Rainiero III de Mónaco

Ya sea inspirando a más personas o tomando parte de la acción. Rainiero III de Mónaco es una de esas personas cuya vida, realmente, merece nuestra atención debido al nivel de influencia que tuvo en la historia.Conocer la biografía de Rainiero III de Mónaco es comprender más acerca de etapa determinada de la historia de la humanidad.

Si has llegado hasta aquí es porque eres consciente de la relevancia que atesoró Rainiero III de Mónaco en la historia. La manera en que vivió y las cosas que hizo en el tiempo en que estuvo en este mundo fue determinante no sólo para aquellas personas que frecuentaron a Rainiero III de Mónaco, sino que a caso dejó una señal mucho más insondable de lo que logremossospechar en la vida de personas que tal vez jamás conocieron ni conocerán ya nunca a Rainiero III de Mónaco personalmente.Rainiero III de Mónaco fue uno de esos seres humanos que, por algún motivo, merece no ser olvidado, y que para bien o para mal, su nombre nunca debe borrarse de la historia.

Las biografías y las vidas de personas que, como Rainiero III de Mónaco, cautivan nuestra curiosidad, deben ayudarnos siempre como punto de referencia y reflexión para ofrecer un marco y un contexto a otra sociedad y otra época de la historia que no son las nuestras. Tratar de entender la biografía de Rainiero III de Mónaco, porqué Rainiero III de Mónaco vivió del modo en que lo hizo y actuó de la forma en que lo hizo durante su vida, es algo que nos impulsará por un lado a vislumbrar mejor el alma del ser humano, y por el otro, la forma en que avanza, de forma inevitable, la historia.

Vida y Biografía de Rainiero III de Mónaco

(Rainiero o Raniero III de Mónaco; Montecarlo, 1923 - 2005) Príncipe de Mónaco que reinó a lo largo de 55 años (1950 - 2005) y transformó el minúsculo principado en un Estado sin dependencia y en un paraíso fiscal.

Rainiero Louis Henri Grimaldi nació en Montecarlo (Mónaco) el 31 de mayo de 1923, hijo de Pierre Melchior, conde de Polignac, y de la princesa Carlota Luisa Grimaldi de Mónaco, duquesa de Valentinois. Príncipe soberano de Mónaco, entre otros muchos títulos nobiliarios ostentaba, además de esto, los de duque de Valentinois, marqués de Baux y conde de Carlades.

Rainiero nunca hubiese llegado al trono si su abuelo Luis II no hubiera reconocido a Carlota, la hija ilícita que tuvo en 1898, fruto de una fugaz aventura cariñosa con Juliette Louvet. En 1919 el príncipe reinante, Alberto I, aceptó de forma plena a Carlota, quien se transformó en princesa heredera de Mónaco, que en 1861 había accedido a la categoría de Estado bajo la tutela de Francia.

Carlota contrajo matrimonio con Pierre de Polignac, un aristócrata con el que tuvo 2 hijos: Antoinette (1920) y Rainiero. Había cumplido su primordial misión: engendrar un heredero al trono de un enclave codiciado por Francia. El 11 de abril de 1950 Rainiero fue coronado como trigésimo príncipe de Mónaco, pues, el diez de junio de 1944, su madre había renunciado a sus derechos dinásticos. Rainiero sucedió a Luis II, fallecido el 9 de mayo de 1949 tras haberse casado, ahora adulto mayor, con la actriz Ghislaine Donaget, con quien no tuvo descendencia.

El nuevo monarca tenía ahora las ideas clarísimas: editar el principado en un Estado soberano y, al unísono, atrayente para los millonarios. Había pasado una niñez y una primera juventud desapacibles. Aún niño, sus progenitores se divorciaron, y fue recluido en 2 rigurosos internados ingleses, Summer Fields y Stowe. El panorama cambió en el momento en que se inscribió en la única escuela Le Rosey, en Lausana (Suiza), donde se graduó en 1939.

La II Guerra Mundial interrumpió sus estudios de historia en la Universidad de Montpellier. A pesar de que Mónaco era de manera oficial neutral, el abuelo de Rainiero dejó la existencia de los nazis. Su nieto, radicalmente contrario a la política expansionista de Hitler, se alistó en la Armada Libre Francesa en el momento en que en 1944 los socios desembarcaron en Normandía. Alcanzó el nivel de teniente y fue condecorado con 2 medallas al valor.

A su regreso se halló con un principado depauperado: el casino, abierto en 1863, el Sporting Club de la Société des Bains de Mer (SBM), que databa de 1856, y el lujoso hotel París, entre otros muchos, estaban prácticamente desiertos. Mientras los marxistas deseaban transformar Mónaco en una República, otros apostaban por la anexión a Francia, y unos pocos se decantaron con éxito por el joven Rainiero.

La primera piedra la puso su amigo Aristóteles Onassis. El armador heleno aportó un millón de dólares americanos en calidad de colega para consolidar la SBM, pero próximamente, en el momento en que el príncipe decidió abrir las fronteras a los millonarios de todo el mundo, la participación de Onassis se redujo de manera radical, por la mayor parte de títulos en pos de los Grimaldi. Aun de este modo, la relación entre los dos fue angosta.

Aunque Rainiero era cortejado por múltiples mujeres, al final se enamoró de la hermosa actriz Giselle Pascal, quien abandonó su trayectoria y rompió el romance que sostenía con Yves Montand para instalarse en la villa de Rainiero en Cap Ferrat. La relación, con la oposición de la opinión pública, duró seis años. Finalmente, en 1954, Giselle desapareció de la vida del príncipe.

Grace Kelly: el encanto

En mayo de 1955, el joven príncipe reinante, aficionado a los deportes, la pesca submarina y el cine, conoció en el Festival Internacional de Cine de Cannes a la muy elegante actriz Grace Kelly, la preferida de Alfred Hitchcock, entre los pocos hombres a los que Rainiero admiraba, al lado del general Charles de Gaulle y el papa Pablo VI. Los hechos se precipitaron: el 6 de enero de 1956 se anunció el deber marital y el 19 de abril de ese año se festejó la boda en la catedral monegasca de San Nicolás.

No obstante, el link fue boicoteado por las monarquías de la época, para las que Grace era una intrusa. En cambio, entre los 600 convidados figuraba toda la crême de Hollywood, con Hitchcock adelante como padrino de la novia, que se transformó en una mujer con encanto que atrajo dinero al principado. Rainiero ganó lote al mar y levantó edificios y inmuebles de treinta plantas, transformando Mónaco en entre los entornos mucho más costosos de todo el mundo y en un paraíso fiscal en el que se refugiarían aun los atletas de élite. A la hora de su muerte, el principado tenía 32.000 pobladores censados y 340.000 cuentas bancarias, al paso que la fortuna personal de Rainiero se cifró en unos 2.000 millones de euros.

Pero el éxito no fue parejo en el ámbito personal y familiar. Grace se amoldó como ha podido a la vida palaciega, con la hostilidad de la familia de Rainiero, más que nada de su cuñada Antoinette, quien renunció a la vicepresidencia de la Cruz Roja en el momento en que Grace fue nombrada presidenta. Grace y Rainiero eran empero contentos. La ex- actriz próximamente decidió la altura de una primera dama: aprendió francés y se esmeró en empaparse de la historia monegasca y del protocolo de las familias reales de europa.

El 23 de enero de 1957 nació Carolina, alegría que se duplicó en el momento en que, el 14 de marzo de 1958, nació Alberto, quien aseguraba la continuidad dinástica. A partir de aquel instante comenzó la época dorada del principado: el Ballet de Montecarlo, el Festival Internacional del Circo, el Baile de la Rosa o la Gala de la Cruz Roja, el Gran Premio de Fórmula I…

Raniero fue absolutista. En 1962 se proclamó no obstante una exclusiva Constitución que quitaba poder al príncipe, daba el derecho de voto a las mujeres y establecía libertades sindicales y de asociación, con lo que Mónaco se transformó en una monarquía “actualizada”, con un modo de vida que rompería moldes, más que nada con la vida de la princesa Estefanía, que nació el 1 de febrero de 1965.

Los sinsabores no se hicieron aguardar. El 29 de junio de 1978 Carolina, con solamente veintiún años, se casó con el “cazafortunas” Philippe Junot, de treinta y siete, de quien se divorció un par de años después, sin hijos. Mientras, la joven Estefanía mostraba un temperamento rebelde, si bien su madre la resguardaba. Entonces ocurrió la enorme desgracia: el 14 de septiembre de 1982, Grace murió en un accidente de tráfico en el momento en que retornaba a Mónaco con Estefanía. Esta catástrofe marcaría la futura vida de los Grimaldi.

Rainiero nunca se restituyó de aquel duro golpe del destino. La muerte de su mujer sirvió cuando menos a fin de que Carolina sentara la cabeza y ejercitara con dignidad el papel de primera dama. El 29 de diciembre de 1983, con la aquiescencia paterna, contrajo matrimonio con el italiano Stephano Casiraghi, quien le dio su primer hijo, Andrea (1984), al que proseguirían Carlota (1986) y Pierre (1987).

En el momento en que la normalidad parecía restituida, la desgracia se cebó nuevamente con la familia: en el mes de octubre de 1990 Casiraghi murió en un incidente con su lancha fueraborda. Por si fuera poco, Estefanía comenzó a escandalizar gracias a su relación cariñosa con un guardaespaldas, Daniel Ducruet, con quien tuvo 2 hijos extramatrimoniales: Luis (1992) y Paulina (1994). Aunque en el primer mes del verano de 1995 se casó con Ducruet, se divorció por año siguiente. Estefanía tuvo otra hija, Camila (1998), de otro guardaespaldas, Jean Raymond Gottlieb. Finalmente, en 2003 se casó con Adam Lopes Peres, de quien asimismo se divorció un año después.

Por su parte, Carolina, mucho más pendiente de la salud de su padre que de su imagen, se había casado el 23 de enero de 1999 con Ernesto de Hannover. El 20 de julio de aquel mismo año nació su hija Alejandra.

Para entonces la salud de Rainiero, cubierto de nietos y preocupado por la persistente soltería de Alberto, se encontraba ahora muy estropeada. En 1999 fue operado del corazón por segunda vez, tras la intervención de 1994. A partir de 2000 visitó frecuentemente el quirófano y, entre diciembre de 2003 y febrero de 2004, fue hospitalizado en tres oportunidades. Finalmente, ingresado desde el 7 de marzo de 2005 en el Centro Cardio-Torácico de Mónaco, murió el 6 de abril víctima de distintas dolencias.

El 15 de abril se festejó el funeral con asistencia de delegaciones de 61 países, en un instante en que el planeta se encontraba mucho más pendiente de lo que ocurría en Roma a causa de la desaparición del Papa. Fue sepultado al lado de su mujer que, en sus expresiones, fue “la única mujer a la que he amado en mi vida”. Le sucedió en el trono Alberto, de 40 y siete años, que tomó el nombre de Alberto II.

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