Nicolás Achúcarro y Lund

Si has llegado hasta aquí es porque eres sabedor de la relevancia que detentó Nicolás Achúcarro y Lund en la historia. Cómo vivió y lo que hizo mientras permaneció en este mundo fue decisivo no sólo para aquellas personas que trataron a Nicolás Achúcarro y Lund, sino que a caso legó una señal mucho más profunda de lo que podamosconcebir en la vida de personas que tal vez jamás conocieron ni conocerán ya jamás a Nicolás Achúcarro y Lund de modo personal.Nicolás Achúcarro y Lund fue una persona que, por algún motivo, merece no ser olvidado, y que para bien o para mal, su nombre jamás debe borrarse de la historia.

Vida y Biografía de Nicolás Achúcarro y Lund

(Bilbao, 1880-1918) Médico español. Estudió primero en el Instituto Vizcaíno de Bilbao, donde tuvo entre sus instructores a Miguel de Unamuno, y después en el "Gymnasium" de Wiesbaden en el que, aparte de perfeccionar su preparación cultural, adquirió un especial dominio de la lengua alemana y, con esto, la oportunidad de comprender de forma directa la medicina centroeuropea.

De regreso a España, empezó en 1897 sus estudios de Medicina en la Universidad de Madrid. Allí tuvo como profesores, a lo largo de los primeros tutoriales, a Santiago Ramón y Cajal como instructor de histología, a Federico Olóriz de anatomía y a José Gómez Ocaña en fisiología. De los tres, se relacionó de modo particular con Gómez Ocaña, en cuyo laboratorio se inició en la experimentación fisiológica, interesándose singularmente en los inconvenientes del funcionalismo endocrino. Sobresalió asimismo en sus estudios de anatomía con Olóriz, y consiguió los premios premeditados a los estudiantes de esta especialidad. En cambio, fue muy escasa su relación con Cajal.

De acuerdo con la sensibilidad de aquel instante histórico (1898), el joven Achúcarro consideró la época de españa que le tocó vivir desde una actitud intensamente crítica y fatalista. Las gacetas alemanas de anatomía y de fisiología, que consultaba, le sirvieron de contraste para evaluar todavía mucho más fuertemente el ámbito científico español. No puede extrañar, por consiguiente, que en otoño de 1899, aprobados tan solo los 2 primeros tutoriales en Madrid, se trasladara a la Universidad de Marburg, donde mejoró a lo largo de medio año su capacitación en nosología general, fisiología y bioquímica.

Reanudados sus estudios en Madrid, cursó como alumno libre los tres últimos años de la Licenciatura de Medicina desde 1900. Su capacitación clínica la adquirió en el servicio que dirigía, en el Hospital General, Juan Madinaveitia. A través de Madinaveitia y de Francisco Giner de los Ríos (con el que tuvo genuina amistad) entró Achúcarro con relación a Luis Simarro, el profesor que orientó terminantemente el futuro de su dedicación científica. Durante estos últimos años de estudiante comenzó a trabajar en su laboratorio en la histología habitual y patológica del sistema inquieto, al tiempo que se decidía a consagrarse a la neuropsiquiatría.

Recién finalizados sus estudios en Madrid, pasó múltiples meses en París (1904-1905), donde asistió en la clínica de Pierre Marie, en la Salpêtrière, a las enseñanzas de Joseph Babinsky en la Pitié. A través de los 2 continuadores mucho más relevantes de la obra de Jean Martin Charcot, tuvo ocasión de absorber la sólida fundamentación anatomopatológica característica de la llamada medicina neurológica "tradicional" francesa.

Todavía en 1905, se trasladó a Florencia, localidad donde mejoró su capacitación siquiátrica al lado de Ernesto Lugaro y Eugenio Tanzi, para pasar después a Munich, donde radicó prácticamente tres años haciendo un trabajo con Emil Kraepelín y Alois Alzheimer; esta última estancia en la ciudad más importante bávara fue definitiva para la orientación científica de Achúcarro. Las ideas que los 2 autores convocados encarnan -la nosología kraepeliana y la especificidad histopatológica de las distintas psicosis- formarían entre los mucho más claros argumentos de su obra de estudioso.

A mediados de 1908, Alzheimer le ha propuesto frente al gobierno americano como el hombre mucho más perfecto para ordenar y regentar el departamento anatomopatológico del Manicomio Federal de Washington. Allí continuó a lo largo de prácticamente un par de años, utilizando para su trabajo una prácticamente sin límites riqueza de medios de todas y cada una clases y una enorme independencia científica. En mayo de 1910, sin embargo, Achúcarro regresó a España.

Los ocho años pocos que le quitaban de vida los pasó en Madrid, sin que se resintiera la calidad y también intensidad de su tarea por la variedad de puestos con que debió ganarse la vida. Ejerció privadamente como neuropsiquiatra, logró una plaza en el Hospital General, trabajó a lo largo de unos pocos meses en el laboratorio de Cajal, quien lo incorporó asimismo (si bien sin sueldo) al personal de su cátedra y, más que nada, desde 1912, dirigió el laboratorio fundado por la Junta de Ampliación de Estudios para perfeccionar la capacitación de los médicos que tenían que salir al extranjero.

Allí tuvo como acólitos, entre otros muchos, a Pío del Río-Hortega, Gonzalo Rodríguez Lafora, Felipe Jiménez de Asúa, José Miguel Sacristán, Luis Calandre y Miguel Gayarre. No obstante, en el momento en que se encontraba en la cima tanto en su tarea estudiosa como en su actividad enseñante, murió a los treinta y ocho años, tras múltiples meses de agudo padecimiento, en su vivienda veraniega de Heguri, víctima parece ser de una patología de Hodgkin.

Fernando de Castro distinguió 4 enormes apartados en la obra de Achúcarro: el inconveniente de las "Stäbchenzellen" o células en bastoncito, el procedimiento de tanino y la plata amonical, las indagaciones sobre la glía y el estudio de las modificaciones en el ganglio cervical superior simpático en varias psicosis.

Achúcarro aclaró la significación servible de las "Stäbchenzellen" descubiertas por Franz Nissl en 1898 en el cerebro de los paralíticos cerebrales. En su proposición doctoral sobre la anatomía patológica de la íra (1906) y en un producto de 1908, Achúcarro ha propuesto una hipótesis fundamentada en sus descubrimientos en el stratum radiatum del asta de Ammnon: las células en bastoncito son maneras de adaptación de las pirámides ammónicas en degeneración, y su configuración alargada hay que a la composición peculiar de la corteza cerebral, con el tupido enrejado que forman las dendritas.

Para contrastar esta hipótesis efectuó una secuencia de vivencias en el asta de Ammnon del conejo, causó lesiones superficiales y también inflamaciones locales con substancias cáusticas o con cultivos de esportricos. Pudo probar de esta manera que las células en bastoncito que aparecían en la región reaccional limitante guardaban gotas de grasa y lipoides en tanta mayor cantidad cuento mucho más próximas estaban al foco necrótico. Su función primordial consistiría en fagocitar los modelos de desintegración de las neuronas en los procesos inflamatorios; su forma alargada característica se debía a un movimiento activo para fagocitar, adaptándose a las construcciones inquietas. Por ello, pese a su presencia incesante en la corteza de los paralíticos en general, no tiene que ver con unos elementos patognomónicos de esta afección, sino corresponden a una contestación mucho más general frente procesos inflamatorios cerebrales.

Partiendo exactamente de su preocupación por la génesis de las células en bastoncito, Achúcarro se esmeró, desde 1910, en conseguir un procedimiento de impregnación y de reducción argéntica que coloreara "los diferentes elementos de la neuroglia y otras células intersticiales del tejido inquieto irreconocible". Resultado de su tarea del mismo modo fue la invención del procedimiento del tanino y la plata amoniacal, que presentó a la Sociedad Española de Biología el 20 de octubre de 1911. El nuevo seguir era el mucho más correspondiente que existe hasta el día de hoy para pintar la neuroglia y la substancia primordial del tejido conectivo, en especial la reticulina. Por medio del mismo, ha podido Achúcarro efectuar múltiples contribuciones de genuino relieve, entre aquéllas que resaltan, primeramente, los descubrimientos relativos a las lesiones vasculares en la parálisis general progresiva.

Si bien el procedimiento del tanino y de la plata amoniacal significó un considerable avance, no dejaba efectuar estudios sistemáticos de la microglía, más que nada por el hecho de que no ofrecía coloraciones correctas del protoplasma neuróglico y sus relaciones con las neuronas. La tarea de Achúcarro sobre este tema la efectuó con otro seguir de mayor desempeño: el del oro-sublimado que publicó Cajal en 1913. Achúcarro lo usó en una secuencia de indagaciones, efectuadas en colaboración con su acólito Miguel Gayarre, sobre la corteza cerebral en la parálisis general y en la demencia senil.

En la primera de esta dolencias, describió, entre otros muchos descubrimientos, las transformaciones que padecen los astrocitos. En la segunda, las novedosas indagaciones sirvieron como confirmación de una sucesión de hechos que Achúcarro había descubierto ahora a lo largo de su estancia en el laboratorio del Manicomio Federal de Washington. A las modificaciones neuronales que había descrito Alzheimer, añadió otras neuróglicas asimismo fibrilares que se muestran simultáneamente, y que en sus fases finales tienen un aspecto ensortijado o reticular similar.

Las interpretó, además de esto, como procesos recesivos propios de la agonía de la neurona, afines a los que experimentan las neurofibrillas en los cabos periféricos de las neuritas seccionadas en los centros alterados, que tan bien había estudiado Cajal en sus insignes trabajos sobre la degeneración y la generación del sistema inquieto. Analizó asimismo Achúcarro todas y cada una de las fases de la regresión de los astrocitos en la demencia senil hasta el momento en que quedaban transformados en restos gliofibrilares ensortijados o reticulares.

Una necesidad ineludible que se le propuso a Achúcarro para seguir sus indagaciones histopatológicas fue el saber de las predisposición de la neuroglia en las capas corticales y en el resto zonas del cerebro y otros órganos alterados. Hasta entonces, se había empleado el término citoarquitectonia para designar la topografía estratificada de las neuronas. Achúcarro ha propuesto, en un producto anunciado en 1913, el nombre de glioarquitectonia para referirse al plan dispositivo del tejido neuróglico, inconveniente al que consagró múltiples indagaciones efectuadas eminentemente en el asta de Ammnon y en la fascia dentada del hombre y en distintas zonas inquietas de múltiples animales de experimentación.

Los desenlaces que consiguió con ellas son, indudablemente, entre los puntos de mayor trascendencia de su contribución científica. Comprobó, en primer término, que la topografía neuróglica en el asta Ammon y en la fascia dentada se ajusta a la predisposición en estratos de las neuronas en estas zonas. Puso de relieve, en segundo término, que en los organismos mucho más avanzados filogenéticamente, o sea, en los del hombre y del mono, hace aparición una mayor distinción de la neuroglia, tanto en su pluralidad protoplasmática como en la fibrosa. Demostró asimismo, en tercer sitio, la armónica distribución de las variedades de neuroglia según la composición neuronal de las capas: en aquellas de enorme consistencia neuronal, como el stratum lucidum y el stratum radiatum hace aparición de forma exclusiva una neuroglia protoplasmática, al tiempo que en otras como el stratum oriens o de las células pequeñas que solo en parte tienen letras y números protoplasmáticos y que corresponden a una región cortical de avance tardío.

Estos sucesos parecían reclamar una investigación equiparada de la neuroglia en la serie filogenética. Achúcarro la realizó en uno de sus últimos trabajos (1915), desde el criterio especial de las relaciones de la neuroglia con el aparato vascular. La motivación de este criterio radicaba en su adhesión a la hipótesis de que la neuroglia protoplasmática tenía naturaleza glandular. Esta interpretación se fundamentaba eminentemente en la presencia de determinadas granulaciones del citoplasma neuróglico que fueron interpretadas como mitocondrias, en el carácter alveolar de tal citoplasma y, más que nada, en la existencia de apéndices neuróglicos colocados en la adventicia de los vasos.

Achúcarro centró sus indagaciones en este último punto, aseverando que estos apéndices correspondía al aparato excretor y vector de la neuroglia, a través del que vertían en el torrente circulatorio la substancia desarrollada en su citoplasma. Con ello, el tejido neuróglico quedaba interpretado como una glándula endocrina intersticial del sistema inquieto. El hecho de que esta hipótesis haya sido más tarde dejada no debe llevar a cabo olvidar la excepcional fertilidad que los trabajos que efectuó con este fundamento tuvieron para conocer varios descubrimientos estructurales de la neuroglia.

En toda la obra histopatológica de Achúcarro está bien presente su condición de neuropsiquiatra, pero se refleja de una forma particular en sus indagaciones, publicadas en 1913, sobre las modificaciones del ganglio cervical simpático en varias anomalías de la salud mentales. El punto de inicio de tales trabajos, según propia declaración de su creador, fue la relación que establecía la neurofisiología entre el sistema simpático y la vida cariñosa. La relevancia del ganglio cervical superior en la inervación de los vasos cerebrales le llevó a la resolución de estudiar su composición en distintas anomalías de la salud mentales "para tantear los desenlaces probables en una investigación de mayor empeño".

Las adversidades que halló en tal labor no fueron escasas; fue la más esencial la excepcional pluralidad de la morfología de las células simpáticas, tal como su evolución durante la vida, que le hicieron prácticamente irrealizable tener una imagen-tipo habitual a la que referir las distintas modificaciones patológicas. De todos métodos, logró conocer una lesión de indiscutible interés, que llamó degeneración vacuolar. Se trata de una perturbación que perjudica tanto al soma celular como a las dendritas, de carácter similar a las que se muestran en las neuronas cerebrales y la medula espinal en la idiocia amaurótica juvenil. Achúcarro la halló primordialmente en la patología de Korsakow, si bien no como lesión concreta, puesto que hace aparición en otras patologías inquietas y mentales.

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