La historia de las civilizaciones la narran aquellas personas queen el transcurrir de los siglos, gracias a su forma de actuar, sus ideales, sus hallazgos o su arte; han ocasionado quela civilización, de una forma u otra,prospere.
Ya sea inspirando a otras personas o tomando parte de la acción. Marcel Carné es uno de esos seres humanos cuya vida, realmente, merece nuestra consideración debido al grado de influencia que tuvo en la historia.Comprender la biografía de Marcel Carné es conocer más sobre un periodo concreto de la historia de la humanidad.
Si has llegado hasta aquí es porque eres consciente de la importancia que atesoró Marcel Carné en la historia. El modo en que vivió y aquello que hizo durante el tiempo que estuvo en el mundo fue decisivo no sólo para aquellas personas que frecuentaron a Marcel Carné, sino que posiblemente dejó una señal mucho más vasta de lo que logremosimaginar en la vida de personas que tal vez jamás conocieron ni conocerán ya jamás a Marcel Carné de modo personal.Marcel Carné fue una de esas personas que, por alguna razón, merece ser recordado, y que para bien o para mal, su nombre nunca debe borrarse de la historia.
Las biografías y las vidas de personas que, como Marcel Carné, atraen nuestro interés, deben servirnos en todo momento como punto de referencia y reflexión para ofrendar un marco y un contexto a otra sociedad y otra época de la historia que no son las nuestras. Intentar entender la biografía de Marcel Carné, el motivo por qué Marcel Carné vivió de la forma en que lo hizo y actuó del modo en que lo hizo durante su vida, es algo que nos ayudará por un lado a entender mejor el alma del ser humano, y por el otro, la forma en que se mueve, de forma inexorable, la historia.
(París, 1909-1996) Director de cine francés. Su madre había fallecido prematuramente y, a consecuencia de ello, las mujeres de su familia se habían ocupado de su educación en la niñez. De joven empezó prestando asistencia a su padre, que era ebanista, y después comenzó a trabajar para una aseguradora; al tiempo estudiaba fotografía en la Escuela de Artes y Oficios de París, de donde le vendría la afición al cine.
Fue merced a la mujer de Jacques Feyder, la actriz Françoise Rosay, personaje principal de La Kermesse Heroica, que empezó su carrera en el cine como ayudante del propio Feyder y del fotógrafo George Perinal en Los nuevos señores (1927). También alternó esta actividad con la de crítico cinematográfico en gacetas como Cinemagazine, Cinemonde, Hebdofilm o Film Sonore.
Su primera actuación como directivo sucedió en el campo del corto, donde con su dinero rodó pequeñas piezas como Nogen, Eldorado du dimanche (1929). Esta actividad le llevó a ser ayudante de entre los directivos mucho más conocidos del cine francés, Rene Clair. Su primer extenso film fue Jenny (1936), en el que recibió la colaboración como escritor de guiones del escritor Jacques Prevert, con el que empezará una fecunda relación. La personaje principal femenina fue Françoise Rosay, quien le había ayudado en la puesta en marcha del emprendimiento.
Un año después dirigió Un drama singular (1937), con lo que empezó su temporada de éxito. En esta cinta participó el actor Jean Gabin, y con ella Carné se transformó en uno de los más importantes directivos del cine francés. Se le situó en un comienzo en el llamado movimiento de "realismo poético" (que como apuntan distintos autores tiene mucho más de la primera cosa que de lo segundo), al que estaban adscritos otros directivos como Julian Duvivier.
Alcanzará una esencial notoriedad con la película El muelle de las nieblas (1938), una obra que sostiene una conexión ideológica con el movimiento del Frente Popular y que exhibe el ámbito de angustia que se cernía sobre Europa como resultado del avance político del nazismo. Sin embargo, 2 títulos resaltan sobre todos los otros como verdaderas piezas magistrales del cine francés de esos años. En primer rincón, Les visiteurs du soir (1942), una obra efectuada en la Francia bajo control del Gobierno de Vichy, si bien empapada, según varios, de sentido antinazi. Es una cinta visualmente magnífica. En ella el demonio visita un castillo a la noche, en un intento de hallar el genuino amor, lo que resulta irrealizable para él; sin embargo, los espectadores franceses la interpretaron como una intento de manifestar el espíritu de resistencia en frente de la ocupación.
Los pequeños del paraíso (1945) es para la mayor parte de críticos su pieza maestra. Se trata de una fábula sobre el cariño y la desaparición, el bien y el mal. Ambientada en el año 1840, su vigor visual y la aptitud para sintetizar las relaciones entre la vida y el teatro hicieron que sea la obra mucho más vigente de Carné y prosiga sosteniendo actualidad para el público contemporáneo. El propio Carné mencionó que Los pequeños del paraíso era un homenaje al planeta del teatro. Parece ser que la iniciativa del guion se le ocurrió al popular actor teatral -en menor medida cinematográfico- Jean Louis Barrault.
A lo largo del segundo año de la ocupación, Carné y su escritor de guiones Prevert trabajaron afanosamente en este emprendimiento; Barrault les sugirió que hicieran una película donde se ocupasen de Baptiste Duberau, entre los mucho más conocidos mimos franceses, y que añadiesen los crímenes que se habían cometido en el bulevar del Temple, calle que llegó a hacerse conocida por esa trágica situación. A la iniciativa que habían recibido, el directivo y el escritor de guiones agregaron la figura de un popular criminal llamado Lacenaire.
La iniciativa resultó de lo mucho más feliz; fue asimismo clave la asistencia que aportaron el directivo artístico Alexandre Trauner y el compositor Joseph Cosma. El propio Barrault interpretó al personaje del mimo. Por su parte, el personaje femenino más esencial en el avance de los hechos fue interpretado por Arletty. El largometraje tardó tres años en completarse, y fue una las cintas mucho más costosas que se habían rodado en Francia hasta aquel instante.
Con la finalización de la Segunda Guerra Mundial, Carné tuvo inconvenientes políticos; sospechoso de colaboracionismo, debió enfrentase a un tribunal de depuración. Aunque no fue por último culpado de nada, las situaciones modificaron de una manera definitivo para él. Muchos de sus ayudantes comunes se habían marchado y era un personaje bajo sospecha. Su talento y aptitud de trabajo se resentirían de estas situaciones.
A pesar de todo, a lo largo de los años cincuenta efectuará todavía ciertas películas de determinada relevancia. Son, por servirnos de un ejemplo, La Marie du port (1950), cinta de intriga fundamentada en un artículo de George Simenon, o Teresa Raquin (1953), sobre la novela de Emilo Zola, que siempre y en todo momento construyó un título muy atrayente para los cineastas. El guion fue de otro escritor muy relacionado al cine, Charles Spaak, cuyo hermano, Paul Henri, llegó a ser presidente de Bélgica; sus sobrinas Catherine y Agnes fueron actrices parcialmente esenciales a lo largo de los años sesenta. En 1954 trabajó nuevamente con Jean Gabin en una historia de boxeo llamada El aire de París.
A partir de esta fecha la carrera de Carné entró en ocaso. Algunos títulos fueron mal acogidos por la crítica y solo cabe nombrar Tres habitaciones en Manhattan (1965), asimismo sobre una novela de Simenon. Su última intervención como directivo fue en la película La merveilleuse visite (1974). Ya retirado, escribió unas atrayentes memorias tituladas La vie a belles dents, en la época de los ochenta, en las que reflejaba sus críticas y dejaba traslucir su amargura.
Marcel Carné fué, indudablemente, entre los directivos mucho más esenciales del cine francés. Las situaciones de la guerra y la política no le dejaron redondear su trayectoria del modo en que la había iniciado y le impidieron efectuar un mayor número de películas. Aun con todo, es de forzosa mención en cualquier historia del cine por su sensibilidad y su aptitud de narración y ambientación.
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Evidentemente llegar a comprender a Marcel Carné es algo que se reserva a escasas personas, y que pretender recomponer la persona que fue y el modo en que vivió la vida de Marcel Carné es una especie de rompecabezasque a lo mejor logremos reconstruir si cooperamos todos a la vez.
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Los matices y las sutilezas que ocupan nuestras vidas son decididamente fundamentales, ya que destacan la singularidad, y en el tema de la vida de una persona como Marcel Carné, que tuvo su trascendencia en un momento histórico concreto, es esencia intentar mostrar una visión de su persona, vida y personalidad lo más exacta posible.
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