Rufino Blanco Fombona

La historia de la civilización está contada por aquellas personas quea lo largo de los siglos, gracias a su proceder, sus ideas, sus innovaciones o su ingenio; han ocasionado quela humanidad, de un modo u otro,prospere.

Si has llegado hasta aquí es porque tienes consciencia de la trascendencia que atesoró Rufino Blanco Fombona en la historia. La manera en que vivió y las cosas que hizo en el tiempo en que estuvo en la tierra fue decisivo no sólo para quienes conocieron a Rufino Blanco Fombona, sino que quizá dejó una huella mucho más insondable de lo que logremosfigurar en la vida de gente que tal vez jamás conocieron ni conocerán ya nunca a Rufino Blanco Fombona de modo personal.Rufino Blanco Fombona fue uno de esos seres humanos que, por alguna razón, merece ser recordado, y que para bien o para mal, su nombre jamás debe borrarse de la historia.

Apreciar las luces y las sombras de las personas relevantes como Rufino Blanco Fombona, personas que hacen rodar y cambiar al mundo, es una cosa esencial para que podamos valorar no sólo la existencia de Rufino Blanco Fombona, sino la de toda aquellas gentes que fueron inspiradas por Rufino Blanco Fombona, gentes a quienes de de una forma u otra Rufino Blanco Fombona influenció, y por supuesto, comprender y entender cómo fue el hecho de vivir en el periodo histórico y la sociedad en la que vivió Rufino Blanco Fombona.

Vida y Biografía de Rufino Blanco Fombona

(Caracas, 1874 - Buenos Aires, 1944) Escritor y diplomático venezolano, entre las figuras mucho más resaltadas del modernismo en su país. Formado en Estados Unidos, marcado por las primordiales corrientes de pensamiento de su temporada (naturalismo, realismo, positivismo), realizó una obra donde alternan poemas y prosas, novelas y ensayos que se identifican por una estable intención de editar su país y también Hispanoamérica a través de el cultivo de el intelecto y el saber. Su obra entronca en este aspecto con las del argentino Domingo Faustino Sarmiento, el cubano José Martí, el ecuatoriano Juan Montalvo, el peruano Manuel González Prada y el puertorriqueño Eugenio María de Hostos.

Integrante de una familia de rancio estirpe, entre sus antepasados se contraban conquistadores españoles y próceres de la Independencia, juristas, diplomáticos y escritores visibles. Sus progenitores, Rufino Blanco Toro y también Isabel Fombona Palacio, le transmitieron desde su niñez la conciencia de formar parte a una clase de de venezuela que tiene la obligación de intervenir política y culturalmente en la vida del país.

Tras cursar estudios elementales y medios en los institutos Santa María y San Agustín de Caracas, graduándose de bachiller en 1889, y de comenzar estudios de Derecho y Filosofía en la Universidad Central de Venezuela, Blanco Fombona tomó la resolución de entrar en la Academia Militar. Con solamente dieciocho años, intervino en la Revolución Legalista (1892) y también inició su andadura al servicio del Estado: ese año partió a Estados Unidos para asumir su primer cargo diplomático como cónsul en Filadelfia, y desde Filadelfia envió el poema "Patria" a un certamen designado a festejar el centenario del nacimiento de Antonio José de Sucre, consiguiendo el primer premio. A su regreso a Caracas, en 1895, se sumó al grupo de ayudantes de la gaceta El Cojo Ilustrado.

En 1899 apareció anunciado en Caracas su primer libro de creación, Trovadores y trovas, en el que reunió poemas y prosas, y por año siguiente su primera obra narrativa, el libro de cuentos Cuentos de poeta, al que prosiguió, en 1904, Cuentos americanos. En ese año publicó Pequeña ópera lírica, que marcó el comienzo de su madurez poética y que fue saludado por Rubén Darío, quien firmó su prólogo.

De estos 2 primeros libros de poesía extrajo y publicó en París, en edición políglota, una selección: Au-delà des horizons. Petits poèmes lyriques (1908), y simultáneamente dio una primera recopilación de sus productos publicados hasta hoy, Letras y letrados de Hispanoamérica. Para redactar su primera novela, El hombre de hierro (1907), debió vivir la prisión en Ciudad Bolívar, adonde le condujo su decidida y imprudente actuación, como gobernador de la zona amazónica, contra el monopolio del caucho.

En el momento en que Juan Vicente Gómez dio el golpe para derrocar al gobierno que lo llevó al poder, no vaciló en soliciar asistencia al ejército de Estados Unidos, que envió buques de guerra a los primordiales puertos del país. Blanco Fombona, quien a la sazón era secretario de la Cámara de Diputados, estimó que este acto suponía una inadmisible violación de la soberanía del estado venezolano, y de este modo lo argumentó en una carta de queja. Ello le valió ser desterrado del país, al que no ha podido regresar a lo largo de veintiséis años.

Vivió este largo exilio primero en París (1910-1914), localidad con la que sostuvo estrechos nudos a lo largo de toda su historia, y más tarde en Madrid (1914-1936). De lo bastante efectuado por Blanco Fombona a lo largo de esta segunda etapa, podemos destacar no solo libros suyos escenciales, como el libelo antigomecista Judas capitolino (1912); los poemarios Cantos de la prisión y del destierro (1911) y Cancionero del amor infeliz (1918), escrito con ocasión del trágico suicidio de su joven mujer; los libros de cuentos Dramas mínimos (1920) y Tragedias ridículas (1928), y las novelas El hombre de oro (1915), La mitra en la mano (1927), La hermosa y la fiera (1931) y El misterio de la alegría (1933), sino más bien asimismo sus ocupaciones como editor adelante de la Editorial América.

Asimismo en estos años cobra cuerpo uno de sus proyectos mucho más costosos: reivindicar la dimensión literaria y política de la obra de Simón Bolívar, de quien editó las Cartas (1913, 1921, 1922) y los Discursos y proclamas (1913), tal como una recopilación de ensayos sobre el Libertador donde aparecían reunidos por vez primera contenidos escritos de Juan Montalvo, José Martí y José Enrique Rodó, entre otros muchos (1914).

En el momento en que regresó a Venezuela, pese a la buena acogida que recibió en círculos oficiales, de su ingreso en la Academia Nacional de la Historia (1939) y de un nuevo cargo diplomático en Uruguay, Blanco Fombona se recluyó poco a poco más en sus indagaciones históricas; en su Diario, del que publicó una tercera distribución, y en la poesía: su canto de cisne, aparecido meses antes que un infarto lo sorprendiera en la ciudad más importante argentina, es Mazorcas de oro, recopilación de viejos y nuevos poemas. Su candidatura en 1925 al Premio Nobel de Literatura, iniciativa por visibles escritores españoles y también sudamericanos, lamentablemente no prosperó.

Su obra

Rufino Blanco Fombona se sorprendería indudablemente si pudiese ver sobre qué una parte de su vasta obra se asienta el día de hoy su reputación literaria. Para nuestros contemporáneos, lo destacado del creador de los poemas de Pequeña ópera lírica y de las novelas El hombre de hierro y El hombre de oro no está contenido en las páginas de estos libros, sino más bien en sus Diarios. Cerca de miles de páginas conforman esta singular obra, que él mismo se ocupó de ir dando a la imprenta en tres entregas: Diario de mi vida. La novela de un par de años (1904-1905) (1929), Camino de imperfección (1933) y Dos años y medio de incomodidad (1942).

Blanco Fombona fue un modernista racional, y como tal creía que el arte era esencial en la medida en que conseguía ofrecer un reflejo de la personalidad de su creador en lo que de original y único logre tener. De ahí que cultivara el períodico y las memorias, de ahí asimismo que trufara sus novelas de intempestivas irrupciones del creador con apariencia de alegatos contra este o aquel vicio de la sociedad o la temporada. Pero asimismo, como leal fan de esa concepción del arte y la literatura que había forjado Rubén Darío, creía que la singularidad y fuerza de un escritor se mantenía en la calidad de su obra poética. Hoy, salvo los investigadores, pocos leyentes frecuentan esa una parte de sus escritos, donde este sagaz diplomático y también inmenso escritor, que dejó cerca de 35 libros y que cultivó con talento y erudición, aparte de los géneros memorialistas, la novela, el cuento, la poesía y el ensayo literario y también histórico, fundamentaba sus esperanzas de pasar a la posteridad.

Como poeta, se encuentra dentro de los paladines americanos del modernismo. Destacan sus primeros libros de poesía, Trovadores y trovas (1899) y Pequeña ópera lírica (1904) con prólogo de Rubén Darío, y más tarde los Cantos de la prisión y del destierro (1911) y el Cancionero del amor infeliz (1918) escrito con ocasión del suicidio de su mujer. Como novelista, su personalidad literaria está con seriedad perjudicada por la pasión política (El hombre de hierro y El hombre de oro); otros títulos de su prosa narrativa, indivisibles de su pensamiento político, son: Cuentos Americanos (1904), Judas Capitolino (1912), Dramas mínimos (1920) La mitra en la mano (1931) y El misterio de la alegría (1935). En sus cuentos y novelas se advierte la predominación de Maupassant y de Balzac primordialmente; en ellas observamos expuesto el credo naturalista y fatalista de que el triunfo es la recompensa que cosechan los elementos mucho más corruptos y despreciables de la sociedad.

En su opinión de la historia y destino de las naciones sudamericanas, exaltó en el ideario de Simón Bolívar, de cuya obra fue entre los primeros editores sistemáticos. Oponía el "emprendimiento panhispanista" al "panamericanismo" de raigambre estadounidense, y exaltó también la tarea de los conquistadores españoles, creadores de una red social de la que surgieron las novedosas repúblicas.

Estas ideas irrigan su producción, y sobresalen con especial vigor donde es su pieza maestra: el Diario de mi vida (1929, 1933, 1991), que escribió durante una agitada biografía de exilios y luchas políticas, que lo llevó a residir, desempeñando cargos diplomáticos, en Holanda, Estados Unidos, República Dominicana, Francia, España, Uruguay y Argentina, aparte de ocupar cargos públicos en su país, en los breves períodos en que le fue viable desempeñarlos seguro de persecuciones políticas.

Colabora para ampliar la biografía de Rufino Blanco Fombona

¿Qué opinas de la crónica de la vida de Rufino Blanco Fombona? ¿Hallaste la información que suponías que ibas a encontrar?

Sin duda alguna conocer en profundidad a Rufino Blanco Fombona es algo que está reservado a escasas personas, y que tratar de recomponer quién y cómo fue la vida de Rufino Blanco Fombona es una suerte de enigmaque a lo mejor podamos reconstruir si colaboramos todos juntos.

A causa de esto, si eres de aquellos que creen en que cooperando es posible hacer algo mejor, y tienes información sobre la existencia de Rufino Blanco Fombona, o sobre algún característica de su figura u obra que no se contemple en esta biografía, te pedimos que nos lo envíes.

Las sutilezas y las peculiaridades que ocupan nuestras vidas son decididamente fundamentales, ya que destacan la singularidad, y en el tema de la vida de un ser como Rufino Blanco Fombona, que poseyó su trascendencia en una época concreta, es indispensable intentar mostrar una perspectiva de su persona, vida y personalidad lo más exacta posible.

Sin titubeos, contacta con nosotros para narrarnos qué sabes en relación con Rufino Blanco Fombona. Estaremos ilusionados de completar esta biografía con más información.