Miguel Antonio Caro

Vida y Biografía de Miguel Antonio Caro

(Bogotá, 1843 - 1909) Político y escritor colombiano, entre las figuras mucho más singulares de la historia cultural de su país. De capacitación autodidacta, se inició en el periodismo en 1871 en el jornal de su propiedad El Tradicionista, que fue la palestra de sus ideas políticas y religiosas y lugar desde donde luchó contra el radicalismo y apoyó a la Iglesia católica. Fue principal creador, en 1871, de la Academia Colombiana de la Lengua, primera institución de su tipo en América y conocida por la Real Academia Española exactamente el mismo año de su fundación. Ideólogo, administrador y ejecutor de la Regeneración, participó en la redacción de la constitución de 1886 y ejercitó como diputado y presidente del consejo de Estado. Fue presidente de la República de 1892 a 1898 y rigió, según un biógrafo, mucho más con honor que con éxito.

Consagró lo destacado de su talento a las letras: traductor de la Eneida, gramático en el Tratado del participio (1870), defensor de la lengua viva en su estudio Del empleo en sus relaciones con el lenguaje (1881), erudito en su Virgilio en España, agudo crítico en varios ensayos en los que trató de la literatura castellana y entre los mucho más relevantes escritores colombianos y también sudamericanos. Como latinista compuso, en colaboración con Rufino José Cuervo, una destacable Gramática latina (1867). Polemista por naturaleza, en sus juicios literarios abunda la agresividad; a este espíritu combativo hay que, en el fondo, el renacimiento cultural de su país.

La robusta personalidad de Miguel Antonio Caro se concreta con mucho más claros contornos en las disciplinas mucho más agradables a su espíritu y a su temperamento (la filosofía, la oratoria parlamentaria, la crítica literaria, la traducción y el ensayo) que en la poesía. Caro fue un poeta de tendencias clasicistas, pero mucho más que artista era un virtuoso del verso, frío y abstruso más de una vez. Afluye a sus versos el reiterado recuerdo de formas y expresiones, habilidosamente cambiadas, de las Odas de Fray Luis de León y de Horacio o de las poesías líricas de Luis de Góngora o de Lope de Vega. En las especificaciones del paisaje originario, el símil, de clara estirpe virgiliana, asiste, irreprimible, a marcar una extraña pincelada de égloga romana en el cuadro de tonalidades tropicales, generando en el grupo un ingrato contraste artificioso.

La fría dureza tradicional que caracteriza la producción poética de Caro puede detallarse como una personal reacción contra los abusos y exageraciones del romanticismo decadente, que por entonces ejercitaba su anárquica vigencia en los dominios de la poesía de sudamérica, y a la que no ha podido sustraerse exactamente el mismo José Eusebio Caro, padre del insigne traductor de Virgilio. De sus creaciones, la única que alcanzó un éxito sin reservas fue A la escultura del Libertador.

En materia de poesía, su faceta como traductor de autores como Horacio, Tibulo, Catulo y Virgilio superó con bastante la de constructor, y como tal, Caro recibió la consagración de personas de la autoridad y valimiento de Marcelino Menéndez Pelayo y Rufino José Cuervo. Sus poesías latinas tienen dentro traducciones al latín de múltiples poesías colombianas, españolas, francesas, inglesas y también italianas y distintas piezas auténticos.

Salvo poquísimos de alguna extensión, la mayor parte de esos poemas auténticos en latín son creaciones de 12 a veinte versos, distribuidas en tres "libros". En el primero prevalecen las meditaciones o las canciones a la naturaleza, a sus hijos, a sus amigos; en el segundo, las sátiras políticas y las efusiones religiosas; en el tercero, los epitafios y los epigramas muy breves y frecuentemente punzantes, como los que acostumbraba a publicar el creador en español charlando con amigos. Gran proporción de estas poesías están en hexámetros dactílicos; otras tantas, en dísticos elegíacos; poquísimas, en otros metros líricos, aun alguna en metro eclesiástico medieval. Vocabulario, sintaxis y metrificación son de legítimo aire tradicional, singularmente virgiliano.

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