La historia de las civilizaciones la cuentan aquellas mujeres y hombres quea lo largo del tiempo, gracias a sus obras, sus pensamientos, sus creaciones o su talento; han hecho queel mundo, de un modo u otro,avance.
(Llerena, c. 1520 - Sevilla, 1554) Cronista español de Indias, creador de la Crónica del Perú (1553). Pedro Cieza de León forma parte a aquel género de hombres que fueron a América como soldados y a los que el Nuevo Mundo transformó en historiadores o geógrafos.
Nativo de el seno de una familia acomodada, con tan solo quince años se embarcó hacia Cartagena de Indias, en el año 1535. Hasta 1551, año en que regresó finalmente a España, tuvo una actividad febril. Participó con Alonso de Cáceres en las expediciones a San Sebastián de Buenavista (1536) y a Urute (1537), y creó, con Jorge Robledo, Santa Ana de los Caballeros (1539), Cartago (1540) y Antioquia (1541), en la presente república de Colombia.
Combatió después bajo el mando de Sebastián de Belalcázar, gobernador de Popayán, que le concedió una confía. En 1543 se reunió nuevamente con Robledo, quien, tras una estancia en España, había regresado a Indias con el propósito de aseverarse en su gobernación de Antioquia y agrandar sus dominios, lo que motivó un combate con Belalcázar. Cieza procuró que desistiese de sus propósitos, pero fracasó, y Robledo fue derrotado y mandado realizar por Belalcázar en 1546.
Un año después inició un viaje hacia tierras peruanas al lado de Pedro de La Gasca en la expedición de pacificación de Perú. Ejecutado Gonzalo Pizarro en Xaquixahuana en 1548, Cieza se trasladó a la Ciudad de los Reyes, la presente Lima, donde fue nombrado cronista oficial de Indias. Entre 1549 y 1550 recorrió los sitios mucho más esenciales de Perú: (Cuzco, Potosí y La Plata, entre otros muchos) recogiendo información con la que compuso su obra.
En 1551 regresó a España para casarse en Sevilla con Isabel López. En exactamente la misma localidad publicó la Primera una parte de la crónica del Perú (1553), antes de la desaparición de su mujer y de la suya, el año 1554. Siglos después se publicó el resto del material que había escrito: Segunda una parte de la crónica del Perú, que trata del señorío de los incas yupangueis y de sus enormes hechos y gobernación (1871), y Tercer libro de las guerras civiles del Perú, el que tiene por nombre la guerra de Quito (1979).
La Crónica del Perú
La relevancia de Cieza como cronista radica en que no se limitó a efectuar una pura crónica de los hechos que veía o vivía, sino tuvo conciencia de historiador, esto es, de narrar una gesta aproximadamente épica, con un estilo discursivo y con la intención de contar verdades, y esto puede leerse en el prólogo o proemio de la Primera una parte de la crónica del Perú, donde aun llega a decir que va a escribir teniendo como modelo a Cicerón. Lo atrayente de la Crónica del Perú es que examina un cuadro global de la crónica de Perú, eminentemente, dando toda clase de información tanto sobre la flora y la fauna andina y amazónica o sobre la civilización de los incas como sobre el accionar de los conquistadores y sus combates. En este sentido, Cieza de León fue el primer cronista moderno.
Desde 1541, Cieza había empezado a catalogar información sobre los territorios sudamericanos que recorrió como integrante de diferentes expediciones y campañas. El ambicioso objeto de la obra completa era detallar y narrar el acontecer histórico desde los tiempos precedentes al Imperio Inca hasta el hallazgo de América y los últimos hechos vividos en aquellas tierras por su creador (esto es, hasta 1550). Pese a eso que puede señalar el título por el que se conoce a la Crónica, esta incluye asimismo entre las ubicaciones estudiadas a enormes extensiones de la presente Colombia, como Antioquia o Popayán, muy conocidas por el creador.
La sección primera se encarga de la descripción de la historia y de los pobladores de las zonas recorridas por Cieza, desde el golfo caribeño de Urabá hasta Chile, tal como de la demarcación de las primeras provincias conquistadas por los españoles y, en especial, de la fundación de las novedosas ciudades. La segunda, que no fue publicada sino más bien hasta 1871, si bien incompleta, trata de la historia previo al dominio inca y, principalmente, la del propio Imperio Inca. La tercera versa sobre el periodo de tiempo de hallazgo y conquista del Perú hasta el comienzo de las guerras civiles entre los propios españoles, y vio la luz en fecha tan tardía como 1979, tras estar perdida un buen tiempo en la Biblioteca Vaticana. De la cuarta y última parte, que tiene relación a estas guerras civiles, solo se conocen los tres primeros libros; no se tiene perseverancia de que Cieza escribiera los 2 últimos, como adelantaba en el prefacio, que debían terminar con la llegada del virrey Antonio de Mendoza.
La obra, muy nutrida de novedades, se identifica por sus consideraciones juiciosas y también ecuánimes y una exposición simple y animada por una felicidad espontánea. Las banderías y disensiones que las luchas civiles produjeron no le hicieron perder su ecuanimidad, como exhibe el sereno dictamen que se transparenta en su relato.
Como sucede con muchas crónicas americanas, una sección esencial del material se ajusta a manuscritos o cuentos de los propios indígenas. En esta situación se recogieron los testimonios orales de los quipucamayoc, u orejones indígenas, que refieren datos invalorables sobre su pasado. Aunque no se conoce seguramente la capacitación cultural de Cieza, a él se tienen que ciertas aclaraciones antropológicas mucho más atrayentes, no solo de Perú, sino más bien asimismo de las ciudades con las que tuvo contacto desde su llegada a Panamá.
Mediante los escritos del cronista se conocieron las reglas de vínculo de la costa del Pacífico, donde prevalecían las líneas maternas, tal como las leyes que prohibían el incesto o las distintas formas del tabú de la virginidad. Sus atrayentes visualizaciones sobre el papel de la mujer sirvieron para contrastar que en varios de los pueblos del viejo Ecuador y del Cuzco las mujeres practicaban la agricultura y el comercio, en la medida en que los hombres hilaban y tejían.
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