Marcelo Torcuato de Alvear

La historia del mundo la escriben aquellas mujeres y hombres quea lo largo del tiempo, gracias a sus obras, sus pensamientos, sus creaciones o su talento; han hecho quela sociedad, de una forma u otra,progrese.

Si has llegado hasta aquí es porque tienes consciencia de la trascendencia que tuvo Marcelo Torcuato de Alvear en la historia. La forma en que vivió y las cosas que hizo durante el tiempo que permaneció en el mundo fue determinante no sólo para aquellas personas que conocieron a Marcelo Torcuato de Alvear, sino que tal vez legó una huella mucho más insondable de lo que podamosconcebir en la vida de gente que tal vez nunca conocieron ni conocerán ya nunca a Marcelo Torcuato de Alvear de forma personal.Marcelo Torcuato de Alvear fue un ser humano que, por alguna causa, merece no ser olvidado, y que para bien o para mal, su nombre nunca debe borrarse de la historia.

Conocer lo bueno y lo malo de las personas destacadas como Marcelo Torcuato de Alvear, personas que hacen girar y evolucionar al mundo, es una cosa fundamental para que seamos capaces de poner en valor no sólo la vida de Marcelo Torcuato de Alvear, sino la de todas aquellas personas que fueron inspiradas por Marcelo Torcuato de Alvear, personas a quienes de de una u otra forma Marcelo Torcuato de Alvear influenció, y por supuesto, comprender y entender cómo fue vivir en el momento de la historia y la sociedad en la que vivió Marcelo Torcuato de Alvear.

Las biografías y las vidas de personas que, como Marcelo Torcuato de Alvear, cautivan nuestra atención, deben valernos en todo momento como referencia y reflexión para ofrecer un marco y un contexto a otra sociedad y otra época de la historia que no son las nuestras. Intentar comprender la biografía de Marcelo Torcuato de Alvear, porqué Marcelo Torcuato de Alvear vivió de la forma en que lo hizo y actuó del modo en que lo hizo a lo largo de su vida, es algo que nos impulsará por un lado a conocer mejor el alma del ser humano, y por el otro, el modo en que se mueve, de forma inevitable, la historia.

Vida y Biografía de Marcelo Torcuato de Alvear

(Máximo Marcelo Torcuato de Alvear; Buenos Aires, 1868 - id., 1942) Político argentino, presidente de la República entre 1922 y 1928. Nieto del general Carlos María de Alvear, directivo supremo de las Provincias Unidas, y también hijo de Torcuato de Alvear, quien efectuó enormes proyectos y novedades edilicias en la localidad desde su cargo de gobernador de Buenos Aires, desde su adolescencia tuvo vocación política y fue entre los primeros seguidores de la renovación del sistema político, en la línea proyectada por Leandro N. Alem.

Hombre culto y muy capaz, estudió derecho en Buenos Aires, graduándose en 1891, y completó sus estudios en Europa. Fue amigo de Hipólito Yrigoyen y, por afinidad de ideas, había estado relacionado a él desde antes de la Revolución del Parque en 1890. Alvear tenía su personalidad, sus deseos y un carácter contrario en varios puntos; uno era introvertido y el otro completamente comunicativo, con una visión mucho más extensa de los inconvenientes y una cabeza mucho más diferente, con enormes inquietudes intelectuales y políticas.

Marcelo T. de Alvear participó en la Revolución del Parque y fue entre los firmantes del manifiesto del 2 de junio de 1891, que creó la Unión Cívica Extremista. Junto con Alem, Martín Torino, Víctor Molina y otros, estuvo encarcelado en la corbeta La Argentina. Formó una parte del comité organizador de la revolución extremista de 1893; triunfante el movimiento en la provincia de Buenos Aires y habiendo renunciado el gobernador Julio A. Costa, se formó un gobierno provisional encabezado por Juan Carlos Belgrano, y Alvear fue designado ministro de Obras Públicas del gabinete.

Hombre de enorme fortuna, viajó bastante por Europa y contrajo matrimonio en Lisboa, en 1906, con la enorme artista lírica Regina Paccini. Pero sus viajes no le impedían estar informado de los hechos del país. Con la ley Sáenz Peña que estableció el voto misterio y obligación, Alvear fue escogido diputado por la ciudad más importante en 1912; renovada la Cámara, fue electo por la provincia de Buenos Aires.

Diputado muy costoso, presentó al Congreso múltiples proyectos, entre otros muchos unas ediciones sobre la organización del ejército y uno relativo a los usados civiles del estado, que tendía a fundar los ascensos en el escalafón jerárquico por certamen y antecedentes. Participó en los debates sobre la construcción de las "viviendas económicas", sobre accidentes de trabajo, etcétera, y también integró la delegación argentina a la reunión de la Sociedad de Naciones que encabezaba el ministro de Relaciones Exteriores, Honorio Pueyrredón.

En 1922 concluía el orden presidencial de Hipólito Yrigoyen. En Argentina, la Constitución impedía la reelección presidencial, tal es así que Yrigoyen debía buscar un sustituto, y aguardar los seis años que gobernaría éste para lograr presentarse de nuevo como candidato. Inesperadamente, Yrigoyen ha propuesto a Marcelo de Alvear. La iniciativa resultó asombroso, pues Alvear no pertenecía a los círculos yrigoyenistas, se encontraba relacionado al campo del patriciado extremista y se consideraba por la élite como entre los suyos.

Pero la resolución, como es evidente, no había sido arbitraria. Alvear, distanciado de la conducción directa del partido, ya que por entonces se desempeñaba como embajador en Francia, debía siempre sostenerse leal al líder que lo había escogido. Por otra sección tendría a su lado, como vicepresidente, a Elpidio González, un yrigoyenista histórico. La designación de Alvear puede interpretarse además de esto como un intento de acercamiento al conjunto patricio nacido de la revolución de 1890, y que condujo, con Alem, a la escisión que dio sitio al nacimiento de la UCR. Es viable que Yrigoyen y los hombres próximos a él buscaran con este ademán calmar las tensiones de los ámbitos agroexportadores que no eran hostiles al radicalismo; ello habría tolerado un reagrupamiento de fuerzas en las filas partidarias.

Si bien tanto Yrigoyen como Alvear eran radicales y habían luchado juntos en las duras peleas políticas desde finales del siglo XIX, eran asimismo personalidades muy dispares. La posteridad, en verdad, ha recogido imágenes mucho más bien opuestas de los dos. A Yrigoyen se lo ve como una suerte de dios Jano con 2 caras: para unos fue el artífice del fin de un régimen "falaz y descreído", según él definía a los gobiernos de la oligarquía; para otros, fue un caudillo desinformado y demagogo, ejemplo de los peores vicios de la democracia. A Alvear, en cambio, se lo acostumbra ver como uno los enormes presidentes del viejo régimen, y su política se considera digerible con los vicios y las virtudes de aquel. En cualquier situación, los dos se confrontaron a similares inconvenientes, derivados de su intención de poner de pie y consolidar las instituciones democráticas, y de conducir por los nuevos canales del voto universal la representación, la negociación de intereses y las solicitudes de reforma de la sociedad que el radicalismo había asumido como bandera.

A Yrigoyen le resultó simple imponer su candidatura y el electorado, por apego al caudillo, le aseguró el triunfo. Las selecciones se hicieron en el mes de abril de 1922; la candidatura de Alvear se impuso por un extenso margen, consiguiendo el 40 por ciento de los votos emitidos. El radicalismo ganó en todas y cada una de las provincias excepto San Juan y Mendoza, donde los incondicionales de 2 disidentes, Cantón y Lencinas respectivamente, representaban movimientos de fuerte arraigo local. En julio del mismo año el Congreso comprobó el escrutinio definitivo. Quedó de esta forma consagrada la fórmula Alvear-González. Alvear, que se encontraba en París, fue obsequiado por prácticamente todos los gobiernos de Europa al propagarse la novedad de su decisión a la presidencia. El 11 de junio el rey de Italia, Víctor Manuel III, lo recibió y abrazó en signo de confraternidad; otro tanto hicieron el rey británico Jorge V y el español Alfonso XIII. De regreso al país, recibió el homenaje de los gobiernos de Brasil y de Uruguay. El 14 de agosto llegó a Buenos Aires y el 12 de octubre de 1922 aceptó el mando. En sesión solemne del Congreso, el presidente Yrigoyen depositó los símbolos del poder y Alvear prestó juramento.

De ideología democrática y liberal, Marcelo T. de Alvear rigió con prudencia, pero sin adular a las masas, ya que repudiaba por temperamento la demagogia y el personalismo. Procuró sostener los principios escenciales del orden constitucional y trató de entablar una administración eficiente y honrada. De los ministros designados por Alvear, solo el doctor Eufrasio Loza, ministro de Obras Públicas, era hombre de seguridad de Yrigoyen. Los demás habían exhibido disidencias con el "personalismo". El gabinete se completó con Nicolás Matienzo (Interior), Ángel Gallardo (Relaciones Exteriores y Culto), Celestino J. Marcó (Justicia y también Instrucción Pública), Tomás Le Bretón (Agricultura), el coronel Agustín P. Justo (Guerra) y el almirante Manuel Domecq García (Marina). A lo largo del periodo presidencial hubo renuncias que fueron cubiertas asimismo por hombres que no admitían el "personalismo". Sólo Gallardo, Domecq García y Justo continuaron todo el periodo presidencial.

La composición del gabinete reflejaba de esta forma la presencia mayoritaria del ala patricia del partido, lo que no dejó de ocasionar manifestaciones entre los componentes de clase media. Estas designaciones y esas manifestaciones no eran casuales. Los conjuntos aristocráticos obligaron 2 condiciones para colaborar con Alvear: que no se generaran intervenciones federales en las provincias y que el gasto público estuviese rigurosamente controlado por el Congreso. Esta última exigencia implicaba el abandono por la parte de Alvear de las prácticas que habían sido moneda corriente a lo largo de la presidencia de Yrigoyen, más que nada la del incremento del gasto público por decreto para financiar el otorgamiento de cargos públicos. Una exigencia que, por otro lado, se hacía mucho más acuciante que jamás, puesto que en 1921 (o sea, antes de dejar el poder) había aumentado aún mucho más el presupuesto para contemplar el gasto público.

Alvear lideró un gobierno de orden y avance; fue un gobernante sensato que no se inclinó al caudillismo. Su subida al poder coincidió con el término de la crisis que prosiguió a la Primera Guerra Mundial; esto le dejó prosperar la economía y las finanzas, debido al incremento del comercio exterior. Las materias primas fueron bien vendidas en los mercados de europa, lo mismo que las buenas cosechas conseguidas. Los capitales extranjeros efectuaban inversiones en el país y llegó un óptimo número de inmigrantes, lo que causó el acrecentamiento de la riqueza y la valorización de la moneda.

Bajo el impulso de su gobierno se sancionaron ciertas leyes de previsión popular (jubilaciones de bancarios y profesores), se reglamentó el trabajo de las mujeres y de los inferiores, se estableció el pago de los sueldos en moneda nacional, etcétera. Se creó la Dirección General de Yacimientos Petrolíferos Fiscales, a cuyo cargo fue puesto el ingeniero Enrique Mosconi. El coronel Agustín P. Justo, ministro de Guerra, renovó el viejo material bélico y dispuso entablar la primera factoría de aeroplanos en Córdoba; se actualizó con novedosas entidades la flota de guerra y se instaló la base de submarinos en Mar del Plata.

A lo largo de la presidencia de Alvear se instalaron las destilerías de petróleo de La Plata; además de esto, se inició la construcción de los ministerios de Hacienda, Obras Públicas, Guerra y Marina y el edificio del Banco de la Nación, en plaza de Mayo. Fue una época de profundo movimiento inmigratorio: solo en 1924 llegaron 190.000 inmigrantes; desde 1924 hasta 1929 entraron al país cerca de 2 miles de individuos de todas y cada una de las procedencias. El peso argentino, en el mes de mayo de 1927, llegó a cotizarse a la par y en algún instante superó al dólar americano. Esa prosperidad llevó a la apertura de la Caja de Conversión, cuyo decreto se firmó el 25 de agosto de 1927, lo que dejó que la Argentina gozara de un crédito sin limites, como lo aseveró la banca estadounidense Morgan. El lugar del patrón oro fue recibido con beneplácito por todos y cada uno de los campos de la opinión pública.

En el aspecto artístico y cultural, la presidencia de Alvear fue muy efectiva. Por idea de su mujer Regina Paccini de Alvear se creó la Casa del Teatro, y en el mes de septiembre de 1928 se inauguró en el Teatro Cervantes la primera exposición nacional del libro que se conoció en Buenos Aires, entre muchas otras proyectos. También a lo largo de su gobierno visitaron el país individuos de enorme relieve; Buenos Aires fue por esos años un centro de atracción en todo el mundo. Llegaron de visita y en misión cultural hombres de ciencia como Albert Einstein, personalidades políticas como Vittorio Emanuele Orlando, George Curzon o Albert Thomas, y escritores como Pirandello y Keyserling.

En mayo de 1924 vino asimismo al país una delegación italiana, dentro por distintos artistas y también intelectuales, al tiempo que el vapor Italia hacía una exposición artística y cultural. El 6 de agosto del mismo año visitó la Argentina el príncipe Humberto de Saboya, heredero del trono de Italia. En marzo de 1925 visitó la Argentina el presidente chileno Alessandri y el 17 de agosto del mismo año arribó el príncipe de Gales, Eduardo, heredero al trono de británico, quien inauguró la Exposición Británica. Para las fiestas julias de 1927 se juntaron en Buenos Aires delegaciones de los institutos militares de Chile, Uruguay, Brasil y Paraguay. Este hecho fue enlutado por el incidente ferroviario de Alpatacal, en el que la delegación militar chilena debió lamentar muchas víctimas. En 1928, el gobierno argentino recibía la visita del gobernante del país elegido de Paraguay, doctor José Guggiari. Todas estas visitas dan un concepto de la relevancia en todo el mundo de que disfrutaba el país en esos años.

La presidencia de Marcelo de Alvear vivió un episodio de enfrentamiento con el Vaticano. El 8 de abril de 1923 murió el arzobispo de Buenos Aires, Antonio Espinosa. Siguiendo la tradición, el Senado aprobó la terna compuesta por Miguel de Andrea, Francisco Alberti, obispo de La Plata, y Abel Bazán, obispo de Paraná. Dicha terna fue remitida al Vaticano, que, sin ofrecer ninguna explicación, no aprobó el ascenso de monseñor De Andrea. Alvear fue informado por el nuncio apostólico de que habían surgido adversidades para la designación iniciativa; no obstante, se decidió sostener la terna, a pesar de que De Andrea había renunciado en el mes de noviembre de 1923. El gobierno insistió en que monseñor De Andrea sería el único arzobispo de Buenos Aires, sin embargo haber hecho comprender éste su resolución irrevocable de no admitir el arzobispado. Se asigna la oposición del Vaticano a la actitud políticosocial de monseñor De Andrea, afín a la de Don Sturzo, principal creador del Partido Demócrata Cristiano en Italia. Los hechos alcanzaron difusión en la prensa y en el Congreso; se llegó a ofrecer el retiro del ministro Mansilla del Vaticano y la declaración del nuncio como persona no agradable.

Se sostuvieron discusiones en tonos interesados, pero el día 15 de enero de 1925 se aceptó la renuncia reiterada de monseñor De Andrea. El gobierno argentino solicitó al Vaticano que el nuncio papal Beda de Cardinale y el secretario Silvani fuesen relevados de sus cargos, estimando que su mediación había complicado la solución de la crisis. Los gobernantes fueron retirados, lo que facilitó una salida honrosa. Mientras tanto, el gobierno no sostuvo relaciones oficiales con monseñor Boneo, si bien sin testimoniar hostilidad a su persona. A fines de septiembre, el Senado formó una exclusiva terna para el arzobispado, dentro por Alberti, Piedrabuena y fray José María Bottaro. A fines del año 1926 llegó a Buenos Aires un nuevo nuncio apostólico, Felipe Cortesi, quien, con capacidad diplomática, puso fin a un enfrentamiento que duró tres años y medio, en los que el gobierno sostuvo su derecho al patronato.

El gobierno de Alvear contó con la colaboración de hombres de capacidad. La administración fue honrada y eficiente. Se jerarquizó la función pública, que preocupaba bastante al presidente, quien aspiraba a que su administración adquiriese la decorosa fisonomía de los gobiernos de europa. Cuando volvían a arrimarse las selecciones, todo el país se preparó para ayudar a una dura pelea entre ámbas facciones en que se había dividido el radicalismo: personalistas y antipersonalistas. Entre ellos no había diferencias de programa; las únicas diferencias eran las que dividían en lo personal a Alvear y también Yrigoyen.

En los primeros meses de 1928, la crisis mundial se realizó que se encuentra en la pelea electoral; la simpatía habitual se sostenía leal a Yrigoyen. Los conservadores deseaban la presidencia y no estaban prestos a perderla, con lo que apelaron al recurso de la conspiración. Un conjunto militar, encabezado por el ministro de Guerra Agustín P. Justo, empezó a organizarse para evitar el retorno de Hipólito Yrigoyen al poder. Alvear, hombre democrático y leal, la contuvo y se opuso a que se prosiguiera ese sendero, que consideraba completamente inapropiado.

Las selecciones se hicieron en el mes de abril de 1928 y brindaron como resultado el triunfo de Yrigoyen por amplia y extensa mayoría (cuatrocientos mil votos de diferencia). En 1831, un año tras el golpe para derrocar al gobierno que derribó a Yrigoyen, Marcelo de Alvear regresó de Europa y se reincorporó a la UCR. Ese mismo año se le impidió enseñar su candidatura a la presidencia por no haber pasado un orden presidencial; en 1937 presentó nuevamente su candidatura, que resultó derrotada. Pese a ello, Alvear sostuvo su actividad política y su condición de primordial dirigente del radicalismo hasta su muerte.

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