La historia del mundo está escrita por los hombres y mujeres queen el transcurrir de los siglos, gracias a sus obras, sus pensamientos, sus creaciones o su talento; han originado queel género humano, de una forma u otra,progrese.
Ya sea inspirando a otros seres humanos o tomando parte de la acción. Manuel Acuña es uno de esos sujetos cuya vida, realmente, merece nuestra atención por el nivel de influencia que tuvo en la historia.Conocer la biografía de Manuel Acuña es conocer más acerca de una época concreta de la historia del ser humano.
Las biografías y las vidas de personas que, como Manuel Acuña, cautivan nuestra curiosidad, tienen que valernos siempre como referencia y reflexión para ofrendar un marco y un contexto a otra sociedad y otra época de la historia que no son las nuestras. Tratar de comprender la biografía de Manuel Acuña, el motivo por qué Manuel Acuña vivió de la forma en que lo hizo y actuó del modo en que lo hizo a lo largo de su vida, es algo que nos ayudará por un lado a comprender mejor el alma del ser humano, y por el otro, la forma en que se mueve, de forma inevitable, la historia.
(Saltillo, 1849 - México, 1873) Poeta y dramaturgo considerado entre los mucho más relevantes y propios representantes del romanticismo mexicano. Su inflamado carácter romántico, el lirismo que fue apoderándose, de a poco, de sus anhelos literarios y su naturaleza patológica conformaron pausadamente unos poemas en los que se avisan los destellos de su pasión y su genio poético, especificaciones que la turbulencia de sus amores y desenamores irían acentuando, para conducirlo, en la mitad de la disparidad de amor rechazado, al suicidio.
El romanticismo del creador, no obstante, incluyó, como en otros autores de la temporada, la actividad política y periodística y una visión filosófica liberal y positivista en que se reconoce el peso de Ignacio Manuel Altamirano, verdadero guía de la generación romántica.
Biografía
Manuel Acuña nació en Saltillo, capital del Estado de Coahuila, el 26 o el 27 de agosto de 1849, ya que las fuentes difieren en ocasiones por lo que respecta a la fecha precisa de su nacimiento, y recibió la primera educación en el Colegio Josefino de su localidad natal. Adolescente todavía, solamente cumplidos los dieciséis años se traslada a la ciudad más importante de la República con la inicial intención de cursar estudios de latinidad, matemáticas, francés y filosofía, para terminar entonces inscribiéndose en la Escuela de Medicina, cuyos tutoriales prosiguió desde 1868.
La principiante afición a las letras se impondrá prontísimo en el espíritu del joven aspirante a médico que, ahora en 1869, presto a redimir a la raza humana a través de la enseñanza, las artes y las ciencias, se arroja a eso que será una prolongada y fecunda serie de colaboraciones en diferentes diarios y gacetas mexicanos. Manuel Acuña empieza de esta manera a ayudar en las páginas de varias publicaciones periódicas, como El Renacimiento (1869), El Libre Pensador (1870), El Federalista (1871), El Domingo (1871-1873), El Búcaro (1872) y El Eco de Ambos Mundos (1872-1873).
Influido en ocasiones, como en Hojas secas, por el tardío romanticismo español de Gustavo Adolfo Bécquer y transido otras (en Ante un cadáver, por poner un ejemplo) de un materialismo que cuestiona nuestra vida de Dios y se pregunta por el origen y el destino del hombre, por el sentido de su historia en la Tierra, por las causas del amor y el desamor, por la causa final de la injusticia, Acuña va adoptando un tono de encendida queja existencial y revolucionaria, que no se observa mitigada por la fe religiosa o por el conformismo que debiese ser fruto natural de una alguna madurez, pero que acepta en sus poemas humorísticos descarnados acentos de broma.
Correspondiente al Liceo Hidalgo, como su amigo el poeta Juan de Dios Peza, funda con Agustín F. Cuenca la Sociedad Literaria Nezahualtcóyotl, que se basa en el ferviente ideario nacionalista del escritor, educador y diplomático Ignacio Manuel Altamirano, con su deseo de conseguir que las letras mexicanas fuesen, al fin, la leal expresión de la patria y un factor activo de integración cultural. El 9 de mayo de 1872, Manuel Acuña ha podido ver de qué forma subía a los niveles mexicanos El pasado, la única obra trágica que llegó hasta nosotros (ya que escribió otra, Donde las dan las toman, que se ha perdido). Violentamente romántico, este drama expone la redención de una muchacha prostituta merced al amor y, en sus páginas, tienen la posibilidad de ahora rastrearse todas y cada una de las especificaciones de la personalidad humana y literaria del joven poeta; una personalidad balbuciente todavía y que, lamentablemente y por su intención, no va a tener tiempo para llegar a sazón.
Su con pasión y no correspondido amor por Rosario de la Peña, a la que escoge como inspiradora de sus escritos y el objeto de sus sueños, le dicta el poema Nocturno a Rosario, la mucho más habitual y famosa de sus proyectos. Pese a determinada ingenuidad romántica, que transforma a Rosario en la musa más especial de las letras mexicanas, la distinción de este poema, desprovisto de los oropeles, efectismos y exageraciones que desmerecen ciertas de sus proyectos, puede hacernos meditar que se abría frente al joven Acuña un agradable y esperanzado futuro literario. Pero el padecimiento ética puede ser molesto, el cariño desgraciado no engendra tan solo proyectos tráficas o inflamadas producciones literarias y, en cuanto al resto, como nuestro infeliz enamorado sabe realmente bien, los héroes románticos acostumbran a fallecer jóvenes; ahí están para probarlo las tumultuosas vidas de Lord Byron y Percy Bysshe Shelley, ahí está asimismo Mariano José de Larra llamándole desde el otro lado del Atlántico.
Manuel Acuña, envuelto en su aura romántica, no quiere recorrer el sendero hacia la gloria literaria que sus jóvenes escritos semejan reservarle y se niega a aguantar una vida donde su pasión vaya pausadamente extinguiéndose, privada del amor de su sortea musa. El 6 de diciembre de 1873 escoge truncar las esperanzas que en él se habían depositado y cierra, con el suicidio, el curso de su vida. Tendrán que pasar todavía varios años a fin de que los pocos poemas de Acuña abandonen las fugaces páginas amarillentas de los diarios o gacetas de la temporada y venzan al fin, organizados en un volumen congruente, el discreto olvido de las hemerotecas.
Obras de Manuel Acuña
Impulsivo, con destellos de genio, la vida y la obra de Manuel Acuña se truncaron sin llegar a cuajar: becqueriano en Hojas secas y materialista en Ante un cadáver, llega a la ingenuidad romántica en su Nocturno, que es el poema que le ha valido mucho más notoriedad. Acuña es verdaderamente un romántico de primera temporada, con su significación de queja revolucionaria sin compensaciones, sin el consuelo de la fe y sin la resignación que la madurez acostumbra proveer o favorecer. Los prosaísmos y la superficialidad que lo aquejan son errores de juventud: la simple efectividad de su habitual Nocturno nos desplaza a meditar en lo que podría ser el poeta en su madurez.
Los poemas de Manuel Acuña vieron la luz póstumamente con el título de Versos, que se cambió por el de Poesías en la segunda edición (París, Garnier, 1884), y por el de Obras en la mucho más reciente, es decir la lanzada por José Luis Martínez (México, 1949). Produjo Acuña su obra poética entre 1868 y 1873, toda ella de carácter lírico, si se excluye el mencionado drama El pasado, que figura en las ediciones desde la de 1884.
Además de un conjunto de poemas que pudiésemos llamar ideológicos (los tercetos Ante un cadáver, El hombre, etcétera.), los sobrantes tienen la posibilidad de clasificarse en cariñosos, patrióticos, humorísticos, gráficos y de situaciones. Entre los primeros, es de los mejores Resignación, animado por su separación con Laura Méndez, al que prosiguen en mérito los tercetos A Laura y el Nocturno. De los patrióticos, son dignos de mención El Giro, Hidalgo, 15 de septiembre y Cinco de Mayo; de los humorísticos, La vida del campo y A la luna, y de los gráficos, el rotulado San Lorenzo.
Un conjunto de poesías, Hojas secas, recuerda la forma de Bécquer, si bien no es seguramente Acuña alcanzara a leer los versos del hispalense; asimismo tiene ciertas canciones y 4 Doloras, imitación de las de Ramón de Campoamor. Su pasión por Rosario de la Peña le inspiró el Nocturno, la mucho más famosa de sus creaciones: "Ya que bien; yo necesito decirte que te deseo, / decirte que te adoro con todo el corazón..." El poema, sin mucha hermosura formal ni imágenes de relieve, debe probablemente su popularidad al hecho de que en sus versos semeja acuñarse el lenguaje mismo del infortunio amoroso, la fórmula ahora llevada a cabo en que el desgraciado en amores siente expresada su desventura.
Su drama El pasado, que se representó por primera vez el 9 de mayo de 1872, consiguió un enorme éxito en su estreno: por fin de cada acto el creador fue llamado a la escena y terminada la obra recibió un atronadora ovación. Acuña condensó en esta parte los especiales de la temporada: censuró el fanatismo, la tiranía y los crímenes de la sociedad y exaltó el avance y las luces de la razón; su mensaje exhibe de qué manera el creador cree en la ciencia y en la redención de los hombres por la enseñanza. En sus tres breves actos escritos en prosa, El pasado cuenta la amarga historia de una mujer caída y regenerada, a la que la sociedad y las intrigas de unos despechados previenen gozar la alegría de que disfrutaba al costado del pintor con que se había casado, devolviéndola inexorablemente a la proscripción y a la pobreza.
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Obviamente conocer profundamente a Manuel Acuña es algo que se reserva a escasas personas, y que pretender recomponer quién fue y cómo fue la vida de Manuel Acuña es una suerte de enigmaque posiblemente alcancemos a reconstruir si contribuimos todos en conjunto.
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Las sutilezas y las peculiaridades que llenan nuestras vidas son en todos los casos fundamentales, ya que marcan la diferencia, y en el tema de la vida de alguien como Manuel Acuña, que poseyó su relevancia en un momento histórico concreto, es vital procurar ofrecer un panorama de su persona, vida y personalidad lo más rigurosa posible.
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