Richard Brooks

Si has llegado hasta aquí es porque tienes consciencia de la trascendencia que detentó Richard Brooks en la historia. Cómo vivió y aquello que hizo durante el tiempo que estuvo en este mundo fue determinante no sólo para las personas que conocieron a Richard Brooks, sino que quizá produjo una huella mucho más insondable de lo que podamosconcebir en la vida de gente que tal vez nunca conocieron ni conocerán ya jamás a Richard Brooks personalmente.Richard Brooks fue una persona que, por alguna razón, merece ser recordado, y que para bien o para mal, su nombre nunca debe borrarse de la historia.

Comprender las luces y las sombras de las personas destacadas como Richard Brooks, personas que hacen girar y evolucionar al mundo, es algo sustancial para que podamos valorar no sólo la existencia de Richard Brooks, sino la de todas aquellas personas que fueron inspiradas por Richard Brooks, personas a quienes de un modo u otro Richard Brooks influyó, y por supuesto, comprender y entender cómo fue vivir en el periodo histórico y la sociedad en la que vivió Richard Brooks.

Vida y Biografía de Richard Brooks

(Filadelfia, 1912 - Los Ángeles, 1992) Guionista y cineasta estadounidense. Licenciado en Periodismo en la Temple University, la crisis de 1929 complicó su trayectoria periodística, que inició en pequeños periódicos locales. En su Filadelfia natal logró un empleo para redactar sobre deportes en el Philadelphia Record. En 1937 aceptó una oferta del World Telegram y se trasladó a Nueva York. En 1940, en Los Ángeles, redacta una historia cada día, en el transcurso de un año entero, para la cadena NBC. Viaja a Nueva York y se afianza en la radio, donde va a escribir varios guiones, alguno aun para Orson Welles, aparte de montar asimismo alguna obra de teatro.

A inicios del año 1942 le llegó una oferta desde Hollywood como escritor de guiones. Sus primeros trabajos no fueron en lo más mínimo de su gusto. Debutó con el largometraje Los maleantes de Carsin (1942), de Ray Enright, al que prosigue un año después La salvaje blanca (1943), de Arthur Lubin. Se alistó en el cuerpo de Marines de los Estados Unidos y combatió en la Segunda Guerra Mundial.

Terminado el enfrentamiento, el productor Mark Hellinger le da la oportunidad de trabajar -sin acreditar- en los guiones de Forajidos (1946) y La localidad desviste (1948), y le solicita que ajuste una historia de Robert Patterson que habría de llevar a la pantalla Jules Dassin, Fuerza Bruta (1947). El trabajo impresiona a John Huston, que prepara Cayo Largo, fundamentada en la obra de Maxwell Anderson, y le solicita que revise, agregue, lleve a cabo o deshaga el guion que termina de redactar nuestro directivo; por último, el largometraje se transformaría en un tradicional del cine negro americano.

En 1950 llega su primera película como directivo, Crisis, apoyado en la espléndida novela de George Tabori The Doubters, un largometraje que apunta ahora el virtuosismo de Brooks. Más tarde reconoció que, describiendo los individuos de José Ferrer y Signe Hasso, la mujer intransigente del dictador, pensaba naturalmente en los individuos de Perón y su mujer Eva. Muy habilidosamente, Brooks impide los fallos de un primer largometraje con una peripecia completamente inopinada. Su maestría es visible en la pasmante escena de la reiteración de la operación, tal como en el desafío entre Cary Grant y Ferrer, espectaculares los 2, que fortalece la probabilidad de la obra.

Pero, lamentablemente, la MGM coaccionó la obra de Richard Brooks. Siempre se quejó de que, en Battle Circus (1953), un largometraje jamás estrenado de manera comercial en España, la compañía del león logró reinar en el guion la historia amorosa en menoscabo de otros elementos probablemente mucho más atrayentes. En esta bonita historia de médicos en la guerra de Corea, Brooks no tiende a exaltar idóneas, sino más bien a los individuos que llevan y que defienden esos idóneas, que no son otros que los del propio Brooks.

De esos especiales tratan sus películas: la defensa de la independencia de prensa en Deadline USA (1952), la crítica de los vicios militares en Take the High Ground (1953), la supervivencia del amor en La última vez que vi París (1954), adaptación de la obra de F. Scott Fitzgerald, y, como es natural, la educación y la tolerancia en la fantástica Semilla de maldad (1955), un tradicional de la delincuencia juvenil.

La sutileza y el atrevimiento del directivo se ponen de manifiesto en el momento en que aborda los inconvenientes raciales y los prejuicios que aun un instructor progresista podía tener todavía en los años cincuenta, lo que se insinuaba menos en la novela de Evan Hunter. La enorme efectividad en la escenificación y en la dirección de actores (Glenn Ford y Sidney Poitier) de Brooks solo sirvió a fin de que su película fuera prohibida por poner un ejemplo en el estado de Georgia, donde no se dejaba todavía la mezcla de etnias en la escuela, y hallar ser sospechoso de antiamericanismo.

Si John Ford describía la agonía del pueblo cheyenne en El Gran Combate (1964), unos años antes, en 1956, Brooks hace sentimientos profundos sobre la aniquilación física de una nación en un óptimo western, The Last Hunt (1956). El cineasta repudia las convenciones del género, limitando de forma voluntaria las situaciones de acción, para enseñar, y denostar, el personaje de Robert Taylor, arquetipo impresionante de la crueldad (su Winchester semeja ser parte de su cuerpo).

Tampoco prosigue las reglas en general del western en los otros 2 que constan en su filmografía, completamente crepusculares. Por un lado, Los expertos (1966), por el otro, Muerde la bala (1975). Mientras que la primera es lírica y amarga al tiempo, la segunda es nostálgica, emplazada al principio del siglo XX, en el momento en que la frontera está de manera oficial derogada, la conquista del oeste terminó, y este deviene espectáculo y el mito solo atrae mercantilmente.

Si bien Richard Brooks había ahora amoldado múltiples novelas, empieza en 1958 su repertorio de genuinos best-sellers llevados a la pantalla, que no fueron siempre y en todo momento sus mejores películas, si bien sí ciertas mucho más espesas. Adaptó 2 proyectos de Tennessee Williams, en las que participa un Paul Newman soberbio; La Gata sobre el tejado de zinc (1958), en la que detalla, con el trasfondo de la homosexualidad latente, una sociedad ofuscada por el dinero y el sexo y una hipócrita América de pesadilla, y Dulce pájaro de juventud (1962), un drama propio de Williams de pasiones descomedidas que brotan en una localidad del sur estadounidense.

De Fiodor Dostoievsky llevó a la pantalla Los hermanos Karamazov (1958), un largometraje un poco insólito, ya que cumple con las demandas de una superproducción, con gusto particular por el espectáculo suntuoso y las estrellas, al tiempo que concilia estas con una razonable lealtad a la obra original, sin olvidar el vigor dramático y moralista tan costoso a Brooks. Su único Oscar, de las ocho ocasiones que estuvo nominado como mejor escritor de guiones o directivo, fue al mejor guion por El fuego y la palabra (1960), de Sinclair Lewis, un largometraje que se muestra no tanto como una demanda del cristianismo como religión, sino más bien como una sátira de los accionar colectivos y una crítica a los alentadores de masas enloquecidas por su charlatanería.

Después le proseguirían Lord Jim (1965), de Joseph Conrad (ni la sobriedad artística de Brooks ha podido socorrer el complejo mamotreto ética que representaba tal monumento literario), y la beligerante A sangre fría (1967) de Truman Capote, una pieza maestra en que, con la objetividad del documentalista, Brooks renuncia al alegato y estimula a los hechos.

Casado con la actriz Jean Simmons, Brooks fue, aparte de enorme cineasta y profesional puesto en compromiso y solidario, un señalado novelista. Escribió The Brick Foxhole (1943), que sería llevada a la enorme pantalla por Edward Dmytryk con el título de Encrucijada de odios (1947), The Boiling Point (1948) y The Producer (1951), precisamente fundamentada en la vida del productor Mark Hellinger.

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Las sutilezas y las peculiaridades que ocupan nuestras vidas son siempre fundamentales, ya que marcan la diferencia, y en la ocasión de la vida de un ser como Richard Brooks, que tuvo su importancia en una época determinada, es imprescindible tratar de mostrar una perspectiva de su persona, vida y personalidad lo más precisa posible.

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