Mateo Garralda

Las biografías y las vidas de personas que, como Mateo Garralda, seducen nuestro interés, tienen que valernos siempre como punto de referencia y reflexión para proponer un marco y un contexto a otra sociedad y otra etapa de la historia que no son las nuestras. Hacer un esfuerzo por comprender la biografía de Mateo Garralda, el motivo por el cual Mateo Garralda vivió de la forma en que lo hizo y actuó de la forma en que lo hizo en su vida, es algo que nos impulsará por un lado a comprender mejor el alma del ser humano, y por el otro, la manera en que se mueve, de forma inexorable, la historia.

Vida y Biografía de Mateo Garralda

(Burlata, 1969) Jugador de balonmano español, entre los mucho más importantes del panorama mundial. Mateo Garralda Larumbe nació el 1 de diciembre de 1969 en Burlata (Navarra). Hijo de Jesús Garralda Gorraiz, se crió en el seno de una familia abundante con seis hijos. Empezó a divertirse al balonmano en el instituto Hilarión Eslava de su villa natal: “Tras entrenar varios deportes, me decanté por este por el hecho de que era nerviosísimo y la idiosincrasia de esta especialidad, que se identifica por un ritmo de juego vibrante, me calmaba”. Destacó inmediatamente, de forma que, con solo 12 años, comenzó a frecuentar las concentraciones nacionales.

A los trece años deseó ficharle el BM Granollers, pero sus progenitores no le dejaron hasta el momento en que cumplió los dieciséis. Para jugar con el aparato de esta localidad barcelonesa se hospedó en la vivienda Blume, de 1986 a 1991, periodo de tiempo a lo largo del como el Granollers conoció una temporada de desarrollo. Era un aparato joven y con proyección, con futuras estrellas, además de Garralda, como Enric Masip y Barrufet. Juntos triunfaron las medallas de plata en sendos Mundiales junior (1987 y 1989).

Tras un corto paso por el Atlético de Madrid, un histórico que vivía sus últimos años antes de la desaparición de la sección a lo largo de la presidencia de Jesús Gil y Gil, en 1992 Garralda fichó por el G. D. Teka de Santander, con el que ganó la Liga Asobal, la Copa IHF (posterior EHF) y la Supercopa de España en 1993. Al año siguiente, con exactamente el mismo aparato ganó la Liga Asobal y su primera Copa de Europa.

A finales de 1994 fichó por el llamado dream team de Valero Rivera, entrenador del F. C. Barcelona, con el que ganó una Recopa de Europa (1995), 4 Supercopas continentales (1996-1999) y 4 Copas de Europa (1996-1999). Tras un combate con Rivera, que le quitó el letrero de titular indiscutible, regresó a su tierra natal y fichó por el Portland San Antonio.

Con el Portland ganó otra Recopa y la Supercopa de Europa (2000) y su sexta Copa de Europa en 2001, título que rompía la hegemonía del otro finalista, el club blaugrana, con el que, aparte de los nombrados galardones continentales, había ganado 4 Ligas Asobal (1996-1999), 2 Copas Asobal (1995 y 1996), 2 Copas del Rey (1997 y 1998) y 2 Supercopas de España (1997 y 1998).

El Portland de Garralda perdió en semifinales la Copa de Europa, ahora llamada Liga de Campeones, frente al Fotex Veszprem de Hungría en 2002, y en la final de Montpellier en 2003 cayó inmerecidamente, pero el 24 de abril de 2004 ganó la Recopa de Europa en oposición al Valladolid, en una vibrante final donde Garralda marcó nueve tantos. En la rueda de prensa declaró: “Este título me revela a mí que aún prosigo en primera línea”.

En esa primera línea se mostró en la final del Mundial de Tunicia en 2005 frente Croacia, a la que España derrotó por un contundente 40 a 34, con 4 tantos de Garralda. Esta victoria adquiría mayor relieve si se tiene presente que el mezclado croata llevaba tres años de imbatibilidad y era el vigente vencedor de todo el mundo y olímpico.

A lo largo de la competición, Garralda correspondió a la seguridad que depositó en él el seleccionador, Juan Carlos Pastor, quien, pese a las peleas que había protagonizado con Valero Rivera y, más que nada, con el viejo seleccionador Juan de Dios Román (lo que le forzó a dejar la selección), le impuso el brazalete de capitán a fin de que se dominara a sí mismo y guiase a los jóvenes principiantes.

En Tunicia fue incluido en el siete ideal al lado del portero serbio Arpad Sterbik, el radical izquierdo ruso Eduard Kokcharov, el derecho croata Mirza Dzomba, el del costado izquierdo tunecino Wissem Hmam, el central croata Ivano Balic y el pívot checo David Juricek. Además, Garralda excedió los 200 partidos con la selección de españa, cifra que han alcanzado contados players, como Rico, Masip o Barrufet, el segundo capitán de la selección. Garralda superó, también, la cifra de 500 tantos con el mezclado nacional.

Veteranía y temperamento

A sus treinta y cinco años, el veterano jugador no vaciló en garantizar que deseaba continuar en la selección hasta tras los Juegos Olímpicos de Pekín 2008, si el entrenador (“¡esperemos no sea Valero!”) lo estimaba favorable. La continuidad de Pastor se encontraba a la sazón en el aire. Garralda proclamó: “No, esto no es mi final. Me quedan aún varios objetivos por conseguir: el oro olímpico y el europeo, por poner un ejemplo”.

Las lesiones respetaron a Garralda hasta el momento en que a fines de 2002 apareció como una pesadilla un mal de espalda, como consecuencia de una hernia discal. Fue operado de manera exitosa en el primer mes del verano de 2003, en la clínica Dexeus de Barcelona, donde se le retiró una parte del disco intervertebral que le comprimía las raíces inquietas, lo que, además del mal, quitaba flexibilidad a su pierna derecha.

A pesar de su temperamento irascible y su fuerte personalidad, que le llevaron a combates con entrenadores y árbitros, Garralda es un individuo jovial, noble y leal a sus amigos, como probó en Atlanta ’96, en el momento en que Masip no ha podido jugar por lesión el partido en el que se adjudicaron el bronce. En el podio, Garralda partió la medalla en 2 y ha dicho: “Es para ti, Enric”. A lo largo de su trayectoria deportiva, ha justo múltiples premios, pero el que mucho más satisfacción le causó fue la decisión como mejor deportista navarro en 2004, por el hecho de que por encima de todas las cosas, Garralda es un con pasión de su tierra y de sus gentes, quienes lo piensan su ídolo por antonomasia.

Su enorme afición, además de la lectura y los programas de deportes de la televisión, es la cocina, en cuyos misterios le ingresó el habitual Karlos Arguiñano, a quien le une una enorme amistad: “Me encanta ir al mercado, en Gorraiz, donde radico. En Navarra hay buena carne, pescado y, más que nada, geniales verduras”. Se ajusta en parte a la dieta de un óptimo deportista, pero con sus 1,96 m de estatura y 102 kg de peso no le hace ascos a una aceptable fabada o a un colmado plato de callos, por el hecho de que “sé que próximamente lo quemo”. Aun de este modo, no se observa jubilándose en un lugar de comidas, sino más bien como técnico del Portland San Antonio, el aparato con el que mucho más reconocido se siente.

España ha señalado en el concierto mundial en múltiples deportes particulares, pero en los colectivos los títulos de las elijas absolutas relucen por su sepa, incluyendo el fútbol. En cuanto a otros deportes, solo los players de fútbol salón, waterpolo y hockey patines subieron como mucho prominente del podio. Por ello, esa medalla de oro del balonmano en el Mundial de 2005 adquirió una importancia particular y consiguió una cobertura mediática inesperada en un deporte mucho más bien minoritario, solo maximizado en España desde la boda del blaugrana Iñaki Urdangarín con la infanta Cristina de Borbón.

Hasta el momento, las máximas cotas del balonmano español se remontaban a un diploma olímpico en Barcelona ’92 y 2 medallas de bronce en Atlanta ’96 y Sydney 2000, citas olímpicas en las que la aportación de Garralda fue asimismo esencial. En el campo europeo, solo figuraban 2 medallas de plata (1996 y 1998), y una de bronce (2000).

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