Salvador Rueda

Ya sea inspirando a otros o siendo parte de la actuación. Salvador Rueda es uno de esos sujetos cuya vida, indudablemente, merece nuestro interés por el nivel de influencia que tuvo en la historia.Conocer la vida de Salvador Rueda es conocer más sobre una época concreta de la historia del género humano.

Si has llegado hasta aquí es porque sabes de la importancia que atesoró Salvador Rueda en la historia. La forma en que vivió y aquello que hizo mientras permaneció en este mundo fue determinante no sólo para las personas que frecuentaron a Salvador Rueda, sino que quizá dejó una señal mucho más insondable de lo que podamosimaginar en la vida de personas que tal vez nunca conocieron ni conocerán ya jamás a Salvador Rueda en persona.Salvador Rueda ha sido una de esas personas que, por algún motivo, merece ser recordado, y que para bien o para mal, su nombre jamás debe borrarse de la historia.

Apreciar lo bueno y lo malo de las personas relevantes como Salvador Rueda, personas que hacen girar y evolucionar al mundo, es una cosa fundamental para que podamos valorar no sólo la vida de Salvador Rueda, sino la de todos aquellos y aquellas que fueron inspiradas por Salvador Rueda, gentes a quienes de de una u otra forma Salvador Rueda influyó, y desde luego, comprender y entender cómo fue el hecho de vivir en la época y la sociedad en la que vivió Salvador Rueda.

Las biografías y las vidas de personas que, como Salvador Rueda, cautivan nuestra atención, deben valernos siempre como referencia y reflexión para ofrecer un marco y un contexto a otra sociedad y otra época de la historia que no son las nuestras. Tratar de comprender la biografía de Salvador Rueda, el motivo por el cual Salvador Rueda vivió como lo hizo y actuó del modo en que lo hizo en su vida, es algo que nos impulsará por un lado a comprender mejor el alma del ser humano, y por el otro, la forma en que avanza, de forma inexorable, la historia.

Vida y Biografía de Salvador Rueda

(Salvador Rueda Santurrones; Benaque, Málaga, 1857 - Málaga, 1933) Poeta español que fue entre los mucho más relevantes predecesores del modernismo. Comenzó su trayectoria literaria como periodista en diarios de Andalucía. En 1880 envió su poema Arcano a Gaspar Núñez de Arce, quien le ofreció trabajo en La Gaceta de Madrid. Se trasladó entonces a la ciudad más importante, donde, con los años, cooperó en los mucho más reputados periódicos y gacetas de su temporada. Incursionó en todos y cada uno de los géneros (narración, teatro, ensayo y poesía), pero es más que nada en esta última actividad donde mucho más logros alcanzó. Su poesía, bastante vasta en producción y temas, testimonia la riqueza exuberante de un espíritu no bastante disciplinado, situación que da a sus páginas un visible carácter discontinuo en lo que se refiere a los matices. Abundante en imágenes, inclinado al fasto ornamental, magnífico revolucionario de la versificación, constructor de un colorido fabuloso y espectacularmente musical, Rueda se considera un precursor del modernismo, movimiento que no deseó admitir como teoría, si bien del mismo modo los versistas latinoamericanos vieron en él a un profesor.

Nativo de el seno de una familia campesina, tuvo solamente una educación elemental, si bien desde muy joven recibió clases de latín y lírica de españa de manos de un sacerdote de su aldea natal. Entre 1870 y 1882 radicó en Málaga, donde desempeñó distintos oficios y publicó sus primeros poemas, que se dieron a conocer en el diario El Mediodía de Málaga. En 1880 vio la luz su primer libro, Renglones cortos, que viene dentro por versos publicados de antemano en el mencionado periódico desde su nuevo puesto de redactor y caracterizado a propósito prosaísmo quintanesco, que parecía ubicarlo en la lírica decimonónica. Su siguiente obra, Noventa estrofas (1883), lo descubrió no obstante como un poeta revolucionario en las formas métricas. Publicado en Madrid, adonde se había movido para incorporarse a la redacción de La Gaceta de Madrid, el libro contó con un prólogo de Gaspar Núñez de Arce, su guía en la ciudad más importante de España, a quien iba dedicado.

A partir de entonces Rueda se consagró al estudio de los tradicionales españoles del Siglo de Oro y de ciertos extranjeros (Chateaubriand, Lamartine y, más que nada, Víctor Hugo), mientras que, alentado por su amigo Alfredo Vicente, publicaba sus primeros “cuadros andaluces” en el períodico madrileño El Globo. Estos, recogidos poco después en el libro Cuadros de Andalucía (1883), inauguran una sucesión de compilaciones de cuentos en los que domina la descripción del ámbito regional y folclórico: El patio andaluz (1886), El cielo alegre (1887), Bajo la parra (1887), Granada y Sevilla (1890), Tanda de valses (1891) y Sinfonía callejera (1896). A estos aspectos hay que agregarle el cromatismo y un acusado sensualismo, muy presentes asimismo en sus primeras novelas -El verme de luz (1889), La reja (1890), La gitana (1892)-, que llevaron a Juan Ramón Jiménez a llamarle “el colorista nacional”.

El desbordamiento de los sentidos, unido al culto a la hermosura y al arte que refleja su obra, hicieron que parte de la crítica considere al poeta malagueño como el auténtico precursor del modernismo español, previo aun a Rubén Darío. De hecho, un par de años antes que el nicaragüense dedicase un elogioso y importante “Pórtico” en verso al poemario de Salvador Rueda que se titula En tropel (1892), el malagueño ahora había escrito piezas tan valientes como los sonetos que conforman el Himno a la carne (1890), libro del que Juan Valera censuró su “sensualidad patológica”, pero cuya aproximación al comportamiento sexual, cargada de mística religiosidad, idealiza este último y sobrepasa el erotismo explícito. También su novela La cópula (1906) fue atacada en su instante por naturalista y también impúdica, a pesar de que su visión del amor y el sexo, encajada en un panteísmo espiritual y simbólico, la distancia de cualquier pornografía al empleo.

Esta cuenta de Rueda como vanguardista del modernismo se justifica además en su interés por la renovación de la métrica, exactamente el mismo que reflejan los productos compendiados en El ritmo (1894), tal como en una vena típicamente parnasiana en proyectos como La bacanal (1895), Mármoles (1900) o Trompetas de órgano (1907), en las que recreó en verso las impecables bellezas de todo el mundo tradicional. Fue Rueda quien ingresó a su enorme amigo Rubén Darío en los círculos literarios madrileños y quien le abrió las puertas de las redacciones tras su llegada a España en 1892. Sin embargo, un producto anunciado en La Nación de Buenos Aires el 24 de agosto 1899, en el que Darío acusaba al poeta malagueño de haber defraudado las esperanzas de renovación en la lírica castellana, terminó ocasionando la separación determinante entre los 2 autores.

Más allá de ello, el prestigio de Salvador Rueda prosiguió medrando en España; la madurez poética alcanzada con libros como Fuente de salud (1906) y Lenguas de fuego (1908) mereció su coronación en Albacete (1908) y el reconocimiento como primer modernista por la parte de críticos tan predominantes como Andrés González Blanco. En diciembre de 1909 emprendió el primero de sus varios viajes a América, en un caso así a Cuba, enviado por la Junta Facultativa de Archivos para estudiar la organización de los ficheros de La Habana. En esta localidad fue nuevamente coronado poeta en el mes de agosto de 1910; regresó a España en el mes de octubre de 1911, pero no tardó en efectuar otros viajes a Cuba y Argentina (1912-1913), Brasil (1914) y Filipinas (1915).

Desde enero de 1916 una patología pulmonar le forzó a pasar ciertas temporadas en la isla de Tabarca (Alicante), lo que no le impidió ocupar su nuevo empleo en la Biblioteca de Derecho de Madrid, una vez ascendido a jefe de tercer nivel en el Cuerpo de Archivos, Bibliotecas y Museos. Apenas pasado un año, el 9 de diciembre de 1916 partió de nuevo hacia Filipinas y en el mes de noviembre de 1917 emprendió su último viaje a América para recalar en México y, otra vez, en Cuba. Los cinco viajes a América y a Filipinas (1909-1918), anticipados siempre y en todo momento por la popularidad de sus versos, terminaron afianzándole en el papel de misionero de la Hispanidad, como refleja el riguroso y tardío poema El milagro de América (1929).

En 1919 adujo una vieja afección de bronquitis para pedir su traslado a la Biblioteca Provincial de Málaga, donde trabajó hasta el momento en que en 1927 fue jubilado a solicitud propia. Elegido académico pertinente de la Andaluza en el primer mes del verano de 1926, pasó sus últimos años entregado a una vida parca, mientras que recibía usuales homenajes de sus paisanos y continuas visitas de versistas como José María Souvirón y Manuel Altolaguirre en su casa de Gibralfaro. Rueda es asimismo creador de ciertas piezas tráficas que son una pura prolongación de su obra lírica, como los idilios La musa (1901), La guitarra (1907) y Vasos de rocío (1908). En última instancia, fue definitivo su papel de nexo entre el romanticismo y el modernismo merced a su personal aportación a este movimiento, que habría de influir decisivamente en las primeras proyectos de Francisco Villaespesa, Gregorio Martínez Sierra y nuestro Juan Ramón Jiménez.

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Obviamente conocer profundamente a Salvador Rueda es algo que se reserva a pocas personas, y que tratar de reconstruir quién y cómo fue la vida de Salvador Rueda es una suerte de puzzleque posiblemente alcancemos a reconstruir si contribuimos todos a la vez.

Por ese motivo, si eres del tipo de personas que creen en que de modo colaborativo es posible crear algo mejor, y conservas información acerca de la existencia de Salvador Rueda, o en relación con algún aspecto de su personalidad u obra que no hayamos observado en esta biografía, te solicitamos que nos lo hagas llegar.

Los matices y las sutilezas que ocupan nuestras vidas son decididamente imprescindibles, ya que destacan la singularidad, y en el caso de la vida de alguien como Salvador Rueda, que poseyó su relevancia en un momento concreto de la historia, es esencia intentar ofrecer una perspectiva de su persona, vida y personalidad lo más exacta posible.

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