María Cristina de Borbón

La historia de las civilizaciones la cuentan aquellas mujeres y hombres quea lo largo del tiempo, gracias a su proceder, sus ideas, sus innovaciones o su ingenio; han originado quela civilización, de un modo u otro,avance.

Ya sea inspirando a otros seres humanos o tomando parte de la acción. María Cristina de Borbón es una de las personas cuya vida, en efecto, merece nuestra consideración debido al grado de influencia que tuvo en la historia.Conocer la existencia de María Cristina de Borbón es conocer más acerca de una época concreta de la historia del género humano.

Si has llegado hasta aquí es porque tienes consciencia de la relevancia que atesoró María Cristina de Borbón en la historia. La manera en que vivió y las cosas que hizo durante el tiempo que estuvo en la tierra fue decisivo no sólo para las personas que frecuentaron a María Cristina de Borbón , sino que a lo mejor legó una huella mucho más vasta de lo que podamossospechar en la vida de personas que tal vez nunca conocieron ni conocerán ya nunca a María Cristina de Borbón en persona.María Cristina de Borbón ha sido una de esas personas que, por alguna razón, merece no ser olvidado, y que para bien o para mal, su nombre jamás debe borrarse de la historia.

Las biografías y las vidas de personas que, como María Cristina de Borbón , atraen nuestra curiosidad, deben valernos en todo momento como punto de referencia y reflexión para ofrecer un marco y un contexto a otra sociedad y otra época que no son las nuestras. Tratar de entender la biografía de María Cristina de Borbón , el motivo por qué María Cristina de Borbón vivió del modo en que lo hizo y actuó del modo en que lo hizo durante su vida, es algo que nos impulsará por un lado a conocer mejor el alma del ser humano, y por el otro, el modo en que avanza, de forma implacable, la historia.

Vida y Biografía de María Cristina de Borbón

(Palermo, Sicilia, 1806 - El Havre, Francia, 1878) Reina consorte y regente de España. Era hija del rey de Nápoles, Francisco I. Siendo muy joven se transformó en la cuarta mujer de su tío Fernando VII de España. En 1830 le dio a este la descendencia que no había tenido de links precedentes, que resultó ser una pequeña, la futura reina Isabel II. Oportunamente, el rey había anunciado antes la Pragmática Sanción, aprobada en 1789, por la que la Casa de Borbón restauraba las prácticas sucesorias habituales de Castilla, dando permiso el ingreso al Trono de las mujeres.

María Cristina luchó por garantizar la sucesión para su hija en frente de las esperanzas que había despertado la oportunidad de que el rey muriera sin descendencia en su hermano Carlos María Isidro, cabeza aparente de la facción ultrarrealista de la corte. Por su parte, Cristina adoptó una posición aperturista hacia la oposición liberal, con la que había tenido prometedores contactos en el momento en que atravesaba Francia en su viaje hacia España.

Utilizando una patología del rey en 1832, los ultras le hicieron firmar un codicilo anulando su previo predisposición sucesoria y restaurando la Ley Sálica; pero tal rectificación fue por su parte cancelada en el momento en que Fernando VII recuperó la salud. La ineludible confrontación reventó al fallecer el rey en 1833, dejando como heredera a una pequeña de tres años y como regente a lo largo de su minoría de edad a su madre María Cristina.

La rebelión de los absolutistas, organizados en el bando carlista, dio rincón a siete años de guerra civil (1833-40), que forzaron a María Cristina a buscar acompañamiento entre los liberales para asegurar el Trono de Isabel. Contando con el reconocimiento de Francia y también Inglaterra, María Cristina fue continuando hacia una monarquía constitucional conforme se lo demandaba la presión liberal.

En 1834 llamó a gobernar al moderado Martínez de la Rosa, quien dictó una amnistía para los liberales perseguidos por el régimen absolutista y puso en marcha unas primeras Cortes electivas a través de el Estatuto Real de aquel año. La presión combinada de los movimientos populares y de los pronunciamientos militares, unida a la necesidad de remarcar el bando cristino en la guerra contra los carlistas, concluyeron la caída de aquel gabinete y la llamada al poder del progresista Mendizábal (1835), que puso en marcha la desamortización de los recursos de la Iglesia.

En 1836 se causó el «Motín de los sargentos» de La Granja, que condujo a la liquidación del régimen del Estatuto Real; tras un corto intérvalo de tiempo de vigencia de la Constitución de 1812, los progresistas realizaron una exclusiva Constitución liberal en 1837. Bajo aquel régimen logró el general Espartero vencer al fin a los carlistas en 1839-40. Entretanto, María Cristina se había hecho impopular, tanto por sus indudables inclinaciones políticas conservadoras, como por su matrimonio morganático con un guarda de su escolta llamado Fernando Muñoz, con quien tuvo múltiples hijos y emprendió los mucho más turbios negocios.

Utilizando su prestigio militar, Espartero se erigió en líder de los liberales progresistas y en 1840 dio un golpe por el que derribó a la regente, asumiendo él mismo la Regencia del Reino por año siguiente. María Cristina y su marido debieron exilarse en París, lugar desde donde organizaron conspiraciones con los moderados para recobrar el poder; fracasado un primer intento, obra de Diego de León (1841), al fin el golpe de Estado del general Narváez declaró la mayor parte de edad adelantada de Isabel II y dejó a la reina madre regresar a España (1843).

Desde la sombra prosiguió ejercitando enorme predominación en la corte, organizó los matrimonios reales, nombró a su marido duque de Riánsares y se enriquecieron los dos participando en todo tipo de negocios. Eso enseña su descrédito creciente, que se manifestó en el momento en que, a lo largo de una exclusiva revolución progresista en 1854, fue saqueado su palacio madrileño y más tarde secuestrados sus recursos por el gobierno de Espartero. Tras la caída de este en 1856 regresó esporádicamente a España, pero por el momento no influyó de forma directa en los temas políticos.

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