María Luisa de Parma

Si has llegado hasta aquí es porque sabes de la trascendencia que atesoró María Luisa de Parma en la historia. La forma en que vivió y aquello que hizo durante el tiempo que permaneció en este mundo fue decisivo no sólo para las personas que trataron a María Luisa de Parma, sino que a lo mejor dejó una señal mucho más honda de lo que podamossospechar en la vida de personas que tal vez jamás conocieron ni conocerán ya nunca a María Luisa de Parma personalmente.María Luisa de Parma ha sido una de esas personas que, por alguna razón, merece no ser olvidado, y que para bien o para mal, su nombre nunca debe borrarse de la historia.

Las biografías y las vidas de personas que, como María Luisa de Parma, atraen nuestra atención, deben valernos siempre como referencia y reflexión para proponer un marco y un contexto a otra sociedad y otra época de la historia que no son las nuestras. Hacer un esfuerzo por comprender la biografía de María Luisa de Parma, porqué María Luisa de Parma vivió del modo en que lo hizo y actuó del modo en que lo hizo en su vida, es algo que nos ayudará por un lado a entender mejor el alma del ser humano, y por el otro, la forma en que avanza, de forma implacable, la historia.

Vida y Biografía de María Luisa de Parma

(Parma, de hoy Italia, 1751 - Roma, 1819) Reina consorte de España. Hija de Felipe, duque de Parma, en 1765 se casó con el príncipe de Asturias, futuro Carlos IV, coronado rey en 1788. Sobre éste ejercitó una predominación esencial gracias a sus intereses, a veces antojadizos, que la llevaron a transformarse en una reina intrigante y, según distintas fuentes, degenerada. La enorme predominación que ejercitó su apasionado Godoy tanto sobre ella como sobre el rey provocó el descontento habitual y un grave enfrentamiento con el príncipe de Asturias, Fernando, el futuro Fernando VII. Napoleón aprovechó la situación para intervenir en España, intervención que terminó por forzar la abdicación de Carlos IV en su hijo Fernando (1808). María Luisa prosiguió a su marido al destierro, primero en Francia, recluídos por Napoleón en Compiègne, y más tarde en Roma, donde murió.

Educada en la Corte parmesana, donde recibió la instrucción de insignes artistas y pensadores (fue su preceptor el abate Condillac), María Luisa de Parma contrajo matrimonio 1765 con su primo Carlos, por entonces príncipe de Asturias y designado a reinar como Carlos IV. Trasladada inmediatamente a la Corte de Carlos III, su conducta desenvuelta, su altivez y su afán de ostentación encontraron próximamente con la austeridad de la Corona de españa y con el carácter apocado y la carencia de ambición de su marido, mucho más entusiasmado por la caza y las artes mecánicas que por los temas de Estado.

En 1788, tras la desaparición de su padre, Carlos IV dejó los temas de gobierno a cargo de María Luisa de Parma, quien supo obscurecer la figura de su marido, rodeándose de amigos y seguidores. Entre ellos se contaba Manuel Godoy, que ingresó en el Real Cuerpo de Guardias de Corps y, protegido por la reina de manera declarada, se transformó en el auténtico gobernante de España en calidad de presidente, cargo que desempeñó entre 1792 y 1808, con la única salvedad del periodo de tiempo comprendido entre 1798 y 1800; los comentarios de la Corte, donde se le tuvo por apasionado de la reina, atribuyeron a Godoy la paternidad de varios de los infantes.

Tanto María Luisa como Carlos IV confiaban en el genio político de Godoy para llevar adelante la regeneración del país; no obstante, la conducta del valido terminó por conducir a España a una situación de crisis económica, propiciada por la política bélica, el endeudamiento de la Hacienda y la paralización del comercio con las Indias. El descontento habitual y la oposición a la administración de Godoy por la parte de la Iglesia y de la aristocracia, que se reunían en torno al entonces príncipe de Asturias y futuro monarca Fernando VII, se agravó tras la Conspiración de El Escorial (1807) y desembocó en el Motín de Aranjuez (1808), que concluyó con la abdicación de Carlos IV en su hijo Fernando y con el encarcelamiento de Godoy.

Tras renunciar finalmente Carlos IV a la corona a favor de José Bonaparte (1808-1813), una vez devuelta ésta por Fernando VII, María Luisa prosiguió a Carlos en su penoso exilio. Siempre acompañada por su marido y por Godoy, se trasladó primero a Francia (Fontainebleau, Marsella) y, desde 1812, a Italia, estableciéndose en Roma, donde hicieron un reducto de la Corte de españa en el palacio de Barberini. Finalizada la Guerra de la Independencia, Fernando VII no le dejó regresar a España, empeñado en atrapar a Godoy. María Luisa murió en el mes de enero de 1819, solamente un mes antes que su marido. Su distinción y fastuosidad han quedado inmortalizadas por Goya, quien la retrató en varios cuadros.

Mujer interesante, de acusada personalidad, y considerablemente más lista, decidida y ambiciosa que su marido, María Luisa de Parma ejercitó siempre y en todo momento un terminado dominio sobre Carlos IV. No era una mujer letrada, pero tenía un reconocido buen gusto. El embajador Bourgoing escribía en 1782 que su "cortesía, talento y felicidad" le daban "un encanto irreprimible". El retrato de Mengs, en el momento en que todavía era princesa de Asturias, es testigo de ese encanto; en cambio, la agudeza insobornable de Goya exhibe, en los retratos de Maria Luisa, su altivez de mujer dominadora. Su desaforada afición al lujo en una época de profunda crisis no contribuyó a hacerla habitual. Pero sobre todas las cosas, María Luisa, como mujer, madre y reina, quedaría irremisiblemente desacreditada por sus antojos, frivolidades y apasionamientos, que le hicieron caer en una conducta inmoral y escandalosa, singularmente grave en los frágiles instantes que atravesaba la monarquía, fuertemente combatida por los aires de la Revolución Francesa.

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