el caso de la vida de un ser como San Isidro Labrador, que detentó su relevancia en una época concreta, es vital procurar ofrecer una visión de su persona, vida y personalidad lo más precisa posible.

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