La historia de la civilización la narran aquellas personas queen el transcurrir de los siglos, gracias a su proceder, sus ideas, sus innovaciones o su ingenio; han originado queel género humano, de un modo u otro,avance.
(Lauria, Basilicata, c. 1250 - Valencia, 1305) Militar catalán de origen italiano. Almirante de la Corona de Aragón, defendió Sicilia contra los angevinos. En 1284 derrotó al príncipe de Tarento y efectuó una increíble campaña en Calabria. Posteriormente volvió a Cataluña a solicitud de Pedro III el Grande, triunfando a los franceses en las islas Formigues y tomando parte en la guerra de Panissars (1285). Al entrar Jaime II al trono de Aragón, luchó al servicio de este contra su hermano Federico, que pretendía el trono siciliano. Fue derrotado en Siracusa, pero venció al infante Federico en Cabo Orlando y Ponza. Firmada la Paz de Caltabellotta (1302) entre los dos hermanos, Roger se retiró a Valencia.
La madre de Roger de Llúria, Bella d’Amici, era una dama de Constanza de Sicilia (la futura Constanza II, 1282-1302) que formó una parte del séquito que acompañó a Constanza en el momento en que se trasladó a la Corona de Aragón para casarse (1262) con el infante Pedro, futuro Pedro III de Aragón el Grande (1276-1285). Roger de Llúria, que marchó con su madre, se formó en la Corte aragonesa, donde próximamente fue armado caballero y recibió territorios en el reino de Valencia.
A inicios de 1283 fue nombrado almirante de la flota y designado a la defensa del reino de Sicilia, que el año previo, tras el episodio popular como Vísperas Sicilianas, había sido incorporado a la Corona aragonesa en razón de los derechos de la reina Constanza y en oposición a las metas del angevino Carlos I, rey de Nápoles y Sicilia; en exactamente el mismo año de su ascenso, Roger de Llúria derrotó en el puerto de Malta a una escuadra angevina formada por galeras provenzales, lo que supuso el dominio sobre las islas mediterráneas de Gozzo y Malta y dejó el saqueo del puerto de Nápoles y la conquista de las islas de Capri y también Ischia.
En 1284 armó una escuadra en Messina (Italia) con la que el 5 de junio derrotó en el golfo de Nápoles a la flota de Carlos, duque de Anjou (hijo de Carlos I y futuro rey de Nápoles que reinó como Carlos II, apodado el Cojo), a quien logró preso; utilizando la victoria, atacó las costas de Calabria (Italia), provocó sublevaciones populares en pos de Pedro III en la zona napolitana de Basilicata y dirigió sus naves hacia las costas tunecinas, donde en la época de septiembre conquistó la isla de Gelves.
Hasta entonces el papa Martín IV (1281-1285), afectado por la expansión aragonesa en el campo mediterráneo, había excomulgado a Pedro III de Aragón y predicado la cruzada contra él (1283); el pontífice tenía el acompañamiento militar del rey francés Felipe III el Atrevido y de Jaime II de Mallorca, hermano de Pedro III que en 1279 había sido despojado por este del gobierno de la isla; ello provocó, en 1285, el intento de invasión de Cataluña por las tropas de Felipe el Atrevido a través de una acción combinada por mar y tierra.
El rey de Aragón llamó en su contribuye a Roger de Llúria, quien en el mes de septiembre de 1285 derrotó a la armada francesa en la costa gerundense (en el golfo de Roses o en frente de las islas Formigues, según las diferentes fuentes) y, un mes después, al ejército de tierra en la guerra del Coll de Panissars (entre La Jonquera, Girona, y Le Perthus, Francia), lo que supuso la derrota determinante de Felipe el Atrevido; por su actuación, Roger de Llúria recibió el señorío de Gelves.
A la desaparición de Pedro III (1285), los territorios de la Corona de Aragón se repartieron entre sus hijos Alfonso y Jaime; sobre el primero (Alfonso III el Franco de Aragón, 1285-1291) recayeron los reinos peninsulares, al paso que al segundo (Jaime I de Sicilia, 1286-1296; futuro Jaime II de Aragón el Justo, 1291-1327) le correspondió el de Sicilia. El nuevo papa Honorio IV (1285-1287) y Carlos el Cojo de Nápoles lanzaron una ofensiva conjunta sobre los dominios de Jaime I, pero Alfonso III reaccionó mandando a Roger de Llúria para repeler el ataque: el ejército angevino-pontificio fue derrotado por el almirante aragonés en frente de Nápoles (1287).
Al fallecer sin descendencia Alfonso III (1291), legó los reinos peninsulares a Jaime, a condición de que renunciara al trono siciliano a favor del tercero de los hermanos, Federico, pero Jaime procuró reunir en su persona la herencia de su padre Pedro III y se limitó a denominar a Federico lugarteniente general del reino de Sicilia, a cuyo servicio quedó Roger de Llúria.
El contexto en todo el mundo (particularmente, la carencia de acompañamiento español) forzaron a Jaime II de Aragón a firmar el tratado de Anagni (Italia, 24-VI-1295), en virtud del que el monarca aragonés se comprometía a devolver Sicilia al papa Bonifacio VIII (1294-1303), quien lo trasladaría a Carlos el Cojo, y por su parte el pontífice alzaba la excomunión que pesaba desde 1283 sobre el rey de Aragón y, de manera segrega, prometía a este la investidura de los reinos de Córcega y Cerdeña.
Los sicilianos se opusieron a los términos del tratado y en el último mes del año 1295 escogieron a Federico como señor de la isla; en 1296 Federico fue coronado rey con el nombre de Federico II de Sicilia (1296-1337), lo que provocó un nuevo estallido bélico en el que Jaime II y Bonifacio VIII, en razón de lo firmado en Anagni, se coligaron en oposición a Federico II. En las primeras fases de la pelea, Roger de Llúria combatió en el ejercito de este, pero en 1298 pasó a ser parte de las tropas de Jaime II; al cargo de exactamente las mismas, resultó herido en la guerra de Squilace (Italia, 1297), pero en las peleas de cabo Orlando (1299) y Ponza (1300) produjo rutas derrotas a las fuerzas de Federico II.
La guerra concluyó con la firma de la paz de Caltabellotta (Italia, 1302), por la que Federico II era reconocido como monarca vitalicio de la isla (adoptando el titulo de rey de Trinacria), pero a condición de que a su muerte Sicilia revertiría al reino angevino de Nápoles. Tras estos hechos, Roger de Llúria, cuyos recursos en Sicilia habían sido decomisados por Federico II, se retiró a sus pertenencias valencianas, donde murió.
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