La historia de la civilización la narran aquellas personas quea lo largo de los siglos, gracias a su forma de actuar, sus ideales, sus hallazgos o su arte; han hecho queel mundo, de una forma u otra,prospere.
Ya sea inspirando a otras personas o siendo una pieza esencial de la acción. Mariano Ignacio Prado es una de esas personas cuya vida, indudablemente, merece nuestra consideración debido al grado de influencia que tuvo en la historia.Comprender la vida de Mariano Ignacio Prado es conocer más acerca de periodo preciso de la historia de la humanidad.
Las biografías y las vidas de personas que, como Mariano Ignacio Prado, cautivan nuestro interés, tienen que servirnos en todo momento como punto de referencia y reflexión para ofrecer un marco y un contexto a otra sociedad y otra época de la historia que no son las nuestras. Tratar de entender la biografía de Mariano Ignacio Prado, el motivo por qué Mariano Ignacio Prado vivió del modo en que lo hizo y actuó de la forma en que lo hizo en su vida, es algo que nos ayudará por un lado a entender mejor el alma del ser humano, y por el otro, la forma en que avanza, de forma implacable, la historia.
(Huánuco, 1826 - París, 1901) Militar y político peruano que fue presidente de la República en un par de ocasiones: 1865-1867 y 1876-1879. En diciembre de 1879, ocho meses tras el estallido de la Guerra del Pacífico (1879-1883), Mariano Ignacio Prado salió del Perú en lo que se consideró un vergonzoso abandono del cargo.
Mariano Ignacio Prado fue el principal creador de un clan familiar que llegaría a gobernar 4 ocasiones el Perú entre mediados del siglo XIX y mediados del XX. Nació en el seno de una familia señalada en la zona, pero sin fortuna que trascendiese alén de ella. El padre fue alcalde de Huánuco, localidad que controlaba una zona de economía agrícola articulada en el centro minero de Pasco. Su madre era de ascendencia de españa.
El sacerdote Agustín Rato, que fue su preceptor de la niñez y adolescencia, logró trasladarlo al Colegio de San Carlos de Lima a fin de que cursara estudios de derecho, pero la desaparición del hermano mayor lo forzó a regresar a Huánuco y a asumir los negocios familiares. No logró alzar una fortuna, pero sí tuvo un hijo natural con María Avelina Gutiérrez: el después popular y precoz coronel Leoncio Prado, héroe de la guerra de Huamuchuco, tras la que sería fusilado. En Huánuco la familia Prado disfrutaba de la protección y el acompañamiento de la más esencial familia Durand, y Mariano Ignacio se desempeñó como capataz en una hacienda de esta.
En 1853, ahora con 27 años, Prado se trasladó a Lima. Huánuco no ofrecía futuro: ni político, por su aislamiento, ni económico, por la postración en que yacía la minería de Pasco. En la ciudad más importante de la República, Prado se implicó en los debates liberados cerca del escándalo de la consolidación de la deuda interna, con lo que fue deportado a Chile. La revolución de Ramón Castilla contra José Rufino Echenique lo trajo de vuelta y ganó en ella los grados militares que se estilaban en la temporada: entre julio y noviembre de 1854, la victoriosa revolución lo encumbró de capitán a teniente coronel.
Formando parte ahora de la argolla castillista, en 1857 fue escogido diputado por Huánuco a la Convención Nacional; un año después fue nombrado Prefecto de Arequipa. Desempeñó el cargo a lo largo de un tiempo reducido, por el hecho de que en 1859 volvió a los cuarteles por 4 años. En 1863 fue designado a Tacna como Prefecto, y después volvió a Arequipa otra vez como Prefecto. Era común en la temporada que los militares no fuesen únicamente los Presidentes de la República, sino más bien además de esto los Prefectos del interior.
En 1864, ahora en vísperas de la acción que terminantemente lo encumbraría a la alta política nacional, contrajo matrimonio con la dama arequipeña Magdalena Ugarteche Gutiérrez del Cossío. Tan largos apellidos no le venían en balde, pues esta señorita, dieciséis años menor que el novio, pertenecía a una adinerada familia.
Un matrimonio de fortuna y una expectante carrera militar precisaban ser coronadas, no obstante, por una acción bélica de extensión. La ocasión se la dio el tratado Vivanco-Pareja, firmado por el gobierno de Juan Antonio Pezet con España en 1864, a causa de la ocupación de españa de las islas guaneras. Mariano Ignacio Prado se encaramó como líder de la indignación nacional que recorrió el país con lo que se consideraba un humillante acuerdo. En Arequipa dio comienzo a la revolución contra Pezet, que lo llevó al gobierno en 1865. Al año siguiente la victoria del 2 de mayo en el Callao lo elevó ahora a la categoría de héroe nacional.
Su primer gobierno fue corto (1865-1867), pero pleno de enérgicos deseos de reforma contra la desmoralización en la función pública. Compuso el llamado "gabinete de los talentos", en el que figuraban Manuel Pardo, José Gálvez, Toribio Pacheco, José Simeón Tejada y José María Químper, todos integrantes de una exclusiva generación entusiasta, ilustrada y de ideas liberales. Sin embargo, ahora fuera pues el liberalismo de las reformas resultó elevado, o pues las intrigas de sus contrincantes se mostraron eficientes, el hecho es que una revolución (la de Diez Canseco) acabó con su gobierno en el comienzo de 1867 y lo devolvió a un país muy conocido por los políticos peruanos caídos en desgracia: Chile. Estuvo ahí múltiples años, que se dedica al negocio del carbón y engrosando una fortuna que le dejó efectuar el ritual y caro viaje a Europa que caracterizaba a los integrantes de la élite.
Con el encumbramiento a la presidencia de la república de su amigo Manuel Pardo, volvió al Perú en 1873. Recibió el nivel de general y se aproximó al partido civil. Fue escogido diputado por Cañete en 1874 y después presidente de la Cámara de Miembros del congreso de los diputados. En las selecciones de 1876 se impuso a Lizardo Montero, y llegó otra vez a la presidencia, donde debía mantenerse hasta 1880. Pero la agobiante crisis fiscal le impidió arrancar una gran acción de gobierno. Tuvo que combatir la oposición de los intereses salitreros, el cierre del crédito en todo el mundo por la moratoria de la deuda externa y la devaluación de la moneda nacional. El parlamento, gobernado por el civilismo y dividido en frente de la cuestión del salitre, desarrolló una tarea de oposición que asimismo lo anudó de manos.
Producidos en 1878 los primeros escarceos de la guerra del salitre, Mariano Ignacio Prado no tuvo la energía bastante para impedirla, ahora presionando a Bolivia a fin de que resolviera pacíficamente sus diferencias con Chile, ahora encauzando la cuestión de las salitreras hacia resoluciones que esquivasen el enfrentamiento; en vez de ello se dejó llevar por el ánimo especulativo de los políticos civilistas pierolistas y de otras tiendas, y el de los hombres de negocios agrícolas y mineros. Los primeros, estimando que la guerra les serviría para sobresalir en frente de la opinión pública, como había pasado con nuestro Prado en 1866; los segundos, por el hecho de que esperaban que la devaluación de la moneda nacional les dejara elevadísimas ganancias.
La guerra contra Chile transformaría al héroe del 2 de mayo en una suerte de traidor nacional. Al comienzo se trasladó al sur para regentar en lo personal el enfrentamiento, pero tras la derrota de Angamos, Mariano Ignacio Prado decidió arrancar viaje a Europa, exactamente el mismo día que cumplía los 53 años. La razón de este viaje fue efectuar en lo personal compras de armamento en Europa, pero la población, azuzada por los caudillos oponentes, lo comprendió como una escapada vergonzosa. El presidente abandonaba el país en medio de una guerra y tras la destrucción de lo primordial de su escuadra.
Sobre "el viaje de Prado" se tejería después una perenne historia de historia legendaria negra: el general escapó llevándose el dinero público y el recogido para el armamento; en la imaginación habitual, ese horrible robo habría sido el origen de la fortuna familiar de los Prado. Varios historiadores que estudiaron el tema han negado, no obstante, que el presidente se hubiese correspondiente del dinero. Fue el ministro de Hacienda, José María Químper, y el tesorero Julio Pflucker Rico, quienes se encargaron de mandar los fondos a través de talones y letras de cambio. Ambos resultaron exculpados en las indagaciones que se hicieron tras la guerra respecto del empleo de los fondos. Con el dinero se adquirieron 2 navíos; uno llegó al Perú, mientras que el otro fue embargado por los acreedores.
En la presidencia quedó el general La Puerta, quien fue depuesto a los pocos días por Nicolás de Piérola. Este, en un furibundo decreto del 22 de mayo, declaró a Prado traidor a la patria y le retiró sus grados militares y sus derechos ciudadanos. En 1887 Prado volvió al Perú; poco se conoce de sus menesteres en esos años, ahora distanciado por la fuerza de la opinión pública y de la política. En 1899 regresó a París, donde murió el 5 de mayo de 1901. Al año siguiente su cadáver llegó al Callao y fue movido al mausoleo de la familia de su yerno, Juan Manuel Peña Costas. En 1944, hallándose en el desempeño de la presidencia de la república, su hijo Manuel Prado y Ugarteche procuró que el féretro de su padre ingresase al Panteón de los Próceres nacionales, lo que fue rechazado por el ejército.
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Las sutilezas y las peculiaridades que llenan nuestras vidas son siempre importantes, ya que perfilan la diversidad, y en el tema de la vida de alguien como Mariano Ignacio Prado, que detentó su importancia en una época determinada, es indispensable tratar de ofrecer una perspectiva de su persona, vida y personalidad lo más rigurosa posible.
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