Miguel Mihura

Ya sea inspirando a otros o siendo una pieza esencial de la acción. Miguel Mihura es uno de esos seres humanos cuya vida, indudablemente, merece nuestra atención debido al grado de influencia que tuvo en la historia.Comprender la biografía de Miguel Mihura es conocer más acerca de periodo preciso de la historia del género humano.

Si has llegado hasta aquí es porque eres sabedor de la importancia que detentó Miguel Mihura en la historia. El modo en que vivió y lo que hizo en el tiempo en que estuvo en el mundo fue determinante no sólo para las personas que conocieron a Miguel Mihura, sino que a lo mejor dejó una huella mucho más profunda de lo que logremosfigurar en la vida de gente que tal vez nunca conocieron ni conocerán ya jamás a Miguel Mihura de forma personal.Miguel Mihura fue uno de esos seres humanos que, por alguna razón, merece no ser olvidado, y que para bien o para mal, su nombre jamás debe borrarse de la historia.

Las biografías y las vidas de personas que, como Miguel Mihura, atraen nuestro interés, deben ayudarnos en todo momento como referencia y reflexión para ofrecer un marco y un contexto a otra sociedad y otra época que no son las nuestras. Tratar de entender la biografía de Miguel Mihura, el motivo por qué Miguel Mihura vivió como lo hizo y actuó de la forma en que lo hizo durante su vida, es algo que nos impulsará por un lado a entender mejor el alma del ser humano, y por el otro, el modo en que avanza, de forma inexorable, la historia.

Vida y Biografía de Miguel Mihura

(Madrid, 1905 - 1977) Comediógrafo y humorista español a quien hay que la renovación del teatro cómico de la posguerra. Su pieza maestra, Tres sombreros de copa (redactada en 1932 pero no estrenada hasta 1952), supuso una separación extremista con el humor clásico, al agredir tanto los tópicos estilísticos como las convenciones sociales, distorsionando el enfoque costumbrista a través de un deslumbrante talento verbal y una sátira fría y libre. En su producción posterior continuó siendo leal a su visión iconoclasta, si bien logró concesiones al público disminuyendo el tono crítico.

Miguel Mihura efectuó estudios superiores y, a título personal, estudió asimismo lenguas extranjeras, dibujo, pintura y música. En su juventud fue dibujante y periodista en gacetas cómicas, si bien siempre y en todo momento frecuentó los entornos teatrales. Al igual que Enrique Jardiel Poncela, sus comienzos estuvieron ciertos por las corrientes vanguardistas, y de manera especial por Ramón Gómez de la Serna. Bajo el seudónimo de Miguel Santos, cooperó en las gacetas madrileñas Buen Humor, Cosquillas, Muchas gracias, Gutiérrez y, a lo largo de la guerra civil, en La ametralladora, escondiéndose, por temor a represalias, bajo otro seudónimo, Lilo.

En 1941 creó La Codorniz, conocida publicación semanal de la posguerra, que dirigió hasta 1946. La gaceta, que con los años llegaría a tener una increíble nómina de escritores y dibujantes (Álvaro de Laiglesia, Evaristo Acevedo, Wenceslao Fernández Flórez, Enrique Jardiel Poncela, Edgar Neville, Antonio Mingote, Tono [Antonio Lara Gavilán] o Chumy Chúmez, entre otros muchos), se impuso por su comicidad novedosa, irrazonables y surrealista que, con la denominación de "humor codornicesco", caracterizó asimismo la producción teatral del creador. Mihura fue además de esto escritor de guiones de sobra de veinticinco películas, entre ellas Bienvenido Mr. Marshall, apuntada por Luis García Berlanga en 1952.

Pero su auténtica vocación artística era el teatro, con el que había tenido relación desde niño, por ser hijo de un actor, pero al que no se dedicó hasta bastante después. Su primera comedia, Tres sombreros de copa, fue redactada en 1932, pero solo ha podido ser representada veinte años después. Los fundamentos de este rechazo van desde considerarla irrepresentable hasta la indignación de un Valeriano León, que la evalúa "la obra de un demente". Hasta cierto punto, no debe de asombrar este rechazo en un panorama teatral español primordialmente conservador, marcado por los límites moderados en las formas y en los contenidos del modelo predeterminado por Jacinto Benavente. Si, en estos instantes, la obra no deja de contestar al género de humor, próximo al absurdo, que está en rema en toda Europa (piénsese en Samuel Beckett o en Eugène Ionesco), la verdad es que, de haberse representado en 1932, se habría adelantado, indudablemente, a varios de los resortes de este nuevo teatro.

Estrenada en el Teatro Español de Madrid el 24 de noviembre de 1952, la anécdota de Tres sombreros de copa es increíblemente simple: Dionisio duerme en una pensión su última noche antes de casarse, en el momento en que penetra en la habitación un conjunto de bailarinas de varietés y organizan una juerga noctámbula que va a durar hasta la madrugada y que prácticamente acabará con los sanos proyectos del personaje principal. Se expone la oposición que hay entre el planeta falso y demasiado ajustado de la burguesía de provincias y la independencia (quizá falsa asimismo) de ese otro modo de vida que es el de las artistas, entregadas a la sorpresa de cada nuevo día.

Lo realmente nuevo en esta obra es el absurdo aparente de varias ocasiones y diálogos. Para patentizar los aspectos tragicómicos de la vida y poner en duda la validez de los conceptos sobre los que la civilización oficial fundamentaba su seguridad, el creador recurrió a la estrategia de eliminar la solidez semántica del lenguaje, negando la lógica por medio de un sutil y también implacable juego de referencias irreales y de asociaciones inverosímiles.

La problemática que se encuentra en Tres sombreros de copa, esto es, el enfrentamiento entre independencia y orden burgués, entre vericidad y falsedad de ciertos valores fundamentales, resurge, si bien mucho más diluida, en las proyectos escritas en colaboración con sus colegas de La Codorniz (Joaquín Calvo Sotelo en ¡Viva lo irrealizable! o el contable de las estrellas, 1939; Antonio Lara en Ni pobre ni rico, sino más bien todo lo opuesto, 1943; Álvaro de Laiglesia en El caso de la mujer asesinadita, 1946) y en proyectos siguientes. Entre ellas resaltan asimismo El caso de la señora magnífica, Una mujer alguno, A media luz los tres (1953), El caso del señor vestido de violeta (1954) ¡Sublime resolución!, La canasta (1955), Mi adulado Juan (1956), Carlota (1957), Melocotón en almíbar (1958), Maribel y la extraña familia (1959), El chalet de Madame Renard (1961), La hermosa Dorotea (1965), Ninette y un señor de Murcia (1964), La tetera (1965) y Sólo el cariño y la luna traen fortuna (1968).

Prácticamente unánime, la crítica encontró en ellas una posición equívoca del creador, debatiéndose entre el deseo de contestar a las demandas estéticas del público burgués y sus demandas de independencia creativa. Independientemente del abandono de su primitiva intransigencia, se le reconoce no obstante el mérito de haber explorado novedosas fronteras teatrales. El propio Eugène Ionesco lo elogió como precursor del teatro del absurdo y por su combinación de elementos trágicos y absurdos, en un talante irracional que a su juicio "puede revelar, bastante superior que el racionalismo formal o la dialéctica automática, las contradicciones y la estupidez del espíritu humano".

No obstante, Mihura tiene una carga poética que no tienen los cultivadores ultrapirenaicos del género; pese a los despropósitos prodigados en el lenguaje, sus individuos preservan una excepcional dosis de humanidad. Ello es especialmente aplicable a Tres sombreros de copa, obra que, al lado de Historia de una escalera, de Antonio Buero Vallejo (estrenada en 1949) y Escuadra hacia la desaparición, de Alfonso Sastre (1953), marcan el cambio profundo que experimentó el teatro español de tras la contienda.

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