Ya sea inspirando a más personas o tomando parte de la acción. Rafael Uribe Uribe es una de las personas cuya vida, en verdad, merece nuestro interés debido al nivel de influencia que tuvo en la historia.Conocer la biografía de Rafael Uribe Uribe es conocer más sobre una época concreta de la historia del ser humano.
Si has llegado hasta aquí es porque tienes conocimiento de la trascendencia que detentó Rafael Uribe Uribe en la historia. El modo en que vivió y lo que hizo en el tiempo en que permaneció en el mundo fue determinante no sólo para quienes conocieron a Rafael Uribe Uribe, sino que tal vez produjo una huella mucho más honda de lo que logremosimaginar en la vida de gente que tal vez jamás conocieron ni conocerán ya nunca a Rafael Uribe Uribe de forma personal.Rafael Uribe Uribe ha sido una de esas personas que, por algún motivo, merece no ser olvidado, y que para bien o para mal, su nombre nunca debe borrarse de la historia.
Apreciar lo bueno y lo malo de las personas destacadas como Rafael Uribe Uribe, personas que hacen rotar y transformarse al mundo, es algo básica para que seamos capaces de apreciar no sólo la vida de Rafael Uribe Uribe, sino la de todas aquellas personas que fueron inspiradas por Rafael Uribe Uribe, personas a quienes de de una u otra forma Rafael Uribe Uribe influenció, y ciertamente, comprender y entender cómo fue el hecho de vivir en el momento de la historia y la sociedad en la que vivió Rafael Uribe Uribe.
(Valparaíso, 1859 - Bogotá, 1914) Político y militar colombiano, motor de la guerra de los Mil Días y líder del partido liberal. Hijo de Tomás Uribe y María Luisa Uribe, era el tercero de diez hermanos.
La niñez de Rafael Uribe Uribe transcurrió en la hacienda El Palmar, que perteneció a su familia. Allí no solo aprendió a estimar el campo sino más bien a leer y redactar. En 1857, en el momento en que tenía pocos ocho años de edad, don Tomás y doña María Luisa eligieron moverse a vivir a Medellín, con la intención de educar de la manera más óptima viable a sus varios hijos.
En la ciudad más importante antioqueña, Rafael ingresó en el Colegio del Estado (de hoy Universidad de Antioquia) en 1871, lugar de carácter militar y conservador en donde aprendió los principios en general de la logística y el arte castrenses. Su familia debió emigrar de Antioquia por no profesar con las ideas conservadoras del gobierno de entonces y se residió en Buga, en el Estado Soberano del Cauca.
En 1876, en el momento en que solo contaba 17 años, se alistó en los ejércitos liberales del Cauca, que dirigía Julián Trujillo y encabezaba César Conto, para batallar en la guerra civil de ese año, y muy en especial contra los ejércitos invasores del conservatismo antioqueño, a quienes repelieron de forma exitosa. En la guerra de Los Chancos consiguió el nivel de capitán y fue herido en una rodilla, que le quedó sutilmente impedida para caminar. Su convalecencia transcurrió en la hacienda de su padre en Buga y aún sin restituirse completamente de la herida volvió al campo de guerra.
Luego de los once meses que duró el enfrentamiento de 1876, en el que resultó triunfante el radicalismo, y recambio de sus enfermedades, Rafael Uribe se trasladó a Bogotá y también inició sus estudios de Derecho y Ciencias Políticas en el Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario, merced a una beca del Estado de Antioquia. "El Paisa" Uribe, como lo apodaban sus compañeros, acabó sus estudios de jurisprudencia en 1882 con geniales méritos académicos; por esa temporada ingresó en la Logia Masónica. En 1883 regresó a Medellín a cumplir los compromisos comprados en el momento en que le fue brindada la beca. Se posesionó como instructor de la Universidad de Antioquia en las áreas de Derecho Constitucional, Economía Política y Educación Física, mezcla académica poco recurrente pero que en Uribe Uribe fue común, ya que desde muy joven se habituó a levantarse temprano y realizar gimnasia.
Por esa temporada, 1884, creó su primer periódico, El Trabajo, desde el que animaba a laborar a sus compatriotas. Posteriormente fue nombrado procurador general del Estado y fiscal del juzgado de Estado, popular entonces como Juzgado Superior. Abandonó de manera voluntaria el ejercicio del poder judicial tras accionar, como fiscal, en el desarrollo por homicidio contra el acomodado mercader Ezequiel Jaramillo, a quien se le sindicó de la desaparición de un sujeto de apellido Pimienta; Rafael Uribe estimó que Jaramillo era culpable, pero el jurado lo exculpó, frente lo que el fiscal dimitió. Abrió entonces oficina de letrado y en ella le halló la revolución de 1885. Su capacitación como doctor en Derecho y Ciencias Políticas le dejó ser un legalista disciplinado, conocedor como el que mucho más del pensamiento jurídico, características que le brindaron su visión de estadista.
Durante la guerra de 1885 fue ascendido a coronel, jefe de la llamada Legión de Honor del ejército liberal de Antioquia, y organizó un poderoso movimiento en su Estado para parar las fuerzas de la Regeneración. En ese enfrentamiento se distinguió en el combate de Ciparra, en el que derrotó a las capaces tropas del general Benigno Gutiérrez, en la toma a Riosucio y por haber continuado la revolución más allá de que otros jefes se habían entregado ahora. Con todo, sus sacrificios por parar la incontenible Regeneración fueron inútiles.
Durante esta campaña padeció un conato de rebelión entre sus tropas y, como era amigo en radical de la especialidad y del respeto, y jamás dejó que sus órdenes fueran discutidas, no le tremió la mano para ofrecerle muerte con su carabina al primordial promotor de la insubordinación; como consecuencia de ello sus contrincantes políticos le llamaron a juicio y le tuvieron preso un año. Durante su permanencia en la prisión escribió su primer libro, Diccionario abreviado de galicismos, provincialismos y rectificaciónes del lenguaje (1887), y cumplió una ejemplar tarea de alfabetización entre los presos. Luego de una refulgente defensa del letrado Ricardo Restrepo, salió absuelto.
Al finalizar la contienda de 1885, Uribe Uribe se dedicó a las trabajos agrícolas. Fundó cerca de Fredonia, en Antioquia, un cafetal al que puso el nombre indígena de Gualanday. Con su ágil actividad logró editar la inhóspita selva en ricos cafetales, transformándose en entre los vanguardistas de la industria cafetera del país. Allí continuó hasta 1893, en el momento en que regresó a Bogotá a la administración de campos extraños: los del tesorero de la Dirección Nacional Liberal, Eustaquio de La Torre, situados en Viotá y que formaron la mucho más grande compañía cafetera de Cundinamarca. En situación, Rafael Uribe fue un convencido de que el futuro del país se encontraba en la agricultura; siempre y en todo momento se preocupó por la modernización y el avance del agro colombiano y prácticamente fue el ideólogo de la reforma agraria en el país.
Participó en la fugaz guerra de 1895. El enfrentamiento se desató el 23 de enero, en el momento en que fuerzas liberales se levantaron contra el gobierno del vicepresidente Miguel Antonio Caro, quien frente al alzamiento llamó al general Rafael Reyes y lo puso adelante de los ejércitos legitimistas. Este habilidoso comandante planeó una campaña relámpago que inició en La Tribuna, frente Facatativa, bajó al Magdalena, prosiguió hasta la Costa atlántica y entró por allí a Santander, donde se encontraba el foco de la revuelta, terminó con la guerra en Enciso y, con la rendición del ejército liberal, el 16 de marzo, en Capitanejo, le devolvió la paz al país.
Uribe logró la campaña de Cundinamarca y el Tolima con el general Siervo Sarmiento, se negó a capitular como este y se internó por las montañas del Opón hasta salir al Magdalena con la intención de expatriarse. Antes de conseguirlo, cayó preso de las tropas nacionalistas y fue llevado a las cúpulas de Cartagena, donde continuó por espacio de cinco meses, tras los que salió libre merced a los buenos oficios de su padre don Tomás Uribe.
En 1896 salió electo a la Cámara de Representantes, único gerente liberal al Congreso por el estafa electoral tan común en aquel periodo de la Regeneración. Sus brillantísimas intervenciones fueron un reto al bloque homogéneo de sesenta conservadores. Desde entonces mostró que era mucho más arriesgado para el régimen con su palabra que con su sable militar; el cúmulo de sus alegatos se publicó en un volumen que forma su segunda obra, Discursos parlamentarios (1896).
En 1897 la Convención Nacional Liberal comisionó a Uribe Uribe a fin de que, como gerente de la colectividad, fuera a Centroamérica a buscar apoyos para otro intento de toma del poder. Aceptó con gusto, ya que, según un método muy extendido entre todas y cada una de las corrientes políticas de la temporada, creía que la guerra era la única forma de tomar el poder y de establecer las libertades públicas en el país; pero no consiguió mayores desenlaces.
La guerra de los Mil Días
Múltiples causantes contribuyeron a que Rafael Uribe fuera entre los enormes promotores de la guerra de los Mil Días: el entonces vicepresidente, solicitado de la Presidencia de la República, Miguel Antonio Caro, cometió una secuencia de arbitrariedades contra el liberalismo, como el destierro, en 1895, del ex- presidente Santiago Pérez y la reclusión de Benjamín Herrera. Además, el régimen nacionalista marginó de toda participación en el poder a los liberales y aun a los conservadores históricos. En 1898 se escogió al sustituto de Caro. Tres duplas compitieron: Marceliano Vélez y Guillermo Quintero Calderón por el conservatismo, Miguel Samper y Foción Soto por el liberalismo, y Manuel Antonio Sanclemente y José Manuel Marroquín por el partido nacional.
Se impuso esta última, pero quizás fue la menos favorable, ya que para ese instante Sanclemente tenía 85 años y su salud se encontraba bastante quebrantada, al punto que el vicepresidente Marroquín aceptó la primera magistratura a lo largo de los primeros tres meses del orden y tomó ciertas medidas que no fueron del gusto del presidente titular, quien una vez sentado en la silla presidencial las ignoró, con lo que logró el conflicto de los nacionales. El estado deplorable de salud de Sanclemente le forzó a moverse a Villeta, lugar desde donde regía el país, lo que produjo inconvenientes a la administración pública en los días de la rebelión liberal.
Todos estos causantes incidieron a fin de que el liberalismo, a la cabeza del patriarca del radicalismo, don Aquileo Parra, quien había sido llamado en 1897 a fin de que aceptara la dirección de la colectividad, pensara en declararle la guerra al gobierno conservador de Miguel Antonio Caro. Sin embargo, el jefe liberal, un poco reblandecido a sus 72 años, no aceptó esa actitud, hecho que le valió la reacción instantánea de sus copartidarios, encabezados por Uribe, quien procedió a disolver la Dirección Nacional Liberal y a deponer de su cargo a Parra.
Rafael Uribe planeó la guerra con la intención de deponer al gobierno nacionalista, que según sus cálculos no debía perdurar mucho más de tres meses, tiempo solamente preciso para realizar la meta trazado y con el que se evitaba insignificantes derramamientos de sangre. Sin embargo, el movimiento innovador se anticipó, ya que en las filas del liberalismo existía alguna desorientación, un prominente nivel de desorganización y escasa unidad de acción. Tal fallo significó que el país se enfrascó en su mucho más largo enfrentamiento civil: la guerra de los Mil Días (1899-1902), el mucho más sanguinolento asimismo, ya que dejó mucho más de cien mil fallecidos en combate.
El centro de operaciones militares de Uribe fue el departamento de Santander, primordial ámbito de la guerra; allí reclutó un ejército entero merced a su poder de convicción. Los primordiales combates se cumplieron en La Tribuna, Piedecuesta, Bucaramanga, Peralonso, Terán, Gramalote, Palonegro, San Juan Nepomuceno, Cuchilla del Ramo, San Cristóbal, Gachalá, Magangué, Orejas, Juan Gordo, Corozal, Sincelejo, Tenerife y Ciénaga. En 2 de estas peleas Rafael Uribe Uribe mostró ser un auténtico héroe.
En diciembre de 1899 sucedió la guerra de Peralonso. Las tropas de Uribe Uribe estaban deprimidas, ya que en el reciente combate de Bucaramanga habían sufrido una derrota por la imprudencia de 2 de sus coroneles y la juventud de las tropas. En Peralonso, los ejércitos conservadores se encontraban protegidos en el puente de La Laja y se preveía una derrota de las fuerzas revolucionarias.
Sin embargo, Uribe dirigió la operación con el permiso de Benjamín Herrera, quien jamás fue amigo de el, por ser recíproca la antipatía y muy diferentes sus concepciones, si bien los dos combatieron en la revolución movidos por la lealtad y el respeto al ideal liberal mucho más que por un comprensión mutuo. Fue Peralonso entre las escasas oportunidades en que los 2 máximos líderes liberales en la guerra de los Mil Días se pusieron en concordancia y pasaron sobre los criterios de ciertos que se sentían vencidos. Planeó Rafael Uribe agredir por sorpresa las tropas contrincantes; unida a su ímpetu político, fue esta la enorme característica del personaje: su aptitud para las actuaciones heroicas agobiadas.
Efectivamente, tras reposar un rato, a las 4 de la tarde entregó al general Leal su testamento a fin de que se lo hiciese llegar a la familia y solicitó a la tropa diez voluntarios para arrancar el ataque. Acompañado del recién ascendido capitán Saúl Zuleta y de la achicada cuadrilla, inició una incontenible carga hasta la próxima trinchera contrincante, que atacaron y han tomado consiguiendo una resonada victoria.
Un par de meses después en Terán, el aguerrido general volvió a arrancar otra imprudente misión, en esta ocasión acompañado por sesenta hombres, contra el Estado Mayor del ejército nacionalista acantonado en una vivienda y defendido por 2 mil quinientos soldados, misión en la que asimismo salió vencedor, consiguiendo imponer la rendición a los sorprendidos jefes contrincantes. Tales lances le dieron una bien ganada popularidad de héroe y de general victorioso, mas no sanguinolento, ya que siempre y en todo momento respetó la propiedad y opiniones extrañas y trató a los vencidos con conocida humanidad.
Luego de las victorias de Peralonso y Terán, el general Uribe planeó, estratégica y tácticamente, seguir incontenible sobre Bogotá. La dirección de la revolución se lo impidió, y se causó la guerra de Palonegro, donde se desatendieron sus recomendaciones y las del general Herrera para el avance del combate, y donde las tropas liberales fueron derrotadas y humilladas.
Con unas muy maltrechas fuerzas se embarcó en el Oponcito y se dirigió al departamento de Bolívar, pero no ha podido efectuar sus proyectos de guerra por no haberse encontrado a tiempo con las fuerzas del general Durán. Se internó en Venezuela con el objetivo de buscar armas, que no logró; viajó entonces a Nueva York con exactamente el mismo propósito, pero los desenlaces fueron negativos. Consciente de que el desangre no acarreaba a nada y de que Panamá corría ahora serio riesgo, ha propuesto la paz, pero su palabra no fue escuchada.
Regresó a Colombia, con el objetivo de retomar la guerra: entró por Venezuela, organizó un ejército de 2 mil hombres, venció en San Cristóbal, prosiguió entonces al Casanare con la intención de regresar a llevar a cabo la ruta libertadora y caer sobre Bogotá, llegó a la provincia del Guavio y al no recibir el acompañamiento oportuno de Mac-Allister, su ejército fue derrotado. Retornó a los planos y de allí partió para el departamento del Magdalena y continuó batallando hasta el momento en que se firmó la paz.
Tras 1.128 días de guerra, el país estaba en una desolación total. El vicepresidente Marroquín había depuesto al presidente Sanclemente en un golpe de Estado realizado el 31 de julio de 1900. El enfrentamiento había llegado a un punto fallecido ya que el gobierno era impotente para develar la revolución y los liberales eran inútiles de vencer al gobierno conservador. Pero lo mucho más grave era que el istmo de Panamá corría riesgo, ya que los Estados Unidos habían situado tropas en esa estratégica situación, violando de este modo la integridad del territorio nacional con la anuencia del gobierno colombiano.
Frente tan frágil situación, los 2 jefes liberales, en general Rafael Uribe Uribe y Benjamín Herrera, realizando gala del mucho más puro y sincero nacionalismo, y intentando encontrar conjurar la intromisión de norteamérica en Panamá, eligieron claudicar: Uribe, el 24 de octubre de 1902, en la hacienda Neerlandia, firmó un tratado de paz con el general gobiernista Florentino Manjarrés. Por su parte, Herrera pactó la paz en el acorazado Wisconsin, el 21 de noviembre de 1902, en la bahía de Panamá. El Tratado de Neerlandia fue decoroso para los liberales ya que les reconoció su categoría de beligerantes y se acordaron garantías plenas para los en compromiso con la revolución.
Jefe del partido liberal
La guerra de los Mil Días, el desgaste del enfrentamiento y las secuelas que produjo modificaron de a poco las concepciones de Uribe Uribe, que de un exaltado belicista pasó a ser un estadista partidario de la paz. Consciente de que había perdido la guerra, decidió asumir la dirección del partido liberal para darle un nuevo rumbo. En 1909 se transformó otra vez en el único gerente del liberalismo en la cámara baja. Allí descolló por su fogosa oratoria, pero asimismo por su oportuno y prominente nivel de análisis, erudición y precisión. Fustigó al régimen conservador y demandó la independencia de voto y expresión para el liberalismo, para lo que recurrió, alguna vez, a la amenaza de una exclusiva conflagración. En 1911 fue escogido senador de la República por los departamentos de Antioquia y Caldas.
Antes, en 1905, había sido nombrado diplomático. Viajó entonces como ministro de Colombia a Chile, Argentina y Brasil. A su paso por el Ecuador estudió sobre los territorios fronterizos y rindió un pormenorizado informe. En Lima medió representando a Colombia en el pleito de fronteras entre Perú y Ecuador. De Chile sacó enormes enseñanzas militares para Colombia. En Argentina clarificó la situación del país sobre el atropello de Panamá. En el Brasil, en Río de Janeiro, dictó una esencial charla en la Sociedad Geográfica, que tituló "Colombia", y el año siguiente (1907) participó en la Tercera Conferencia Panamericana, donde fijó esenciales criterios sobre los diferendos lindantes. En 1908 participó por Colombia en el Primer Congreso Científico Panamericano.
A su regreso de la vida diplomática, en 1907, se transformó en el jefe indiscutible del derrotado partido liberal y también inició un atrayente desarrollo para restituir al liberalismo su viejo poderío. En 1910, intuyendo gravísimas amenazas totalitarias, solicitó que se organizara la democracia para llevar a cabo de ella algo mucho más que una oración: que se aumentaran sus mecanismos participativos, se evitaran las retardas y las discusiones estériles y se cumpliesen de forma mucho más determinante las funcionalidades sociales. Exigió una mayor representación de los conjuntos y las profesiones en el Parlamento, para sobrepasar el clásico esquema liberal-conservador y por departamentos, y que hubiera representantes de los gremios: la agricultura, el comercio, la minería, los obreros, etcétera.
Las diferencias entre los 2 jefes naturales del partido liberal, Uribe y Herrera, quienes, como se dijo, no congeniaban, fueron muy conocidas, más que nada en torno al Republicanismo o Unión Republicana, ya que mientras que Herrera fue entre los forjadores de ese movimiento y reguló a 16 liberales y seis conservadores para ofrecerle el triunfo a Carlos Y también. Restrepo en frente de José Vicente Concha en las selecciones de presidentes del 15 de julio de 1910, Uribe Uribe no fue amigo de la Unión Republicana, al punto que, para las selecciones de 1913, solicitó al liberalismo que votase por José Vicente Concha, contra el candidato republicano Nicolás Esguerra, que era liberal.
El 15 de octubre de 1914, en el momento en que Rafael Uribe Uribe se dirigía al Congreso, fue bárbaramente agredido por los obreros Jesús Carvajal y Leovigildo Galarza, quienes lo abatieron a golpes de hachuela. Pese a los sacrificios para salvarle la vida, murió en la madrugada del día 26. Sin rincón a inquietudes, Rafael Uribe Uribe fue una de las considerables figuras de la vida nacional de finales del siglo XIX y principios del XX. Fue un mártir de la intolerancia política, sacrificado en labras de sus especiales políticos, como antes lo fueron Antonio José de Sucre y Julio Arboleda, y como después lo serían Jorge Eliécer Gaitán, Jaime Pardo Leal, Luis Carlos Galán Sarmiento, Bernardo Jaramillo Ossa y Carlos Pizarro León-Gómez.
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