Si has llegado hasta aquí es porque tienes consciencia de la trascendencia que detentó Manuel Mejía Vallejo en la historia. Cómo vivió y aquello que hizo durante el tiempo que permaneció en la tierra fue determinante no sólo para aquellas personas que trataron a Manuel Mejía Vallejo, sino que posiblemente produjo una señal mucho más profunda de lo que podamosconcebir en la vida de personas que tal vez jamás conocieron ni conocerán ya nunca a Manuel Mejía Vallejo de forma personal.Manuel Mejía Vallejo ha sido un ser humano que, por algún motivo, merece no ser olvidado, y que para bien o para mal, su nombre jamás debe borrarse de la historia.
Las biografías y las vidas de personas que, como Manuel Mejía Vallejo, cautivan nuestra curiosidad, tienen que ayudarnos siempre como punto de referencia y reflexión para ofrecer un marco y un contexto a otra sociedad y otra etapa de la historia que no son las nuestras. Hacer un esfuerzo por entender la biografía de Manuel Mejía Vallejo, el motivo por qué Manuel Mejía Vallejo vivió del modo en que lo hizo y actuó del modo en que lo hizo durante su vida, es algo que nos ayudará por un lado a entender mejor el alma del ser humano, y por el otro, la forma en que avanza, de forma inevitable, la historia.
(Jericó, Antioquia, 1923 - El Retiro, Antioquia, 1998) Escritor colombiano. Su obra narrativa detalla la crueldad civil (La tierra éramos nosotros, 1945; El día señalado, 1964, premio Nadal) o los entornos populares urbanos (Al pie de la región, 1958; Aire de tango, 1973). En 1989 consiguió el premio Rómulo Gallegos por su novela Años de indulgencia.
La niñez de Manuel Mejía Vallejo transcurrió en el campo, en la región rural de Jardín, al lado de sus progenitores Alfonso Mejía Montoya y Rosana Vallejo. En 1940 se trasladó a Medellín, y en 1943 acabó el bachillerato en la Pontificia Universidad Bolivariana. Para ese entonces mostraba una clara inclinación por la literatura, ya que desde los trece años ahora escribía a su madre largas cartas de asombroso estilo y había anunciado ciertos poemas en el jornal académico El Tertuliano. Como varios de los enormes escritores, era amigo de la bohemia, que compartía con el poeta Carlos Castro Saavedra, Edgar Poe Restrepo, Óscar Hernández y Alberto Aguirre.
En 1944 ingresó en el Instituto de Bellas Artes de Medellín para estudiar estatua y dibujo, pero no continuó, ya que se persuadió de que su vocación era la de escritor; muy de forma rápida dio prueba de esto al difundir en 1945 su primera novela, La tierra éramos nosotros, la que fué atribuida a su tío Manuel María Mejía. La edición se debió a su madre, quien la entregó al conjunto de los Panidas, dirigido por León de Greiff, sin que Mejía lo supiese; fue tan efectiva la impresión que en ellos dejó el libro que aconsejaron su publicación. El año siguiente se trasladó a Bogotá adjuntado con Carlos Castro Saavedra y Alberto Escobar; la bohemia de la ciudad más importante asimismo lo envolvió, en especial la del muy famoso café El Automático, donde aparte de departir con el profesor De Greiff y otros consagrados intelectuales, conoció al directivo de teatro Enrique Buenaventura y al asimismo escritor y pintor Héctor Rojas Herazo.
En 1947 regresó a Medellín y fue nombrado secretario de auditoría de la Contraloría Departamental de Antioquia. Ocupó asimismo la presidencia de la Casa de Cultura de la ciudad más importante paisa, y también inició su historia de periodista como colaborador del periódico El Sol. El 9 de abril de 1948 participó activamente en los motines que se realizaron en Medellín con ocasión del asesinato en Bogotá del caudillo habitual Jorge Eliécer Gaitán, lo que le significó ser retirado, el 11 de abril, de su trabajo. A principios de 1949 se vinculó como instructor de literatura del Liceo de la Universidad de Antioquia, pero, a causa de la crueldad política liberada, debió dejar el país en 1950, adjuntado con Mario Berrio Montoya y Mario Vélez.
Se residió entonces en Venezuela y trabajó como redactor de planta del períodico Panorama de Occidente, de Maracaibo. Muchos de sus productos se dieron a conocer firmados con los pseudónimos de Naután y Candil. En Venezuela vivió hasta el momento en que fue expulsado en 1952 por sus editoriales contra el dictador Marcos Pérez Jiménez. Durante el tiempo de permanencia en Maracaibo, Mejía Vallejo prosiguió escribiendo cuentos: en 1951 se publicó en el Magazín Dominical de El Espectador "El milagro", que fue elegido entre los más destacados en el VI Concurso Anual del Cuento de Caracas, y en 1952 consiguió el tercer premio en exactamente el mismo acontecimiento.
En 1953 se trasladó a Guatemala, donde logró amistad con el enorme escritor Miguel Ángel Asturias. Escribió una sucesión de productos contra el coronel Carlos Castillo Armas, quien había depuesto al presidente constitucional Jacobo Arbenz, lo que le valió la deportación a Honduras. Luego de una fugaz entrada furtiva en Guatemala, decidió establecerse, entre 1955 y 1957, en San Salvador.
Durante los siete años que continuó en Venezuela, Guatemala, Honduras y El Salvador, Manuel Mejía Vallejo ejercitó primordialmente las funcionalidades de periodista: llegó a redactar hasta treinta páginas del día a día. En 1955 participó en el Concurso Internacional de Cuento de El Nacional de México con "Tiempo de sequía", una de sus narraciones mucho más publicadas, con la que consiguió un premio. Al año siguiente logró 2 primeros puestos: en el XI Concurso Anual de Caracas, con "Al pie de la región", y en el Concurso Centroamericano de Cuento, en El Salvador, con "La muerte de Pedro Canales". En 1957 escribió su primer libro de ensayo, Breve elogio de la desaparición. Puede decirse que entre 1945 y 1958 Manuel Mejía Vallejo se preparó para la literatura, se documentó y adelantó esbozos de lo que sería su producción posterior.
En 1957 regresó Manuel Mejía Vallejo a Colombia y se residió en Medellín, localidad donde, hasta 1962, ocupó el cargo de directivo de la Imprenta Departamental de Antioquia, empleo desde el que adelantó una esencial tarea cultural: por servirnos de un ejemplo, en 1958 reinició la Colección de Autores Antioqueños, y en 1961 organizó el Primer Festival del Libro Antioqueño, en colaboración con Alberto Aguirre y Carlos Castro Saavedra. Publicó, además de esto, una Antología del cuento antioqueño. En 1962 perteneció al conjunto La Tertulia, de Medellín.
Hasta 1963, Mejía Vallejo fue fundamentalmente un reconocido fabulista. Después de su retorno al país, prosiguió cosechando éxitos en concursos de cuentos nacionales: en 1957 ganó el primer premio en el Concurso Nacional de Cuento Folclórico con "Riña para 4 gallos", y publicó la primera edición de un volumen de sus cuentos, que tituló Tiempo de sequía. En 1958 editó un segundo y un tercer volúmenes: Al pie de la región y Cielo cerrado.
Fue entonces en el momento en que en España consiguió el Premio Nadal con la novela El día señalado (1964), que marcó un jalón en la literatura de la crueldad, ya que hasta ese instante la narrativa que se había destinado a novelar el fenómeno era de tono testimonial, patrón del que solo se escapaban El Cristo de espaldas (1952) y Siervo sin tierra (1954), de Eduardo Caballero Calderón. En la primera novela profesora de Mejía Vallejo, la trama se erige sobre el arquetipo de la aldea sudamericana de los años 40 y cincuenta. Es una novela donde los enfrentamientos sociales se resumen en las luchas locales que las fuerzas del poder económico y político sostienen contra la guerrilla que aparece al calor de la triunfante revolución de Fidel Castro y el Che Guevara en Cuba.
En 1963 fue nombrado directivo de la Emisora Cultural y de la imprenta de la Universidad de Antioquia, cargo al que renunció para viajar a España el año siguiente. A su regreso se vinculó como instructor de historia del arte en el Instituto de Artes de Medellín, actividad donde continuó hasta 1967, en el momento en que fue nombrado instructor de español y literatura de la Universidad Nacional de Medellín, centro enseñante en el que trabajó hasta 1981, año en que fue pensionado. En aquel año de 1967 publicó su cuarto volumen de cuentos, Cuentos de región muy caliente. Para ese instante era la figura más esencial de la literatura de su zona y fue condecorado en 1968 con la Estrella de Antioquia.
Solo en 1972 Manuel Mejía Vallejo volvió a manifestarse en el campo literario colombiano al conseguir una mención particular en el Premio Casa de las Américas, de Cuba, por su novela Las muertes extrañas. Al año siguiente Aire de tango fue premiada en la Primera Bienal de Novela Colombiana y consiguió asimismo el Premio Vivencias de Cali. Son 2 novelas esenciales en el género de la literatura urbana en Colombia, especialmente Aire de tango, que aparte de versar sobre las ubicaciones arrabaleras de Medellín, es su obra mucho más desarrollada, renovadora y complicada desde la perspectiva de la composición literaria. Esa temática urbana ahora la había exhibido por vez primera en Al pie de la región, sobre las gentes que hurgan en los desagües para buscar lo que se escapa por las tuberías. Tanto Aire de tango como Las muertes extrañas son novelas en las que Mejía llega a su madurez plena como escritor.
En 1975 contrajo matrimonio con Dora Luz Echeverría Ramírez, con quien tendría 4 hijos: Pablo Mateo, Maria José, Adelaida y Valeria. Viajó a la Unión Soviética como encargado de Colombia al Congreso Mundial de Escritores. Al año siguiente publicó su quinto volumen de cuentos, Las noches de la vigilia, en la compilación Biblioteca Básica Colombiana del Instituto Colombiano de Cultura. En 1978 viajó a Cuba como jurado del certamen Casa de las Américas y también invitado al Congreso Mundial de Escritores. En este último año, acorde con su vocación pedagógica, empezó a regentar el taller de escritores de la Biblioteca Pública Piloto de Medellín. Un año después volvió a las lides periodísticas como colaborador del períodico El Mundo, de Medellín. En 1980 participó en el Primer Encuentro de Escritores Latinoamericanos en la Universidad de La Sorbona (París) y publicó un libro de coplas, Prácticas para el olvido, que había escrito en 1977.
Al igual que otros escritores latinos del «boom» (Gabriel García Márquez y Macondo en Cien años de soledad, Juan Rulfo y Comala, Juan Carlos Onetti y Santa María), Manuel Mejía inventó un microcosmos, el pueblo de Balandú, en el que representó la provincia y de forma especial la civilización de la colonización paisa. La serie se había iniciado en La tierra éramos todos (1945) y siguió con Tarde de verano (1980), novela distinguida en el Concurso Plaza y Janés de 1979, y tuvo su mayor avance con La casa de ámbas palmas (1988), premiada con el codiciado Premio Rómulo Gallegos en 1989, certamen del que había sido jurado en 1981.
Entre las dos novelas publicó una cuarta parte libro sobre la temática urbana, si bien íntimamente relacionado al campo: Y el planeta prosigue andando; 2 nuevos libros de ensayo: María alén del Paraíso (1984) y Hojas de papel (1985); una novela corta, El hombre que parecía un espectro (1984), que es una biografía del poeta antioqueño Porfirio Barba-Jacob, y 2 cuentos mucho más: Los negociantes (1985) y La sombra de tu paso (1987). Publicó además de esto su segundo volumen de versos: Décimas. El viento lo ha dicho (1981).
En 1986 y 1987, Mejía Vallejo recibió 2 laureles esenciales como reconocimiento a su tarea literaria: doctor honoris causa de la Universidad Nacional y Orden al Mérito Literario en Cali. Ya antes, en 1984, a lo largo de la presidencia de Belisario Betancur, había sido condecorado con la Orden de San Carlos. En 1990 publicó un complemento a su trabajo sobre la provincia antioqueña, el volumen de cuentos Otras historias de Balandú, y en 1991 otra novela sobre exactamente el mismo tema, Los abuelos de cara blanca. Continuó editando sus versos (Memoria del olvido, 1990) y sus coplas (Soledumbres, 1990). En 1992 escribió el artículo para el libro de fotografía Colombia campesina. En 1993, con ocasión de sus setenta años, se le rindieron distintos homenajes y publicó su último volumen de cuentos, Sombras contra el muro.
En sus últimos años Mejía Vallejo vivió refugiado en una vivienda campestre, Ziyuma, que en guajiro significa "cerca del cielo", en los aledaños de Medellín; allí escribió sus proyectos desde Tarde de verano. Es entre los autores colombianos de quien mucho más proyectos fueron llevadas a la pantalla de televisión: El día señalado, Las muertes extrañas y La casa de ámbas palmas fueron adaptadas y efectuadas por programadoras colombianas con un destacable éxito de audiencia.
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Está claro que conocer profundamente a Manuel Mejía Vallejo es algo que está reservado a pocas personas, y que pretender reconstruir la persona que fue y el modo en que vivió la vida de Manuel Mejía Vallejo es una especie de puzzleque posiblemente consigamos rehacer si cooperamos todos juntos.
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Las sutilezas y las peculiaridades que ocupan nuestras vidas son decididamente determinantes, ya que marcan la diferencia, y en el caso de la vida de un ser como Manuel Mejía Vallejo, que detentó su relevancia en un momento histórico concreto, es imprescindible intentar mostrar una perspectiva de su persona, vida y personalidad lo más precisa posible.
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