Rafael Alberti

La historia universal está escrita por aquellos hombres y mujeres queen el paso de los años, gracias a sus obras, sus pensamientos, sus creaciones o su talento; han ocasionado quela sociedad, de un modo u otro,prospere.

Ya sea inspirando a más personas o tomando parte de la acción. Rafael Alberti es una de las personas cuya vida, en efecto, merece nuestra atención debido al grado de influencia que tuvo en la historia.Conocer la vida de Rafael Alberti es conocer más acerca de periodo preciso de la historia de la humanidad.

Las biografías y las vidas de personas que, como Rafael Alberti, cautivan nuestra curiosidad, tienen que ayudarnos en todo momento como referencia y reflexión para ofrendar un marco y un contexto a otra sociedad y otra etapa de la historia que no son las nuestras. Intentar entender la biografía de Rafael Alberti, el motivo por el cual Rafael Alberti vivió como lo hizo y actuó del modo en que lo hizo durante su vida, es algo que nos impulsará por un lado a conocer mejor el alma del ser humano, y por el otro, la forma en que avanza, de forma implacable, la historia.

Vida y Biografía de Rafael Alberti

(Puerto de Santa María, 1902 - 1999) Poeta español, integrante de la Generación del 27. Sus progenitores pertenecían a familias de origen italiano estables en la zona y dedicadas al negocio vinícola. Las usuales ausencias del padre por causas de trabajo le dejaron medrar libre de toda tutela, corriendo por las dunas y las salinas a riberas del mar en compañía de su leal perra Centella.

Aquella niñez desentendida, abierta al sol y a la luz, empezó a ensombrecerse en el momento en que debió entrar en el instituto San Luis Gonzaga de El Puerto, comandado por los jesuitas de una manera rigurosamente clásico. Alberti se ahogaba en las salas de aquel lugar donde la enseñanza no era algo vivo y incitante sino más bien un grupo de recias y monótonas reglas a las que había que someterse. Se interesaba por la historia y el dibujo, pero parecía completamente negado para el resto materias y era inútil de aguantar la especialidad del centro.

A las faltas de asistencia prosiguieron las reprensiones por la parte de los instructores y de su familia. Quien varios años después recibiría el Premio Cervantes de Literatura no terminó el cuarto año de bachillerato y en 1916 fue expulsado por mala conducta. En 1917 la familia Alberti se trasladó a Madrid, donde el padre veía la oportunidad de acrecentar sus negocios. Rafael había decidido proseguir su vocación de pintor, y el hallazgo del Museo del Prado fue para él definitivo. Los dibujos que hace en esta temporada el joven Alberti prueban ahora su talento para capturar la estética del vanguardismo mucho más adelantado, hasta el punto de que no va a tardar en hallar que ciertas de sus proyectos sean expuestas, primero en el Salón de Otoño y después en el Ateneo de Madrid.

No obstante, en el momento en que la carrera del nuevo artista comienza a despuntar, un hecho triste le va a abrir las puertas de otro modo de creación. Una noche de 1920, frente al cadáver de su padre, Alberti escribió sus primeros versos. El poeta había despertado y ahora nada detendría el torrente de su voz. Una afección pulmonar le llevó a almacenar obligado reposo en un pequeño hotel de la sierra de Guadarrama. Allí, entre los pinos y los límpidos montes, empezará a trabajar en lo que entonces va a ser su primer libro, Marinero en tierra, muy influido por los cancioneros musicales españoles de los siglos XV y XVI. Comprende entonces que los versos le llenan mucho más que la pintura, y de ahora en adelante ahora jamás volverá a dudar sobre su genuina vocación, si bien varios años después, ahora en el exilio, dedicaría ciertos de sus poemarios a la pintura y a Picasso.

Al hallazgo de la poesía prosigue el acercamiento con los versistas. De regreso a Madrid se rodeará de sus nuevos amigos de la Residencia de Alumnos. Conoce a Federico García Lorca, Pedro Salinas, Jorge Guillén, Vicente Aleixandre, Gerardo Diego, Miguel Hernández y otros jóvenes autores que van a constituir el mucho más refulgente conjunto poético del siglo. Cuando en 1925 su Marinero en tierra reciba el Premio Nacional de Literatura, el que ciertos populares llamaban "angosto pintorcillo medio tuberculoso que distrae sus horas realizando versos" se transforma en una figura descollante de la lírica.

De aquel conjunto de versistas hechizados por el surrealismo, que escribían entre risas juveniles versos intencionadamente absurdos o excelentes, brotó en 1927 la iniciativa de rendir homenaje, con motivo del tricentenario de su muerte, al profesor del barroco español Luis de Góngora, olvidado por la civilización oficial. Con el entusiasmo que les caracterizaba organizaron un sinfín de actos que acabaron en el Ateneo de Sevilla, donde Salinas, Lorca y nuestro Alberti, entre otros muchos, recitaron sus poemas en honor del insigne cordobés. Aquella bella idea fortaleció sus nudos de amistad y supuso la determinante consolidación de la llamada Generación del 27, personaje principal de la segunda edad de oro de la poesía de españa.

En los años siguientes Rafael Alberti atraviesa una profunda crisis existencial. A su insuficiente salud se unirá la carencia de elementos económicos y la pérdida de la fe. La evolución de este enfrentamiento interior puede rastrearse en sus libros, desde los versos futuristas y también renovadores de Cal y canto hasta las inescrutables tinieblas de Sobre los ángeles. El poeta exhibe de repente su rostro mucho más fatalista y afirma hallarse "sin luz para toda la vida". Su alegría desbordante y su ilusionada visión de todo el mundo quedan atrás, dejando paso a un espíritu torturado y débil que se interroga sobre su misión y su sitio en el planeta. Se trata de una prueba de fuego de la que renacerá con mucho más fuerza, proveído de novedosas convicciones y nuevos especiales.

En adelante, la pluma de Alberti se planteará menear la conciencia dormida de un país que está a puntito de vivir entre los capítulos mucho más sanguinolentos de su crónica: la Guerra Civil. Ha llegado el instante del deber político, que el poeta acepta sin reservas, con toda la vehemencia de que es capaz. Participa activamente en las revueltas estudiantiles, apoya el advenimiento de la República y se afilia al Partido Comunista, lo que le conllevará graves enemistades. Para Alberti, la poesía se convirtió en una manera de mudar el planeta, en un arma que se requiere para el combate.

En 1930 va a conocer a María Teresa León, la mujer que mucho más honda huella dejó en él y con la que compartió los instantes mucho más esenciales de su historia. Dotada de claridad política y talento literario, esta infatigable luchadora por la igualdad femenina dispersó con su fuerza y su valentía todas y cada una de las inquietudes del poeta. Con ella creó la gaceta revolucionaria Octubre y viajó por vez primera a la Unión Soviética para ayudar a una asamblea de escritores antifascistas.

El dramático estallido de la Guerra Civil en 1936 fortaleció si cabe su deber con el pueblo. Enfundado en el mono azul de los milicianos, cooperó en socorrer de los bombardeos los cuadros del Museo del Prado, acogió a intelectuales de todo el planeta que se unían a la pelea a favor de la República y llamó a la resistencia en el Madrid asediado, recitando versos urgentes que desde la ciudad más importante del país llegaron a los campos de guerra mucho más lejanos.

Al finalizar la contienda, como muchos españoles que se veían abocados a un dudoso destino, Rafael Alberti y María Teresa León abandonaron su patria y se trasladaron a París. Allí residieron hasta el momento en que el gobierno de Philippe Pétain, que les consideraba peligrosos componentes marxistas, les retiró el permiso de trabajo. Ante la amenaza de las tropas alemanas, en 1940 eligieron atravesar el Atlántico con rumbo a Chile, acompañados por su amigo Pablo Neruda.

El exilio de Rafael Alberti fue largo. No regresó a España hasta 1977, tras haber vivido en Buenos Aires y Roma. Esperó a que el general Francisco Franco estuviera fallecido para rencontrarse con ciertos viejos amigos y conocer que en su tierra no solo le recordaban, sino las novedosas generaciones leían ávidamente su poesía. Su corazón no cobijaba rencor: "Me fui con el puño cerrado y vuelvo con la mano abierta". El mismo año de su llegada el Congreso de los Diputados le abrió sus puertas, tras ser escogido por las listas del Partido Comunista, pero no tardó en renunciar al escaño por el hecho de que frente todo deseaba estar en contacto con el pueblo al que había cantado en tantas ocasiones.

Desconcertado y regocijado, asistió a recitales, charlas y homenajes tumultuarios en los que se ensalzaba su figura de poeta puesto en compromiso con la causa de la independencia. Fue distinguido con todos y cada uno de los premios literarios que un escritor vivo puede recibir en España, pero renunció al Príncipe de Asturias por sus convicciones republicanas. En la madrugada del 28 de octubre de 1999 murió plácidamente en su casa de El Puerto de Santa María, al lado de las playas de su niñez, y en aquel mar que le pertenecía fueron desperdigadas sus cenizas de marinero que debió vivir anclado en la tierra.

La poesía de Rafael Alberti

Sus primeras poesías han quedado agarradas bajo el título de Marinero en tierra, libro que consiguió el Premio Nacional de Literatura (1924-25), concedido por un jurado que integraban Antonio Machado, Ramón Menéndez Pidal y Gabriel Miró. A Marinero en tierra prosiguieron La Amante (1925) y El alba de alelí (1925-26).

En estos primeros libros, Rafael Alberti se revela como un virtuoso de la manera con influjos de Gil Vicente, los anónimos del Cancionero y Romancero españoles, Garcilaso de la Vega, Luis de Góngora, Lope de Vega, Gustavo Adolfo Bécquer, Charles Baudelaire, Juan Ramón Jiménez y Antonio Machado. La suya es una poesía "habitual" -como explicó Juan Ramón Jiménez-, "pero sin acarreo simple; personalísima; de tradición de españa, pero sin retorno insignificante; novedosa; fría y acabada al unísono; rendida, ágil, divertida, parpadeante: andalucísima".

La etapa neogongorista y humorista de Cal y canto (1926-1927) marca la transición de este creador a la etapa surrealista de Sobre los ángeles (1927-1928). Esta última piensa en su obra la irrupción beligerante del verso libre y de un lenguaje simbólico y onírico, rotas ahora las ataduras con la tradición previo. Los ángeles se muestran como representaciones de las fuerzas del espíritu, íntimamente similares con los ángeles del Antiguo Testamento.

A partir de entonces su obra deriva al tono político al afiliarse nuestro poeta al partido comunista. Esta actitud le transporta a estimar su obra previo como un cielo cerrado y una contribución irremediable a la poesía burguesa. "Antes -escribió Alberti- mi poesía se encontraba al servicio de mí y unos pocos. Hoy no. Lo que me impulsa a ello es exactamente la misma razón que desplaza a los obreros y a los campesinos: esto es una razón revolucionaria."

La poesía de Alberti cobra de esta forma poco a poco más un tono irónico y desgarrado con usuales caídas en el prosaísmo y el mal gusto. Así los poemas burlescos Yo era un imbécil y lo que he visto me hizo 2 tontos (1929), Sermones y moradas (1929-1930) y la elegía civil Con los zapatos puestos debo fallecer (1930). A partir de 1931 abordó el teatro, estrenando El hombre despoblado y El adefesio. Recorrió entonces con su mujer María Teresa León múltiples países de Europa, pensionado por la Junta de Ampliación de Estudios, para estudiar las novedosas tendencias del teatro. En 1933 escribió Consignas y Un espectro recorre Europa, y en 1935, 13 bandas y 48 estrellas.

Tras la guerra civil, ahora en el exilio, publicó en Buenos Aires A la pintura: Poema del color y la línea (1945) y un volumen que comprende la prácticamente integridad de su obra lírica, Poesía. La última voz de Alberti de esa temporada (reincidente en el primer tono neopopular) se nos hace aparición henchida de melancolia por la patria, como se puede ver en especial en Retornos de lo vivo lejano (1952). Otros títulos de esta etapa son Baladas y canciones del Paraná (1953), Abierto en todo momento (1964), Roma, riesgo para paseantes (1968), Los ocho nombres de Picasso (1970) y Canciones del prominente valle del Aniene (1972).

Tras su regreso a España en 1977, su producción poética continuó con exactamente la misma intensidad, prolongándose sin grietas hasta muy avanzada edad. De entre los muy varios libros publicados cabe nombrar Fustigada luz (1980), Lo que canté y dije de Picasso (1981), Versos sueltos de cada día (1982), Golfo de sombras (1986), Incidente. Poemas del hospital (1987) y Canciones de Altair (1988). En los años ochenta publicó una continuación a su autobiografía, iniciada en 1942, La arboleda perdida. Memorias.

Colabora para ampliar la biografía de Rafael Alberti

¿Qué te ha parecido la biografía de Rafael Alberti? ¿Has podido leer la información que esperabas hallar?

Indudablemente llegar a comprender a Rafael Alberti es algo que está reservado a un grupo limitado de personas, y que intentar reconstruir quién fue y cómo fue la vida de Rafael Alberti es una suerte de puzzleque probablemente podamos rehacer si cooperamos conjuntamente.

Por esta razón, si eres del tipo de personas que creen en que colaborando se puede hacer algo mejor, y tienes información acerca de la existencia de Rafael Alberti, o en relación con algún matiz de su personalidad u obra que no se observe en esta biografía, te solicitamos que nos lo envíes.

Los matices y las sutilezas que ocupan nuestras vidas son en todos los casos esenciales, ya que perfilan la diversidad, y en el caso de la vida de una persona como Rafael Alberti, que tuvo su importancia en un momento histórico concreto, es imprescindible tratar de brindar una visión de su persona, vida y personalidad lo más precisa posible.

contacta con nosotros para contarnos qué conocimientos posees sobre Rafael Alberti. Estaremos complacidos de completar esta biografía con más información.