Ya sea inspirando a otras personas o tomando parte de la acción. Piotr Ilich Tchaikovsky es una de esas personas cuya vida, indudablemente, merece nuestra atención por el nivel de influencia que tuvo en la historia.Conocer la existencia de Piotr Ilich Tchaikovsky es comprender más acerca de una época concreta de la historia del género humano.
(Piotr Ilich Tchaikovsky o Chaikovski; Votkinsk, Rusia, 1840 - San Petersburgo, 1893) Compositor ruso. A pesar de ser contemporáneo riguroso del Grupo de los Cinco, constituido por figuras de la talla de Borodin, Mussorgsky o Rimski-Korsakov, el estilo de Tchaikovsky no puede encasillarse en los márgenes del nacionalismo dominante entonces en su Rusia natal. De carácter cosmopolita en lo relativo a las influencias (entre ellas y en un espacio preponderante la del sinfonismo alemán, si bien no carente de elementos rusos), su música es frente todo intensamente expresiva y personal, reveladora de la personalidad del creador, complicada y atormentada.
A los años de su plácida niñez se remontan los primeros estudios teóricos y las primeras vivencias musicales, entre ellas la ópera Don Giovanni de Mozart, que dejó una huella imborrable en el ánimo del jóven. Desde entonces se dedicó siempre y en todo momento al estudio del arte, si bien, por deseo de su padre, se inscribió en la capacitad de derecho de San Petersburgo y, logrado el título de leyes, aceptó un puesto en el Ministerio de Justicia, en el que, no obstante, no continuó bastante tiempo: en 1863 renunció al empleo para lograr ayudar al curso de composición que Anton Rubinstein daba en el Conservatorio de San Petersburgo. Diplomado en 1865, fue designado por año siguiente para educar armonía en el Conservatorio de Moscú, donde desarrolló su actividad hasta 1877.
Los primeros pasos de Tchaikovsky en el planeta de la música no mostraron un particular talento ni para la interpretación ni para la creación. Sus primeras proyectos, como el poema sinfónico Fatum o la Sinfonía núm. 1 «Sueños de invierno», daban a conocer una personalidad poco definida. De inspiración simple, agradaba del lirismo efusivo y espontáneo, abierto a inflexiones idílicas o elegíacas de una agradable cantabilidad, lo que enseña el éxito posterior de sus proyectos tanto en su patria como en el extranjero.
De finales de esta etapa data la primera de sus creaciones que disfrutó de aceptación, la obertura Romeo y Julieta (1869). Esta "obertura fantasía" rehúye todo pintoresquismo para centrarse en el destino de la pareja personaje principal. Inspirada en el trágico devenir del Romeo y Julieta shakespeariano y dotada de una expresividad poco corriente, la partitura tuvo una extendida gestación: gracias a los juicios críticos de Mily Balakirev, Tchaikovsky llegó a redactar tres ediciones de exactamente la misma, la mucho más interpretada de las que es la tercera, fechada en 1880.
Solo tras la composición, ahora en la década de 1870, de partituras como la Sinfonía núm. 2 «Pequeña Rusia» y, más que nada, del célebre Concierto para piano y orquesta núm. 1 (parte virtuosista estrenada en 1875 con instantes completamente memorables, como su famosa y refulgente introducción), la música de Tchaikovsky comenzó a comprar un tono propio y característico, a veces efectista y poco a poco más dado a la melancolía. En julio de 1877 se casó con una muchacha de la que se apartó pocos meses tras la boda. Las inquietudes y amarguras de este triste episodio trastornaron su historia interior, ocasionando asimismo perjuicios a su salud; atacado de una grave depresión inquieta, abandonó entonces Rusia para recluirse en una pequeña aldea al lado del lago de Ginebra.
La madurez
Merced al sostén económico de una rica viuda, Nadejda von Meck (protectora asimismo de Debussy y a la que, paradójicamente, jamás llegaría a comprender), Tchaikovsky ha podido dedicar, desde finales de la década de 1870, su tiempo a la composición. Fruto de esa dedicación única fueron ciertas de sus proyectos mucho más bellas y auténticos, entre aquéllas que sobresalen el Concierto para violín y orquesta (1877), el ballet El lago de los cisnes (1877), la ópera Evgeny Oneguin (1878), la Obertura 1812 (1880) y Capricho italiano (1880).
De todas y cada una ellas, la mucho más famosa es su primer enorme ballet, El lago de los cisnes (1877). Pese al poco éxito de su estreno, la romántica y mágica historia amorosa entre Sigfrido y Odette, princesa transformada en cisne, es en la actualidad entre las piezas cimeras del repertorio, con números tan insignes como el Vals del acto primero, la Introducción del segundo o las danzas especificaciones del tercero.
No menos esencial es el Concierto para violín y orquesta (1877), construido en tres movimientos según el esquema de los enormes modelos tradicionales. El segundo movimiento es un andante en menor que se titula "Canzonetta", y resalta como entre los extractos mucho más conocidos de Tchaikovsky y mucho más de forma frecuente interpretados por su destacable sencillez de ejecución. La "Canzonetta" es precisamente entre las mucho más preciosas páginas de Tchaikovsky; la abatida y femenina melancolía, entre los aspectos mucho más propios y permanentes de su arte, no hace aparición aquí bajo su forma frecuente (distinción expresiva y acento graciosamente sentimental), sino más bien ajustada a un fundamento empapado de una elegancia íntima y de pura poesía, algo que ocasionalmente está en Tchaikovsky.
En 1885, ahora restituido, regresó a Rusia, y un par de años después inició una vasta da un giro de recitales por Europa y América. A la última etapa de su actividad autora forman parte la ópera La dama de picas (1890), los 2 ballets La hermosa yacente (1890) y Cascanueces (1892) y la última de sus seis sinfonías, verdadero testamento musical: la Sinfonía núm. 6 «Patética».
Estrenado en San Petersburgo el 15 de enero de 1890, La hermosa yacente es el segundo de sus enormes ballets y fue entre los primeros ejemplos del género compuestos según la regla de juntar la creación musical y la coreográfica: Tchaikovsky compuso la partitura según las advertencias del coreógrafo francés Marius Petipa. La obra nació tal como una unidad, donde la música se amolda admirablemente a la acción trágica. Destacan el vals del primer acto y las danzas del tercero, estas protagonizadas por distintos individuos de los cuentos de hadas.
Un par de años después estrenaría asimismo en San Petersburgo el ballet en 2 actos Cascanueces, cuya historia, fundamentada en un relato de Y también. T. A. Hoffmann, prescindió de la vertiente obscura y sicológica del original para transformarse en un mágico cuento de Navidad. A pesar de que fue el ballet menos apreciado por nuestro compositor, se cuenta entre aquéllos que mucho más popularidad alcanzó, gracias más que nada al divertissement que marca su punto culminante: seis danzas peculiaridades (Trepak, Danza árabe, Danza de españa, Danza china...) y el Vals de las flores.
Pocos días antes de fallecer, Tchaikovsky dirigió en Moscú su Sinfonía núm. 6 (1893), mucho más famosa con el nombre de Patética, obra en especial reveladora de la complicada personalidad del músico y del drama íntimo que rodeó su vida, atormentada por una homosexualidad reprimida y un incesante y mórbido estado depresivo. De extensas des pero dispar, esta partitura refleja, quizá mejor que las otras, las especiales especificaciones del estilo de Tchaikovsky y la volubilidad de su fantasía, que tendía a desperdigar los propios temas en vez de unirlos en una visión edificante unitaria. El mismo año de su estreno, 1893, se declaró una epidemia de cólera; contagiado el compositor, la patología puso fin a su vida.
Desde entonces se ha amado interpretar la Sinfonía núm. 6 «Patética» (y singularmente el último tiempo, que, opuestamente a la práctica sinfónica, es un movimiento retardado: "Adagio lamentoso") como la expresión de un triste presentimiento que Tchaikovsky debió tener de su próximo fin. Ciertamente, en el "Adagio lamentoso" regresa a caer sobre la orquesta la atmósfera sombría y dolorida que había abierto la sinfonía y que había quedado como olvidada en el paréntesis de los 2 "Allegros" serenos y desenvueltos, solamente rozados aquí y allí por acentos de una amable melancolía; el movimiento final, en cambio, expresa todo el mal y la amargura de un músico en extremo sensible y trágicamente escindido.
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