La historia universal la cuentan los hombres y mujeres quea lo largo del tiempo, gracias a su proceder, sus ideas, sus innovaciones o su ingenio; han ocasionado queel género humano, de una forma u otra,prospere.
Ya sea inspirando a más seres humanos o siendo parte de la actuación. Raoul Walsh es uno de esos seres humanos cuya vida, realmente, merece nuestra atención por el nivel de influencia que tuvo en la historia.Comprender la existencia de Raoul Walsh es conocer más sobre una época concreta de la historia del ser humano.
(Nueva York, 1892 - Los Ángeles, 1981) Director de cine estadounidense. Si algo resalta del legado de Raoul Walsh en la historia del cine es el haber conocido mover a las pantallas el sentido de la aventura en su mucho más gran acepción. Una aventura de la que él mismo participaría, y que entonces vertió mediante géneros tradicionales como el western, el cine negro o el drama marítimo, configurando una amplia obra creativa que continúa en la memoria de los apasionados y que hizo las exquisiteces de múltiples generaciones.
Entusiasmado desde pequeño por las novelas ambientadas en rincones exóticos, no había terminado los estudios primarios en el momento en que decidió embarcar en una nave con rumbo a Cuba. Más tarde, en 1903, trabajaría como domador de caballos en México y desempeñó otros varios oficios cerca de la frontera de Texas, hasta el momento en que su hermano George, transformado en un agradable intérprete cinematográfico, le demandó a su lado para hundirse en la aventura vanguardista que se encontraba desarrollándose en la radiante Hollywood.
De este modo tan peculiar logró Raoul Walsh sus primeras visualizaciones como actor para Pathé y Biograph, que desde 1910 simultaneó con la compromiso de ayudante de dirección nada menos que de David Wark Griffith, interviniendo en genuinas piezas maestras como El nacimiento de una nación. Walsh se dio a comprender con el largometraje The life of General Villa. Su espíritu aventurero, que no le abandonaría jamás durante su historia, lo llevó a México para rodar ciertas situaciones reportajes sobre la revolución y entrevistarse con el mítico general Pancho Villa. Este apreciado material fue empleado más tarde en el extenso film efectuado en 1914 por William Christy Cabanne, quien reconoció los incuestionables méritos de su asistente haciéndole figurar como codirector.
Títulos como El mosquetero de Nueva York o Perdida y encontrada le hicieron merecedor de una reputación de cineasta con trabajo, polivalente y siempre y en todo momento atento a agradar al público con películas donde la aventura y la fantasía eran la marca de la vivienda. No tardarían, ya que, en llegar los proyectos de extensión, primero para la Fox y después para United Artists, una compañía productora construída por consagrados personalidades del cine entre aquéllos que estaba su guía, David Griffith.
De esta forma, en 1924, el por entonces muy popular actor Douglas Fairbanks le ha propuesto transformarse en el directivo de una película que por fundamentos de distribución debía rodarse con la mayor celeridad viable, sin que por este motivo disminuyese el ritmo o la elasticidad: El ladrón de Bagdad. Inspirado muy libremente en múltiples cuentos de Las mil y una noches, el guion de este extenso film dejaba espacio para el enorme espectáculo, frecuente para un Fairbanks que había protagonizado un extendido repertorio de piratas, espadachines o acrobáticos ladronzuelos. Enormes decorados y multitud de plus se brindaron cita en un largometraje de fantástico éxito en las taquillas y que supuso el espaldarazo definitivo para Raoul Walsh.
Su increíble sentido del ritmo, primordial en cualquier película pero muy en especial en las de aventuras, volvió a verse con su intensidad a lo largo del intérvalo de tiempo mudo, mediante géneros tan distintos como la fantasía oriental (La dama del harén), el largometraje bélico (El precio de la gloria) o el drama (Los amores de Carmen). Todo ello acabó en La frágil intención, interpretada por Gloria Swanson y que a duras penas logró sortear las férreas reglas de censura que se estaban ingresando en el planeta del cine a través de Will Hays, constructor del popular código que toma su apellido.
Esta avalancha de éxitos consecutivos le llevó a presenciar de manera vanguardista las novedosas técnicas sonoras, que se alardeaban como el futuro del cine, en El planeta del revés y, más que nada, con En la vieja Arizona. Este último título prometía ser la obra máxima de su trayectoria como realizador, pero un desgraciado incidente de automóvil antes de la finalización del rodaje lo dejó tuerto, y tuvo que ser sustituido sobre la marcha por Irving Cummings.
Su retorno se generaría por la puerta grande solamente unos meses después con la monumental La enorme día, emprendimiento faraónico en el que hubieron de afrontarse incontables inconvenientes de todo género. La compromiso de protagonizarla cayó sobre las espaldas de un actor absolutamente irreconocible por ese momento: John Wayne. Este western sobre la búsqueda de un lugar donde echar raíces, encarando para esto los peligros de la aventura, recreaba la enorme pelea del pueblo estadounidense por apoderarse territorios salvajes.
Contratado por la 20th Century Fox como uno de sus directivos estelares, Raoul Walsh abrió una exclusiva línea temática con El arrabal, ambientada en el planeta de los gángsters, donde crueldad, temor, ambición y riesgo formaban una parte de lo diario. The Roaring Twenties, con Humphrey Bogart y James Cagney, supondría en ese sentido la culminación de esta inclinación, con su alucinante retrato de unos años veinte en los que habían dominado el tráfico de alcohol, la prostitución y el delito ordenado. Bogart terminaría siendo una presencia frecuente en siguientes películas de Walsh, que lo llevarían hasta la cima de su popularidad a través de grabes como La pasión ciega o El último cobijo.
Fallecieron con las botas puestas, sobre la matanza de las tropas del general Custer ejecutada por los indios, marcó su regreso a la superproducción. No obstante, los continuos roces con el personaje principal, Errol Flynn, estuvieron a puntito de llevar al fracaso esta historia de historia de historia legendaria, grabada con sincero lirismo y ritmo vibrante, que terminó siendo entre los mayores éxitos de su trayectoria y un mito para los apasionados al género.
El estallido de la Segunda Guerra Mundial provocó que Raoul Walsh pusiera en marcha una trilogía de grabes (Desperate Journey, Northern Pursuit y Uncertain Glory) de contenido elevado ideológico, concebidos como arma de combate en frente de la barbarie del nazismo. Esta inclinación encontraría su magnífico conclusión en Propósito: Birmania, donde se reproducían con toda la épica viable los combates del frente aliado contra las tropas niponas. Auténtico alarde de espectacularidad llevada con ritmo desprendido, rara vez la guerra fué mostrada con tanta angustia y sentido físico: sudor, chillidos, junglas selváticas y zonas pantanosas conviven en una película donde el actor Errol Flynn alcanzó entre las cimas interpretativas de su trayectoria.
Juntos hasta la desaparición volvería a indicar a Raoul Walsh como entre los mayores directivos de la industria cinematográfica; su utilidad proseguía impresionando al mundo entero. De hecho, a este western le proseguirían estupendas incursiones en el género negro (Al rojo) o en el cine de aventuras torrenciales (El noble de los mares). Pero los tiempos empezaban a mudar, y la narrativa tradicional iba a ir dejando paso a otros modelos mucho más acordes con las roturas que defendían las novedosas generaciones.
En ese sentido, Tambores lejanos puede considerarse un primer y increíble canto de cisne en el que regresaba a los terrenos selváticos, si bien en un caso así bajo el aspecto de western, un género que proseguiría cultivando con particular predilección mediante títulos como Historia de un culpado, Fiebre de venganza, Rebelión en el fuerte o Los inexorables, donde sus héroes exploraban los límites de la frontera mediante duelos, tiroteos en las calles y entornos turbulentos. El colofón lo pondría su última película, Una trompeta lejana, mirada crepuscular sobre un cosmos mítico en trance de desaparición en el que Raoul Walsh había alcanzado indudablemente sus mayores logros.
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Las sutilezas y las peculiaridades que ocupan nuestras vidas son siempre determinantes, ya que destacan la singularidad, y en la ocasión de la vida de un ser como Raoul Walsh, que detentó su significación en un momento concreto de la historia, es vital intentar mostrar un panorama de su persona, vida y personalidad lo más rigurosa posible.
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