La historia de las civilizaciones la cuentan aquellos hombres y mujeres quea lo largo de los siglos, gracias a sus obras, sus pensamientos, sus creaciones o su talento; han hecho queel mundo, de un modo u otro,avance.
Ya sea inspirando a otros seres humanos o tomando parte de la acción. Paul Gerson Unna es uno de esos seres humanos cuya vida, realmente, merece nuestro interés debido al grado de influencia que tuvo en la historia.Comprender la existencia de Paul Gerson Unna es conocer más sobre un periodo concreto de la historia de la humanidad.
Si has llegado hasta aquí es porque tienes consciencia de la trascendencia que detentó Paul Gerson Unna en la historia. La forma en que vivió y lo que hizo durante el tiempo que estuvo en la tierra fue decisivo no sólo para las personas que conocieron a Paul Gerson Unna, sino que a lo mejor legó una señal mucho más insondable de lo que logremosconcebir en la vida de personas que tal vez jamás conocieron ni conocerán ya nunca a Paul Gerson Unna de forma personal.Paul Gerson Unna ha sido un ser humano que, por alguna causa, merece ser recordado, y que para bien o para mal, su nombre jamás debe borrarse de la historia.
Conocer lo bueno y lo malo de las personas relevantes como Paul Gerson Unna, personas que hacen girar y evolucionar al mundo, es algo básica para que podamos apreciar no sólo la vida de Paul Gerson Unna, sino la de todos aquellos y aquellas que fueron inspiradas por Paul Gerson Unna, gentes a quienes de de una u otra forma Paul Gerson Unna influyó, y ciertamente, conocer y descifrar cómo fue vivir en el periodo histórico y la sociedad en la que vivió Paul Gerson Unna.
(Hamburgo, 1850 - 1929) Dermatólogo alemán considerado entre las figuras mucho más esenciales en la consolidación de la dermatología como especialidad médica. Dentro de este campo recalcaron más que nada sus estudios sobre la etiología del eccema, cuyo agente causante describió por vez primera; descubrió asimismo el chancro blando y la llamada "patología de Unna" o eccema seborreico. Fundador de entre las clínicas dermatológicas mucho más reconocidas de todo el mundo, ingresó también en el campo médico el Ichthyol (marca registrada de un género de ictamol) y la resorcina, y fue el constructor, al lado de Oscar Troplowitz, de la archiconocida crema Nivea para el precaución de la piel.
La decisión de la medicina como profesión por la parte de Paul Unna no fue una al azar, sino más bien la consecuencia directa de la predominación de su familia, compuesta en parte importante por médicos, tanto por parte materna (su abuelo era galeno) como paterna (su padre se dedicaba a la medicina privada). En el año 1870 debía comenzar sus estudios de medicina en la Universidad de Heidelberg, pero el estallido de la guerra franco-prusiana se lo impidió.
Se alistó entonces en el ejército prusiano, con la intención de trabajar en los servicios de urgencia del frente. La guerra le dejó sus consecuencias con apariencia de graves lesiones. En mayo de 1871, antes del fin de la contienda, Unna prestaba sus servicios de acompañamiento médico en Le Mans, en el momento en que fue herido de gravedad en un muslo. Ello le forzó a dejar urgentemente el frente y regresar a Hamburgo, donde tardaría varios meses en volver como estaba bajo los cuidados de su padre.
Terminada la guerra, el estado prusiano le dio una modesta pensión de trescientos marcos alemanes. Unna empleó esta pensión para patrocinar, desde el año 1891, un premio-certamen de medicina. Con ello pretendía promover la investigación científica, en tanto que, si bien el premio se encontraba abierto a todos y cada uno de los estudiosos, Unna destacaba que había de ser un acompañamiento esencial para los alumnos. Según las bases del certamen, si ninguno de los trabajos presentados era merecedor del premio, este se amontonaba para el año siguiente.
La guerra asimismo influyó en la carrera académica de Unna, no solo por haber truncado sus comienzos, sino más bien pues le condujo de forma indirecta hacia la Universidad de Estrasburgo. El tratado de paz había dejado en manos alemanas las zonas de Alsacia y Lorena. El emperador germano Guillermo I decidió revitalizar estas 2 zonas, siendo una de sus primeras medidas la optimización de su historia académica, centrada en la Universidad de Estrasburgo, a la que dotó de espléndidas facultades.
Finalmente restituido de sus lesiones, Unna decidió arrancar su trayectoria médica en Estrasburgo. Allí recibió clases de entre las figuras mucho más esenciales en el campo de la anatomía, Wilhelm von Waldeyer, que se transformó en el directivo de su proposición doctoral. Unna decidió centrar su investigación en las patologías de la piel por ser ésta una especialidad poquísimo creada. La proposición, presentada frente al tribunal de la Universidad de Estrasburgo, se tituló El avance y la anatomía de la piel humana.
El interés de Unna por la dermatología le llevó a desarrollar una técnica renovadora consistente en la utilización de tintes como la picrocarmina. Con este procedimiento de experimentación trataba de distinguir de forma clara las unas partes de la epidermis. En la proposición ahora logró ciertos descubrimientos esenciales, al detallar el stratum basale como la región de regeneración, y determinar el estratum spinosum y el estratum granulosum de forma morfológica. Además, ha podido revisar que el segmento espinal no participaba en la regeneración y especificó 4 unas partes del estratum corneum, basándose en la manera que cada una tomaba al aplicarle los distintos tintes.
La innovación que suponían estos descubrimientos fue mal acogida por el tribunal que debía valorar su proposición. El trabajo fue rechazado con el vano razonamiento de que sus conclusiones no estaban acordes ni con los principios científicos de la época ni con los de nuestra facultad. Eran, ya que, bastante revolucionarias. Además, el tribunal rechazó de chato la utilización de tintes para la investigación de los tejidos. Unna fue invitado a comprobar sus conclusiones, pero no se atuvo a los deseos del tribunal y decidió proteger sus conclusiones, si bien ello le costara no poder desarrollar la carrera enseñante.
Ante semejantes perspectivas, no le quedó otra alternativa que ocuparse, al lado de su padre, a la práctica privada de la medicina. Pero pensaba que antes de comenzar esta novedosa etapa debía agrandar sus entendimientos, con lo que se trasladó a Viena para estudiar medicina clínica. En los tres meses que pasó en la ciudad más importante austriaca fue introducido en el campo del régimen clínico de las dolencias de la piel por el doctor Hebre, entre las mucho más esenciales excelencia médicas de la época. Tras su etapa vienesa, Unna decidió que su marco de investigación y especialización sería la dermatohistopatología. Su estancia en Viena le dejó entender asimismo a Heinrich Auspitz, que se transformó en su guía y en la figura mucho más reconocida por Unna en el campo de la dermatología. Fruto de su colaboración fue una investigación histopatológico sobre el chancro de la sífilis.
A su regreso a Hamburgo, Unna no empezó a trabajar al lado de su padre, sino decidió viajar en un emprendimiento de colaboración, en el transcurso de un año, con el doctor Julius Engels-Reimers, directivo del Hospital de San Jorge de esa localidad germana. Sin embargo, esta colaboración no fue todo lo provechosa que Unna aguardaba, en tanto que Engels-Reimers se sintió receloso del reconocimiento científico que velozmente cosechaba su colaborador. Ello forzó a éste a dejar el emprendimiento.
Desde ese instante se dedicó al ejercicio de la medicina privada y empezó a utilizar sus entendimientos en la solicitud de su padre. Para entonces ahora se había hecho con un nombre en el campo de la dermatología, con lo que, si bien la solicitud era de medicina general, la mayoría de sus pacientes presentaba anomalías de la salud de la piel. Su éxito le decidió a separarse de su padre y dejar la medicina general para fundar, en 1881, su clínica dermatológica.
El incremento de pacientes le forzó a abrir al poco tiempo una clínica mayor y a cerrar la vieja. Este fue el origen de lo que llegaría a ser el mayor centro dermatológico de Europa. En el año 1883 adquirió unas características en Eimsbüttel, donde levantó una pasmante clínica dermatológica. Ésta se componía de múltiples inmuebles distinguidos por su función: había zonas solo para pacientes, un magnífico laboratorio de investigación y un tercer edificio que servía a Unna como vivienda privada.
La aplastante recepción de pacientes le forzó a crear un ala novedosa, la llamada Dermatologikum. El nivel de excelencia tanto en la diagnosis y terapia de patologías de la piel, como en las indagaciones que se hacían en la clínica, logró que ésta se transformara en una suerte de facultad privada. Todo aquel estudiante de medicina entusiasmado en la dermatología asistía allí antes que a alguno de las universidades alemanas.
Unna dejó para la posteridad una sucesión de invenciones que fueron vitales, no solo en el campo de la dermatología, sino más bien de la medicina generalmente. Vital en sus indagaciones fue su colaboración con Oscar Troplowitz, que desde 1890 era el dueño de la compañía farmacéutica Beiersdorf. Fruto de su angosta colaboración fueron una secuencia de artículos muy renovadores para la época, como el Leukoplast (el primer esparadrapo adhesivo de la historia) y el Labello (la primera barra para el precaución de los labios). La iniciativa del esparadrapo fue de Unna; los laboratorios la desarrollaron a través de la vulcanización de la leche de la gutapercha, un árbol malayo.
De la misma forma, en el año 1911, Unna y Troplowitz dieron al planeta entre los inventos mucho más populares de la crónica de la dermatología: una emulsión permanente para el precaución de la piel, a la que, por su apariencia blanco y reluciente, brindaron el nombre de Nivea, sin llegar a imaginar lo universal que llegaría a ser.
Paul Gerson Unna dejó para la posteridad una aceptable proporción de títulos aplicados a la dermatología, entre aquéllos que resaltan Histopathologie der Hautkrankheiten (1894), Allgemeine Therapie der Hautkrankheiten (1899), Lepra, Lupus, Chemie der Haut y Das seborrhoische Ekzem (1927). Durante toda su historia tuvo un ferviente interés por la filosofía; prueba fehaciente de esto es que su primera publicación no se encontraba encargada de la dermatología, sino más bien al inconveniente ética de la conciencia. Unna se transformó con el pasar de los años en un devoto del monismo y, a consecuencia de ello, creó y editó el diario Das Monistische Jahrhundert.
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