La historia de las civilizaciones la escriben los hombres y mujeres queen el paso de los años, gracias a su forma de actuar, sus ideales, sus hallazgos o su arte; han ocasionado queel género humano, de un modo u otro,progrese.
(Max Oppenheimer Ophuels; Saarbrücken, 1902 - Hamburgo, 1957) Director de cine alemán que, en una línea marcadamente expresionista, efectuó producciones dispares. En su juventud se dedicó intensamente al teatro durante una década, y llegó a consolidarse como un estimable directivo. Llegó al planeta del cine como ayudante de Anatole Litvak en Pez de tierra (1930).
Dirigió en su país Die verliebte firma y Los herederos contentos (las dos de 1932), pero, con la ascensión al poder del nazismo, su condición de judío lo forzó a salir de Alemania y a buscar cobijo en Francia. Su etapa francesa a lo largo de los años treinta, donde trasladó al cine distintos contenidos escritos literarios, fue irregular; Amoríos (1932), Se ha robado un hombre (1934), Divina (1935) o Suprema resolución (1939) no pasaron de adaptaciones adecuadas.
Marchó a Estados Unidos en la época de la década de los 40, contexto que le dejó regentar ciertas películas atrayentes. Comenzó con una adaptación de Prosper Merimée (Vendetta, 1946), largometraje que en que cocon múltiples de los nombres mucho más representativos del Hollywood de la temporada: Preston Sturges, Howard Hughes (que fue el productor), Stuart Heisler y Mel Ferrer. Inmediatamente, Douglas Fairbanks Jr. le llamó a fin de que le dirigiera en La conquista del reino (1947).
Un paso esencial lo dio al asumir la dirección de Carta de una ignota (1948), adaptación de la obra de Stefan Zweig que le dejó probar su dominio de la escenificación, una capaz armonía en el ritmo de la trama (bien compasada por el fondo musical que se respira en exactamente la misma) y el aprovechamiento de los elementos de cámara. La historia fue fantásticamente interpretada por Joan Fontaine y Louis Jourdan. Almas desvistes (1949) fue su último trabajo estadounidense.
Increíblemente, Hollywood le reconoció su trabajo tras regresar a Francia. La ronde (1950), una exclusiva adaptación de Schnitzler que le dejó abundar en su estilo, fue nominada al Oscar por el guion amoldado y el adornado; El exitación (1952) recibió una nominación al Oscar por su adornado; y Madame de... (1953), una película de enorme factura con atrayentes interpretaciones de Danielle Darrieux, Charles Boyer y Vittorio de Sica, fue nominada por la Academia por su vestuario. Lola Montes (1955), un refulgente ejercicio en el que logró sintetizar su trayectoria teatral, operística y cinematográfica, fue el testamento de Ophuls.
Quizá gobernado por su trayectoria artística, Max Ophüls empapó su cine de una sensibilidad asombroso, alén del barroquismo o intimismo de los niveles de cada película. Su cámara resultaba impresionantemente dinámica, se movía en una embriagante mezcla de travellings, picados, contrapicados y panorámicas, acariciando con sensualidad la textura de todo el mundo atemporal en el que se movían sus individuos. Estos elementos, propios de su estilo, están en la mayor parte de sus proyectos, pero donde mejor logró fusionarlos fue en las 4 últimas películas que rodó tras su regreso a Francia.
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