Mario del Monaco

Ya sea inspirando a otras personas o tomando parte de la acción. Mario del Monaco es uno de esos sujetos cuya vida, realmente, merece nuestra consideración debido al grado de influencia que tuvo en la historia.Conocer la existencia de Mario del Monaco es conocer más sobre un periodo concreto de la historia del ser humano.

Si has llegado hasta aquí es porque tienes consciencia de la relevancia que detentó Mario del Monaco en la historia. Cómo vivió y aquello que hizo durante el tiempo que estuvo en este mundo fue determinante no sólo para las personas que trataron a Mario del Monaco, sino que a caso produjo una huella mucho más profunda de lo que podamosimaginar en la vida de personas que tal vez nunca conocieron ni conocerán ya nunca a Mario del Monaco de modo personal.Mario del Monaco ha sido un ser humano que, por algún motivo, merece no ser olvidado, y que para bien o para mal, su nombre jamás debe borrarse de la historia.

Comprender lo bueno y lo malo de las personas relevantes como Mario del Monaco, personas que hacen rotar y transformarse al mundo, es algo básica para que podamos valorar no sólo la vida de Mario del Monaco, sino la de toda aquellas gentes que fueron inspiradas por Mario del Monaco, gentes a quienes de de una forma u otra Mario del Monaco influenció, y por supuesto, conocer y descifrar cómo fue vivir en el momento de la historia y la sociedad en la que vivió Mario del Monaco.

Vida y Biografía de Mario del Monaco

(Florencia, 1915 - Mestre, 1982) Tenor italiano. Destinado a transformarse en entre los estrellas de la ópera del siglo XX, empezó su capacitación de una forma autodidacta, lo que no le resultó realmente difícil sabiendo que tenía una bella voz impostada naturalmente. Antes de debutar sobre los niveles pasó un tiempo recibiendo enseñanzas en el Conservatorio de Pesaro, para pasar prácticamente inmediatamente a la reconocida Escuela de Ópera de Roma.

En el año 1939, en el momento en que tenía veinticuatro años, empezó su trayectoria operística representando el personaje de Turiddu, el personaje principal masculino de la ópera que transporta por título Cavalleria Rusticana, del compositor Pietro Mascagni. Este papel, que representaría considerablemente más ocasiones durante su extendida carrera como artista, resultaba especialmente correspondiente para sus peculiaridades vocales y también interpretativas, y le daría buena parte de su celebridad.

Mario del Monaco fue, en verdad, el tenor italiano más esencial durante las décadas de los 40, los cincuenta y buena parte de los sesenta, y esto no solo sobre los niveles operísticos italianos, sino más bien asimismo sobre los de los teatros de ópera mucho más esenciales de todo el mundo. De hecho, durante los años cincuenta tuvo la posibilidad de cantar en mucho más de cien oportunidades en el Metropolitan Theatre de Nueva York, entre los enormes santuarios de la ópera. El artista fue asimismo un visitante frecuente de las temporadas de ópera festejadas en el Covent Garden londinense o en el teatro de La Scala de Milán.

El color vocal de Mario del Monaco correspondía a eso que, en la terminología italiana, se conoce como un tenor dramático. La celebridad que llegó a lograr y que supo sostener durante toda su trayectoria no bastó a fin de que algunos círculos de apasionados al canto criticaran su estilo por no ser suficientemente sutil en sus interpretaciones. En efecto, Mario del Monaco, lo mismo que varios vocalistas italianos de su temporada y también, aun, de actualmente, llevaba a cabo interpretaciones fundamentadas en la exhibición de una capacidad vocal que, en su caso, resultaba ser verdaderamente excepcional.

En todo caso, exactamente los mismos alardes de capacidad que de forma frecuente alcanzan enfervorizar a determinados géneros de público tienden a ser considerados por los auténticos entendidos en el arte de la interpretación vocal como carentes de matices. Sin embargo, Mario del Monaco logró encontrar una clase de término medio entre la exhibición de su voz y la adecuada interpretación de los individuos operísticos, gracias en parte importante a su temprano descubrimiento de un género de repertorio que convenía mucho más que ningún otro a su situación vocal, a su género de emisión y a su especial sensibilidad musical.

Las características de la apasionada voz de Mario del Monaco relucían especialmente en los papeles de las óperas veristas italianas, que necesitan, por norma general, un género de expresión mucho más desgarrada que otros repertorios. Otro de los puntos positivos del estilo de Mario del Monaco, asimismo muy propio de la escuela vocal italiana, era su clara concepción del legato, de la línea que convierte lo que en principio no sería mucho más que una sucesión de notas en un artículo poético con armonía.

Como actor, lo que menos puede decirse de él es que fuera frío: más allá de que no tuvo una técnica interpretativa usual, configurada a la forma de la que se da actualmente en los conservatorios, exactamente el mismo estilo con pasión que se manifestaba en su voz quedaba patente en sus interpretaciones sobre el ámbito. De hecho la intensidad con la que sintió el hecho de hallarse en oposición al público interpretando un papel queda patente en las grabaciones de su voz efectuadas sobre óperas "en directo", que resultan considerablemente más contundentes que las que tuvieron sitio en una investigación, si bien oyendo estas últimas los fanáticos de la contención vocal tienen la posibilidad de gozar de la posibilidad de revisar que, más allá de que la voz de Mario del Monaco resaltaba, más que nada, por su naturalidad, el artista intentaba, cuando menos a veces, utilizar los elementos especialistas precisos para hacer diminuendos o cantar notas en piano.

Aparte del papel de Turiddu, con el que comenzó en Roma, los papeles con los que alcanzó un éxito mayor durante su trayectoria fueron los de Canio, en la ópera I Pagliacci, del compositor Ruggero Leoncavallo; Pinkerton, el oficial estadounidense que traiciona a la personaje principal de Japón de la ópera Madame Butterfly, y Dick Johnson, de la ópera La fanciulla del West, las dos del compositor italiano Giacomo Puccini; Maurizio, en la ópera Adriana Lecouvreur, de Francesco Cilea; Pollione, en la ópera Norma de Vincenzo Bellini, y otros individuos correspondientes a las óperas veristas italianas.

Mario del Monaco asimismo resaltó en múltiples de los papeles de las óperas de Giuseppe Verdi, entre aquéllos que tienen la posibilidad de mentarse Don Álvaro, personaje principal masculino de la ópera La forza del destino; Radames, de la ópera Aida; Manrico, de la ópera Il trovatore, etcétera. Pero el tenor no únicamente se encaró exitosamente al repertorio italiano, sino asimismo efectuó incursiones en el repertorio francés, representando papeles como el de Don José, el militar que protagoniza la ópera Carmen, de Georges Bizet, o el de Aeneas, de la ópera llamada Les Troyens, compuesta por Hector Berlioz.

Merced a la capacidad y a la riqueza tímbrica de la voz de Mario del Monaco, tal como a su presencia escénica, el tenor consiguió asimismo un cierto éxito en un campo en el que pocos son los vocalistas italianos que se desenvuelven de manera cómoda, y menos aún en los tiempos en los que del Monaco lo logró: el riguroso repertorio de Wagner. Así, el tenor realizó interpretaciones refulgentes en papeles como los de Lohengrin y Siegfried; el último de ellos lo cantó en la lengua alemana original del libreto. Hacia 1970 su salud empezó a quebrantarse con seriedad, y se retiró poco después.

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