Nostradamus

La historia de las civilizaciones está contada por las mujeres y hombres queen el transcurrir de los siglos, gracias a sus obras, sus pensamientos, sus creaciones o su talento; han hecho quela sociedad, de un modo u otro,avance.

Ya sea inspirando a otros seres humanos o formando parte de la acción. Nostradamus es una de las personas cuya vida, sin duda alguna, merece nuestro interés por el nivel de influencia que tuvo en la historia.Conocer la biografía de Nostradamus es comprender más acerca de etapa determinada de la historia de la humanidad.

Si has llegado hasta aquí es porque tienes conocimiento de la importancia que tuvo Nostradamus en la historia. Cómo vivió y aquello que hizo en el tiempo en que permaneció en el mundo fue determinante no sólo para las personas que frecuentaron a Nostradamus, sino que tal vez dejó una huella mucho más vasta de lo que logremossospechar en la vida de personas que tal vez jamás conocieron ni conocerán ya jamás a Nostradamus de forma personal.Nostradamus fue uno de esos seres humanos que, por alguna razón, merece no ser olvidado, y que para bien o para mal, su nombre nunca debe borrarse de la historia.

Conocer las luces y las sombras de las personas relevantes como Nostradamus, personas que hacen rotar y transformarse al mundo, es algo sustancial para que seamos capaces de poner en valor no sólo la existencia de Nostradamus, sino la de todas aquellas personas que fueron inspiradas por Nostradamus, aquellas personas a quienes de un modo u otro Nostradamus influenció, y ciertamente, comprender y entender cómo fue el hecho de vivir en la época y la sociedad en la que vivió Nostradamus.

Vida y Biografía de Nostradamus

(Michel de Nôtre-Dame; Saint-Rémy-de-Provence, Francia, 1503 - Salon, 1566) Médico y astrólogo francés, popular por el premoniciones que publicó en 1555 con el título Las verdaderas centurias y premoniciones, en las que adelanta el futuro de la raza humana hasta el objetivo de todo el mundo, que situó en el año 3797.

Jean-Aimes de Chavigny, magistrado de Beaune en 1548 y doctor en Derecho y Teología, nos comunica cumplidamente de los primeros años del enigmático profeta: "Michel Nostradamus, el hombre mucho más reconocido y el mucho más popular de cuantos se hicieron conocidos ya hace largo tiempo por la predicación deducida del conocimiento de los astros, nació en la villa de Saint-Rémy, en Provenza, el año de felicidad de 1503, un jueves 14 de diciembre, cerca de las 12 del mediodía. Su padre se llamaba Jacobo de Nostredame, notario del rincón; su madre, Renata de Saint-Rémy. Sus abuelos paternos y maternos pasaron por muy sabios en matemáticas y en medicina, habiendo recibido él de sus progenitores el saber de sus viejos familiares."

Esos ancestros eran judíos, de la tribu de Isacar, parece ser pródiga en adivinos. En torno a 1480, un edicto regio había conminado a todos y cada uno de los hebreos de Provenza con la confiscación si no se transformaban, tal es así que el bisabuelo de nuestro profeta, llamado Abraham Salomón, creyó que era mucho más práctico bautizarse que perderlo todo. Tomó el apellido de Nostredame, que después Michel latinizaría y transformaría en Nostradamus, en un intento de revestirlo de dignidad y secreto. Así ya que, Nostradamus nació en el catolicismo y cubierto de sabios que prontísimo le comenzaron en las profundidades de las matemáticas, lo que por ese momento significaba adentrarse en la astrología, y asimismo en el arte de la medicina y la farmacia.

Desde muy joven aprendió a conducir el astrolabio, a saber las estrellas y a detallar el destino de los hombres en sus supuestamente antojadizas conjunciones. En Avignon y Montpellier estudió letras, aparte de medicina y filosofía, sorprendiendo a compañeros y instructores por sus extrañas facultades y su eficaz memoria. Tenía veintidós años en el momento en que, a lo largo de una epidemia de peste que arrasó la localidad de Montpellier, inventó unos polvos precautorios que tuvieron bastante éxito.

Su espíritu alterado y errabundo le llevó a recorrer Francia y también Italia, donde sucedió una ahora conocida anécdota: en Génova, paseando con otros pasajeros, halló a un humilde monje franciscano, viejo porquerizo, llamado Felice Peretti. Nostradamus se arrodilló frente él, en la mitad del estupor de quienes presenciaban la escena. "No hago otra cosa que rendir el debido respeto a Su Santidad", ha dicho con facilidad el adivino; en 1585, Peretti subiría al trono pontificio con el nombre de Sixto V.

Convertido en boticario y perfumista, se instaló en Marsella y dedicó su talento a la elaboración de elixires, perfumes y filtros de amor. Fue en esos días de 1546 en el momento en que sucedió un hecho que llevaría a Nostradamus a los umbrales de la popularidad: la horrible epidemia llamada del "carbón provenzal". Aix-en-Provence fue el centro de la plaga. Los damnificados por ella se volvían negros como el carbón antes de fallecer atacados por tremendos dolores, de ahí el nombre que se le asignó con ironía no exenta de crueldad.

Nostradamus inventó un mejunje compuesto de resina de ciprés, ámbar gris y jugo de pétalos de rosa que debían recogerse en cestos cada madrugada. El fármaco, de manera inexplicable, logró recortar el contagio y recubrió a su constructor de honores y prestigio, hasta el punto de ser requerida su presencia en Lyon en el momento en que allí se declaró un nuevo brote de peste.

Por año siguiente, Nostradamus se instaló en la villa de Salon, que entonces se llamaba Salon-de-Crau. En una vivienda de modesta fachada abrió su solicitud y se dedicó a atender a una nutrida clientela, deseosa de conseguir sus aceites, pociones y bebedizos contra toda clase de males. En esa temporada realizó una de sus mucho más apreciadas mixturas, con la capacidad de sanar la esterilidad. La fórmula se componía de los próximos elementos: orina de cordero, sangre de liebre, pata izquierda de comadreja sumergida en vinagre fuerte, cuerno de ciervo pulverizado, estiércol de vaca y leche de burra.

Aparentemente, Nostradamus empleó este antídoto para terminar a los desvelos de la florentina Catalina de Médicis, nieta del papa Clemente VII, hija de Lorenzo de Médicis y mujer del rey de Francia Enrique II. Catalina. que era tan capaz como víctima de las supercherías, se rodeaba de una nube de adivinos, nigromantes y astrólogos, y halló en Nostradamus el crédulo sosiego que precisaba. Había continuado once años sin hijos y padecía observando a su regio marido cubierto de amantes. Tras consumir el que suponemos repugnante listo de Nostradamus, Catalina comenzó a alumbrar de manera espectacular hasta lograr la cifra de diez hijos.

Nostradamus atendía a sus clientes del servicio a lo largo del día y continuaba a lo largo de la noche encerrado en un observatorio que había hecho disponer en la parte alta de su casa. Todos lo consideraban un fantástico hechicero y un habilísimo médico, lo que para las gentes era lo mismo, pero escasos conocían su relación con los astros.

En esos días abundaban los pronosticadores y Nostradamus no deseaba ser uno mucho más, sino más bien el más destacable. El magistrado Chavigny nos comenta de qué forma "él preveía las considerables revoluciones y cambios que debían acontecer en Europa y aun las guerras civiles y sanguinolentas y las perjudiciales alteraciones que iban a asolar el planeta, y lleno de entusiasmo y como arrebatado por un escandalo completamente nuevo, decidió redactar sus Centurias y demás augurios".

Por temor a que la noticia de la materia suscitase maledicencias y calumnias, como ciertamente ocurrió, Nostradamus prefirió almacenar sus premoniciones para sí mismo, hasta el momento en que en 1555 decidió darlas a la luz. El éxito de esos enigmáticos cuartetos fue inmediato. En la corte, el rey y su mujer han quedado fascinados. Nostradamus fue solicitado en París, donde Enrique II lo colmó de regalos y su pasmante figura barbada hechizó a los cortesanos. En los años siguientes, su prestigio aumentaría hasta límites incomprensibles en el momento en que una de sus conjeturas, la relativa a la desaparición del rey, se cumplió como él había escrito.

Años antes, el astrólogo Luca Gaurico, consultado por Catalina de Médicis, ahora había predecido que su marido perecería en desafío. Convertido en rey, Enrique había escrito: "No existe fachada alguna de que yo vaya a fallecer de tal modo. El rey de España y yo terminamos de llevar a cabo la paz, y si bien no la hubiésemos hecho, dudo bastante de que llegásemos a batirnos en desafío ocupando tan alta dignidad". Cuando se dieron a conocer las premoniciones de Nostradamus, fue grande la curiosidad en la corte. ¿Era el profeta de Salon de exactamente la misma opinión que Gaurico? Los mucho más apasionados a los criptogramas no tardaron en conseguir en las Centurias una cuarteta donde podía hallarse la contestación:

Más tarde, los comentadores han encontrado que todo está clarísimo. De los 2 leones, el primero trataba de representar el signo astrológico de Francia y de su rey; el otro era el león heráldico de Escocia, bajo cuyo blasón combatía el conde de Montgomery, lugarteniente entonces de la guarda escocesa en la corte de Francia.

Los hechos sucedieron de esta forma: en entre los campeonatos que celebraban el objetivo de la guerra con España, el rey deseó medir sus fuerzas con Montgomery. Este último golpeó de forma involuntaria con su lanza la coraza de Enrique, con tan mala fortuna que una astilla penetró bajo la gorra del yelmo real, que relucía como el oro. Como presagiaba la profecía, el joven león escocés era 12 años mucho más joven que el rey y de ámbas lesiones, fractura de cráneo y ojo atravesado, solo la segunda era mortal, como señalaron los médicos. La crueldad de la desaparición se advierte en que la agonía de Enrique duró mucho más de 12 días. Los versos se habían cumplido con nefasta precisión. Nostradamus solamente se confundió en un aspecto: no fueron los 2 sino más bien un solo ojo el herido. Lo demás aparecía tan exacto que la reputación de Nostradamus no iba a decaer ahora hasta su muerte.

Los últimos días del profeta son asimismo contados con rigor de letrado por Jean-Aimes de Chavigny: "Había pasado ahora de los sesenta años y se encontraba muy enclenque gracias a las anomalías de la salud usuales que lo afligían, especialmente artritis reumatoide y gota. Falleció el 2 de julio de 1566, antes de la salida del sol. Podemos realmente bien opinar que le fue popular el tiempo de su muerte, y aun el día y la hora, ya que, a fines de junio de tal año, había escrito de su mano estas expresiones latinas: Hic prope mors est, mi muerte está próxima. Y el día antes de pasar de esta vida a la otra, habiéndolo yo asistido a lo largo de largo tiempo y habiendo estado cuidándolo desde el anochecer hasta el día después por la mañana, me ha dicho estas expresiones: ¡No me va a ver con vida la salida del sol!"

Las verdaderas centurias y premoniciones

La obra que dio popularidad a Nostradamus es una compilación de misterios y premoniciones en verso, publicadas en 4 "centurias" o volúmenes de cien cuartetas cada uno de ellos. En 1558 la compilación fue completada por otros seis volúmenes.

En un lenguaje sibilino y hermético, sin orden cronológico, las cuartetas de las Centurias dan a conocer premoniciones y pronósticos sobre una edad histórica que llega hasta el año 3797. Según algunos comentadores, muchas de estas premoniciones se hicieron; de la desaparición de Enrique II en un torneo, a la de Luis XVI; de la caída de Napoleón a la guerra de 1939.

Misteriosas y sugerentes, las cuartetas proféticas reunidas por Nostradamus en sus Centurias relucen como las estrellas lejanas, cuya claridad es mucho más enigmática que la del sol. No obstante, Nostradamus no redactó sus premoniciones pretendiendo rigor, sino más bien llevado por su olfato y su inspiración. En 1542 va a escribir a su hijo César: "Estando en ocasiones a lo largo de una semana penetrado de la inspiración que llenaba de despacio fragancia mis estudios nocturnos, he compuesto, a través de largos cálculos, libros de premoniciones un tanto oscuramente redactados, y que son augurios perpetuos desde el día de hoy hasta el año 3797. Es viable que varias personas muevan con escepticismo la cabeza en razón de la extensión de mis premoniciones sobre tan largo periodo, y no obstante todas y cada una ellas se efectuarán y se entenderán inteligiblemente en toda la Tierra."

Habida cuenta de la celeridad con la que evolucionan las sociedades, la osadía de su empeño merece admiración. Cosa bien diferente es deducir válidas sus conjeturas, como prosiguen realizando varios. Estas se muestran redactadas en un lenguaje ambiguo y en cuartetos rimados, lo que hace difícil aún mucho más su interpretación. Cabe meditar que este carácter raro fue creado intencionadamente por Nostradamus para que sus conjeturas tengan la posibilidad de ser interpretadas por las futuras generaciones tanto en un sentido como en otro. De este modo son los hechos los que se ajustan a las premoniciones y no del revés.

Lo es cierto que prontísimo han comenzado a reconocérsele sus méritos como profeta. Ocho años una vez que publicara sus Centurias, una de sus conjeturas, aquella que hacía referencia a la desaparición de Enrique II de Francia en un torneo, se cumplió. Tras este suceso han comenzado a extenderse los comentarios sobre el carácter visionario de Nostradamus, lo que unido a sus éxitos como médico lo transformó en una mezcla de terapeuta y mago a los ojos de la sociedad de la temporada, hasta el punto de que el rey Carlos IX lo nombró médico de la corte.

La admiración popular se incrementó aún mucho más el 2 de julio de 1566, día en el que, como había pronosticado unos pocos años antes, sucedió su muerte. Desde entonces, década tras década, siglo tras siglo, varios fueron los responsables de supervisar el cumplimiento de las premoniciones de Nostradamus y alertar sobre su eventual consumación. Tan solo unos años tras fallecido, nuevos hechos vendrían a basar su popularidad. Así, la guerra de Lepanto (1571) fue pronosticada en los próximos términos:

Y, de hecho, Felipe II, que reinó entre 1555 y 1598, llegó a ocupar París (mediodía francés) y a confrontar militarmente a los sultanes otomanos (la Media Luna) por el control del Mediterráneo.

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