Ya sea inspirando a otros seres humanos o siendo parte de la actuación. Roberto María Ortiz es una de esas personas cuya vida, en efecto, merece nuestra consideración debido al nivel de influencia que tuvo en la historia.Comprender la existencia de Roberto María Ortiz es comprender más acerca de una época concreta de la historia del género humano.
Si has llegado hasta aquí es porque eres sabedor de la trascendencia que detentó Roberto María Ortiz en la historia. La manera en que vivió y aquello que hizo durante el tiempo que estuvo en la tierra fue determinante no sólo para las personas que frecuentaron a Roberto María Ortiz, sino que tal vez dejó una señal mucho más insondable de lo que logremosimaginar en la vida de personas que tal vez jamás conocieron ni conocerán ya jamás a Roberto María Ortiz de modo personal.Roberto María Ortiz ha sido una persona que, por alguna razón, merece ser recordado, y que para bien o para mal, su nombre jamás debe borrarse de la historia.
Comprender lo bueno y lo malo de las personas destacadas como Roberto María Ortiz, personas que hacen rodar y cambiar al mundo, es una cosa fundamental para que seamos capaces de poner en valor no sólo la existencia de Roberto María Ortiz, sino la de todos aquellos y aquellas que fueron inspiradas por Roberto María Ortiz, gentes a quienes de un modo u otro Roberto María Ortiz influenció, y ciertamente, entender y comprender cómo fue vivir en el momento de la historia y la sociedad en la que vivió Roberto María Ortiz.
(Roberto Marcelino María Ortiz; Buenos Aires, 1886 - 1942) Político argentino, presidente de la República (1938-1942). Se doctoró en derecho en 1906 y resultó escogido diputado de 1920 a 1924. Posteriormente fue ministro de Obras Públicas (1925-1928) y ocupó la cartera de Hacienda (1935-1937). Fue escogido presidente de la República en 1938, tras unas violentas selecciones. Durante su presidencia trató de establecer nuevamente la vericidad del voto, lo que provocó graves altercados populares en Catamarca y Buenos Aires. Al reventar la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) mostró una actitud conveniente a Gran Bretaña, a la que concedió virtudes comerciales. Por culpa de su mala salud, en el mes de julio de 1940 debió delegar sus responsabilidades de gobierno en el vicepresidente Ramón Castillo. En junio de 1942 renunció a su cargo.
Roberto M. Ortiz se impuso en las selecciones de presidentes de 1938 con una cómoda mayoría (54% de los votos), pero las demandas de estafa se dejaron sentir en todo el país. De hecho, no faltaron rastros que respaldaran esas acusaciones: se habían producido detenciones de componentes radicales, escrutinios públicos sin la existencia de fiscales contrarios, violaciones de las prescripciones de la Ley Sáenz Peña y varios actos represivos por la parte del oficialismo. Los campos conservadores habían apoyado la candidatura de Ortiz más allá de su perfil de político de extracción extremista, pero a condición de que lo acompañara Ramón S. Castillo, integrante sobresaliente del aparato político conservador.
Ortiz aceptó el poder el 20 de febrero de 1938 y manifestó el deseo de buscar una salida para la turbia situación política del país. El gabinete del ministerio de Ortiz reflejaba una composición de claro perfil liberal y en la mayoría de los casos probritánico. Desde 1936, la oposición entre fascismo y antifascismo, intensificada por la gran influencia que tuvo en Argentina la guerra civil de españa, era tema de persistente disputa en la escena política nacional, enfrentamiento que se acentuó desde 1939, con el estallido de la Segunda Guerra Mundial. Al comienzo de la contienda, Ortiz proclamó la neutralidad de Argentina, al tiempo que mostraba su impugnación hacia la política alemana de apoderarse nuevos territorios a través de la fuerza. De este modo el país sostenía una situación equívoca, que combinaba las simpatías oficiales por los socios con una prescindencia diplomática en frente de la guerra, según una clásico política de neutralidad.
En el lote de la política interna, Roberto Ortiz llevó adelante ideas reformistas que provocaron alguna sorpresa, como el intento de ingresar ciertas ediciones democratizantes con vistas a achicar el margen de estafa electoral. Ortiz era un hombre conveniente al liberalismo democrático, y ciertas de sus proposiciones provocaron resentimientos entre los ámbitos nacionalistas y los conservadores. Su pasado extremista, tal como su indudable filiación justista, lo transformaban en enemigo potencial de los sucesores del uriburismo.
Sin embargo, Ortiz no eludió ese combate con sus socios conservadores en el intento de conseguir mecanismos que asegurasen el voto libre. Esta cuestión era especialmente grave en las provincias, pues para eliminar las políticas fraudulentas era ineludible desocupar del poder a quienes las practicaban de forma sistemática. Así, en los primeros meses de 1938, el presidente suspendió al gobernador de San Juan. Era una clara señal de que se encontraba presto a adoptar medidas radicales para eliminar las irregularidades en las provincias. Un segundo episodio ocurrió en la provincia de Buenos Aires, verídica plaza fuerte de los conservadores. Manuel Fresco, no en balde apodado "el Mussolini criollo", fue desalojado del gobierno de la provincia de Buenos Aires, un bastión clásico de los conservadores.
Los combates en el seno de la coalición gobernante presentaban múltiples frentes. Uno de los mucho más graves fue el generado hacia las tierras de El Palomar, que revelaban las esenciales lagunas de la legislación argentina. Ortiz fue acusado de beneficiar a sus allegados en el reparto de tierras, con lo que se oyeron voces pidiendo su renuncia. Ortiz presentó su dimisión al Congreso, pero esta fue rechazada por trascendente mayoría.
Las selecciones de 1940 reflejaron en cierta forma las secuelas de la cruzada antifraude emprendida por el presidente en 1938. La UCR consiguió la mayor parte en el cámara de Diputados, al lograr 80 bancas. Sin embargo, una sucesión de hechos impidieron que el radicalismo capitalizara su victoria parlamentaria. Las consecuencias de la Segunda Guerra Mundial se hacían poco a poco más perceptibles. En 1940, un grupo de personalidades de distintas procedencias, defensores de la causa de los socios, formaron la llamada Acción Argentina. Este movimiento amalgamó al ámbito de la sociedad del que entonces brotaría la Unión Democrática.
Pero esa no era la única cuestión acuciante: el progresivo empeoramiento de la salud de Ortiz proponía el inconveniente de la sucesión presidencial. La ley señalaba al vicepresidente como sustituto natural, pero la asunción de Castillo suponía que las fuerzas conservadoras y los ámbitos nacionalistas uriburistas volviesen a hacerse con el aparato estatal. Por ello hubo intentos de modificar el sistema sucesorio, pero fracasaron gracias a las presiones de Alvear y a las convicciones democráticas del propio Roberto Ortiz. Prácticamente ciego gracias a una avanzada diabetes, el presidente delegó el mando en Castillo en el primer mes del verano de 1942, dimitió y murió poco después.
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