La historia del mundo está escrita por los hombres y mujeres queen el paso de los años, gracias a sus obras, sus pensamientos, sus creaciones o su talento; han originado quela humanidad, de una forma u otra,avance.
Ya sea inspirando a otros seres humanos o siendo parte de la actuación. Manuel Ventura Figueroa es uno de esos seres humanos cuya vida, en verdad, merece nuestra consideración por el grado de influencia que tuvo en la historia.Conocer la biografía de Manuel Ventura Figueroa es comprender más sobre una época concreta de la historia del ser humano.
Si has llegado hasta aquí es porque eres sabedor de la importancia que detentó Manuel Ventura Figueroa en la historia. La manera en que vivió y lo que hizo en el tiempo en que permaneció en el mundo fue determinante no sólo para quienes trataron a Manuel Ventura Figueroa, sino que a caso produjo una señal mucho más profunda de lo que podamosimaginar en la vida de personas que tal vez jamás conocieron ni conocerán ya jamás a Manuel Ventura Figueroa personalmente.Manuel Ventura Figueroa fue una persona que, por algún motivo, merece ser recordado, y que para bien o para mal, su nombre jamás debe borrarse de la historia.
Conocer lo bueno y lo malo de las personas relevantes como Manuel Ventura Figueroa, personas que hacen rodar y cambiar al mundo, es una cosa sustancial para que podamos poner en valor no sólo la existencia de Manuel Ventura Figueroa, sino la de todos aquellos y aquellas que fueron inspiradas por Manuel Ventura Figueroa, aquellas personas a quienes de un modo u otro Manuel Ventura Figueroa influenció, y sin duda, conocer y descifrar cómo fue vivir en el periodo histórico y la sociedad en la que vivió Manuel Ventura Figueroa.
(Manuel Ventura Figueroa Barreiro; Santiago de Compostela, 1708 - Madrid, 1783) Eclesiástico y político español. Negoció en Roma el Concordato de 1753 y apoyó en 1767 la expulsión de los jesuitas. Fue presidente del Consejo de Castilla (1773-1783) tras la caída de Aranda.
Graduado en leyes por la Universidad de Santiago (1727), Manuel Ventura Figueroa completó sus estudios de derecho en la de Valladolid, donde asimismo se graduó en cánones (1733). Posteriormente consiguió la licenciatura y el doctorado en derecho canónico en la Universidad de Ávila, y ganó por oposición una plaza de instructor en la de Valladolid. Ejerció en la Chancillería de Valladolid, donde tuvo como profesor a Manuel Patiño, afamado letrado y integrante del Consejo Real. Después de conseguir por oposición la canonjía doctoral del obispado de Orense en 1733, fue designado subdelegado de Cruzada del mismo obispado en 1734 por el comisario general Gaspar Molina, obispo de Barcelona. Fue ordenado sacerdote en 1737.
Nombrado gobernador de la diócesis de Orense por el obispo Agustín de Eura, en 1742 fue enviado a Madrid como gerente de la diócesis en un litigio generado por fundamento de diezmos, viaje que Manuel Ventura Figueroa aprovechó para tomar contacto con ciertos consejeros del Consejo Real y de la Cámara y tratar sobre cuestiones similares con el Patronato Real. En 1746 fue elegido superior de la abadía de Covarrubias (Burgos), destino que permutó un año después por el de la abadía de la Santísima Trinidad de Orense, y en 1748 se le nombró visitador general de todas y cada una de las iglesias y proyectos pías del Real Patronato del reino de Granada. Estos últimos cargos le relacionaron con el marqués de la Ensenada y con el padre Rávago, confesor del rey.
Adjuntado con el marqués de los Llanos, Gregorio Mayáns y Bias Jover, Manuel Ventura Figueroa fue solicitado de producir un informe sobre el Concordato de 1737 que había sido ratificado por el rey Felipe V y el papa Clemente XII, informe que fue entregado al secretario de Estado en 1749. En exactamente el mismo expresó su convencimiento de que no podía llegarse a un convenio entre el Gobierno español y la Santa Sede si no se resolvía por adelantado la cuestión del Patronato Real (frente el que la monarquía de españa sostenía una posición regalista) y la de los desmesurados tributos y exacciones que pagaban las iglesias y los feligreses españoles a la Dataría romana. La vigencia del Concordato de 1737 fue nula y la llegada al poder de Fernando VI demandó la firma de un nuevo concordato que diera contestación a las demandas del nuevo monarca de prolongar el Patronato Real vigente en Granada y también Indias a toda la Península y de achicar la cuantía de los tributos que la Santa Sede recaudaba en España.
Frustrados los primeros contactos entre el papa Benedicto XIV y, por la parte de España, el cardenal-embajador Joaquín Fernández Portocarrero y el ministro de Estado José Carvajal y Lancáster, Manuel Ventura aconsejó al rey arrancar una negociación privada paralela a la oficial, puesto que “con alegatos y documentos no se lograría nada de Roma”. Ésta fue llevada a cabo en misterio y encomendada al marqués de la Ensenada y a Francisco Rávago, quienes escogieron a Ventura Figueroa como su brazo ejecutor en la Santa Sede.
Para no alzar supones a nivel oficial, en 1749 Ventura Figueroa fue nombrado auditor de la Rota en Roma en sustitución de Alfonso Clemente de Aróstegui, quien fue designado integrante del Consejo Real. Ventura llegó a la ciudad más importante italiana en el mes de julio de 1750 y pausadamente salió ganando la seguridad del papa, del secretario de Estado, cardenal Valenti, y del datario de la Santa Sede.
Extraño a las negociaciones de Figueroa, Portocarrero le confió hacerse cargo de los libramientos de la Escuela de Bellas Artes de Roma y de impulsar la Academia de Historia Eclesiástica, en cuyas sesiones ocupó la presidencia. Para no suscitar recelos en el cardenal-embajador en relación a las continuas visitas que hacía al papa, fue escogido para administrar la bula de la Cruzada. Figueroa efectuó las negociaciones de manera personal con Valenti, y fruto de ellas fue la redacción de un primer emprendimiento según finales de 1750, que no llegó a ser anunciado a Benedicto XIV al considerarse que no se encontraba completamente creado. Tras una sucesión de reformas, el emprendimiento fue entregado al papa en el mes de febrero de 1751.
Los primordiales temas sobre los que los interlocutores debieron lijar asperezas fueron los relativos al Patronato Real, a las reservas pontificias de desempeños eclesiásticos y a las cédulas bancarias; Ventura Figueroa debió recurrir, aparte de a su talento diplomático, a enormes proporciones de dinero para conseguir a través de regalos el beneplácito de las autoridades eclesiásticas. El Concordato fue firmado en 1753 en el Palacio Apostólico del Quirinal y recibió la ratificación papal en la basílica de Santa María la Mayor.
Los puntos mucho más esenciales de este nuevo acuerdo fueron la cesión del papa a Fernando VI y sus sucesores del derecho universal para enseñar obispados y arzobispados; la conservación por la parte de la Santa Sede de 52 provecho eclesiásticos en España; y el pago a la Santa Sede de una compensación por esos provecho que iba a dejar de sentir. El Concordato fue fundamental para los intereses de la Corona de españa y tuvo vigencia hasta 1833, fecha donde fue suspendido por la separación en las relaciones diplomáticas con ocasión del comienzo de la Primera Guerra Carlista.
A su vuelta a España, Manuel Ventura Figueroa fue retribuido por sus servicios con nombramientos para altos puestos administrativos y eclesiales. Designado integrante del Consejo de Castilla (cargo desde el que apoyó la expulsión de los jesuitas de 1767), accedió entonces a la presidencia de tal Consejo en sustitución del conde de Aranda, y frenó los intentos renovadores de los ilustrados a lo largo de los diez años que continuó a su frente (1773-1783).
Ventura Figueroa ocupó además de esto los cargos de patriarca de las Indias, asegurador del monasterio de El Escorial (Madrid), vicario general de los Ejércitos, enorme canciller de la Orden de Carlos III, procapellán y limosnero mayor de Su Majestad, comisario general de la Cruzada, recolector general de los arzobispados y obispados del Reino, arcediano de Nendos y arzobispo de Laodicea in partibus, puesto para el que fue consagrado en 1783; fue además asegurador de la Sociedad Económica Matritense.
Una semana antes de su muerte, ocasionada por una hidropesía, firmó su testamento, del que hay que poner énfasis su intención de hacer una fundación para la concesión de talentos, becas de estudio y ayudas a sus familiares, fundación que inició su actividad un año tras su deceso. Actuaron como testamentarios Campomanes, Floridablanca y Gálvez, y se le destinó la suma de 6.037.000 reales. La fundación alcanzó enorme popularidad en toda Galicia y todavía existe hoy en día.
De los contenidos escritos escritos por Manuel Ventura Figueroa se han publicado, en 1784, la Escritura de fundación del patronato laical y memorias del Excmo. Sr. D. Manuel Ventura de Figueroa, y, en 1862, el Discurso sobre el Concordato de 1737. En el Archivo Histórico Nacional y en el de Simancas (Valladolid) se mantiene la abundante correo que sostuvo con la Corte a lo largo de su misión diplomática en Roma.
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