La historia de la civilización está escrita por las mujeres y hombres quea lo largo de los siglos, gracias a sus obras, sus pensamientos, sus creaciones o su talento; han originado queel género humano, de una forma u otra,progrese.
Ya sea inspirando a otras personas o siendo una pieza esencial de la acción. Rafael Tejeo es una de esas personas cuya vida, en verdad, merece nuestra atención por el grado de influencia que tuvo en la historia.Comprender la existencia de Rafael Tejeo es comprender más acerca de periodo preciso de la historia del ser humano.
Si has llegado hasta aquí es porque tienes consciencia de la relevancia que tuvo Rafael Tejeo en la historia. Cómo vivió y lo que hizo mientras permaneció en el mundo fue determinante no sólo para quienes frecuentaron a Rafael Tejeo, sino que a caso produjo una señal mucho más vasta de lo que logremosconcebir en la vida de gente que tal vez jamás conocieron ni conocerán ya jamás a Rafael Tejeo personalmente.Rafael Tejeo ha sido una de esas personas que, por alguna razón, merece ser recordado, y que para bien o para mal, su nombre nunca debe borrarse de la historia.
Conocer las luces y las sombras de las personas significativas como Rafael Tejeo, personas que hacen girar y evolucionar al mundo, es una cosa esencial para que podamos poner en valor no sólo la existencia de Rafael Tejeo, sino la de toda aquellas gentes que fueron inspiradas por Rafael Tejeo, gentes a quienes de de una forma u otra Rafael Tejeo influenció, y sin duda, comprender y entender cómo fue el hecho de vivir en el periodo histórico y la sociedad en la que vivió Rafael Tejeo.
(Caravaca, 1798 - Madrid, 1856) Pintor español. Discípulo de José Aparicio en Madrid, estudió asimismo en Roma (1824-1827). En su obra, de raíz neoclásica, se advierte al unísono una profunda visión romántica de la vida; cultivó los temas mitológicos y otros de gusto romántico. Fue asimismo un enorme retratista.
Tras comenzar su capacitación académica en la Real Sociedad de Amigos del País de Murcia, Rafael Tejeo pasó a la Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid, donde tuvo como primordial profesor a José Aparicio, y depuró su técnica al lado de Fernando Branbila, pintor italiano afincado en España. En 1824 decidió agrandar sus entendimientos en Roma por su cuenta. En el viaje de ida a la ciudad más importante italiana su barco naufragó, si bien tuvo la fortuna de ser recogido por unos marineros. Enfermo y sin dinero, llegó por último a su destino, donde solo su entusiasmo artístico le dejó proseguir adelante.
En Roma fue alumno de Camuccinni y se entregó al estudio de los profesores de la escuela boloñesa, en especial de la obra de los Carraci y Guido Reni, tal como al conocimiento de las técnicas de los pintores barrocos. Desde Italia envió a España cuadros como La curación de Tobías y una Magdalena penitente que se exhibió en el Museo del Prado.
Un año tras regresar a Madrid (1827) fue nombrado integrante de mérito de la Academia de San Fernando merced al cuadro Lucha de Hércules y Anteo. Su bien formado gusto tradicional y su segura técnica le dejaron acometer compañías pictóricas tan complicadas como la Comunión de San Jerónimo (1829), el Combate de centauros y lapitas o Diana asombrada en el baño por Acteón, proyectos que le hicieron célebre entre sus contemporáneos, pese a una artificiosidad, bastante obligada, en la composición y el color.
A lo largo de años presentó proyectos a las exposiciones nacionales de Bellas Artes, y si no desfalleció en la representación de fundamentos mitológicos y individuos tradicionales, desde Faetón hasta la reina Cleopatra, tampoco despreció el tema sacro y el retrato de políticos, aristócratas y artistas de su época, series que la posteridad ha amado admitir como lo destacado de su arte por la elegancia de la ejecución, la verosimilitud y la viva caracterización de los modelos, valores que lo inscribían entre lo destacado del romanticismo pictórico. Algunos retratos geniales son los de Pedro Benítez y su hija, José María Benítez Bragaña (su cuñado), Juan Antonio Ponzoa, Señora con sus hijos, Niña sentada y Pedro Martínez Godoy.
En 1839 fue nombrado teniente directivo de pintura de la Academia de San Fernando y, tres años después, directivo honorario, cargos a los que renunció en 1846. Pintó para el Ayuntamiento de Madrid, el Ministerio de Estado, el Casino de la Reina y el Palacio Real, donde efectuó al temple la Caída de Faetón. Un año antes de su muerte concurrió a la Exposición Universal de París con la obra Atentado contra los Reyes Católicos en la tienda de los marqueses de Moya. Otras proyectos de interés son Isabel II, Francisco de Asís, Cleopatra, San Sebastián, La Virgen de los Dolores y Bandido contemplando la cabeza de su compañero puesta en un palo para escarmiento.
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Las sutilezas y las peculiaridades que llenan nuestras vidas son siempre fundamentales, ya que perfilan la diversidad, y en el tema de la vida de una persona como Rafael Tejeo, que detentó su relevancia en un momento histórico concreto, es esencia intentar ofrecer un panorama de su persona, vida y personalidad lo más rigurosa posible.
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