Si has llegado hasta aquí es porque eres consciente de la trascendencia que atesoró Pedro Solbes en la historia. La forma en que vivió y las cosas que hizo en el tiempo en que estuvo en el mundo fue decisivo no sólo para las personas que conocieron a Pedro Solbes, sino que posiblemente produjo una huella mucho más honda de lo que logremosconcebir en la vida de personas que tal vez jamás conocieron ni conocerán ya jamás a Pedro Solbes personalmente.Pedro Solbes fue un ser humano que, por alguna razón, merece no ser olvidado, y que para bien o para mal, su nombre nunca debe borrarse de la historia.
Conocer lo bueno y lo malo de las personas relevantes como Pedro Solbes, personas que hacen girar y evolucionar al mundo, es una cosa básica para que podamos valorar no sólo la vida de Pedro Solbes, sino la de todos aquellos y aquellas que fueron inspiradas por Pedro Solbes, gentes a quienes de un modo u otro Pedro Solbes influenció, y ciertamente, conocer y descifrar cómo fue vivir en el momento de la historia y la sociedad en la que vivió Pedro Solbes.
(Pinoso, Alicante, 1942) Economista y político español, ministro de Agricultura y de Economía en múltiples gabinetes socialistas de Felipe González, y comisario europeo de Asuntos Económicos y Monetarios entre 1999 y 2004. Este último año regresó a la primera línea política nacional para asumir la vicepresidencia segunda del Gobierno y, de nuevo, la compromiso de la cartera económica, en el Ejecutivo socialista de José Luis Rodríguez Zapatero.
Doctor en Ciencias Políticas y licenciado en Derecho por la Universidad Complutense de Madrid, consiguió la licenciatura en Economía Europea por el Instituto de Estudios Europeos de la Universidad Libre de Bruselas. Técnico comercial del Estado desde 1968, ocupó hasta 1973 el cargo de subdelegado y encargado regional de Comercio en Valencia. Entre 1973 y 1978 desarrolló en Bruselas trabajos de asesor comercial de la Misión de España frente a las Comunidades Europeas y participó en la renegociación del Acuerdo Preferencial con la Comunidad Europea.
Desde mayo de 1978 y hasta julio de 1979 trabajó como asesor del entonces ministro de Relaciones con las Comunidades, Leopoldo Calvo Sotelo. Con posterioridad y hasta diciembre de 1982, desempeñó el cargo de directivo general de Política Comercial en el Ministerio de Economía y Comercio, comandado por Juan Antonio García Díez.
Un par de meses tras el triunfo socialista en las legislativas de 1982, Pedro Solbes fue nombrado secretario general técnico del Ministerio de Economía y Hacienda, cuya titularidad aceptó Miguel Boyer. Desde su novedosa compromiso, formó una parte del aparato negociador para la adhesión de España a la Comunidad Europea. El 23 de octubre de 1985 fue nombrado secretario de Estado para las Comunidades Europeas en substitución de Manuel Marín. Profundo conocedor del tratado de incorporación de España a la CE, que entró en vigor en 1986, y reconocido especialista en temas agrícolas, desempeñó un papel importante a lo largo de la presidencia de españa de la Comunidad, entre enero y junio de 1989.
La reorganización del ministerio ejecutada por el presidente del Gobierno Felipe González en el tercer mes del año de 1991 puso a Solbes adelante del Departamento de Agricultura, Pesca y Alimentación, en substitución de Carlos Romero. Durante su administración, España suscribió la reforma de la Política Agraria Común (PAC).
Logró gala de un increíble talante negociador y puso en marcha medidas de urgencia para aumentar la competitividad del campo español en Europa, pero el marcado descenso de los costes agrarios provocó sonadas movilizaciones de los labradores españoles entre finales 1992 y principios de 1993. En la llamada "marcha verde", convocada por la Asociación Agraria de Jóvenes Agricultores (ASAJA), una cantidad enorme de labradores manifestaron su queja en Madrid por los pactos pactados en Europa y pidieron un aumento del presupuesto designado al ámbito agrario.
Ministro de Economía
Ministro sin afiliación, Solbes logró sostenerse extraño a las peleas del partido, a pesar de que fue contrastada su proximidad a políticos como Carlos Solchaga o Francisco Fernández Ordóñez. Tras las selecciones de 1993, fue designado ministro de Economía y Hacienda en el primer Gabinete de la V legislatura para reemplazar, exactamente, a Solchaga.
Durante sus tres años adelante del Ministerio de Economía y Hacienda en la década de los noventa, Pedro Solbes aplicó con rigor un plan de saneamiento de las cuentas públicas y de reducción del déficit, lo que le valió las críticas en ciertos campos socialistas, que lo vituperaban como portaestandarte del liberalismo.
A pesar del éxito de su política de austeridad, con la mirada puesta en la confluencia con Europa, la crisis terminal de la legislatura se propuso paradójicamente a lo largo del enfrentamiento de los capitales, en el momento en que el gobierno de Felipe González quedó en minoría en el Congreso al no tener el acompañamiento de Convergència i Unió (CiU). Al perder la votación sobre las enmiendas a la integridad, que implicaba de forma automática la devolución de los capitales, el 25 de octubre de 1995, el gobierno se vio forzado a prorrogar los de 1995, empezando de esta forma el desarrollo que condujo a la disolución adelantada de las Cortes y a la derrota del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) en las selecciones en general del 6 de marzo de 1996.
Confirmada la victoria del Partido Popular en las urnas, Solbes organizó el traspaso de poderes para ofrecer el relevo a su sustituto en el cargo, Rodrigo Rato. El ex- ministro, que había logrado acta de diputado en el Congreso por la circunscripción de Alicante, fue nombrado presidente de la Comisión Mixta Congreso-Senado para la Unión Europea. Entre 1996-1999, como presidente de esa Comisión Mixta, cooperó con la intención del gobierno de apresurar la confluencia.
Propuesto por el gobierno de José María Aznar adjuntado con Loyola de Palacio para los 2 cargos que correspondían a España, el 9 de julio de 1999 fue designado comisario de Asuntos Económicos y Monetarios en la Comisión Europea encabezada por el italiano Romano Prodi.
Comisario europeo
La primera labor en Bruselas, tras su entrada en funcionalidades en el mes de septiembre de 1999, fue la supervisión puntillosa del desarrollo que debía llenar la introducción del euro, adoptado como divisa única por 12 países el 1 de enero de 2000, hasta el punto de que próximamente comenzó a conocérsele como «Míster Euro» en los entornos comunitarios. A partir de septiembre de 2001, en la Comisión, encabezó el comité de rastreo de la transición al euro, moneda fiduciaria de los Doce desde el 1 de enero de 2002.
Su actuación mucho más enérgica, definitiva y en ciertos casos polémica fue la defensa del Pacto de Estabilidad y Crecimiento adoptado por los países pertenecientes de la moneda única en el Consejo Europeo de Amsterdam el 17 de junio de 1997, que tiene dentro distintas medidas precautorias a fin de que los déficit presupuestarios no superen el 3% del producto interior salvaje (PIB) e inclusive otras disuasorias que tienen la posibilidad de llegar hasta la imposición de sanciones a los Estados que se hagan ver recalcitrantes en el control del gasto.
Bajo su impulso, el Consejo de Ministros de Economía de la Unión Europea (Ecofin) aprobó el diez de julio de 2001 un reglamento o guía de actuación (desde las notificaciones hasta el expediente sancionador) para instar a los causantes de los Estados integrantes a proteger la especialidad fiscal y la estabilidad presupuestario. Al día después, el comisario de Asuntos Económicos y Monetarios de la Unión demandó la rigurosa app del Pacto en múltiples países, y precisó que la Comisión se encontraba preparada para abrir un expediente contra los que superaran los límites del déficit. Su argumentación logró fortuna: «Antes de la moneda única -advirtió-, las secuelas de una política deficitaria las padecía cada país, pero en este momento la factura la pagamos todos en conjunto».
En el Consejo Europeo de Sevilla festejado en el mes de junio de 2002, a iniciativa de la Comisión, 4 países (Portugal, Alemania, Francia y también Italia) fueron conminados a corregir. El primer expediente sancionador fue abierto contra Portugal, cuyo déficit público alcanzó el 4,1% del PIB en 2001, rápidamente corregido por el gobierno que se formó después de las selecciones festejadas en el mes de marzo de 2002.
La crisis en la Unión Europea reventó en el momento en que, por idea de Solbes, la Comisión decidió incoar sendos métodos de sanción contra los gobiernos de París y Berlín, cuyos capitales de 2004, por tercer año consecutivo, amontonaban déficit superiores al 3 % del PIB. La contestación conjunta de Francia y Alemania dividió al Consejo de Ministros de Economía, en el que, merced al respaldo de Bélgica, Luxemburgo y también Italia, consiguieron una muy justa mayoría para dejar en suspenso el Pacto que fija las reglas de juego de la moneda única, tras una tumultuosa asamblea que acabó en la madrugada del 25 de noviembre de 2003.
Desautorizada políticamente, si bien apoyada por España, Austria, Finlandia y los Países Bajos, la Comisión criticó un convenio que, a su juicio, suponía una violación flagrante del espíritu y la letra del Pacto. Además de acusar al Consejo de «pisar las reglas del tratado [de Maastricht] y del Pacto por negar la adopción de las medidas apropiadas», Solbes logró que la Comisión acordase unánimemente ofrecer la guerra jurídica y enseñar un recurso frente al Tribunal de la Unión Europea en Luxemburgo. El Banco Central Europeo (BCE) advirtió asimismo a Berlín y París de los graves peligros de su actitud.
El comisario de Asuntos Económicos insistió en que la moneda única sin una genuina federación política, para marchar apropiadamente, pide el cumplimiento riguroso de las reglas establecidas por todos y cada uno de los países sin salvedad. Pero padeció los asaltos indirectos de Francia y Alemania. La prensa francesa vituperó la presunta intransigencia de Bruselas y recordó de qué forma otro comisario europeo, Karel van Miert, en un libro que se titula El mercado y el poder, había acusado a Solbes, en el momento en que este era ministro de Economía en el gobierno de Felipe González, de presionarlo para resguardar la situación dominante del Grupo Prisa en el campo de la televisión por cable y sostener sus negocios ajeno de la fiscalización social.
La seguridad de Rodríguez Zapatero
Su administración en Bruselas se vio empañada por el escándalo financiero del Eurostat, oficina estadística acusada de estafa y nepotismo. El Eurostat es dependiente de la Comisaría de Asuntos Económicos, pero el presidente Prodi, en una comparecencia frente al Parlamento Europeo (26 de septiembre de 2003), absolvió al comisario, de quien aseguró que era un hombre completamente íntegro que no había sido informado por sus inferiores. El tema prosigue bajo investigación.
Pedro Solbes resurgió en la escena política de españa como integrante del comité de visibles que aconsejó a José Luis Rodríguez Zapatero a lo largo de la campaña electoral para las selecciones del 14 de marzo de 2004. Aunque había adelantado que el responsable económico sería Miguel Sebastián, el líder socialista decidió en el último instante designar a Solbes como vicepresidente segundo del gobierno y ministro de Economía y Hacienda (solicitado de coordinar todos y cada uno de los ministerios relacionados con la administración económica), quizá por su prestigio en todo el mundo y por el acompañamiento de extensos círculos socialistas. La prensa aseguró que el vicepresidente había logrado plenos poderes para regentar la estrategia económica del gobierno.
En sus afirmaciones tras la toma de posesión, se comprometió a sostener la estabilidad presupuestario y el desarrollo. Reconoció que el gobierno recibía una aceptable coyuntura económica y presupuestaria, pero asimismo ciertos problemas arduos: alta cota de desempleo, precariedad laboral y unos costes de la vivienda muy superiores. Poco dado al importancia y a los excesos verbales, socialdemócrata teorético, su defensa férrea de la seguridad presupuestaria y sus vínculos con la Comisión Trilateral lo alineaban supuestamente con el liberalismo y la tecnocracia, y los sindicatos recelaban de sus metas de revisión de la normativa que regía el mercado de trabajo.
Pedro Solbes, que se define como «un hombre corriente completamente en todo», está casado con María del Pilar Castro Rodríguez, técnica de Administración Civil del Estado en activo, con la que tiene un hijo y 2 hijas (Teresa, Miguel y Lucía). Políglota, charla francés, inglés y alemán, aparte de catalán. Durante sus prácticamente cinco años de comisario, vivía solo en Bruselas, ya que su mujer y sus hijos prosiguieron en Madrid, adonde él viajaba todos y cada uno de los fines de semana.
¿Qué piensas de la existencia de Pedro Solbes? ¿Hallaste todo aquello que pensabas que ibas a encontrar?
Es cierto que llegar a comprender a Pedro Solbes es algo que está reservado a un grupo limitado de personas, y que tratar de reconstruir quién y cómo fue la vida de Pedro Solbes es una especie de puzzleque con bastante probabilidad consigamos rehacer si colaboramos todos en conjunto.
Por eso, si eres de esas personas que creen en que colaborando existen posibilidades de hacer algo mejor, y posees información con respecto a la existencia de Pedro Solbes, o acerca de algún característica de su figura u obra que no hayamos contemplado en esta biografía, te solicitamos que nos lo envíes.
Las sutilezas y las peculiaridades que ocupan nuestras vidas son decididamente importantes, ya que marcan la diferencia, y en el tema de la vida de alguien como Pedro Solbes, que tuvo su importancia en un momento concreto de la historia, es imprescindible procurar mostrar un aspecto de su persona, vida y personalidad lo más precisa posible.
Sin titubeos, contacta con nosotros para relatarnos qué conoces acerca de Pedro Solbes. Estaremos muy contentos de poder completar esta biografía con más información.