Manuel Tamayo y Baus

Ya sea inspirando a más personas o siendo una pieza esencial de la acción. Manuel Tamayo y Baus es una de las personas cuya vida, realmente, merece nuestra consideración debido al grado de influencia que tuvo en la historia.Comprender la vida de Manuel Tamayo y Baus es conocer más sobre periodo preciso de la historia del género humano.

Si has llegado hasta aquí es porque sabes de la relevancia que tuvo Manuel Tamayo y Baus en la historia. La forma en que vivió y lo que hizo en el tiempo en que permaneció en la tierra fue decisivo no sólo para quienes conocieron a Manuel Tamayo y Baus, sino que a lo mejor legó una huella mucho más honda de lo que logremosfigurar en la vida de personas que tal vez nunca conocieron ni conocerán ya nunca a Manuel Tamayo y Baus personalmente.Manuel Tamayo y Baus fue una de esas personas que, por algún motivo, merece no ser olvidado, y que para bien o para mal, su nombre jamás debe borrarse de la historia.

Apreciar lo bueno y lo malo de las personas relevantes como Manuel Tamayo y Baus, personas que hacen rodar y cambiar al mundo, es una cosa básica para que podamos poner en valor no sólo la existencia de Manuel Tamayo y Baus, sino la de toda aquellas gentes que fueron inspiradas por Manuel Tamayo y Baus, aquellas personas a quienes de de una u otra forma Manuel Tamayo y Baus influyó, y desde luego, entender y comprender cómo fue vivir en la época y la sociedad en la que vivió Manuel Tamayo y Baus.

Las biografías y las vidas de personas que, como Manuel Tamayo y Baus, seducen nuestra atención, tienen que servirnos en todo momento como punto de referencia y reflexión para conferir un marco y un contexto a otra sociedad y otra etapa de la historia que no son las nuestras. Hacer un esfuerzo por entender la biografía de Manuel Tamayo y Baus, porqué Manuel Tamayo y Baus vivió del modo en que lo hizo y actuó del modo en que lo hizo en su vida, es algo que nos impulsará por un lado a comprender mejor el alma del ser humano, y por el otro, la forma en que avanza, de forma inevitable, la historia.

Vida y Biografía de Manuel Tamayo y Baus

(Madrid, 1829 - id., 1898) Dramaturgo español. Inició su trayectoria teatral estrenando una adaptación de Genoveva de Brabante, de Anicet Bourgeois, y en 1847 amoldó al español La doncella de Orleans, de Friedrich Schiller, con el título de Juana de Arco. A partir de entonces vivió que se dedica al teatro, construyendo una producción de inspiración romántica en una primera etapa y de signo verdadera y moralizante en la segunda, de la que resalta Un drama nuevo (1867), su pieza maestra. El fracaso de su drama Los hombres de bien (1870) le indujo a centrar su historia en otras ocupaciones: oficial del Ministerio de Gobernación, jefe de la biblioteca del Instituto de San Isidro, secretario de la Real Academia Española (1874) y directivo de la Biblioteca Nacional (1884) y del cuerpo de archiveros.

Hijo de los actores José Tamayo y Joaquina Baus y Ponce de León, estuvo en contacto con el teatro desde la niñez. Las representaciones de sus progenitores, las declamaciones particulares y los intentos de dramas llenan los primeros años del futuro dramaturgo. En 1841 sus progenitores representaron en Granada Genoveva de Brabante, adaptación de un muy, muy joven Tamayo y Baus (contaba por entonces once años de edad) de un artículo francés de Anicet Bourgeois. El creador, que escondía su nombre, fue obligado a salir a escena.

Poco después el precoz dramaturgo estrenaba en Madrid una refundición, en esta ocasión de La doncella de Orleans de Schiller, con el título de Juana de Arco. Al año siguiente, la compañía de sus progenitores estrenaba ahora su primer drama, El seis de agosto o España sin honra (1848). En 1849, a los diecinueve años de edad, contraía matrimonio con la sobrina del enorme actor Isidro Maíquez, María Amalia Maíquez. Durante un periodo dedicó su actividad a readaptar comedias extranjeras, normalmente en colaboración (con Cañete, Fernández Guerra o su hermano Victoriano).

En 1853 consiguió su primer éxito con Virginia, catástrofe tradicional efectuada en colaboración con Fernández Guerra. Siguieron a éstas una sucesión de proyectos; las mucho más atrayentes fueron La disparidad de amor (1855) y La bola de nieve (1856). En 1859 ingresaba en la Real Academia, versando su alegato sobre La verdad considerada como fuente de hermosura en la literatura trágica, con ideas sobre el teatro verdadera: "aquellas figuras que aspiren a ser puro espíritu, puro egoísmo, pura amabilidad, no van a ser espirituales, ni heroicas, ni buenas". En 1862 representa Lo positivo y en 1867 su obra primordial, Un drama nuevo, traducido próximamente a las primordiales lenguas de europa. De inclinación equilibradamente liberal, desde la revolución del 68 se orienta poco a poco más hacia el tradicionalismo. En 1869 estrena No hay bien que por mal no venga, y en 1870 su última obra, Los hombres de bien.

El poco éxito, quizá animado por su ideología poco abierta y progresista, le decidió a dejar el teatro, dedicando desde entonces su actividad en distintas instituciones. En 1874 fue nombrado secretario interino de la Real Academia y este año perpetuo, y desde 1884 dirigió la Biblioteca Nacional y poco después el cuerpo de Archiveros. Anteriormente (1868) fue oficial del Ministerio de la Gobernación y jefe de la Biblioteca del Instituto de San Isidro, y había renunciando a esos cargos públicos, pero su alejamiento del teatro lo llevó nuevamente a ellos.

El teatro de Manuel Tamayo y Baus es esencialmente ecléctico: romántico moderado en su primera época y verdadera del mismo modo moderado después. Dotado de una destacable agilidad escénica, su equilibrio artístico está no obstante falto de verídica fuerza interior. Formalmente fluctuó entre la prosa y el verso, decidiéndose por la primera en sus proyectos mucho más visibles. Su ideología, dogmática y moralizadora, hostil a toda reforma popular y económica, formó el obstáculo primordial en la creación de sus letras y números, que, en oposición a sus pretenciones, resultan artificiosos. Esta forma de pensar fue la que al cabo le indispuso con el público y patentizó su falta de genuina potencialidad artística, de la que Un drama nuevo no es mucho más que una salvedad. En este sentido hay que apuntar su empeño en mover al arte inconvenientes de carácter ética o político. No obstante ser un increíble conocedor de la escena, experimentado y con sobrados elementos, carece no obstante de profunda singularidad, a la que tampoco reemplaza su eclecticismo, mucho más simple y ancestral que resultado de insolubles enfrentamientos.

Su abundante obra trágica, la mayoria de las veces en verso, puede dividirse en 2 temporadas: una primera de inspiración romántica y una segunda verdadera y moralizante. A la etapa romántica forma parte su primera obra, El seis de agosto o España sin honra (1848), que no tiene interés crítico: de todos modos hablamos de un intento malogrado, lúgubre, de un romanticismo prácticamente mágico, comprensible como tentativa de creador. El drama en 4 actos Ángela (1852), inspirado en Intriga y amor de Schiller, atrae mucho más por su lenguaje entrecortado y corto, al que no falta alguna felicidad, que por el popular tema de la pasión atormentada en sus secuelas.

Virginia (1853), inspirada en Lucrèce, de Ponsard (1843), es un intento de fusión de drama romántico y catástrofe tradicional ("la catástrofe, en cinco actos, está llevada a cabo -afirma nuestro creador- con menos cabeza y mucho más alma que las desgracias neoclásicas"). En el drama histórico La ricahembra (1853), de la misma en La disparidad de amor (1855, sobre la figura de Juana la Ida), pese al romanticismo que piensa ahora el tema, se advierte el interés por la psicología. En Hija y madre (1855), Tamayo y Baus, tras haber adoptado la prosa, emplea nuevamente el verso por última vez intentando el tema de los celos inmotivados. Con la obra Huyendo del perejil acaba de todos modos la primera época del creador, coincidiendo con su ingreso en la Academia.

La segunda etapa, verdadera y moralizadora, marca la evolución del teatro romántico a eso que se dió en denominar la «alta comedia» de proposición. Su situación en esta segunda época está expuesta en el alegato que pronunció al entrar en la Real Academia Española en 1859, La verdad considerada como fuente de hermosura en la literatura trágica, y está representada por proyectos de crítica popular y de intención moralizadora entre aquéllas que sobresalen La bola de nieve (1856) y Un drama nuevo (1867), su obra más esencial, donde recrea el tema situación-fantasía. En esta novedosa etapa adoptó el seudónimo de Joaquín Estébanez y en algún momento el de Don Fulano de Tal.

Con una prosa mucho más trabada, entretenida pero sobria, apareció en 1862 una obra de éxito increíble, Lo positivo, imitación de Le Duc Job de León Laya, sobre el tema de la decisión interesada del marido. Lances de honor (1863) es una condenación desde el criterio católico del desafío. Del dicho... al hecho (1863), de poco interés, es una imitación de La Pierre de Touche, de Y también. Augier y Sandeau. Un drama nuevo (1867), indudablemente su mejor obra y entre los dramas mucho más logrados del siglo XIX español, de recuerdos shakespearianos y establecida en el resorte de los celos, es una obra intensa y con perfección tramada. Sus 2 últimas proyectos No hay mal que por bien no venga (1868) y Los hombres de bien, sátira contra el indiferentismo, fueron mal recibidas. Con ellas Tamayo y Baus se retiró del teatro para no romper nunca su silencio.

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