Ya sea inspirando a más seres humanos o siendo parte de la actuación. Melchor Cano es una de las personas cuya vida, realmente, merece nuestra consideración debido al grado de influencia que tuvo en la historia.Conocer la biografía de Melchor Cano es comprender más sobre etapa determinada de la historia del ser humano.
Comprender las luces y las sombras de las personas destacadas como Melchor Cano, personas que hacen rotar y transformarse al mundo, es algo básica para que seamos capaces de apreciar no sólo la existencia de Melchor Cano, sino la de todos aquellos y aquellas que fueron inspiradas por Melchor Cano, gentes a quienes de un modo u otro Melchor Cano influenció, y por supuesto, entender y comprender cómo fue vivir en el momento de la historia y la sociedad en la que vivió Melchor Cano.
Vida y Biografía de Melchor Cano
(Tarancón, 1509 - Toledo, 1560) Teólogo dominico español. Profesor en Alcalá de Henares y en Salamanca, fue entre los renovadores de la escolástica y mantuvo una dura polémica con Bartolomé de Carranza, en cuya condena influyó. Se opuso a la incipiente Compañía de Jesús. Teólogo de Trento, animó a Felipe II a arrancar un catolicismo nacional y cerrado a toda predominación europea. Enemigo personal del papa Paulo IV, solo a su muerte ha podido ocupar el cargo de provincial de su orden. Su obra más esencial es De locis theologicis (1563).
Hijo de Fernando Cano, reputado jurisconsulto que a la desaparición de su mujer ingresó en la orden franciscana y llegó a ser confesor de las hijas de Carlos V, su niñez transcurrió en Pastrana (Guadalajara). Realizó sus primeros estudios de humanidades en Salamanca, en cuyo convento de San Esteban fue ordenado sacerdote de la Orden de Santo Domingo (1524). En la facultad salamanquesa estudió artes y teología (1527-1531) y tuvo como profesor a Francisco de Vitoria.
Enviado para llenar su capacitación al Colegio de San Gregorio de Valladolid, cuyos estatutos juró en 1531, asistió con fray Luis de Granada y otros dominicos a las enseñanzas de Diego de Astudillo. Profesor de Artes en este instituto, Melchor Cano fue nombrado profesor de alumnos y más tarde catedrático de vísperas al subir Bartolomé de Carranza a la prima con ocasión de la desaparición de Astudillo, acontecida en 1536. Desde aquel instante se acentuaron las diferencias doctrinales entre Cano y Carranza, polémica que provocó la división de los escolares en “canistas” y “carrancistas”.
Los episodios en general de la orden en Roma de 1536 y 1542 le confirieron el nivel de bachiller y la magistratura en Teología, respectivamente, aparte de conseguir el magisterio teológico por la Universidad de Bolonia (Italia). En 1543 se le adjudicó la cátedra prima de Teología de la Universidad de Alcalá de Henares (La capital española) y, tras sobrepasar en la oposición al moralista Juan Gil de Nava, en 1546 ocupó la cátedra de Salamanca, de la que Francisco de Vitoria había sido titular hasta su muerte.
Oráculo del consejo académico y del consejo imperial, Melchor Cano intervino en la disputa establecida entre Bartolomé de Las Casas y Juan Ginés de Sepúlveda, vista en la Junta de Valladolid en el mes de agosto de 1550. El 30 de diciembre de aquel año recibió una carta del emperador con la orden de incorporarse a las sesiones del reanudado Concilio de Trento, y en el mes de enero de 1551 consiguió permiso de la facultad para arrancar el viaje con los asimismo dominicos Domingo de Soto y Bartolomé de Carranza.
Melchor Cano resaltó en el Concilio de Trento por sus intervenciones sobre los sacramentos de la eucaristía (9 de septiembre de 1551), la penitencia (20 de octubre) y el sacrificio de la misa (9 de diciembre); sus puntos de vista influyeron claramente en las constituciones sobre la felicidad y la justificación. A su regreso a España fue impulsado al obispado de Canarias, preconizado por Julio III en el mes de septiembre de 1552. Aunque abandonó su cátedra en Salamanca, en el mes de septiembre de 1553 renunció al obispado y se retiró al convento de Piedrahíta (Ávila) hasta el momento en que, a fines de año, se reincorporó como rector al instituto valisoletano de San Gregorio, si bien sin ejercer la docencia.
Felipe II le confió la defensa jurídico-ética de su soberanía en frente de las metas papales, que Melchor Cano estudió en su Parecer, obra donde justificaba la legimitad de la guerra contra Paulo IV como señor temporal. Convocado a Roma bajo la acusación de predicar contra la autoridad pontificia, el comienzo en 1556 de la batalla entre España y los Estados Pontificios, apoyados por Francia, postergó al olvido su desarrollo.
Prior de San Esteban de Salamanca desde principios de 1557, el 21 de octubre de aquel año fue escogido provincial de la orden, ascenso rechazado por Paulo IV, quien tampoco confirmó su segunda decisión el 16 de abril 1559. Muerto el pontífice, consiguió por último la confirmación de su sustituto, Pío IV. Enfermo en el viaje de regreso a España (1560), Melchor Cano murió en el convento toledano de San Pedro Mártir, a lo largo de su primera visita preceptiva a la provincia.
Al lado de personalidades como Francisco de Vitoria, Luis de Molina, Domingo de Soto, Francisco Suárez y Juan de Mariana, Melchor Cano representa a un ámbito de la Iglesia de españa del siglo XVI en especial preocupado por las secuelas de la Reforma protestante, a las que opusieron una profunda renovación de los estudios teológicos y una intensa participación en la elaboración y defensa de las disposiciones de la Contrarreforma. Desde esta situación criticó las prácticas mucho más obsoletas del escolasticismo, entre ellas la filosofía peripatética y el afán polemista, si bien ello no significara en ningún caso una renuncia a la tradición de Santo Tomás de Aquino.
Erigido en defensor de la ortodoxia, Melchor Cano acusó de herejía a Juan Ginés de Sepúlveda y actuó como calificador en el desarrollo que el enorme inquisidor Fernando de Valdés fomentó contra Bartolomé de Carranza en 1558. Sus supones con en comparación con iluminismo y al erasmismo se extendieron, también, contra la recién construída Compañía de Jesús, a su parecer una secta que reencarnaba al anticristo de la misma la iglesia de Lutero, razonamiento que sería retomado en el momento en que Carlos III procedió a la expulsión de los jesuitas en el siglo XVIII.
Considerado entre los desarolladores de la teología efectiva, esto es, de su fundamentación como ciencia, en su obra De locis theologicis libri duodecim (1563) redujo a diez los sitios (loci) o campos de estudio de la teología: la autoridad de las Sagradas Escrituras, la tradición oral, la Iglesia católica, los concilios, los Padres, la Iglesia romana, los teólogos escolásticos, el valor de la razón natural en materias científicas, la autoridad de los pensadores y la autoridad de la historia. Este tratado influyó en toda la teología de la temporada por su sabio empleo de la metodología y de los principios derivados de la filosofía de Aristóteles en cuestiones teológicas.
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