Max von Sydow

Ya sea inspirando a más seres humanos o siendo una pieza esencial de la acción. Max von Sydow es uno de esos sujetos cuya vida, sin duda alguna, merece nuestro interés debido al grado de influencia que tuvo en la historia.Comprender la vida de Max von Sydow es conocer más acerca de un periodo concreto de la historia de la humanidad.

Apreciar lo bueno y lo malo de las personas relevantes como Max von Sydow, personas que hacen rodar y cambiar al mundo, es algo fundamental para que podamos valorar no sólo la vida de Max von Sydow, sino la de todos aquellos y aquellas que fueron inspiradas por Max von Sydow, gentes a quienes de un modo u otro Max von Sydow influyó, y indudablemente, comprender y entender cómo fue vivir en la época y la sociedad en la que vivió Max von Sydow.

Vida y Biografía de Max von Sydow

(Lund, 1929) Actor sueco. Había estudiado en la reconocida Escuela Real de Teatro Dramático de Estocolmo, donde tuvo como condiscípulos a varios de los espléndidos intérpretes que entonces alcanzarían igual popularidad que él en las películas bergmanianas que iban llegando de a poco. Su carrera cinematográfica se inició a los veinte años, con una película melodramática llamada Bara en mor (1949), que podría traducirse como "Solo una madre" y que no traspasó las fronteras de su país, más allá de estar apuntada por el enorme profesor sueco Alf Sjöberg. Su siguiente película la rodó asimismo bajo el mando de este directivo y fue ahora un título de prestigio, Fröken Julie (1951), entre las múltiples ediciones (y, probablemente, la mejor) que se realizaron de la parte tradicional de August Strindberg.

La aparición de su figura espigada y espiritual, los ademanes medidos y serenos y aquella deslumbrante composición, en su aparente quietud, del caballero Antonius Blok en El séptimo sello (1957), de Ingmar Bergman, descubrió al planeta el talento inconmensurable de este actor sueco que se transformó prácticamente en una suerte de contrafigura de las inquietudes espirituales o metafísicas del realizador nórdico y, por supuesto, en entre los primeros actores que proceden de esos lejanos países que alcanzaba una popularidad notable.

A lo largo de múltiples años la asociación entre Max von Sydow y el directivo compatriota fue incesante y se resolvió en varias películas que están entre las mucho más destacables de la primera temporada de Ingmar Bergman. En Fresas salvajes (1957) interpretaba un ingenuo y caluroso carácter, el responsable de una estación de servicio, que consideraba a Isak Bork (Victor Sjöstrom, verdadero personaje principal de la película) el más destacable médico de todo el mundo. Otro personaje de suaves contornos era el que interpretaba en En el umbral de la vida (1958), el marido de Eva Dahlbeck, esperando de un hijo (que por último nace fallecido) como culminación de su unión.

Su personificación de Albert Emmanuel Vogler, el enigmático y ambiguo hipnotizador de El rostro (1958), continúa como otra de sus interpretaciones mucho más recordables. El manantial de la doncella (1960), Como en un espéculo (1961) y Los comulgantes (1963) fueron las tres películas que rodó consecutivamente bajo el mando de Bergman antes de recibir la llamada de Hollywood: y la iniciativa no dejó de ser asombroso.

George Stevens le ha propuesto el papel de Jesucristo en La historia mucho más grande nunca contada (1965). Este trabajo tuvo 2 secuelas: una de orden práctico, que significó la adopción de Von Sydow por la parte del cine estadounidense de enorme espectáculo; otra de carácter personal, y fue que el actor se empeñó con obstinación en escapar de esos individuos "espirituales" a los que parecía predestinado y trató de exhibir los aspectos mucho más malvados de su registro interpretativo, con objeto de no encasillarse.

Merced a ello podría admirarse, en su extendida trayectoria por el cine estadounidense, el talento de Max von Sydow en las mucho más distintas películas y en los mucho más diversos tipos, desde las considerables superproducciones tipo Hawai (1966), de George Roy Hill, Huracán (1979), de su compatriota Jan Troel, o el tributo bondiano Nunca afirmes jamás nunca (1983), de Irving Kershner, hasta el sinuoso género de Los tres días del cóndor (1975), de Sydney Pollack, o el satánico de La tienda (1993), de Frasser C. Heston.

Más allá de su progresiva y progresiva incorporación y adaptación a la maquinaria de Hollywood, Max von Sydow continuó leal a su deber artístico con Bergman y volvió a trabajar con él cuantas ocasiones fue convocado: sin dejar su estatus de actor "americanizado", regresó al del sol patrio para intervenir en La hora del lobo (1968), La vergüenza (1968), Pasión (1969) y La carcoma (1971), probando en todos y cada uno de los casos que estaba en medio de una forma y que era de manera perfecta con la capacidad de continuar haciendo un trabajo en ese registro estricto y también íntimo.

Para probar que no solo era un actor de estirpe intelectual y "artística", no vaciló en admitir papeles que estaban muy bajo sus merecimientos, prestándose a manifestarse con la absurda caracterización del maligno Ming en el Flash Gordon (1980) de Mike Hodges, o sometiéndose a esos diálogos inviábles con la poseída Linda Blair en El exorcista (1973), de William Friedkin.

Solo ciertos realizadores realmente lúcidos supieron distinguir la genuina dimensión de un actor de categoría y le ofrecieron papeles a medida de su talento. Cabe indicar, primeramente, a Woody Allen que, si bien le brindó una pequeña colaboración en Hannah y sus hermanas (1986), supo obtener de él con bastante talento esa vena neurótica, paródicamente "bergmaniana", en el personaje del pintor autocomplaciente y orgulloso. Otros directivos de europa fueron capaces asimismo de saber en las opciones inusuales del actor, pidiendo su certamen en películas que alcanzaron precisamente una consistencia mayor por tener Max von Sydow en el reparto: Francesco Rosi (Excelentísimos cadáveres, 1976), Valerio Zurlini (Il deserto dei tartari, 1976) o Bertrand Tavernier (La muerte directamente, 1980).

Pero debería ser un directivo sueco, Bille August, el que nos devolviese la imagen consagrada del actor en una película que se protegía en la tradición narrativa del país y que dejaba a Von Sydow desplegar su sin limites gama de registros, si bien en su inclinación mucho más propia y veraz: una búsqueda interiorizada del personaje, con una extremada facilidad pero de desenlaces deslumbrantes. Pelle el conquistador (1989) fue el título que propició su primera nominación al Oscar.

Como otros actores que alcanzaron la determinante madurez como semejantes, Max von Sydow se sintió tentado por la dirección y comenzó como realizador en el año 1987, con la película Katinka, versión de una novela de Herman Bang rodada en Noruega, y donde contó con la cooperación de un inestimable colaborador de las vivencias con Bergman: el magnífico directivo de fotografía Sven Nykvist.

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