Plinio el Viejo

La historia universal la narran aquellas personas queen el paso de los años, gracias a su forma de actuar, sus ideales, sus hallazgos o su arte; han ocasionado quela humanidad, de un modo u otro,progrese.

Ya sea inspirando a otros seres humanos o formando parte de la acción. Plinio el Viejo es una de esas personas cuya vida, en efecto, merece nuestra atención debido al nivel de influencia que tuvo en la historia.Comprender la existencia de Plinio el Viejo es conocer más acerca de época determinada de la historia del ser humano.

Si has llegado hasta aquí es porque tienes conocimiento de la importancia que tuvo Plinio el Viejo en la historia. La manera en que vivió y aquello que hizo durante el tiempo que permaneció en el mundo fue decisivo no sólo para las personas que conocieron a Plinio el Viejo, sino que a lo mejor dejó una señal mucho más insondable de lo que logremosconcebir en la vida de gente que tal vez jamás conocieron ni conocerán ya nunca a Plinio el Viejo de modo personal.Plinio el Viejo ha sido una de esas personas que, por alguna razón, merece ser recordado, y que para bien o para mal, su nombre jamás debe borrarse de la historia.

Vida y Biografía de Plinio el Viejo

(Cayo Plinio Segundo; Comum, el día de hoy Como, de hoy Italia, 23 - Stabies, el día de hoy Castelllammare di Stabia, id., 79) Escritor latino de cuyas proyectos se guarda su Historia natural, obra universal que a lo largo de la Edad Media fue considerada máxima autoridad en materia científica. Tras estudiar en Roma, a los veintitrés años inició su trayectoria militar en Germania, que habría de perdurar 12 años. Llegó a ser comandante de caballería antes de regresar a Roma, en el año 57, para entregarse al estudio y el cultivo de las letras. A partir del año 69 desempeñó múltiples cargos oficiales al servicio del emperador Vespasiano. Agudo espectador, fue creador de ciertos tratados de caballería, una historia de Roma y múltiples crónicas históricas, el día de hoy perdidas. Únicamente se guarda su Historia natural (77), que entiende 37 libros y está encargada de Tito. Escrita en un lenguaje claro y con un rico vocabulario, tiene dentro cantidad considerable de información sobre las mucho más distintas disciplinas y forma un considerable tratado enciclopédico que junta todo el comprender de la Antigüedad.

Forman una hermosa fuente de información sobre la vida de Plinio el Viejo ciertas cartas de su sobrino Plinio el Joven, además de las novedades que tienen la posibilidad de extraerse de su obra más esencial y de la corto biografía seudo-suetoniana que la precede en los códices. Como varios jóvenes de la burguesía itálica, Cayo Plinio Segundo marchó próximamente de la provincia a Roma para proseguir sus estudios y arrancar una profesión. Había entrado hacía poco en la abogacía en el momento en que tuvo que dejar la ciudad más importante para cumplir el servicio militar de levas en Germania, donde, entre los años 47 y 51, sirvió en la caballería bajo el mando de Domicio Corbulón.

Nada sabernos de su trayectoria en los años siguientes, pero es posible, como se deduce de una alusión de su sobrino, que se sostuviera distanciado de la vida pública por hostilidad al gobierno y a la corte de Nerón. Recibió, en cambio, esenciales cargos de seguridad, en reconocimiento a su aptitud, en tiempos de Vespasiano y de Tito. Según una ingeniosa reconstrucción, no en todos los casos apoyada en documentos, habría sido procurador en la Galia Narbonense (69?), en la provincia de África, y después en España (73) y en la Galia Bélgica (74); pero mientras que la "procuratio" en la España Tarraconense (aun siendo dudosa la fecha) está comprobada por una alusión autobiográfica, las otras siguen siendo hipotéticas.

El propio Plinio asegura, en cambio, que fue "contubernalis" del emperador Tito, muy creíblemente como oficial de estado mayor en Palestina; esta novedad hace mucho más aceptable un testimonio epigráfico (en caso contrario bastante dudoso) que le asigna la "procuratio" en Siria. Esta sería, ya que, la primera ejercida por él, y podría situarse en la temporada de los tumultos producidos en aquella provincia a lo largo de la guerra judía (70). Sabemos además de esto que en sus últimos años acostumbraba a dirigirse cotidianamente, antes de salir el sol, al palacio del emperador Vespasiano (si bien él acostumbraba a trabajar a la noche), quizá en calidad de asesor privado.

Plinio el Viejo era prefecto de la flota en Puerto Miseno en el momento en que, en el año 79, halló la desaparición en la conocida erupción del Vesubio que destrozó y enterró Pompeya y Herculano. La última día de su tío es contada con varios datos por Plinio el Joven en una conocida carta a Tácito (Epístolas, VI, 16): a la una de la tarde, su hermana le llamó la atención sobre una gigantesca nube de manera extraña que apareció en el horizonte. Lleno de curiosidad, se disponía a subir a una embarcación rápida para estudiar el fenómeno de cerca en el momento en que le llegaron las primeras necesidades de socorro. Hizo entonces echar al mar los cuadrirremes para poner seguro al mayor número viable de personas, y se dispuso a dirigirse al rincón de riesgo, en el fondo del golfo. Desde cubierta no cesaba de realizar visualizaciones sobre el esencial y pavoroso fenómeno, dictando notas a su escribiente.

Habiendo atravesado el golfo bajo una lluvia de cenizas y casquijos de lava, y siendo ahora inalcanzable la costa de Herculano y Pompeya, llegó a Stabia, a casa de su amigo Pomponiano, y descansó allí apaciblemente, tras haberse bañado y de haber cenado. Pero por la mañana siguiente, en el momento en que asimismo aquella pequeña localidad fue atacada de lleno por la furia del volcán y todos intentaban ponerse seguro en el mar, Plinio, al llegar a la playa, cayó atacado de un colapso cardiaco, abrumado por los vapores sulfúreos que contaminaban el aire.

Una atrayente carta de su sobrino a Bebbio Macro (Epístolas, III, 5) nos ofrece asimismo a comprender una costosa día de Plinio. Por ella entendemos de qué forma sus lecturas metódicas, sus habituales talentos de espectador, sus usuales apuntes, tal como las muchas horas sustraídas al sueño y a la mesa, le habían tolerado agarrar, aun en la mitad de sus pesadas ocupaciones prácticas a las que atendía puntualmente, aquel inmenso material erudito que solo en parte empleó en sus proyectos; tras su fallecimiento, el resto quedó reunido en 160 legajos llenos de apretada escritura. "Acre ingenium, incredibile studium, summa vigilantia": estas son las considerables talentos que exalta en él Plinio el Joven. En verano y en invierno, entre la medianoche y las tres, ahora se encontraba levantado, y salvo breves interrupciones dedicadas metódicamente al reposo, su actividad proseguía infatigablemente hasta la noche; asimismo a lo largo de la comida, o en el momento en que viajaba, tenía al lado de sí a un lector, para eludir la menor pérdida de tiempo. Y jamás renunciaba a tomar apuntes: acostumbraba a decir, de hecho, que no había libro tan malo que no contuviese algo útil y digno de ser aprendido.

En esa carta nos ofrece Plinio el Joven el catálogo terminado de las proyectos de Plinio por orden cronológico. Durante el servicio militar en Alemania escribió el pequeño tratado De iaculatione equestri, fruto de su experiencia directa. En memoria de un amigo, poeta trágico que había sido asimismo compañero de armas, compuso en los primeros años tras el 50 la biografía en 2 libros De vita Pomponi Secundi. Los Bellorum Germaniae libri XX, que lo tuvieron ocupado a lo largo de bastante tiempo (47-54?), contenían la relación de todas y cada una de las guerras de los romanos en Germania y esencialmente tenían por objeto festejar la memoria de Druso y de Germánico.

A esta obra le prosiguieron (cerca del año 60) los tres libros del Studiosus (organizados, no obstante, en seis volúmenes gracias a su destacable extensión), en los que Plinio el Viejo daba consejos referentes a los estudios y a la preparación del orador; de los últimos tiempos del principado de Nerón (65-68) son los Dubii sermoniis libri VIII, que intentaban cuestiones gramaticales. Los treinta y un libros de A fenezca Aufidii Bassi, escritos entre los años 68 y 77, forman una historia cuyos límites cronológicos precisos no conocemos (quizá, si a de año en año se encontraba dedicado un libro, del 41 al 77), pensada como una continuación de la historia aufidiana; en ella Plinio el Viejo se planteaba exaltar a los Flavios en oposición a la dinastía Julia-Claudia, que había dejado un triste recuerdo con su último gerente, Nerón.

La Historia Natural de Plinio el Viejo

Pero el nombre de Plinio el Viejo está relacionado a su última y más esencial obra, que es asimismo la única que llegó hasta nosotros, la Historia natural. Presentada por Plinio a Tito (a quien había dedicado la obra) en el año 77, fue lanzada por su sobrino en el año 79, con inclusión de otro libro (el I) que tiene dentro el catálogo de las fuentes y un sumario general de la obra. Plinio prosigue en la Historia natural la estela de Varrón en lo que se refiere a tendencias culturales y procedimiento de investigación, y consigue una situación de primacía entre los escritores enciclopedistas. Por esta obra, mina insaciable de novedades científicas y de curiosidades, la Edad Media le reconoció popularidad de sabio universal; asimismo los investigadores modernos le son deudores de infinitas aclaraciones sobre el planeta viejo.

La metodología seguida por Plinio el Viejo se enfrenta completamente al término moderno de las ciencias naturales. Al opuesto que Aristóteles en su Zoología o de Teofrasto en su Botánica, no averiguó sobre las causas filosófico-naturales ni recogió hechos para conseguir conclusiones científicas. Pese a ello, las declaraciones sin fundamento, las fábulas, las exageraciones y la creencia en la magia y en la superstición de la Historia Natural influyeron en la conformación de la teoría científica y médica de los siglos siguientes. Tal predominación no es extraña a la capacidad con la que Plinio el Viejo reunió de forma metódica hechos sin relación entre sí, a su aptitud de arreglar en datos ignorados por otros, y a los entretenidos cuentos en los que mezcló hechos reales con datos falsos. En el siglo XIX los estudios latinos recalcaron la relevancia histórica de esta obra como entre los mucho más enormes monumentos literarios de la antigüedad tradicional.

La Historia natural se constituye de treinta y siete libros. El primero tiene dentro el plan general de la obra y da novedades sobre varios escritores leídos y estudiados. Los libros II-VII tratan de geografía, astronomía y antropología; los libros VIII-XI, de zoología; los libros XII-XIX, de botánica; los libros XX-XXVII, de medicina vegetal; los libros XXVIII-XXXII, de medicina animal, o sea, de cuanto puede conseguirse como medios útiles de los animales y las plantas; y los libros XXXIII-XXXVII, de mineralogía, y, de manera especial, de todo lo concerniente a los usos del vivir humano y de las artes plásticas. Verdadera enciclopedia, Plinio el Joven la definió como "obra muy amplia y erudita, y tan varia como la naturaleza". El material fue conseguido de la lectura de unos 2 mil volúmenes, y se citan cerca de quinientos escritores, entre helenos y latinos.

Con todo, no se limitó Plinio a ser un mero compilador. Su pensamiento primordial responde a la necesidad que tiene el hombre de comprender para lograr vivir. Mientras los animales -afirma- sienten cada uno de ellos su naturaleza y según ella actúan y resuelven sus adversidades, el hombre, por sí mismo, nada sabe si no lo aprende; por sí solo tan solo sabe una cosa: plañir. La condición fundamental de la vida humana radica en estudiar lo que debe el hombre comprender y saber: los sitios en que habita y los hombres entre los que vive, los puntos y los fenómenos del cielo y la tierra y, más que nada, el planeta vegetal y animal de donde se jura el sustento en el momento en que está sano y los antídotos y fármacos en el momento en que enferma.

Para la historia del arte viejo encierra especial relevancia el conjunto de los libros del XXXIII al XXXVII, que estudian la mineralogía y la manipulación de los metales y de las piedras; es el único testimonio que se ha preservado, al lado del tratado De Architectura de Vitruvio, de una rica floración de escritos sobre las artes plásticas en la antigüedad tradicional. Plinio trata del arte únicamente de una forma indirecto y desde un criterio secundario, con relación a los fines de su enciclopedia. Sin embargo, encuentra ocasión para ofrecer valiosas aclaraciones sobre muchas estatuas y pinturas que ya están entonces en Roma y para dar juicios críticos por norma general emitidos por otros autores como Antígono Caristio y el escultor de la escuela de Lisipo Jenócrates de Sicione (siglo III a. de C.); traza además un cuadro de grupo del avance del arte viejo, notabilísimo pese a sus deficiencias.

Compilador concienzudo, mucho más que especialista en las artes, Plinio se protege de señalar, como en las otras unas partes de su obra, las fuentes usadas, ofertando de este modo una bibliografía del arte viejo que es de enorme interés para la actualizada arqueología. Estos libros aplicados al arte fueron extensamente populares aun en el Renacimiento; Lorenzo Ghiberti se aprovechó de ellos para redactar sus Comentarios, y Cristóforo Landino los tradujo al italiano, adjuntado con el resto de la obra, en el año 1470.

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