La historia del mundo la escriben aquellos hombres y mujeres queen el paso de los años, gracias a sus obras, sus pensamientos, sus creaciones o su talento; han originado quela humanidad, de una forma u otra,prospere.
Ya sea inspirando a más seres humanos o siendo una pieza esencial de la acción. Miguel Primo de Rivera es una de esas personas cuya vida, realmente, merece nuestra consideración debido al nivel de influencia que tuvo en la historia.Comprender la vida de Miguel Primo de Rivera es conocer más acerca de un periodo concreto de la historia del género humano.
Si has llegado hasta aquí es porque tienes consciencia de la trascendencia que tuvo Miguel Primo de Rivera en la historia. La forma en que vivió y lo que hizo en el tiempo en que permaneció en este mundo fue determinante no sólo para las personas que conocieron a Miguel Primo de Rivera, sino que a lo mejor dejó una huella mucho más insondable de lo que logremosimaginar en la vida de gente que tal vez nunca conocieron ni conocerán ya jamás a Miguel Primo de Rivera personalmente.Miguel Primo de Rivera fue una persona que, por alguna razón, merece ser recordado, y que para bien o para mal, su nombre nunca debe borrarse de la historia.
(Miguel Primo de Rivera y Orbaneja, Jerez de la Frontera, Cádiz, 1870 - París, 1930) Militar y dictador español. Procedía de una familia de militares consagrados, donde había señalado su tío Fernando Primo de Rivera, marqués de Estella (1831-1921), héroe de la última guerra carlista, gobernador de Filipinas y múltiples ocasiones ministro de la Guerra. Miguel Primo de Rivera ingresó en el ejército a los catorce años y desarrolló la mayoría de su trayectoria en sitios coloniales: Marruecos, Cuba y Filipinas (adonde acompañó a su tío) fueron los niveles que le dejaron subir de manera rápida por méritos de guerra, de forma que en 1912 ahora era general.
Relacionado por su capacitación al conjunto de militares africanistas, defendió no obstante el abandono de las colonias norteafricanas, con lo que tuvo que padecer represalias políticas. Desde 1919 pasó a sitios en la Península, que le pusieron en contacto con los agudos inconvenientes sociales y políticos de la época: fue capitán general de Valencia, de Madrid y de Barcelona.
Desde este último puesto, que ocupó en 1922, se vio confrontado a los inconvenientes de orden público de la región en la época del terrorismo anarquista, del pistolerismo patronal, del apogeo del catalanismo, de la inestabilidad del ministerio y de la descomposición del sistema de partidos. Como reacción, Primo de Rivera enarboló sus especiales militaristas, nacionalistas y déspotas para ofrecer un golpe de Estado en 1923, que puso en suspenso la Constitución, disolvió el Parlamento y también implantó una dictadura (1923-1930).
Con la connivencia del rey Alfonso XIII y la aquiescencia de parte importante de la patronal, del clero, del ejército y de las fuerzas conservadoras, Primo de Rivera encabezó un Directorio Militar que concentró todos y cada uno de los poderes del Estado excluyendo a los políticos expertos. Inicialmente halló poca resistencia, en la medida en que venía a substituir a un régimen desprestigiado y en que prometía una dictadura únicamente transitoria inspirada en los especiales expresados por los regeneracionistas de principios de siglo (como Joaquín Costa), para volver a poner el orden y desarraigar la predominación caciquil de la vida política (aun los socialistas le prestaron una benevolente neutralidad). Aunque formalmente se inspirara en ocasiones en el modelo fascista de la Italia de Mussolini, su dictadura fue mucho más moderada y conservadora.
A lo largo de los años del Directorio Militar (1923-25) se limitó a perseguir a los ácratas (cuyo sindicato CNT fue proclamado ilegal), a liquidar la Mancomunidad de Cataluña (primer ensayo de autogobierno regional), a desterrar de la vida política a los partidos y las instituciones representativas (reemplazados por tecnócratas conservadores, organizados desde 1924 en la Unión Patriótica), a remarcar el proteccionismo estatal a favor de la industria nacional y a promover la construcción de enormes proyectos públicas.
Uno de sus mayores éxitos consistió en consolidar la presencia de españa en Marruecos a través de una victoria militar que puso fin a años de permanentes guerras y adversidades (como el «Desastre de Annual» de 1921, por el que se habían amado soliciar responsabilidades a los militares y al propio rey, favoreciendo el golpe de Estado de 1923): el desembarco de Alhucemas (1925) formó una parte de una operación combinada con el ejército francés para terminar con la rebelión de las cabilas del Rif. Si bien contradecía todas y cada una de las ideas precedentes del dictador, fue un éxito tan importante que animó a Primo de Rivera a institucionalizar su dictadura de manera durable.
El Directorio Militar dio paso a un Directorio Civil (1925-30) y se reunió una Asamblea Nacional (1927) que realizó un anteproyecto de Constitución (1929). Aquel simulacro de Parlamento no democrático, no obstante, mostró la variedad de situaciones políticas que había entre los seguidores de la dictadura, entre católicos conservadores de viejo tipo y corporativistas déspotas atraídos por el fascismo. Divididas las huestes primorriveristas y enrarecidas las relaciones del dictador con el rey, no fueron capaces de enfrentar el apogeo de la oposición, crecientemente unida y movilizada frente a la amenaza de ver perpetuarse el régimen. Socialistas y republicanos se unieron en la campaña contra la dictadura, que conminaba con arrastrar asimismo a la Monarquía que la había apoyado; alumnos, obreros y también intelectuales se manifestaban contra el régimen; y los propios militares conspiraban contra Primo de Rivera.
Al final, desautorizado por los altos mandos militares y por el rey, Primo de Rivera presentó su dimisión en 1930 y se exilió en París, no sin antes sugerir a Alfonso XIII ciertos nombres de militares que podrían sucederle (entre ellos el general Dámaso Berenguer, que aceptó la presidencia). En París moría un par de meses después, en la mitad de una enorme amargura y decepción por las ingratitudes recibidas. Su hijo mayor, José Antonio Primo de Rivera, entraría en la política poco después para reivindicar la memoria de su padre, según ha dicho.
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