Si has llegado hasta aquí es porque eres sabedor de la relevancia que atesoró Mijail Botvinnik en la historia. La forma en que vivió y aquello que hizo mientras estuvo en el mundo fue decisivo no sólo para quienes trataron a Mijail Botvinnik, sino que a lo mejor produjo una señal mucho más insondable de lo que logremossospechar en la vida de gente que tal vez nunca conocieron ni conocerán ya nunca a Mijail Botvinnik de modo personal.Mijail Botvinnik fue uno de esos seres humanos que, por algún motivo, merece ser recordado, y que para bien o para mal, su nombre jamás debe borrarse de la historia.
(Mijail Moiseievich Botvinnik; Kuokkala, 1911 - Moscú, 1995) Ajedrecista soviético. Tanto por sus enormes éxitos frente al tablero como por su aportación a la teoría, reglamentación y difusión del ajedrez, se considera entre los mucho más esenciales players del siglo XX. Campeón del Mundo de 1948 a 1957, de 1958 a 1960 y de 1961 a 1963, fue además de esto siete ocasiones Campeón de la Unión Soviética (1931, 1933, 1939, 1941, 1944, 1945 y 1952) y integrante del aparato olímpico soviético que ganó las Olimpiadas de 1954, 1956, 1958, 1960, 1962 y 1964.
Aprendió a divertirse a los 12 años. Sus progresos fueron veloces, ya que ahora en 1925 derrotó, en unas simultáneas que dio en Leningrado, al entonces Campeón del Mundo, José Raúl Capablanca, que pronosticó un refulgente futuro para el joven jugador. En 1927 logró el título de profesor soviético de ajedrez. Durante estos años trabajó durísimo en el perfeccionamiento de su juego, estudió con ahínco todas y cada una de las fases del juego y comentó por escrito varias partidas, tanto suyas como de otros players.
En 1931 ganó por vez primera el campeonato soviético. Dos años después logró su primer éxito contra un jugador extranjero al empatar un acercamiento de 12 partidas con el jugador checoslovaco (soviético tras la guerra) Salo Flohr, que era entre los ocho mejores ajedrecistas de aquella época. En 1934 derrotó en otro match al holandés Max Euwe, que un año después sería Campeón del Mundo.
Todos estos éxitos en los mucho más esenciales campeonatos de todo el mundo hicieron de él entre los aspirantes al título mundial. Así, en 1935 ganó, empatado con Flohr, el muy importante torneo de Moscú, por enfrente de Emanuel Lasker (que a sus sesenta y siete años quedó tercero, sin perder partida, a solo medio punto de los campeones), de Capablanca, de Spielmann y otros enormes de aquella época; en 1936 quedó segundo, tras Capablanca, en el torneo de Moscú; ese año ganó, ex- aequo con Capablanca, pero sin perder ninguna partida, el enorme torneo de Nottingham, por enfrente de todos y cada uno de los enormes de aquella época. En 1938 fue tercero en el torneo A.V.R.O., a medio punto del vencedor, Paul Keres.
En 1943 fue reclutado para recortar árboles, más allá de que tenía un trabajo de ingeniero electricista, pero tras una carta que dirigió al dirigente soviético Vyacheslav Molotov, donde protestaba por el hecho de que aquello le impedía redactar los comentarios de las partidas del Campeonato de la URSS de 1941, se le dejó continuar haciendo un trabajo como ingeniero, solo a lo largo de tres o 4 días por semana, a fin de que pudiese estudiar ajedrez. Aun teniendo el frente de guerra a pocos km de su casa, continuó aprendiendo con una calma estoica.
Al término de la Segunda Guerra Mundial pactó la celebración de un acercamiento por el título mundial con Alexander Alekhine, pero la desaparición de éste en 1946 impidió su celebración. En 1946 ganó el torneo de Groningen y, por año siguiente, el de Moscú. En 1948 se disputó un nuevo torneo para dilucidar quién habría de ocupar el trono que había dejado vacante Alekhine, torneo que ganó Botvinnik con enorme sencillez, tras lo que se proclamó Campeón del Mundo.
Tras hallar el título, abandonó durante un momento la actividad frente al tablero para doctorarse en Ingeniería electrónica, materia donde llegó a ser un enorme especialista. Durante la década de los años cincuenta disputó pocos campeonatos, ya que prefirió ocuparse a los encuentros por el título mundial, que retuvo, con enormes inconvenientes, en 1951 frente David Bronstein (empate a 12), y en 1954 frente Vasili Smyslov, con otro empate. En 1957 lo perdió frente este jugador. Pero un año después lo recobró en el acercamiento de revancha. En 1960, regresa a perderlo, en esta ocasión frente Mijail Tahl, para recobrarlo por año siguiente frente exactamente el mismo contrincante. En 1963, Tigran Petrosian le arrebató el título, en esta ocasión de manera determinante.
Tras la pérdida del título, participó, con éxito, en distintos campeonatos. En 1970, tras un mediocre resultado en el torneo de Leiden, abandonó la práctica del ajedrez. En los años siguientes se dedicó a diseñar programas electrónicos de ajedrez, y a la enseñanza del noble juego, donde probó un talento prodigioso: de su escuela han salido los más destacados players de los últimos veinticinco años: Karpov, Kasparov, Ivantchuk, Shirov y, ahora en sus últimos tiempos, Kramnik.
Botvinnik afirmaba que para lograr un enorme nivel de juego había que trabajar durísimo, estudiar a investigar, anotar partidas, criticar los fallos propios, estudiar la historia del ajedrez, el avance de la teoría de las aperturas y de los finales. Fue el primer enorme jugador que tuvo la Unión Soviética y el constructor de una escuela, la soviética, de gloriosa tradición. Su estilo frente al tablero era primordialmente posicional; tenía un enorme dominio de la técnica y fue un eximio finalista. Sus análisis de las partidas aplazadas eran magistrales, tanto por la hondura como por la intuición sicológica.
Fue un profundo conocedor de la teoría de las aperturas, que le debe esenciales creaciones, por poner un ejemplo, en la Defensa Semieslava. No le agradaba que interviniera el azar en ningún aspecto de la partida, ni antes ni tras festejarse esta. Tenía una capacidad de trabajo y una férrea especialidad que le distanciaban de cualquier distracción que pudiese separarle del propósito propuesto.
Su punto mucho más enclenque eran las situaciones con muchas adversidades tácticas, en las que era irrealizable calcular con precisión todas y cada una de las opciones. Naturalmente, llevar a un jugador con una enorme preparación teorética y bastante talento a semejantes situaciones era prácticamente irrealizable. Además, escasos eran los que podían superarle en ese género de juego, salvedad llevada a cabo de Bronstein y Tahl. Quizás su prudencia frente al tablero se debiera a la bien difícil época que le tocó vivir, donde había que caminar con pies de plomo para no caer en desgracia frente al régimen. Es creencia general que Botvinnik fue el jugador preferido del régimen soviético, pero la verdad es que no se inscribió al Partido Comunista hasta 1940.
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