Roberto Arlt

La historia de la civilización la cuentan los hombres y mujeres queen el paso de los años, gracias a su proceder, sus ideas, sus innovaciones o su ingenio; han originado quela sociedad, de una forma u otra,avance.

Si has llegado hasta aquí es porque eres sabedor de la trascendencia que tuvo Roberto Arlt en la historia. El modo en que vivió y lo que hizo durante el tiempo que permaneció en este mundo fue determinante no sólo para las personas que trataron a Roberto Arlt, sino que posiblemente produjo una huella mucho más vasta de lo que podamosfigurar en la vida de personas que tal vez nunca conocieron ni conocerán ya nunca a Roberto Arlt de modo personal.Roberto Arlt fue una de esas personas que, por algún motivo, merece no ser olvidado, y que para bien o para mal, su nombre nunca debe borrarse de la historia.

Vida y Biografía de Roberto Arlt

(Buenos Aires, 1900 - 1942) Escritor y periodista argentino, entre las figuras mucho más singulares de la literatura rioplatense. Autodidacta, lector de Nietzsche y de la enorme narrativa rusa (Dostoievski, Gorki) y relacionado a inicios de la década del veinte con el progresista y didáctico Grupo de Boedo, se le considera el introductor de la novela actualizada en su país, si bien su reconocimiento no le llegó hasta los años cincuenta.

El Grupo de Boedo tomó su nombre de una calle de los suburbios proletarios de Buenos Aires. En oposición a las tendencias estéticas mucho más formales del Grupo de la Florida, en el que desempeñaron un papel esencial primero Ricardo Güiraldes y después Jorge Luis Borges, el Grupo de Boedo formaba una corriente literaria comprometida en la crítica de la sociedad, siendo definitiva para su concepción artística la predominación de Dostoievski, tanto en la decisión de los temas como en la visión de todo el mundo, más que nada en la concepción del destino del hombre.

Biografía

Roberto Arlt se crió en una humilde familia de inmigrantes: su padre era alemán y su madre, una triestina imaginativa y sensible, le recitaba versos de Dante y de Torquato Tasso. Abandonó su hogar en el momento en que era un joven gracias a discusiones con su padre. Cursó estudios elementales, pero frecuentó las bibliotecas de vecindario, donde se inició desordenadamente en la lectura de Rudyard Kipling, Emilio Salgari, Julio Verne, R. L. Stevenson y Joseph Conrad, entre otros muchos, al unísono que desempeñaba distintos oficios: ligado de librería, aprendiz de hojalatero, mecánico y vendedor de productos múltiples.

Ahora casado se trasladó a Córdoba, pero el fracaso en su búsqueda de prosperar la coyuntura económica le forzó a regresar con su familia a Buenos Aires: traía consigo el manuscrito de El juguete colérico. En la ciudad más importante trabajó como periodista y también inventor. En la Revista Popular publicó su primer cuento, Jehová, al que le prosiguió un ensayo, Las ciencias escondes en la localidad de Buenos Aires. Luego cooperó en Patria, periódico nacionalista de derechas, pero un par de años después pasó a publicaciones de signo contrario como Extrema Izquierda y Última Hora. Tras múltiples intentos logró difundir en la gaceta Proa 2 episodios de su novela El juguete colérico (1926), que llegaría a considerarse un jalón en la literatura argentina.

El periodismo fue, para Arlt, el medio primordial de subsistencia. En 1927 ahora era cronista policial en Crítica y un año después pasó a ser redactor del períodico El Planeta. Allí se dieron a conocer sus cuentos El jorobadito y Pequeños dueños. Su columna Aguafuertes porteñas (1933), donde lanzaba una observación incisiva sobre la localidad y sus pobladores, le dio enorme popularidad: eran contenidos escritos llenos de ironía y mordacidad, retratos de tipos y letras y números propios de la sociedad porteña. Dio a entender productos, cuentos y adelantos de novelas desde las páginas de las gacetas Claridad, El Hogar, Azul y Bandera Roja. Resultado de su tarea como corresponsal en Europa y África son Aguafuertes españolas (1936) y El criador de gorilas (1941), cuentos de tema "oriental".

Para bastantes su obra mucho más acabada es Los siete locos (1929), una inquietante novela sobre la impotencia del hombre en frente de la sociedad que lo oprime y lo condena a traicionar sus idóneas. La novelística de Arlt incluye asimismo Los lanzallamas (1931) y El amor brujo (1932). La compilación de cuentos El jorobadito (1933) repite la temática de sus novelas: la angustia, la degradación y la hipocresía de la sociedad burguesa.

Arlt protagonizó un intento de renovación del teatro argentino mediante Trescientos millones (1932), a la que prosiguieron otras siete piezas tráficas, Piedra de fuego (1932), Saverio el despiadado, El desarrollador de espectros (1936), La isla desierta (1937), África (1938), La celebración del hierro (1940) y El desierto entra a la localidad (1941), presentadas prácticamente todas en el Teatro del Pueblo que dirigía Leónidas Barletta.

Si bien conoció el éxito y fue leído de forma masiva, los ámbitos académicos criticaban sus incorrecciones sintácticas. A finales de los años cincuenta su obra empezó a ser reivindicada como entre los mayores logros de la literatura argentina. El estilo arltliano se identifica por oraciones cortadas o desestructuradas y por la incorporación de jergas y barbarismos. Su obra refleja la frustración de las clases populares urbanas a lo largo de la crisis que acabó en 1930: sus individuos son de forma frecuente marginados que atraviesan ocasiones límite; el planeta diario de la enorme localidad hace aparición relacionado con un cosmos enrarecido, sórdido y hasta fabuloso.

La obra narrativa de Roberto Arlt

A Arlt jamás le interesó sostenerse en el "buen gusto", ni se privó de usar ninguna herramienta al alcance de su escritura que fuera eficiente para retratar la verdad de una manera descarnado; por este motivo ciertos de sus libros provocaron revuelo y escándalo. La "desprolijidad" de su escritura, los "fallos ortográficos" que se le imputaban, quedan reducidos a puros datos anecdóticos en el momento de valorar una obra que ocupa un espacio fundamental en la literatura argentina del siglo XX, precisamente por la fuerza de un estilo y de unos razonamientos extraños a toda intención estetizante, propios de otras corrientes dominantes en la literatura nacional. En el prólogo a Los lanzallamas (que tiende a ser considerado como una manifestación fundamental y determinante de sus ideas cerca de la tarea literaria), Roberto Arlt protege su papel de constructor en oposición al establishment, mientras que critica con dureza el sistema de reconocimiento y promoción cultural de la temporada.

La obra de Arlt fué vista como un espacio de confluencia de los alegatos mucho más significativos de su tiempo: desde las utopias socialistas y ácratas de las primeras décadas del siglo XX a la subsiguiente irrupción de los proyectos totalitarios (en especial, el nazismo y el fascismo), tal como un extenso repertorio de saberes vinculados a las ciencias escondes. En su novela Los siete locos, este último aspecto se prueba con mayor contundencia, por medio de los sueños y las fantasías que encarnan en sus individuos y que se vinculan con una iconografía ocultista.

En la prácticamente integridad de sus proyectos, el creador muestra unos individuos (las mucho más de las ocasiones desclasados, marginales, humillados) que se combaten, en evidente situación de desventaja, con las malvadas leyes de la sociedad burguesa. El hurto, la traición o la decepción forman las intranquilidades temáticas hacia las cuales da un giro el destino de los individuos de Arlt. Arlt retrató con exasperado realismo a la pequeña burguesía porteña, a emigrantes sin raíces y seres que bordeaban la marginación. Su primera novela, El juguete colérico (1926), con rebosantes elementos de inspiración autobiográfica, cuenta la bien difícil iniciación en la vida de Silvio Astier, un joven soñador de origen humilde cuyos descalabros le impulsan a una afirmación por la rebeldía y la delincuencia.

A esta obra prosiguió el díptico narrativo compuesto por Los siete locos (1929) y Los lanzallamas (1931). Si en su primera novela se daba todavía algo similar a una composición y la escritura se sometía a determinadas convenciones literarias, en estas 2 novedosas novelas el creador actúa con total independencia (a veces, por servirnos de un ejemplo, no se conoce quién relata) y consigue ofrecer el conveniente tono de pesadilla que es conveniente a su tema. Un antihéroe, Erdosain, acusado de desfalco y descuidado por su mujer, se asocia con el Astrólogo, insólito personaje que controla el inframundo popular y que urde una conspiración para finiquitar con la sociedad capitalista y socorrer a la raza humana. El reto a la sociedad fracasa y, atrapados en la falacia de una revolución irrealizable, los individuos quedan perdidos en su soledad y mueren o desaparecen.

El teatro

Arlt renovó con singularidad el teatro en su país. Se inició en la escena en 1932 con Trescientos millones, "obra en un prólogo y tres actos", a la que le proseguirían otras siete piezas tráficas. Trescientos millones trata de una criada, seducida por el hijo de la vivienda, cuya triste vida es solo soportable merced a los individuos del folletín y de cuentos de hadas que pueblan su cabeza. La mezcla de imaginación y situación se siente asimismo en El desarrollador de espectros (1936), sobre un dramaturgo que asesina a su mujer y reproduce el delito en sus proyectos hasta realizar por fin la sentencia en sí. En Saverio el Cruel (1936), la fantasía decae en disparidad y muerte por el hecho de que los individuos no consiguen realizar encajar sus respectivas ensoñaciones.

El grupo de la obra trágica de Arlt se identifica por su esencia fabulosa y farsesca, si bien con resultados trágicos. Por otra sección, y exactamente la misma en su narrativa, es siempre y en todo momento aparente un trasfondo de crítica popular. Sus individuos encarnan la proyección de deseos, experiencias, fracasos, escrúpulos de conciencia o remordimientos, en una estética que acerca a las proyectos teatrales de Arlt a tendencias así como el "teatro en el teatro", el "teatro del espéculo" y el teatro grotesco.

Si en su narrativa la angustia hace aparición como motivación recurrente, en el teatro de Arlt el semejante sería el "soñar despierto". Pero estos sueños se combaten con la dura situación y se desvanecen bruscamente. De ahí que entre los aguantes que mucho más se destaca en su iniciativa teatral sea el del imprevisto, que penetra en medio del sueño reinstalando ferozmente al personaje en la verdad. Estas proyectos, escritas a lo largo de los diez últimos años de la vida de su creador, fueron estrenadas en ciertos casos de forma póstuma y muy representadas a lo largo de las décadas siguientes.

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Las sutilezas y las peculiaridades que ocupan nuestras vidas son decididamente fundamentales, ya que destacan la singularidad, y en el caso de la vida de un ser como Roberto Arlt, que tuvo su trascendencia en una época determinada, es vital procurar mostrar un aspecto de su persona, vida y personalidad lo más exacta posible.

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