Nanni Moretti

Vida y Biografía de Nanni Moretti

(Brunico, 1953) Cineasta italiano. Giovanni Moretti nació el 19 de agosto de 1953 en Brunico, Bolzano, donde su familia, habitante en Roma, pasaba ese año las vacaciones. Hijo de Luigi Moretti, instructor universitario de epigrafía griega, y de Agata Apicella, asimismo maestra en un liceo de roma, los dos participaron como actores -exactamente la misma sus hermanas, Chiara y Silvia- en múltiples de sus películas. La pasión por el cine se descubrió en él a edad muy temprana, de la misma su afición al waterpolo, deporte que, en la adolescencia, le dio muchas satisfacciones; en 1970 formó parte en la selección nacional juvenil y llegó a divertirse en la primera A del Lazio.

En cuanto al cine, tras finalizar los estudios tradicionales procuró en balde trabajar como ayudante de dirección, con lo que terminó por vender su compilación de sellos para comprarse una cámara super 8 y rodar, a los veinte años, sus 2 primeros cortos, La sconfitta y Paté de Bourgeois. Ambos se proyectaron en el Círculo Nueva Izquierda del vecindario de roma de San Lorenzo, donde militaba, y más tarde en el Festival de Montecatini y en la Mostra de Venecia. Esperaba entonces ser convocado para trabajar como asistente de dirección en alguna película, pero los hermanos Taviani le ofrecieron un corto papel como actor en Padre Padrone (1978), el del soldado que traba amistad con el personaje principal.

Hasta entonces, trabajaba en la realización de 2 nuevos grabes, una sátira de I promessi sposi, llamada Come parli frate? y, asimismo en super 8, lo que fortalecía su aire de película casera, su primer extenso film, Soy un autárquico (1976), título premonitorio de la posterior evolución de su filmografía, que logró estrenar en los circuitos comerciales y continuó múltiples meses en letrero de forma exitosa de crítica y público, lo que indujo a la RAI a tenerlo y pasarlo a 16 milímetros. Aquel fue el año de su despegue. Su segundo extenso film, Ecce bombo (1978), anunciado a certamen en el Festival de Cannes, consiguió después un destacable éxito de taquilla.

Un cronista de su tiempo

De a poco se iban marcando las líneas maestras de su cine. Desde los primeros grabes, sus proyectos se organizaron cerca de la presencia excluyente del propio realizador en cámara, mucho más como representante de sí que en riguroso carácter de actor. En torno a él circulaba el grupo de amigos y familiares que proporcionaba a sus proyectos carácter de retrato grupal y generacional. El relato acostumbraba a ser abierto, lo que le dejaba integrar todo tipo de extractos intermitentes, que iban desde el comentario de actualidad hasta las ocurrencias mucho más surrealistas.

En Soy un autárquico, por poner un ejemplo, al darse cuenta de que la directiva Lina Wertmüller tendría a su cargo una cátedra de cine en una facultad estadounidense, Moretti expresaba su desconfianza baboseando un líquido verde; en Abril aparecía con un colosal cigarrillo de mariguana como una evasión de la verdad frente a la victoria de Silvio Berlusconi en las selecciones de 1994. Se preguntaba: «¿De qué forma posiblemente se haya escogido jefe del gobierno al dueño de tres redes de televisión y, para colmo, con el acompañamiento de una fuerza fascista?». Y la continuidad de su alegato se veía asegurada por la reaparición de un mismo personaje personaje principal, Michele Apicella (su apellido materno).

A partir de Caro períodico (1993) se desprendió de ese alter ego para nombrarse nada más y nada menos que Nanni Moretti, y el cómico y la persona se muestran fusionados: irrealizable saber dónde termina uno y comienza el otro. Incluso en su último largometraje, el psicoanalista que interpreta lleva por nombre Giovanni, como él. Este registro libre y sin ataduras, este link entre situación y ficción, entre relato y períodico personal, es exactamente lo que hace de sus películas algo insólito, sin prejuicios y escencial.

Fue desde Caro Diario en el momento en que se transformó en un fenómeno, indudablemente alén de sus esperanzas. Con ella logró despojarse del rótulo que al comienzo de su trayectoria le puso algún crítico bienintencionado, el de «Woody Allen italiano» -algo que le quedaba corto-, y se afianzó como entre los enormes cineastas de fines de siglo tanto en el panorama del cine italiano contemporáneo como en el marco en todo el mundo, y más que nada en Francia, donde se le comenzó a determinar como «el nuevo Fellini». Pero Moretti poco debía ver con Federico Fellini, ni su cine, por mucho más «fellinianas» que tengan la posibilidad de ser ciertas secuencias específicas, perseguía objetivos similares.

En 1987, al lado de su amigo Barbagallo, creó la productora Sacher Largo; el nombre es un homenaje al postre que mucho más le agrada, la tarta Sacher austriaca. Desde sus primeras producciones, como Notte italiana, de Carlo Mazzacurati (1987), o los grabes Daniele Luchetti Domani accadrà (1988) y también Il portaborse (1991), donde Moretti interpreta a un cínico ministro socialista presto a todo por lograr la cima del poder político, se caracterizó por subvencionar los proyectos extraños aparte de los propios.

4 años después los dos adquirieron y reestructuraron una vieja salón de cine de enormes dimensiones en el vecindario de roma de Trastévere, el Nuovo Sacher, que se distinguía por una programación opción alternativa, con ciclos y debates que tienen los directivos de los grabes proyectados y con su asistencia, aparte de un festival de forma anual destinado a proyectar cortos de jóvenes realizadores que, desde 1989, entrega el premio Sacher de Oro.

Todo señalaba que había cumplido su sueño de autarquía. Y en los primeros destellos de una lúcida madurez, el director parecía haberse desposeído, a evaluar por La habitación del hijo, de sus medites políticas (tras el nuevo triunfo de Berlusconi expresó su aprensión hacia la aptitud de juicio de sus compatriotas), de sus ironías sobre la coexistencia en un planeta inhabitable, para internarse de lleno en una catástrofe intimista donde cuenta un sentimiento universal, y en el que no cuentan ni la política ni la sociedad.

Producida, efectuada y interpretada por él mismo, La habitación del hijo (2001) es una emocionante reflexión sobre el mal, que consiguió un reconocimiento unánime y mereció el máximo galardón en el Festival Internacional de Cannes, antecedido por el Nastro d’Argento conseguido en Roma al mejor extenso film de su país. Con esta película, amén de acaparar varios premios, ganó nuevos seguidores y una mucho más extensa cuenta por la parte de la crítica italiana. Síntoma de esto fue la convidación a comandar el jurado en todo el mundo de la Mostra de Cine de Venecia que recibió en el mes de septiembre de ese año.

Cineasta de culto dentro y fuera de su país, Nanni Moretti pertence a los directivos simbólicos de la izquierda italiana. Por su ideología, su alegato crítico y la independencia con que efectúa sus grabes, representa precisamente lo opuesto que Roberto Benigni. Pero desde hace años y desde perspectivas tan opuestas, los dos encarnan las caras mucho más perceptibles del templados resurgimiento del antaño admirable cine italiano. Desde los años ochenta, las películas de Nanni Moretti se han ocupado de enseñar la verdad de su país de una forma completamente extraña a las reglas.

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