Ya sea inspirando a otros seres humanos o formando parte de la acción. Pedro Pablo Atusparia es una de las personas cuya vida, en verdad, merece nuestra atención debido al grado de influencia que tuvo en la historia.Conocer la vida de Pedro Pablo Atusparia es comprender más acerca de periodo preciso de la historia del ser humano.
Apreciar las luces y las sombras de las personas significativas como Pedro Pablo Atusparia, personas que hacen girar y evolucionar al mundo, es algo esencial para que podamos valorar no sólo la existencia de Pedro Pablo Atusparia, sino la de todas aquellas personas que fueron inspiradas por Pedro Pablo Atusparia, aquellas personas a quienes de de una u otra forma Pedro Pablo Atusparia influyó, y ciertamente, entender y comprender cómo fue el hecho de vivir en el periodo histórico y la sociedad en la que vivió Pedro Pablo Atusparia.
(Huaraz, 1840 - 1887) Líder de la rebelión indígena que sucedió en la ciudad peruana de Huaraz en 1885, en el contexto de la guerra civil entre caceristas y también iglesistas. Hecho preso y rehabilitado entonces por el gobierno de Cáceres, tuvo poco después tuvo una extraña muerte.
Pedro Pablo Atusparia nació el 29 de junio de 1840 en Huaraz, capital del departamento de Ancash, que en ese entonces era una villa pequeña y apartada del callejón de Huaylas. Al día de su natalicio debió su nombre, compuesto de los 2 mártires del cristianismo. Según fuentes orales la vivienda de su nacimiento se posiciona en Jr. Sucre 201, entonces casa comercial de Juan José Sender Taboada, piurano. De acuerdo a los datos proporcionados por Santiago Maguiña, Atusparia era hijo bastardo y presumiblemente mestizo de una muchacha usada de esa casa, llamada María Mallqui.
La mujer del dueño, doña Emperatriz Sender, decidió encargar la crianza del pequeño a María Martina Ángeles, quiere de leche de la vivienda y natural de la aldea de Tuquipayoc. María Martina era mujer de Cayetano Atusparia, del pueblo de Marián. El matrimonio Atusparia Ángeles lo adoptaría por último como hijo legítimo. Cuidaron de llevarlo a la pila bautismal, acompañados de Manuel Alzamora y su hija Petronila. Alzamora era dueño de los pastos de Yanacancha en Marián y radicaba en la localidad de Huaraz, Jr. Santa Rosa 402.
Manuel Reina Loli estudió sobre esta versión y halló que el primer Zénder que llegó a Huaraz fue Jacobo Zénder, de quien no están huellas precedentes a 1871, en el momento en que figura como suscriptor de un semanario que se titula "El Ciudadano". En 1874 creó una vivienda comercial con su hermano Simón. Juan José Zénder no podría ser el padre de Atusparia, ni éste habría nativo de su casa comercial. El origen de Pedro Pablo Atusparia todavía es por consiguiente poco claro.
En aquella época era práctica en la sierra que, llegado el hijo de un matrimonio indígena a determinada edad, fuera entregado a un señor con poder (un "misti") a fin de que le sirviera, en lugar de la protección y también instrucción que éste le brindaría. Fue entregado Pedro Pablo Atusparia a su padrino, el Sr. Alzamora, a fin de que lo adiestrase como tintorero; aprendió a teñir jergas, gamuzas, cordellates y otras lonas de lana que se comercializaban entre los indios de la zona. Parece que no llegó, empero, a comprender leer y redactar, ya que en un archivo de 1880, otra persona firma "a suplico de" Atusparia.
En 9 de octubre de 1869 Pedro Pablo Atusparia se casó con María Fernanda Yauri. De esta unión nacieron 4 hijos, si bien el primero murió pequeñísimo. Atusparia vivió entre Huaraz y el campo. Pronto descolló en su profesión y como dirigente. En 1880 era subinspector de la estancia de Marián, y tuvo con el agente Manuel Mosquera (que recogía leña y criaba caballos para el ejército) un enfrentamiento que llegó a combates físicos y al poder judicial.
En una reunión conmemorada en la navidad de 1884 en el atrio de la iglesia matriz de Huaraz, Atusparia fue escogido por los vecinos como Alcalde Ordinario del primer distrito de la región, La Independencia. El primero de enero siguiente él y sus 2 "campos" (asistentes), en una liturgia habituada, han recibido de manos del párroco de la región una cubierta negra de terciopelo y una vara de chonta que simbolizaba su mando.
Eran convulsos tiempos. El callejón de Huaylas había sido asolado por múltiples de los ejércitos de la guerra con Chile, y los campesinos había sido reclutados para las tropas. La última guerra contra los chilenos, la de Huamachuco, se libró cerca de la zona, y a ella fueron a resguardarse múltiples heridos y derrotados. Tras la firma de la Paz de Ancón, en el mes de octubre de 1883, se inició el combate entre Miguel Iglesias y Andrés Avelino Cáceres. Algunos ven la rebelión de Atusparia como una parte de esta pelea, de esta manera que la de Juan Bustamante, en 1867, se vio cubierta en la pelea civil entre Prado y Diez Canseco.
Al calor de esas guerras "de mistis" (de mestizos y criollos) se abrieron paso las reivindicaciones campesinas. Así pasó en 1885. Huaraz había quedado dominada por las fuerzas de Miguel Iglesias. Éste nombró a Francisco Noriega como Prefecto del departamento. Los vecinos se encontraban, no obstante, muy divididos entre caceristas y también iglesistas. Francisco Noriega trató de encender la cobranza de impuestos a fin de hacer una tarea de gobierno. A los caceristas, entre quienes militaría Atusparia, les supo a chicharrón de sebo.
Entre los impuestos, el mucho más impopular (en la medida en que afectaba al abultado de la población) era el de la contribución personal. Había sido instaurada por el régimen de Nicolás de Piérola en el último mes del año de 1879, pero la guerra había vuelto bien difícil su cobranza. Los chilenos no habían tratado de alzar el impuesto, optando por cobrar contribuciones solo a las ciudades y a la población acomodada. Francisco Noriega trató también de volver a poner los trabajos de "república": una especide de faenas comunales por las que los indios debían trabajar en la construcción de puentes, caminos y otras proyectos civiles, lo que recordaba la "mita de la plaza" de los tiempos coloniales.
Los indígenas de la provincia rechazaron el pago de la contribución, fijada en 4 soles plata, que equivalían a veinte soles billete, única moneda que llegaba a sus manos. La imposición resultaba desmedida. El 22 de febrero de 1885, Noriega sacó un bando concediendo un período de tres días para el pago de los 2 soles de la primera semestralidad. Bajo la asesoría del letrado Manuel Mosquera, viejo prefecto cacerista, se redactó un memorial pidiendo una rebaja en el impuesto y la suspensión de los trabajos de república. Atusparia fue el responsable de ofrecer la cara y enseñar el archivo. Cuando los indígenas fueron requeridos para proceder a agarrar paja para reparar los techos de las casas de Huaraz, Atusparia se negó a ofrecer la orden. El Prefecto lo logró apresar y lo sometió a tortura a fin de que confesase quién era el auténtico creador del memorial.
Los demás alcaldes indios asistieron a soliciar la independencia de su varayoc. Francisco Noriega había salido de la región y la prefectura quedó al cargo del subprefecto José Collazos. El subprefecto logró apresar asimismo a el resto alcaldes y, como signo de escarmiento, les logró recortar las trenzas como en el tiempo de los corregidores; entonces los despachó sin contemplación alguna a su pedido.
Los indígenas no disculparon esta afrenta y se organizaron en rebelión para tomar la localidad de Huaraz, castigar a los vecinos que secundaban al prefecto iglesista, saquear las tiendas de los chinos que vendían las pocas mercancías a costes descomunales y dejar en libertad a Atusparia. El 2 de marzo de 1885 empezó el asedio; iban armados rústicamente, pero disponían de ciertos fusiles que habían quedado de la guerra con los chilenos, donde habían servido de "montoneros". La gendarmería de Collazos procuró rechazarlos, pero al día después cayó la ciudad más importante del departamento y Atusparia fue sacado de prisión. Los gendarmes fueron aniquilados.
A pesar de que los rebelados solicitaron a su alcalde tomar el control de la región, éste rechazó y ofreció el cargo al letrado Mosquera, quien sacó un pronunciamiento contra Miguel Iglesias. La rebelión se extendió por la cordillera negra, al occidente del callejón de Huaylas. Fue esencial la tarea de Pedro Cochachín, viejo trabajador minero que había sido montonero de Cáceres. Ucchu Pedro (como se conocía a Cochachín) fue el lugarteniente de Atusparia y representó en la rebelión la corriente extremista, que logró opinar a los blancos que estaban en frente de una guerra de castas.
Para el mes de abril la rebelión controlaba todo el callejón. El gobierno de Miguel Iglesias nombró un nuevo Prefecto, el coronel José Iraola, quien desembarcó en Casma a cargo de 2 batallones de infantería, 2 brigadas de artillería, un regimiento de caballería y sendos decretos eliminando la contribución personal y el trabajo de república. Los rebeldes han comenzado a desbandarse. Un periodista limeño, Luis Felipe Montestruque, sacó en Huaraz un periódico llamado "El Sol de los Incas", donde deslizaba la clase que la rebelión se planteaba reinstaurar el mítico Tahuantinsuyu, lanzando asimismo encomios a Andrés Avelino Cáceres, de quien se suponía asistencia para los rebelados.
El 4 de mayo el ejército de Iraola recobró Huaraz tras un sanguinolento combate iniciado el día previo. Atusparia fue herido en una pierna y se asiló en la casa de un español, Julio Aristibel. Iraola le ofreció garantías para su historia y se entregó. Ucchu Pedro no acató la rendición y, a cargo de millones de indios, procuró recobrar Huaraz el 11 y 12 de mayo; su fracaso se saldó con la pérdida de varios de sus hombres. Tomás Romero y Flores, jefe cacerista, prosiguió en rebeldía, pero no reguló sus movimientos con los de Ucchu Pedro. Entre los días 12 y 23 de mayo, múltiples alcaldes indios admitieron la paz de Iraola. Ucchu Pedro continuó la resistencia, asediando otras villas del callejón, como Yungay, Caraz y Carhuás, de donde era originario. En agosto fue tomado y ejecutado por mes siguiente, adjuntado con cientos de rebeldes.
Entre las primeras cosas que logró Andrés Avelino Cáceres en el momento en que tomó la Presidencia en el mes de junio de 1886 fue sacar de la prisión a Pedro Pablo Atusparia. Lo invitó a Palacio de Gobierno, donde dialogaron en quechua. El líder de Huaraz, ablandado por el cautiverio, se mostró arrepentido, mientras que el presidente reconoció los abusos que padecían los indígenas. Atusparia logró entonces un ritual popular y que escenificaba su acatamiento al nuevo jefe de la nación: le entregó a su hijo Manuel Ceferino a fin de que lo educase y lo tuviera bajo su protección. El 15 de junio de 1886 se embarcó para Casma, de donde tomaría el sendero a Huaraz.
Los alcaldes indios consideraron que Atusparia los había traicionado. Para ello habría resultado definitiva la campaña de cronistas locales como César del Río y la restauración de la contribución personal efectuada por el gobierno de Cáceres. Lo invitaron a un banquete en cuyo transcurso, parece ser, fue obligado a tomar una copa envenenada. Manuel Reina Loli, no obstante, piensa que Atusparia murió víctima del tifus el 25 de agosto de 1887.
Los estudiosos que han estudiado la rebelión de Huaraz la interpretan de diferentes métodos. Para ciertos fue un movimiento antifiscal, como otros movimientos indígenas en la historia peruana; otros investigadores la vinculan con una reivindicación indígena antihispana; para algunos historiadores, por último, fue sencillamente un capítulo de la pelea entre Iglesias y Cáceres.
William Stein concluye en lo siguiente: "El movimiento de Ancash tuvo mito y fe, pero careció de un programa y una doctrina. (...) El movimiento no tenía una conciencia unificada de sus propósitos y sus metas; su entendimiento colectiva se encontraba tan fragmentada como los heterogéneos elementos que la conformaban." Luego de tomar Huaraz, los rebelados no supieron qué mucho más llevar a cabo. Rehuyeron el poder de esta pequeña localidad, entregando el mando al letrado Mosquera, líder de los caceristas. El papel de Mosquera es poco claro. Hay quienes lo piensan el redactor del memorial anunciado a Noriega e inclusive el líder intelectual de la rebelión.
Franklin Pease mira: "De hecho, concurren una sucesión de causantes en la sublevación. Es esencial el reconocimiento de la vinculación con nuestra guerra civil entre iglesistas y caceristas, pero mucho más resaltante es la aptitud de organización de la población frente al alza de las contribuciones, fuesen éstas en dinero o en trabajo. Se valora, además, una esencial coalición entre conjuntos mestizos y también indígenas; no es la primera oportunidad que ello sucede, y se vió en otras sublevaciones andinas, coloniales, por poner un ejemplo."
Mark Thurner, por su lado, distanciándose de quienes piensan las rebeliones indígenas como puras comparsas de las guerras civiles de los mestizos, arguye: "2 conjuntos de causas fueron escenciales para la transformación de una queja sortea a una solicitud legal y a una rebelión abierta en Huaraz. La primera debe ver con la contradicción de una medida tributaria (si bien liberal) como la contribución personal, que no acarreaba garantías del Estado para el ingreso indígena a sus parcelas o pastos recurrentes, transformándose en una doble imposición con el cobro ilegal que los terratenientes hacían por el ingreso a esos elementos. Esta contradicción, combinada con el aumento de los trabajos de "república" y con las permanentes levas militares (en una coyuntura en que las economías campesinas atravesaban serias adversidades) colocaron a los indios y sus líderes en una situación explosiva. La segunda, y mucho más definitiva, que determinó el estallido de la rebelión, fue la combinación de un rechazo terminante a la solicitud de los alcaldes, con la degradación a estas personas que eran sus autoridades. Entonces, los objetivos políticos (tanto campesinos como caceristas) como la defensa de la ganancia inicial, determinó la expansión de la insurgencia." En cualquier situación, Atusparia se transformó en una figura histórica local, cerca de la que se han compuesto varios huaynos, novelas y proyectos teatrales.
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