La historia de las civilizaciones la narran aquellas personas queen el transcurrir de los siglos, gracias a su forma de actuar, sus ideales, sus hallazgos o su arte; han ocasionado queel género humano, de una forma u otra,prospere.
Si has llegado hasta aquí es porque tienes consciencia de la relevancia que atesoró Martín Tovar y Tovar en la historia. La forma en que vivió y lo que hizo durante el tiempo que permaneció en el mundo fue decisivo no sólo para quienes conocieron a Martín Tovar y Tovar, sino que posiblemente produjo una señal mucho más insondable de lo que podamossospechar en la vida de personas que tal vez nunca conocieron ni conocerán ya nunca a Martín Tovar y Tovar personalmente.Martín Tovar y Tovar fue una de esas personas que, por alguna razón, merece no ser olvidado, y que para bien o para mal, su nombre jamás debe borrarse de la historia.
Apreciar las luces y las sombras de las personas significativas como Martín Tovar y Tovar, personas que hacen girar y evolucionar al mundo, es una cosa sustancial para que seamos capaces de poner en valor no sólo la existencia de Martín Tovar y Tovar, sino la de toda aquellas gentes que fueron inspiradas por Martín Tovar y Tovar, aquellas personas a quienes de un modo u otro Martín Tovar y Tovar influyó, y desde luego, entender y comprender cómo fue el hecho de vivir en el periodo histórico y la sociedad en la que vivió Martín Tovar y Tovar.
Las biografías y las vidas de personas que, como Martín Tovar y Tovar, atraen nuestra atención, deben ayudarnos siempre como punto de referencia y reflexión para ofrendar un marco y un contexto a otra sociedad y otra época que no son las nuestras. Intentar comprender la biografía de Martín Tovar y Tovar, porqué Martín Tovar y Tovar vivió del modo en que lo hizo y actuó de la forma en que lo hizo durante su vida, es algo que nos impulsará por un lado a conocer mejor el alma del ser humano, y por el otro, la manera en que se mueve, de forma inevitable, la historia.
(Caracas, 1827 - París, 1902) Pintor venezolano, señalado retratista de la sociedad caraqueña de fines del siglo XIX. Estudió dibujo y pintura en su país, y después se trasladó a España, donde estudió con los Madrazo. De regreso a Caracas (1855), efectuó una sucesión de retratos de los próceres de la independencia venezolana, tal como cuadros de historia de estilo académico.
Martín Tovar y Tovar fue una figura predecesora en varios campos de la civilización en Venezuela. Se le conoce de manera especial como pintor de La firma del Acta de Independencia (1883), cuadro efectuado para la exposición del centenario del natalicio de Simón Bolívar, y por la La guerra de Carabobo (1884-1887), que está en la cúpula del Salón Elíptico del Palacio Federal. Si bien efectuó su serie de cuadros históricos por encargo del presidente Antonio Guzmán Blanco, asimismo tuvo ideas libres y poco recurrentes en el contexto venezolano. Por ejemplo, en el momento en que volvió de sus estudios en Europa, en 1855, ha propuesto al gobierno de José Monagas la creación de un museo de copias de piezas maestras de la pintura que, naturalmente, él mismo efectuaría; con ese fin trajo la copia de un Murillo. La iniciativa fue aprobada pero no se efectuó por carecer de fondos, en un instante en el que Venezuela se hundía en la pelea de poderes y el arte se valoraba en la medida en que los servía.
El pintor nació en Caracas el diez de febrero de 1827, hijo de un oficial de Granada, Antonio de Tovar, y de la caraqueña de sociedad Damiana Tovar Liendo. Estudió desde 1840 en el instituto La Paz, que dirigía José Ignacio Paz Castillo, y allí recibió clases de pintura de Carmelo Fernández. Estudió asimismo en la Escuela Normal de Dibujo con Celestino Martínez, Antonio José Carranza y Domingo de Tovar, un primo lejano, y tuvo clases particulares con Lebeau, un médico francés aficionado a la pintura. Por las capacidades de Martín, sus profesores insistieron en la relevancia de mandarlo fuera del país a seguir sus estudios.
El ataque al Congreso el 24 de enero de 1848 empeoró la situación, y en 1850 los progenitores eligieron mandar a Tovar a estudiar a Madrid. Las cartas de recomendación hicieron su papel, y merced a ellas el marqués de la Remisa le pagó la inscripción en la Academia de San Fernando, donde sus instructores fueron José de Madrazo y su hijo Federico, que le mostró la obra del retratista neoclásico Vicente López, que tomaría como modelo. Hay que decir que la predominación primordial que derivó de su estancia en Madrid fue su hallazgo del Museo del Prado y de los enormes profesores españoles: Velázquez, Murillo o Goya.
Era la temporada de las revoluciones de europa, que se puede sintetizar, en ramplón trazo, como la pelea ideológica entre el pensamiento liberal y el conservador. España la vivió asimismo desde su conformación monárquica con las guerras carlistas, en las que Isabel II representaba a los liberales, y el infante Carlos María Isidro de Borbón, su tío, la monarquía conservadora. También en el lote artístico las tendencias se encaraban y dividían. Cuando Tovar decidió proseguir su instinto artístico y irse en 1852 al París del Segundo Imperio y de Napoleón III, las influencias se movían entre el inigualable clasicismo de línea clausurada y ajustadas maneras de Ingres y la exuberancia romántica de fluctuantes colores y increíble dinamismo de Delacroix.
Tovar escogió el taller de León Coignet para afianzar su estudio y se dejó influir mucho más por los neoclásicos, pero, como apunta Juan Calzadilla, él era "tradicional en la manera y romántico en el contenido". Sin llegar a la genialidad de los 2 enormes franceses, Tovar y Tovar abrió el sendero de la pintura venezolana hasta ese entonces atascada en el regionalismo y sentó un antecedente para los otros 2 relevantes pintores del siglo XIX venezolano: Cristóbal Rojas y Arturo Michelena.
Volvió a Caracas en 1855. Llegó con su iniciativa del museo de copias, con un considerable autorretrato y con la intención de trabajar y vivir de su pintura, pero, nuevamente, eran pésimos tiempos para el arte. Sin embargo, en este periodo pintó con independencia y exitación retratos de amigos y familiares: Josefina Gil de Zamora Pedrique, Ana Tovar y Tovar de Zuloaga y el Retrato de Juana Verrué, en el que el fondo pictórico se identifica con el fondo psicológico en un tono tenue que hipnotiza, y la economía visual centra el poder en la cara y el vestido.
Pero su interés era escapar del ámbito bélico venezolano, centrado a la sazón en el episodio de la Guerra Federal. Marchó a París en 1862, y al regresar, en 1864, instaló entre los primeros estudios fotográficos con José Antonio Salas, con la intención de llevar a cabo retratos-guía para sus óleos. Tovar ocupó su tiempo en el estudio y en ciertos ensayos costumbristas de poca monta. Pero los cambios llegaron y en 1872 participó en la primera colectiva de arte estructurada en Venezuela por el viajero inglés James Mudie Spence; por año siguiente se festejó su matrimonio con Teotiste Sánchez, y en 1873 recibió el esencial encargo de Guzmán Blanco (a quien conoció en las tertulias que se organizaban en su estudio) de una sucesión de cuadros históricos: retratos de próceres y situaciones de la Independencia. Había sido escogido como el pintor de la corte del "Americano Ilustrado".
Efectuó, por fin, su sueño: trabajar en París con comodidad, en su taller de la calle Montaigne, recibir adelantos por sus cuadros, viajar y poner en movimiento su pincel. De ese grupo resultaron retratos como los de Sucre, Urdaneta, Monagas y Anzoátegui. Después efectuó La firma del Acta de Independencia, con el que procuraba (y bien que lo logró) exaltar la figura de Miranda; de este cuadro se preservan bocetos desde 1876 que justifican que se la considere su obra mucho más estudiada y acabada.
A este trabajo prosiguen los que en 1884 le son contratados, asimismo por Guzmán: las peleas de Carabobo, Boyacá, Junín y Ayacucho, el Tratado de Coche y 2 alegorías. Los tres últimos no se hicieron y La guerra de Junín se desprendió en 1891 del techo del Salón Elíptico. La guerra de Carabobo es esencial por la contrariedad que representaba el trabajo de apreciación impuesto por la manera elíptica, tal y como si la escena fuera vista por una lente "ojo de pez", y para la que Tovar, según Calzadilla, "concibió una composición asombrosamente movida, en donde el paisaje no cuenta solo como ámbito, sino tiene en el cuadro un valor propio: agrupa la acción y también impone su presencia avasalladora".
Al finalizar sus pedidos, Tovar y Tovar se dedicó a efectuar panoramas de Caracas y Macuto, participó en la exposición homenaje a Francisco de Miranda en 1894 y se sostuvo pintando en su casa de la esquina de las Madrices. Murió el 17 de diciembre de 1902, en el instante en que un enfrentamiento en todo el mundo acaparaba tanto las novedades como las costas venezolanas.
Influido por las tendencias parisienses del neoclasicismo y el romanticismo, más allá de que temperadas por el colorismo de profesores españoles como Vicente López y Federico de Madrazo, Tovar y Tovar fue un dibujante de trazo tan seguro como David. Obsesionado con la precisión técnica, logró una "feliz adaptación de la pintura de Historia como se desarrolló en la Francia napoleónica y postnapoleónica al ámbito tropical", según Picón Salas. Con Tovar y Tovar toca a su fin la predominación de España en la tradición pictórica venezolana y empieza el poderoso ascendente del arte francés. Este se manifestó más que nada, hasta principios del siglo XX, en su vertiente académica. Las proyectos de los primordiales profesores de venezuela rápidamente siguientes a Martín Tovar y Tovar proponen un leal reflejo del academicismo impuesto mediante los Salones Oficiales de París. Son Antonio Herrera Toro (1857-1914), Cristóbal Rojas (1858-1890) y, singularmente, Arturo Michelena (1863-1898), quizás el mayor pintor venezolano del siglo XIX, pese a su temprana desaparición a la edad de 35 años.
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